CAPÍTULO VEINTISIETE: LA VERDAD HA LLEGADO MARÍA EUGENIA Terminando de encender las velas frente a los queridos y a los que más adoraba, dediqué un leve movimiento de cabeza a cada uno. Eran santos que merecían mi respeto y como tal los tenía que tratar.Tan pronto como las velas fueron encendidas no pude evitar preguntarme sobre aquello que siempre invadía mi mente. ¿Podría ser posible que yo siempre estuve destinada a vivir de esta manera. Quizás nunca lo sabría, quizá nunca llegaría a conocer mis raíces porque todo lo que sabía de mi misma era que había sido abandonada a las puertas de un convento.Frente a los santos que mis ojos veían, muchas preguntas vinieron a mí al momento. La realidad era que no sabía siquiera donde estaba parada, la realidad era que muchas cosas pasaban en mi cabeza cuando más sola me sentía, cuando creía que estaba como una loca hablando y hablado a veces con la nada.Entonces me hinqué frente a ellos. En mis manos ya no tenía el rosario ni la bibl
CAPÍTULO VEINTOCHO: EL ARREPENTIMIENTO MÁS GRANDE Juntos, sin palabras que decir, salieron de la oficina, la única intención que tenía la madre superiora era encontrar primero a María Eugenia para ser ella la que comenzara a hablar. Seguía sin poder creer que María Eugenia hubiera llegado a ese convento con su hermana gemela. Necesitaba tiempo, necesitaba solo un segundo para digerir toda esa información pero ya veía que ni siquiera un segundo tenía.Finalmente llegaron a la capilla dentro del convento.Fueron los ojos del señor Ferrer los que dieron con ella.— ¡Hermana María Eugenia! —Nombró el señor Ferrer con una sonrisa en el rostro. No había nada que la madre superiora pudiera hacer para ese momento en que el señor Ferrer ya la había encontrado.Una sonrisa se hizo en el rostro de María Eugenia en el momento en que vio al señor Ferrer acercarse a ella. ´Ahora todo le parecía ser una completa irrealidad, ahí estaba, frente a la mujer que llevaría el apellido de los
CAPÍTULO VEINTINUEVE: VERDADES QUE DUELENMARÍA EUGENIA Sintiéndome realmente feliz, sintiendo como la vida parecía darme una sonrisa desde allá arriba, desde lo alto de ese cielo azul, me senté a lado del señor Ferrer, quien también traía una sonrisa inmensa en el rostro.Seguramente mis consejos le habían ayudado, seguramente la persona por la que tan preocupado estaba ya había comenzado a tomar un buen camino, eso me lo podía decir su enorme sonrisa.Todo lo que yo quería era que el señor a mi lado pudiera estar bien de la misma manera en que yo lo estaba.—Y, ¿cómo ha estado, hermano? Bueno, la verdad es que a mí nunca me ha gustado dirigirme de esa manera a las personas que vienen aquí, yo lo que quiero es que se sientan seguros en eso. Es por eso que creo que ya no le diré hermano sino, señor Ferrer, ¿le parece? —Pregunté mirándolo a los ojos.El señor Ferrer solo sonrió. Eso era lo que necesitaba para saber que él también se sentía bien y seguro que ella le hablara de aquella
CAPÍTULO TREINTA: LA PEOR HUMILLACIÓN Devuelta en el departamento de Yahir, su primo se paseaba de un lado a otro intentando contactar a los mejores abogados, intentando reunir información de aquellas mujeres para tener cómo chantajearlas de la manera que estaba haciendo con Yahir pero esas mujeres parecían estar completamente limpias.—Gracias, abogado Enrique, muchas gracias, espero pronto nos esté llamando con información sobre ellas —dijo Yahir colgando la llamada.Frente a él estaba Yahir con la cabeza entre las piernas, ya vestido sentado en la cama distendida de su habitación.— ¿Qué fue lo que te dijeron, Rodrigo? —Preguntó Yahir desesperado.—No me dicen nada, Yahir, no han encontrado nada con la que podamos chantajearlas.—Es que no puede ser —se levantó de su lugar molesto, con las manos convertidas en puños.—Es que no puedo creer que lo hicieras de esta manera, te he cuidado bastante para que al final cayeras con la primera que te gustó. No lo puedo creer, Yahir Ferr
