BERENICE SPOTIMe asomé con cautela a la habitación de Zafrina. El escándalo sobre la partida de Eliot ya lo sabíamos todos, excepto los niños, pero eran muy inteligentes y era cuestión de tiempo de que se dieran cuenta que había problemas. Toqué suavemente en la puerta haciendo que Zafrina, quien estaba en su tocador aplicándose sus productos de belleza, me viera a través del reflejo. Su aspecto pensativo y abstraído de pronto se dispersó y me mostró una sonrisa. Giró sobre su taburete y extendiendo una mano me invitó a pasar.—Berenice, cariño. ¿Qué necesitas? —preguntó con esa voz tan dulce. Entré con una sonrisa nerviosa y me senté en el borde de la cama, con la mano sobre el regazo, dejando que mis dedos se anclaran a mi vestido de maternidad que ella misma me había regalado.—Ese bebé está cada vez más grande —agregó posando su mano en mi vientre—. Tú serás la primera en dar a luz, pero las otras no distarán de la fecha. Tendremos tres bendiciones iluminando esta casa dentro d
BERENICE SPOTISalimos de la mansión en su auto deportivo, me sentía inquieta por como Luca veía su reloj una y otra vez hasta que por fin tuve que romper el silencio, no era normal verlo tan nervioso. —¿Qué ocurre? ¿A dónde vamos? ¿Por qué pareces tan ansioso? —pregunté sin detenerme haciendo que obtuviera una sonrisa como primera respuesta. —Lo que pasa es que en cualquier momento tus padres irán a la mansión con su séquito de abogados —contestó y la sonrisa se me disolvió. —¿De qué hablas? —Mi corazón se aceleró. Como si supiera que la noticia había causado estragos en mí, posó su mano sobre la mía, dándole un suave apretón. —Tus padres saben donde te escondí y ahora quieren recuperarte, pero no debes preocuparte, Jimena encontró una manera de que no puedan arrancarte de mí. —En ese momento nos detuvimos en el taller automotriz que me había regalado y no pude evitar sonreír. Hacía mucho tiempo que quería regresar. —¿Me piensas esconder aquí? —pregunté emocionada, saliendo del
LUCA MAGNANIMe aferré con ambas manos a la cortina, intentando que no se cerrara, cuando pensaba levantarla, una patada en la corva me hizo hincarme. —Has sido todo un problema desde que te presentaste a mi casa… —dijo Jerry detrás de mí, me tomó por el cabello y me azotó la cabeza contra la cortina, haciendo que la visión se me nublara por un momento y el estruendo calara en mis oídos. Sabía que, si soltaba la cortina, si no la levantaba, no podría salvar a Berenice—. No pensé que esto sería tan fácil. Me golpeó en las costillas, pero no le di el gusto de escucharme quejar. —Jerry… no… —susurró una voz femenina más al fondo, no tuve que quebrarme mucho la cabeza para saber que se trataba de Carla—. Por favor, no lo lastimes. —¡Carla! ¡¿Es en serio?! ¿Después de todo lo que te ha hecho, planeas defenderlo? ¿Entiendes por qué se aferra a esa cortina? No lo hace por ti, lo hace por ella, por la mujer que escogió en vez de ti —reclamó Jerry, sonaba agotado, como si fuera una plática
LUCA MAGNANILa castaña retrocedió con una sonrisa nerviosa y las palmas estiradas hacia Jerry, como si quisiera dar la pelea por terminada.—¡Oye tú! —exclamé llamando su atención y cuando volteó hice un movimiento con la cabeza para que viniera hacia nosotros.Sin chistar, sonrió de manera infantil y corrió con todas sus ganas, dejando a Carla noqueada en el piso y a Jerry sosteniendo su cara sangrante, mientras sus ojos se agudizaban con furia.—¡Yo manejo! —gritó deslizándose por el cofre del auto y estirando la mano, esperando que le arrojara las llaves. ¿Estaba loca? ¿En verdad creía que le daría las llaves?
