Subió a su habitación, preparó su maleta, volvió a bajar, cuando estaba abriendo la puerta de la casa, escuchó la voz de su madre —¡Qué conste Martín Andrés! Nadie te ha echado de tu casa, eres tú mismo quien ha decidido marcharse, sin embargo, las puertas de esta casa siempre estarán abiertas para ti.
—Si aquí no es bien recibida la mujer que amo, tampoco lo soy yo—respondió con decisión—por eso no volveré a pisar tu casa.
—¿Tanto la amas para dejar a un lado a tu madre? —lo interrogó incrédula María Martha.
—Ella es lo que más amo en la vida, y con quien quiero formar una familia y nadie me impedirá forjarme un futuro con ella, ¿Te queda claro madre o necesitas que te lo explique detalladamente? —pronunció de manera soberbia, apretando los dientes del enojo.
No se despidió de nadie, ni siquiera de su madre que estaba junto a él, salió de la casa azotando con fuerza la puerta. Atravesó el jardín, hasta el portón de entrada, tomó su teléfono y pidió un uber. Se agachó a esperar la llegada del vehículo, la aplicación le indicó que llegaría en diez minutos. Se pasaba la mano por la cabeza con preocupación, no entendía porque su madre tenía que meterse en su vida, buscándole mujer, como si él no tuviera la capacidad de encontrárselas por sus propios medios.
Se sentía mal, no acostumbraba a pelear con su familia, siempre eran muy unidos, y aunque su madre la mayoría de las veces era un tanto entrometida, nunca lo hacía con mala intención, y a decir verdad, debía confesar que casi nunca se equivocaba, pocas veces lo hacía.
No entendía porque se comportaba de manera indiferente y hasta cruel con Amarantha, ella era una chica no solo hermosa por fuera, si no por dentro, era atenta, cariñosa, servicial, un poco tímida y a veces hasta un poco ingenua. La amaba profundamente, ella era la razón de su existencia, no se imaginaba la vida sin ella.
Inmediatamente llegó a su mente la sesión de sexo telefónico que habían tenido hacía un par de horas, fue él quien guió todo el procedimiento porque para ella esa situación era nueva, con solo pensarla su corazón comenzaba a palpitar aceleradamente.
Estaba en esas cavilaciones cuando se presentó el Uber, subió al auto con sus cosas, debía buscar un hotel para hospedarse, tomó su teléfono y comenzó a ubicar uno, luego de varios recorridos, logró hospedarse en el hotel Barceló Milán ubicado en el distrito financiero, se hospedó en una habitación moderna con pisos de madera, decorada de manera elegante inspirada en el Feng Shui.
Al llegar organizó sus cosas en el closet, sacó una ropa interior y sus utensilios de higiene, se desnudó y se dirigió al baño, inmediatamente su mente fue invadida por las imágenes del cuerpo de Amarantha, sus ojos, su boca, sus labios entreabiertos, sus gemidos, definitivamente esa mujer lo enloquecía, bajó su vista y pudo observar su potente y grueso miembro excitadísimo con solo pensar en ella, no le quedó más remedio que tomarlo con su mano izquierda y comenzó a masturbarse cerrando sus ojos, imaginándose a la sorprendente mujer que era su Antha, hasta que inevitablemente de solo suponérsela, llegó a un potente y maravilloso orgasmo.
Terminó de bañarse, se colocó un bóxer y encendió la televisión, tenía ganas de llamarla pero al ver la hora, supuso que estaría dormida, y generalmente cuando dormía sola en casa le costaba conciliar el sueño, no quería perturbarla.
Al día siguiente era sábado, quizás si se animaba a irse a Nápoles, pensó, total había adelantado bastante trabajo, podría verla. En ese momento comenzó a transcribir un mensaje para comentarle el deseo tan grande que sentía de estar junto a ella, y que por esa razón viajaría temprano al siguiente día, sin embargo, en el último momento se arrepintió de enviarlo y lo borró.
Se quedó con el celular en la mano pensativo, tenía un par de días que no hablaba con Marino, de inmediato marcó su número repicaba de manera insistente pero no contestaba.
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Entretranto Marino se encontraba en el departamento de Martín, sostenía a Amarantha de los cabellos mientras daba las últimas acometidas en su interior, esa mujer era fabulosa, lo enloquecía hasta más no poder, lo convertía en un ser irracional, pero es que con ella siempre el sexo era sublime, no había ternura, ni delicadeza, era rudo, fuerte, salvaje. Cuando terminó cayó encima de ella cansado, intentando recuperarse. Escuchó que su celular repicaba, cuando lo iba a responder, ella le sostuvo la mano.