CAPÍTULO TREINTA Y UNO: UNA VOLUNTAD DIFICIL DE CUMPLIR Dos días habían pasado desde el día en que el abuelo de Yahir supo de su más grande error, no había manera de poder resolver lo que estaba pasando, todo parecía apuntar a que Yahir debía de pagar por todos los errores que él había cometido. Sentado frente a su abogado, teniendo a sus dos nietos a su lado, el señor Ferrer no podía creer lo que el abogado le acababa de explicar.—Lo siento, señor Ferrer, no hay mucho que podamos hacer.—Esas mujeres están chantajeando a mi nieto.—Pero no hay pruebas como las hay del error de su nieto.El señor Ferrer se levantó de su asiento para dirigirse a la ventana una vez más, no importaba que el sol brillara en todo su esplendor, él solo lograba ver oscuridad gracias a su nieto.— ¿Qué es lo que debemos de hacer?—Quizá si su nieto se entrega, podamos llegar a un acuerdo monetario con la joven.— ¿Y qué hay del escándalo?—Eso es algo que no vamos a poder evitar, señor Ferrer.Com
CAPÍTULO TREINTA Y DOS: ACEPTO AQUELLA ÚLTIMA VOLUNTAD En ese momento a Yahir vino aquel recuerdo. Las mismas palabras que había dicho esa noche.—Lo siento, yo no lo sabía, creo que debía de decirte los nombres de las mujeres que había citado. A medias Yahir sonrió. —No me refiero a eso. Es solo que ahora me doy cuenta que eso es todo lo que sé hacer, pasar un buen rato con las modelos descerebradas, hacer falsas promesas y siempre reí de lo que dice mi abuelo. Te envidio, Rodrigo, te envidio tanto. ¿Cómo es posible que después de todas las críticas de mi abuelo sigas siendo de esta manera, Rodrigo?—Ahora tengo una respuesta a tu pregunta, Yahir. ¿Quieres saber cómo me es posible resistir todo lo que me dice nuestro abuelo? Muy fácil, porque yo valoro lo mucho o poco que llega a mí, sabiendo que todo tiene un precio. Tienes razón, Yahir. No tengo ni la mitad de lo que tú gozas pero, ¿dime algo? ¿Crees que mi abuelo estaría peleando por mí como lo hace por ti para sacarte de este p
CAPÍTULO TREINTA Y TRES: LA VOLUNTAD DE DIOS Siendo citados a las ocho de la noche, en la casa que Yahir ya no había pisado desde el momento en que pasó aquel incidente y del mismo que Yahir no parecía poderse escapar, el señor Ferrer llegó acompañado de sus h9ombres como era siempre. En la sala de espera ya estaban sus dos nietos porque no importaba si lo quería ver a sí o no, los dos eran sus nietos. —Solo cuando necesitas algo de mí, ¿vienes a la hora que te cito, Yahir Ferrer? —Preguntó el señor al momento que se sentaba enfrente de sus nietos.Yahir aun pareció tener la fuerza de soportar lo que estaba sintiendo. Al final el señor Ferrer tenía razón, cuando él necesitaba algo siempre iba a estar a la hora requerida y en el luchar requerido.—No, no es así, abuelo.— ¿Me vas a decir que ya cambiaste de opinión, de parecer ante la persona que siempre has sido?—Señor Ferrer, lo mejor será que no demoremos tanto porque el abogado ya espera por una respuesta.—Ni siquiera lo pi
CAPÍTULO TREINTA Y CUATRO: UN UNIVERSO ALTERNO LOS ÁNGELES, ESTADOS UNIDOS. El cabello color castaño, no corto, no largo, los labios rojos, el vestido del mismo color, largo por supuesto, porque si había algo que compartía con su hermana, era aquella manera perfecta de vestir, vestidos largos que ocultaban la realidad de su esencia, la misma que la hacía elegante, la misma que la hacía completamente sensual ante las personas que la rodearan y sobre todo, ante los hombres a su alrededor.Siempre iba a ser ella, siempre iba a ser la joven María Teresa. La que supiera vivir la vida, la que supiera ir de aquí allá sin ningún compromiso con nadie pero siempre queriendo tenerlo todo en sus manos, ser la que liderara el mundo entero.¿Cuánto más hasta que estuviera satisfecha con lo que tenía en su alrededor? ¿Cuánto más hasta que sintiera que ya no podía perseguir nada más en la vida? Seguramente siempre sería de la misma manera, seguramente siempre sería ella, aquel hoyo negro en e