Cuando bajo a la recepción y salgo a la calle, noto que Carl no está parado esperando por mi llegada ni la camioneta que usan habitualmente para transportarse. Sino que ahora una figura imponente y atractiva, la misma que provoca que tenga que tomar una respiración honda, está parada delante de un coche negro que conozco bien. Es el mismo que usó aquella noche de bar para traerme a casa.Su mirada se encuentra con la mía. La veo brillar. Le doy una sonrisa ladina mientras me acerco.—Hola, Ken—digo con burles. Él sonríe y rueda los ojos.Antes de responder, sus ojos miran con descaro mi atuendo. Mi cuerpo. Y siento que tiemblo algo nerviosa. Recorre lentamente toda mi figura, deteniéndose unos minutos en mis piernas descubiertas. Se moja los labios en un acto inconsciente y yo tengo que tragar saliva.Sus faroles azules se vuelven hacía arriba. Están dilatados y llameantes.—Te ves...—¿Me queda mal?—aproximo a decir, aunque mi voz sale entrecortada.Siento que hace calor aquí. Demasi
—Dios... Es hermoso.Le sonrío a la castaña mientras ella no deja de admirar el anillo que ahora ocupa su dedo. Ve embelesada los pequeños diamantes que brillan a medida que lo va moviendo. No ha dejado de tener esa mirada vidriosa desde que aceptó.—Me alegro mucho por ustedes. Se lo merecen—le digo suavemente, tomando un sorbo de mi copa nueva de vino.Ella entonces me mira directamente. Suelta una pequeña sonrisa culposa.—Lo siento, estoy quedando como una maldita egocéntrica—se aproxima a decir. Le doy una mala mirada y ella respira hondo, rebosando de felicidad—Todo esto es hermoso. No puedo creerlo. ¿Tú estabas al tanto?Asiento, dando una mirada breve a la gente que ahora está afuera en el jardín. Muchos se han sentado. Falta poco para la cena.—Loan solamente me pidió que lo ayudara con el anillo. Lo de esta noche fue entre Max y él.—Escogieron bien—admite—Ha sido casi un milagro que viniera.No necesito intentar entender, porque sé que está hablando de su padre. Ambas lo mi
Las puertas del ascensor se abren ante mi, dejando a la vista el salón a penumbras.Avanzo lentamente por él esperando ver alguna señal de alguien despierto. Ya es casi medianoche y la fiesta de compromiso de Loan y Jess terminó hace un buen rato.Veo su saco estirado encima del sofá. No hace mucho llegó. Giro a la esquina para entrar a la sala de estar y me llevo una sorpresa cuando veo a Liv parada en la cocina, sirviendo algo en una taza.Da un respingo al verme. —¡Cariño! Santo cielo, me has dado un susto de muerte—admite, dejando la tetera a un lado y llevando una mano a su pecho. Luego me sonríe y se acerca a donde estoy, rodeando la barra—Max no me dijo nada que venías...—Lo siento. No sabía que estabas despierta aún—le explico con cierto grado de culpabilidad. Ella hace una seña con su mano de que no es nada. Agrego:—No. No iba a venir... Pero necesito hablar con él. ¿Está aquí?Parece captar la urgencia en mi voz, así que niega con la cabeza.—Está en la piscina de natació
—Es suficiente—determina Eric mientras enciende de nuevo el motor del auto.Lo miro y frunzo el ceño.—¿A donde crees que vas? No acordamos esto.—No. Acordamos que vendría a mostrarte y es suficiente.—¿Y qué se supone que haré con esta especie de tour? Ni siquiera he visto a nadie. ¡Es un maldito galpón vació!—exclamo. Me doy la vuelta en el asiento de copiloto para tomar la manija de la puerta pero su mano es más rápida y le pone seguro. Le regalo una mirada rabiosa—¡Eric!Ni siquiera me mira cuando arranca.—Estás actuando como una cría, Samantha. Y a mi no me gustan los críos, así que por ende, no les tengo paciencia. Deberías empezar a entender eso—dice con cierto tono de desagrado— Estar aquí es peligroso.Respiro hondo. Sacudo la cabeza en negativa.—¿Entonces porqué me trajiste?—Porque, de lo contrario, serías un maldito grano en el trasero. ¿Querías ver? Pues aquí tienes. No es un centro comercial esto. No puedes quedarte el tiempo que necesites, como haces cuando compras r