—No respondas. No es hora de estar llamando. Ni siquiera el cursi de Martín me molesta a esta hora—comentó haciendo una mueca.
—Amarantha ¿Será que tú si amas a otra persona que no seas tú? —la interrogó molesto.
—¿Qué te pasa Marino? ¿Por qué la molestia? —interrogó ella.
—Porque no entiendo como lo insultas, lo llamas cursi, te coges a su mejor amigo, ¿Por qué no lo dejas? Si no lo amas termina esa relación. —declaró en tono de reproche Marino.
—No lo dejo porque no se me da la gana—respondió soberbia—Además, claro que lo amo, Martín es el hombre perfecto, es el chico que los padres quieren para sus hijas, y el que uno quiere para cuando quiere asentar cabeza, de esos que no te serían infiel ni con el pensamiento. Además sabes que soy una mujer muy caliente, sensual, —dijo subiéndosele encima—y tú eres mi segundo hombre preferido—expresó mientras le acariciaba el cuello con una mano y con la otra estimulaba su hombría, volviéndolo loco de inmediato.
Sin embargo, Marino quería darle una lección, le retiró la mano de su parte intima y tomó el celular pero sin ver quien llamaba, al escuchar la voz de Martín su cuerpo se enfrió y se incorporó, sintió unos terribles nervios que por más que intentó controlar no pudo hacerlo.
—Hola Marino, Discúlpame que no te había llamado, pero he estado full trabajo. ¿Cómo estás?
—¡Martin! —exclamó con su boca seca, de inmediato Amarantha dejó de besarlo pero comenzó a sonreírse como el gato que se toma la leche y dirigió su mano al centro de Marino y comenzó a masajearlo.
Este dio un respingo y por más que intentaba detenerla no pudo hacerlo, como tampoco pudo evitar los gemidos que salieron de su boca—¡Bien! Mmm, ¡Oh por Dios!
Martin se sonrió, su amigo a parecer estaba con una chica y él lo estaba interrumpiendo—Hermano creo que estás ocupado y yo estoy siendo inoportuno, pero es que extraño tanto a mi princesa, quisiera estar en estos momentos con ella como estás tú con tu chica, por cierto ¿La conozco?
La pregunta puso nervioso a Marino e hizo que se levantara totalmente de la cama, sin embargo, la mujer se arrodilló ante él y comenzó a darle placer oral —Y-yo, este, p-pues, Si, Mmmm, no, quise decir no, por s-supuesto que no la conoces, tal vez un día de esto te la p-presento—titubeó Marino.
A Martín le pareció extraño su actitud, pero tal vez sería por lo que estaba haciendo y su amigo estaba bastante necesitado de una mujer porque los últimos meses no le había conocido ninguna en serio, solo chicas muy ocasionales, cuando era el hombre más mujeriego que conocía, que extraño había resultado eso, se despidió de él y se quedó recostado en la cama ¿Qué estaría haciendo su Antha? Dios la extrañaba demasiado, llamó a la línea aérea y de inmediato reservó, a las seis y veinte de la mañana, debía estar al aeropuerto una hora antes, preparó su equipaje, colocó el reloj despertador para levantarse muy temprano, debía viajar a estar con su novia el fin de semana.
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Marino, después de cortar la llamada con Martín, tuvo una fuerte discusión con Amarantha—¡Por Dios! ¿Por qué eres así? Pareciera que nadie te importara, todo lo haces por capricho, ¡Pero ya no más!, esto se acabó, no quiero seguir con esto, no es justo para Martín—concluyó afectado.
—Piensas que en verdad, puedes controlar lo que sientes, te toco y tú explotas, estás adicto a mí, por eso no puedes terminarlo porque quien tiene el control soy yo, esto se acaba en el momento que yo lo decida. Y toma en cuenta, que esto igual sucedería, contigo o sin ti.
Marino se quedó viéndola sabía que era verdad, quería huir de esa mujer, si Martín algún día se enterara jamás lo perdonaría y perdería a la única persona que había confiado y apostado por él, pero en algo tenía razón Amarantha, ella era su droga.
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Martín se levantó temprano, en el mismo hotel tomó un taxi y se dirigió al aeropuerto de Malpesa en Milán, abordó el avión a la hora estipulada, era una hora y veinte minutos de vuelo, pensó en enviar unos mensajes para avisar a la cadena de supermercados y a Marino, pero algo lo retuvo, tampoco quiso llamar para avisarle ni a su novia, ni a su amigo, desde que había tenido la conversación el día anterior con su madre, no había dejado de pensar en todo, y allí surgió una pregunta que le causó temor y se inoculó como un desagradable frío en su interior “¿Será que estaba sobrestimando a Amarantha? ¿Será que su familia percibía algo que él no hacia?, no, estás loco, no dudes de ella, es perfecta, es tú novia, tú amante y será tu esposa, la madre de tus hijos".
