DE ASISTENTE A ESPOSA DEL JEFE MILLONARIO
DE ASISTENTE A ESPOSA DEL JEFE MILLONARIO
Por: Lorena Rodriguez
Capítulo 1

Carolina Miller

Mi nombre es Carolina Miller, tengo veinte años de edad. Nací en la ciudad de México pero debido a que mi padre era estadounidense nos tuvimos que trasladar para este país específicamente para Nueva York. 

Tenía doce años cuando mi padre murió, él venía del trabajo que quedaba a dos horas de nuestro hogar pero nunca logró llegar a casa porque en el camino tuvo un accidente de tránsito y murió.

Quedé devastada con su muerte porque él era la persona que yo más amaba y admiraba porque era el único que me demostraba cariño y afecto.

Pocos meses después de la muerte de mi padre, mi madre se juntó con un señor mayor que ella.

Desde que lo conocí no me cayó para nada bien. Él me miraba de una forma diferente a la mirada que papá me daba.

Mi padrastro delante de mi madre era un ángel pero cuando mi madre salía de casa a trabajar y él no iba a su trabajo yo tenía que encerrarme en mi habitación bajo llave.

Por eso odiaba los días que no me tocaba ir a la escuela porque yo prefería estar fuera de casa que estar dentro de ella y peor con mi padrastro.

Mi madre se casó con ese hombre con el pretexto de que sola no podría mantener  una casa y a una hija  que solo pensaba en estudiar y que se le había metido en la cabeza que quería ser abogada.

Ella se reía de mí porque decía que eso sólo era para hombres o para personas adineradas, no como nosotras que vivíamos del día a día y por alguna razón eso me daba más fuerza a estudiar para el día de mañana ser alguien en la vida y poder salir de la pobreza.

Pasaron los años y yo ya no soportaba a mi padrastro con sus malos tratos hacia mí y mi madre, sus gritos y humillaciones diciendo que yo solo para sirvienta podía servir y la verdad es que eso dolía y lo peor es que mi mamá jamás le reprochó que me dijera tales cosas.

Al contrario, ella lo apoyaba decía que él tenía razón. En varias ocasiones intentaron sacarme de la escuela a la que asistía en ese momento, pero yo les supliqué que no lo hicieran y gracias a Dios me permitieron continuar con mi estudio. 

Mi padrastro era un hombre borracho y maltrataba a mi mamá y ella lo que decía era que eso le pasaba por desobedecerle en algo a él, me decía que eso era normal en un hogar o en una pareja.

Yo nunca estuve de acuerdo con lo que ella pensaba  acerca del comportamiento de su marido, se supone que él debería de cuidar y respetar a su mujer, no maltratarla como él hace con mi mamá.

Yo solo le pedía a Dios que no me fuera a poner como esposo a un hombre que me maltratara como mi padrastro lo hace con mi madre.

Cuando cumplí los quince años de edad, mi padrastro intentó abusar de mí, en ese momento él estaba borracho entonces me fue más fácil zafarme de su agarre y correr hacia mi habitación, ahí esperaría hasta que mamá llegara para contarle lo que ese depravado intentó hacer nuevamente. 

Aunque era en vano decírselo porque cuando yo le contaba esas cosas, ella me castigaba y me decía que eran inventos míos y que hablaba en mal de su marido solo porque le tenía envidia a ella.

Al pasar las horas llegó mamá a casa, salí de la habitación y me dirigí hacia la cocina que era donde ella se encontraba saludando a su marido, y pues pasó lo que tenía que pasar.

Cuando le conté, ella me echó de la casa, apenas pude recoger las pocas pertenencias que yo tenía, las metí en una mochila y salí de casa hecha un mar de lágrimas.

Mi mamá no fue digna  de darme un centavo aunque sea para que comiera ya que ella sabía que yo no tenía nada.

Salí a la calle preocupada porque era de noche y no tenía a dónde ir ni a quién acudir, puesto que aquí no tenemos familia y amigos no tengo porque en el instituto nadie se relaciona conmigo porque dicen que soy huérfana y que ni mamá tengo porque nunca han visto que ella vaya a algún evento o reunión, en pocas palabras no tengo quien me represente. 

Pasé dos meses en la calle, comiendo las sobras de comida que encontraba en los basureros, dormía en una plaza y me arropaba con cartón o periódico.

Nadie me daba trabajo porque mi aspecto de indigente les daba desconfianza.

Pero yo no me daba por vencida seguía buscando. Un día me acerqué a una casa y toqué la puerta, me abrió una pequeña niña muy bonita ojitos azules,  y con una enorme sonrisa dibujada en su pequeño y perfecto rostro.

Me sorprendió que no me tuviera miedo, le pregunté si estaba su mamá en casa, a lo que ella respodió que vive con su abuela, a los pocos segundos  apareció una señora de buen aspecto y la verdad tuve miedo de que me rechazara como lo hacían las demás personas a las cuales les pedía trabajo.

Pero ella se notaba muy diferente, le dije que andaba en busca de trabajo y entonces ella me hizo pasar al interior  de su casa, me ofreció una taza de café y yo gustosa acepté.

Después de un rato de plática y de haberle contado mi historia, le dije que si me lo permitía le podía ayudar a hacer los quehaceres de la casa y que me pagara con alimentación.

Doña Matilde fue muy amable conmigo  me dio abrigo en su casa y la oportunidad de trabajar en su tienda de ropa, retomé mis estudios gracias a que ella para apoyarme me daba los fines de semana libres, por lo tanto eso me ayudó a continuar realizando mis estudios y así cada día acercarme más a mis sueños.

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