CAPÍTULO VEINTE

CAPÍTULO VEINTE: DESTNADO A SER

NARRADOR

Y mientras María Eugenia pedía por aquel milagro que esperaba que llegara en cualquier momento para salvarla de la cocina y de todo eso que no le gustaba hacer, afuera del convento se detenía el mismo auto color negro que solo podía ser de la misma persona que ya había ido alguna vez a aquel lugar con un solo propósito.

—Por favor, quédate aquí, yo entraré, no quiero que las monjas se vayan a sentir intimidadas —dijo el señor Ferrer bajando del auto.

—Por supuesto, señor Ferrer, aquí lo esperaré.

Y sin más, el señor Ferrer entró en el convento. Era momento de encontrar la realidad como aquel milagro que María Eugenia había pedido y que fuera el mismo que la privara de hacer lo que no le gustaba y lo que no podía arriesgar a que le quedara mal.

Con pasos lentos, el señor Ferrer entró en el convento después de decir quién era. Entre las monjas él ya se había hecho famoso desde el momento en que los rumores comenzaron que el sería quien apo
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