A las siete y cuarenta de la mañana estaba aterrizando, su vuelo en el Aeropuerto de Nápoles Capodichino, solo había llevado un equipaje de mano por lo cual no fue necesario esperar en las correas de entrega de equipaje, salió y tomó un taxi, le dio inmediatamente la dirección de su departamento, después de menos de treinta minutos, llegó a su edificio, cuando los oficiales de seguridad los vieron, se pusieron blancos y hasta uno sintió que lo había observado con lástima, frunció el ceño extrañado, pero no hizo mayor hincapié en su reacción.
Llamó al ascensor subió, abrió la puerta de su departamento y entró, había velas, aromáticas y de colores por todas partes, un ambiente afrodisiaco impregnaba el ambiente— ¡No puede ser! —se dijo, ¿Será posible que su novia intuyó de su llegada y le había preparado un recibimiento? Pensó sonriente.
Se dirigió a su habitación contento, abrió la puerta, lo que vio, lo dejó completamente congelado, su mundo se había derrumbado cual castillo de naipes, allí en su habitación, en su cama, estaba su novia, su amante, la mujer que amaba, por la que incluso había sido capaz de rechazar a su familia, copulando con su mejor amigo, su socio, su hermano, ambos gozosos sumergidos uno en brazos del otro, ajenos a lo que sucedía a su alrededor, incluyéndolo a él, que no podía dejar de observarlos, mientras sentía al mismo tiempo como su alma se desgarraba a jirones y el odio se movía de manera voraz en su interior como si una cerilla hubiese sido puesta a un tanque de combustible.
"Por muy dura que sea la verdad, siempre es más dolorosa y de peores consecuencias la mentira" Anónimo.
Martín sentía que iba a explotar y por más que trataba de controlar sus emociones estas estaban desbordadas, los muy malditos no dejaban de jadear y expresarse —¡Así mi vida! Mmmm ¡Oh! ¡Por Dios! Eres genial —anunció Amarantha mientras caía encima de Marino totalmente satisfecha, sin dejar de mirarlo—Sabes cómo satisfacerme mi hermoso, ¡Wow! Siempre eres tan salvaje, tan único, por eso no he podido terminar contigo, tú eres mi chico malo, no podría vivir sin ti. Mientras Martín es demasiado bueno, suave e ingenuo, tú eres malicioso, rudo, experto—Pronunciaba sin darse cuenta que Martín los contemplaba consternado y con un profundo dolor en su corazón.—Mujer siempre logras enloquecerme—manifestó acariciando los cabellos y manteniendo su mirada fijamente en ella—me
Martín pensó que debía hacer algo, no dejaba de pensar en la hermosa chica que era Amarantha, una espectacular morena de hermosos cabellos negros y ojos color azabache, labios carnosos, su par de hermosas cúspides que al tenerlos en la boca, lo hacían llegar a la gloria, sintió de inmediato su excitación, por ello sin pensarlo un minuto más se dio por vencido y marcó su número, sintiendo su corazón latir emocionado, mientras su cerebro lo cuestionaba, sin embargo, al final este ganó la disputa, tomó el celular y lo estrelló contra la pared, mientras pegaba un grito de dolor.Buscó otra botella en su despacho, que era el único lugar que no había destruido con su furia, y siguió tomando. Pasado una hora desde que asumió esa posición de saturar su cuerpo con alcohol, tocaron el timbre, se dirigió a abrirlo y al hacerlo estaba ella, hermosa, div
Martín tomó el jeep Rubiconque le había llevado su hermano y las llaves, tenía su equipaje preparado, pasó comprando varios abrigos en un centro comercial, se despidió de Marco y se dirigió a Courmayeur, hizo una parada para tanquear gasolina, se comió un sándwich con un café, pues tenía demasiada hambre, no había comido decentemente desde hacía más de una semana… cuando los recuerdos de Amarantha, se iban a materializar en su mente, inmediatamente los desechó cuestionándose “No pienses en ella, no des cabida a que te haga la vida más miserable”.Después de veinte minutos, continuó su camino, tardó tres horas y media en llegar por la parada que había hecho. Llegó al pueblo de Courmayeur, caracterizado por un pintoresco y reconfortante paisaje montañoso, una ciudad con un alto atractivo turístico, considerado uno de los destinos c