Miles de lagrimas inundan mi rostro.Y no las puedo frenar. Es como si por fin pudieron ser liberadas después de tanto tiempo siendo contenidas con toda la fuerza que me fue necesaria. Odio llorar. Lo detesto. Hace que me sienta débil, sensible y... Llorar no entra en las clase de cosas que suelo hacer cuando algo me duele.Pero tal parece que está vez me traicionaron. No las culpo.Porque me duele. Me duele muchísimo.El agujero que todo estos días estuvo ahí, presionándome, ahora parece hundirse. Hundirme. Y me marea. Me deja atontada.Me llevo la mano al pecho de forma instintiva. Me lo quiero arrancar, su presión es dolorosa y no lo soporto. No soporto sentirme así. Duele respirar, así que trago saliva, en busca de que el aire de afuera consiga entrar en mis pulmones y no dejarme al borde de la desesperación.Joder, nunca me había sentido tan así. Nunca me sentí tan traicionada como esta noche.Mi parte racional quiere darme la cabeza contra la pared y hacerme entender que esto s
Loan. —Cariño, relajate.Mi prometida parece no escucharme. Sigue caminando de un lado a otro, mordiendo sus uñas en un impulso nervioso, mientras con su otra mano libre sostiene el móvil contra la oreja. Espera unos segundos y luego vuelve a bufar.Creo que es la cuarta vez en diez minutos que lo hace.—Jess...—vuelvo a insistir.Ella ahora capta mi voz. Me mira a los ojos. En ellos centella la preocupación.—No responde. Nadie responde—sacude el aparato frente a mis narices con urgencia. Suspira y se pasa una mano por la frente—Ya ha pasado más de una hora, Loan. Y no sé donde demonios está, ni con quién, ni como carajos fue a parar a Boston. Voy a asesinarla.Me levanto de la silla y me aproximo hacía donde está. La tomo por los hombros en un intento inútil de darle seguridad.—Ella está bien—determino cada una de las palabras. No sé si para que ella se sienta más segura o para que yo no dude tampoco. No deseo asustarla con mis preocupaciones—Si fue hasta allí, será por algo. Sabe
Jessica. ¿Qué...? Por inercia, doy un paso hacía atrás.Las palabras del morocho quedan revoloteando a nuestro alrededor como un maldito remolino.¿Por qué...? ¿Por qué no me lo dijo? ¿Por qué no confió en mi?Parpadeo, incapaz de poder procesar todo al mismo tiempo. La cabeza me da vueltas. Me sostengo del brazo de Liv, pero fracaso en el intento porque ella está igual que yo; ambas perplejas.—No...—consigo decir en un hilo de voz. Suena fatal y hasta doloroso. Frunzo el entrecejo—Ella no... Ella no nos mentiría. Estás manipulando la situación... Yo no—sacudo la cabeza con frenesí. Miles de recuerdos me vienen a la cabeza y solo quiero gritar de frustración. No me dejan pensar con claridad. Eso y el jodido sueño del que me despertó mi imbécil prometido al meterse en una pelea—¿Cómo sé que no estás mintiendo?Eirc parece notar mi preocupación. Niega con la cabeza y la tira hacía atrás, en un intento de mantener la calma también. Me detengo a observarlo mejor. Si qué ha cambiado bas
Jessica.Tomo una respiración honda mientras cierro la puerta detrás.Trago saliva al pasar las manos sudorosas por mis prendas y las piernas me tiemblan, pero estoy segura de que no es por lo ocurrido allí dentro. Son nervios.Los malditos nervios que delatan que la he cagado.He metido la pata hasta el fondo.El único sonido que escuchan mis oídos es el de los tacones contra el suelo. Ya es casi de madrugada, y nadie, a menos que sean las enfermeras, se encuentran por estos lados.Apoyo una mano contra la pared para intentar controlar mi respiración y cierro los ojos, soltando el aire acumulado.Sé que la he embarrado. Sé que eso fue una... maldita locura, pero no estoy del todo arrepentida por haberlo hecho. Vi la única oportunidad que nunca más volveré a tener y la tome. La tome sin importar como me sentiría después.Y la verdad es que ahora me siento como la mismísima mierda.No por mi. No por lo que acabo de cerrar para siempre. No por haberle dicho adiós a mi primer amor.Sino