LUCA MAGNANI—Como estos bebitos son aún muy pequeñitos, hay que mandarlos a la incubadora —dijo la enfermera tomando a mi hijo con cuidado—. Se les tendrá que administrar maduradores pulmonares y vigilarlos muy de cerca, pero papá y mamá podrán estar junto a ellos en todo momento.Una segunda enfermera tomó a mi niña de brazos de Berenice y junto con su colega salieron del quirófano. Entonces la mano de Berenice me tomó con fuerza.—No te separes de ellos… Yo estaré bien, solo ve —pidió llena de miedo, como si no pudiera confiar en ninguna enfermera y tal vez tenía razón, compartía su trauma.Salí del quirófano y segu&ia
LUCA MAGNANI—Eliot, espera… —susurré estirando mi brazo para alcanzarlo, pero él ya se había alejado con paso rápido de nosotros. Por un breve momento compartí una mirada rota con Cristine, quien agachó la cabeza.—No tiene ganas de saber nada de mí —dijo en un susurro mientras Zafrina la consolaba. —Así es mejor, verás que encontrarás a alguien que si te valore —agregó esa mujer que comenzaba a molestarme. —Cristine, él sigue amándote —intervine furioso, sentía que Zafrina estaba abusando su vulnerabilidad, no sabía si era por las hormonas del embarazo o por todo lo que había pasado, pero odiaba que se dejara influenciar de esa manera—. No lo alejes más de lo que ya se está alejando. Vi la desesperación en los ojos de Cristine y como se clavaban en la espalda de Eliot. De inmediato tomé a Zafrina por la muñeca con serias intenciones de poner distancia entre ella y Cristine.—Ya basta de meterte en lo que no te importa —dije con los dientes apretados—. Si no eres capaz de confiar
LUCA MAGNANI—Me has dado el regalo más maravilloso que alguna vez me imaginé que me darían —dije viéndola con adoración—. ¿Sabes lo que sentí cuando los vi? ¿Sabes que me reventó el corazón en el pecho cuando los vi en la incubadora?»Se tomaron de la mano de una manera tan hermosa, como si lo supieran, como si entendieran que estaban juntos en esto y lo iban a afrontar de esa manera, como hermanos. ¡Dios! Fue… fue… —Puse la mano en mi pecho cuando sentí que los ojos se me humedecieron—, es lo mejor que me ha pasado en la vida, tú eres lo mejor que me ha pasado en la vida.»Berenice, no tenía un camino fijo ni los pies en la tierra y tú no solo despejaste mi mente, sino que me motivaste a hacer algo más con mi vida que solo ser un trotamundos viviendo de excesos y apuestas. Quiero ser más que eso, quiero ser más que la oveja negra y sexy de la familia. Por muy cansada que estuviera mi hermosa Berenice empezó a reír. Podía recordar aquella vez que la saqué de la oficina de Eliot, con
CRISTINE FERRERACaminé presurosa detrás de Eliot, por más que mis pasos eran rápidos, sentía que estaba atrapada en una pesadilla donde nunca lo alcanzo. Cuando atravesó las puertas automáticas del hospital ya no pude más y grité su nombre:—¡Eliot! ¡Basta! —Solo así sus pasos se detuvieron. Me quedé sobre la acera sosteniendo mi vientre mientras él parecía congelado. Giró lentamente hacía mí y su gesto era desconcertante, parecía una combinación entre confusión e incomodidad que me partió el corazón—. Por favor, tenemos que hablar de esto.—Cristine, no hay nada de qué hablar. Lo que se tenía que decir se dijo —contestó con esa voz metálica que creí que había perdido. —No me juzgues por tener miedo de perderte —respondí intentando que mi voz no se quebrara—. Solo ponte en mi lugar. ¿Qué harías si otro hombre se acercara a mí y yo me negara a darte explicaciones, mientras le compro ropa y lo invito a comer? ¿Estarías tan tranquilo?Una media sonrisa se dibujó en su rostro y se acerc