LUCA MAGNANIMe aferré con ambas manos a la cortina, intentando que no se cerrara, cuando pensaba levantarla, una patada en la corva me hizo hincarme. —Has sido todo un problema desde que te presentaste a mi casa… —dijo Jerry detrás de mí, me tomó por el cabello y me azotó la cabeza contra la cortina, haciendo que la visión se me nublara por un momento y el estruendo calara en mis oídos. Sabía que, si soltaba la cortina, si no la levantaba, no podría salvar a Berenice—. No pensé que esto sería tan fácil. Me golpeó en las costillas, pero no le di el gusto de escucharme quejar. —Jerry… no… —susurró una voz femenina más al fondo, no tuve que quebrarme mucho la cabeza para saber que se trataba de Carla—. Por favor, no lo lastimes. —¡Carla! ¡¿Es en serio?! ¿Después de todo lo que te ha hecho, planeas defenderlo? ¿Entiendes por qué se aferra a esa cortina? No lo hace por ti, lo hace por ella, por la mujer que escogió en vez de ti —reclamó Jerry, sonaba agotado, como si fuera una plática
LUCA MAGNANILa castaña retrocedió con una sonrisa nerviosa y las palmas estiradas hacia Jerry, como si quisiera dar la pelea por terminada.—¡Oye tú! —exclamé llamando su atención y cuando volteó hice un movimiento con la cabeza para que viniera hacia nosotros.Sin chistar, sonrió de manera infantil y corrió con todas sus ganas, dejando a Carla noqueada en el piso y a Jerry sosteniendo su cara sangrante, mientras sus ojos se agudizaban con furia.—¡Yo manejo! —gritó deslizándose por el cofre del auto y estirando la mano, esperando que le arrojara las llaves. ¿Estaba loca? ¿En verdad creía que le daría las llaves?
LUCA MAGNANI—Como estos bebitos son aún muy pequeñitos, hay que mandarlos a la incubadora —dijo la enfermera tomando a mi hijo con cuidado—. Se les tendrá que administrar maduradores pulmonares y vigilarlos muy de cerca, pero papá y mamá podrán estar junto a ellos en todo momento.Una segunda enfermera tomó a mi niña de brazos de Berenice y junto con su colega salieron del quirófano. Entonces la mano de Berenice me tomó con fuerza.—No te separes de ellos… Yo estaré bien, solo ve —pidió llena de miedo, como si no pudiera confiar en ninguna enfermera y tal vez tenía razón, compartía su trauma.Salí del quirófano y segu&ia
LUCA MAGNANI—Eliot, espera… —susurré estirando mi brazo para alcanzarlo, pero él ya se había alejado con paso rápido de nosotros. Por un breve momento compartí una mirada rota con Cristine, quien agachó la cabeza.—No tiene ganas de saber nada de mí —dijo en un susurro mientras Zafrina la consolaba. —Así es mejor, verás que encontrarás a alguien que si te valore —agregó esa mujer que comenzaba a molestarme. —Cristine, él sigue amándote —intervine furioso, sentía que Zafrina estaba abusando su vulnerabilidad, no sabía si era por las hormonas del embarazo o por todo lo que había pasado, pero odiaba que se dejara influenciar de esa manera—. No lo alejes más de lo que ya se está alejando. Vi la desesperación en los ojos de Cristine y como se clavaban en la espalda de Eliot. De inmediato tomé a Zafrina por la muñeca con serias intenciones de poner distancia entre ella y Cristine.—Ya basta de meterte en lo que no te importa —dije con los dientes apretados—. Si no eres capaz de confiar