Martín se encontraba pescando en un pequeño riachuelo cercano a la cabaña, había cortado leña como todos los días, sus perros esperaban a su lado que terminara su tarea.Habían transcurrido tres meses desde que había decidido enclaustrase en ese cabaña, solo había salido a comprar comida dos veces, se mantenía a base de pescado y verduras que habían en un pequeño huerto en un cobertizo que funcionaba como vivero, el ejercicio físico había tonificado su cuerpo, ahora tenía mucho más marcado sus bíceps, tríceps pectorales, por lo que se encontraba en mejores condiciones física.En cuanto a otros contactos externos, se había comunicado con su madre un par de veces y con Marcos, quien cada vez intentaba darle información sobre la empresa, pero a decir verdad poco le importaba, de Marino había sabido que estaba trabajando organizadamente
¿Los fuertes vientos azotaban la cabaña ubicada en lo alto de la montaña, caía una gran nevada, el frío iba aumentando así como Martín sentía su corazón se enfriaba un poco más cada día, desde que ella lo había engañado acostándose con su mejor amigo, “Ya deja de traer a colación nuevamente esa situación”, se dijo, sin embargo, no pudo evitar que la rabia se apoderara de él como le pasaba siempre que recordaba ese episodio y que había producido un cambio considerable en su vida a tal punto de alejarlo de todo lo que alguna vez consideró lo más importante. Allí estaba, convertido en un ermitaño, frío, que no le importaba la gente y tal vez seguiría así hasta el último día de su vida, su ánimo ni siquiera levantaba un poco, ni por ser víspera de navidad, absolutamente nada lograba apaciguar el odio y la decepción que había guardado en su corazón.Su vida diaria era monótona, terminó
Martín subió a su habitación, la abrió pero allí no estaba, fue a la otra intentó abrirla pero estaba cerrada, trató de aperturarla pero no pudo, tocó la puerta por un rato pero la chica no quiso abrirle, insistió —¡Oye! Abre, no seas berrinchuda y susceptible, además tú empezaste, me ofendiste diciendo que no hacía feliz a ninguna mujer, aunque tal vez no andes lejos de la verdad—expresó. No la llamaba por su nombre porque no se lo había dicho, no obstante, siguió insistiendo, pero ella no abrió.Cansado de tocar la puerta sin ningún resultado, bajó a la cocina, le preparó algo de comer, fue otra vez a tocar, pero tampoco quiso abrirle. Nuevamente descendió al salón principal, buscó la llave de la habitación, en el llavero de la casa, las tomó y la introdujo en la cerradura que se abrió en el primer intento, al entrar al dormitorio, c
Martín nunca se había sentido tan sórdido, miserable, ni siquiera cuando vio al par de traidores juntos, sentía que una profunda tristeza, decepción de si mismo se alojaba en su pecho —¡Oh por Dios pequeña! —exclamó, se puso el pantalón y subió las escaleras, escuchó el llanto de ella en el baño, comenzó a tocar la puerta diciéndole —Por favor Dara, no fue mi intención, no sabía que era así, nunca había estado con una virgen, por favor lo siento. Ábreme te juro que no te haré daño—suplicaba entretanto pasaba sus manos por el cabello.Al ver que ella no tenía intención de abrirle, entró por su cuarto y forzó la puerta, al abrirla ella estaba metida en la bañera, sentada, con sus piernas flexionadas en su pecho abrazándose a sí misma convertida en un ovillo, mirándolo con ojos asustados. Martín sintió tanta angustia, le dolía verla así “Oh por Dios, soy un violador, esa desgraciada d
Diez minutos después, Martín la volvió a tomar, recorrió su cuerpo con sus manos embebiéndose de cada parte de ella, Dara le tomó de las manos y comenzó retraídamente a recorrer su cuerpo, lo hacía temerosa hasta que mirándolo a su rostro con un poco de duda le dijo —Enséñame a como tocarte, a darte placer, por favor.Su mirada era tan limpia, tan auténtica, le inspiró ternura, ella era suya, solo suya, ella nunca había tocado hombre alguno y solo lo haría con él, sintió tanto orgullo de ser el primer recipiente de sus deseos, le tomó la mano y la colocó en su pecho, haciéndola mover de un lado a otro. —Tócame, pon tus labios en mi pecho y ve recorriéndome como hice contigo.Ella comenzó a acariciarlo, pasaba timoratamente su mano sobre su pecho, luego la sustituyó por sus labios, dándole pequeños besos, des