La conversación entre los niños seguía bajo la mirada sonriente de los adultos, entre ellos no habían cruzado palabra, solamente Kurt la miraba de soslayo admirando sus rasgos. Alanna disimulaba muy bien la curiosidad que sentía por detallar más el físico de Kurt, desde que tuvo a sus hijos se ha d
Kurt lo miró asombrado y exclamó: –¡No seas descarado!, ¿acaso piensas casarte con ella? –¿Por qué no? –¡Theo!, eso no te lo crees ni tú mismo. –Empieza la guerra amigo mío, siempre hemos respetado las mujeres del otro, pero en este caso es muy diferente,
A la mañana siguiente, los amigos llegaron al apartamento de Alanna con tres minutos de diferencia, cada uno llevaba bolsas con desayuno para todos; Alanna y sus hijos cruzaron miradas mientras sonreían. Theo dispuso las cosas en la mesa y Kurt fue a la cocina a buscar platos para servir, bajo la m
Alanna lo miraba queriendo fundirlo con los ojos, pero ya la secretaria estaba de pie observándolos, así que disimuló lo mejor que pudo y entró con él a la oficina. –Buenos días señor director, soy Alanna Mitchell la madre de los mellizos Erin y Zak. –Yo soy Kurt Hogdman, e
–¿Qué desea comer hoy señor Hogdman? –preguntó un mesero cordialmente. –Fusilli con la salsa de la casa, por favor –pidió, sin cederle la oportunidad a su madre o a Indira. –Yo quiero penne a la rabiatta –agregó Theo. –Para mí, una ensalada cesar –ordenó Indira
Por su parte, Kurt telefoneó a la casa de los niños, habló con ellos un rato preguntándoles por su día y por los resultados de la presentación de sus maquetas, casi media hora después, se despidieron cordialmente. Theo hizo algo ligeramente diferente, él llamó a Alanna directamente. –¿
Al mediodía cuando fueron a la cafetería para almorzar, Zak leyó el mensaje de su madre y con mucha alegría se lo mostró a su hermana. Ellos habían intercambiado opinión la noche anterior, antes de acostarse: –Ese señor Theo es muy simpático –opinó Erin. –Lo es, pero no po
Alanna desde su asiento en la mesa del comedor observaba a ese ejemplar masculino desenvolviéndose en su cocina y todavía no les daba crédito a sus ojos, no dejaba de preguntarse la razón por la que él hacía todo eso. Lo vio venir hacia ellos y acalló su mente. Kurt llevó una fuente con la pasta y