LUCA MAGNANI—Me has dado el regalo más maravilloso que alguna vez me imaginé que me darían —dije viéndola con adoración—. ¿Sabes lo que sentí cuando los vi? ¿Sabes que me reventó el corazón en el pecho cuando los vi en la incubadora?»Se tomaron de la mano de una manera tan hermosa, como si lo supieran, como si entendieran que estaban juntos en esto y lo iban a afrontar de esa manera, como hermanos. ¡Dios! Fue… fue… —Puse la mano en mi pecho cuando sentí que los ojos se me humedecieron—, es lo mejor que me ha pasado en la vida, tú eres lo mejor que me ha pasado en la vida.»Berenice, no tenía un camino fijo ni los pies en la tierra y tú no solo despejaste mi mente, sino que me motivaste a hacer algo más con mi vida que solo ser un trotamundos viviendo de excesos y apuestas. Quiero ser más que eso, quiero ser más que la oveja negra y sexy de la familia. Por muy cansada que estuviera mi hermosa Berenice empezó a reír. Podía recordar aquella vez que la saqué de la oficina de Eliot, con
CRISTINE FERRERACaminé presurosa detrás de Eliot, por más que mis pasos eran rápidos, sentía que estaba atrapada en una pesadilla donde nunca lo alcanzo. Cuando atravesó las puertas automáticas del hospital ya no pude más y grité su nombre:—¡Eliot! ¡Basta! —Solo así sus pasos se detuvieron. Me quedé sobre la acera sosteniendo mi vientre mientras él parecía congelado. Giró lentamente hacía mí y su gesto era desconcertante, parecía una combinación entre confusión e incomodidad que me partió el corazón—. Por favor, tenemos que hablar de esto.—Cristine, no hay nada de qué hablar. Lo que se tenía que decir se dijo —contestó con esa voz metálica que creí que había perdido. —No me juzgues por tener miedo de perderte —respondí intentando que mi voz no se quebrara—. Solo ponte en mi lugar. ¿Qué harías si otro hombre se acercara a mí y yo me negara a darte explicaciones, mientras le compro ropa y lo invito a comer? ¿Estarías tan tranquilo?Una media sonrisa se dibujó en su rostro y se acerc
SLOANE D’MARCO—Son hermosos —dije con emoción mientras mecía a la pequeña bebé en mis brazos.—Están curiosos —agregó Derek viendo al varón entre los suyos como si fuera algo extraño y frágil—. Lo siento, pero coincido con Luca, todos los bebés son feos cuando nacen y es imposible decir que se parecen a la mamá o al papá. A decir verdad, se podrían parecer hasta al vecino. No pude evitar sonreír, pero eso no significaba que quisiera darle la razón a Derek, porque en realidad eran lindos, no entendía cómo era que no podía verlo. Ambos tenían una delicada pelusilla castaña cubriendo su cabecita y sus ojos, aunque sí, algo extraviados por su poco tiempo en este mundo, eran de un gris claro, podía apostar que terminarían sacando el color celeste de su madre.—Ya veremos si dices lo mismo cuando nazcan los tuyos —reclamó Berenice desde la cama, intentando imprimir algo de hostilidad a su voz cansada. Aunque se veía agotada, mantenía esa presencia angelical que la caracterizaba, con sus c
SLOANE D’MARCODerek y yo salimos de la habitación después de ofrecerle una última sonrisa a Berenice y justo en el pasillo, posé mi mano sobre su pecho, atrayendo su atención. —Quédate a cuidar a Berenice —pedí viéndolo fijamente a los ojos—. No quisiera imaginarme a Carla llegando disfrazada de enfermera lista para robarle a un niño o envenenarla. Recordé a Jerry y como estaba dispuesto a matar a mi padre. ¿Era malo arrepentirme de haberlo interrumpido? ¡Carajo! Le hubiera dicho que podíamos hablar después de que acabara con sus planes, incluso la parte más retorcida de mi cerebro veía la posibilidad de invitarle un café después. ¿Era una mala hija? ¡No! Era una mujer con suficientes traumas como para odiar a su padre, y más después de leer a mi madre. Mi rencor, mi frustración y mi tristeza se habían disparado, porque en verdad no podía imaginarme el infierno que vivió ella a su lado. De solo repasar esos párrafos en mi mente me daban ganas de llorar y maldecirlo a gritos. —Suen