—Carl. —La voz era suave, pero hizo que se le erizara el pelo de la nuca y que se levantara.
Angeline giró la cabeza para ver quién era. La aparentemente angelical Eliza Prentice la estaba mirando. Tenía la cara sonrosada y sus ojos verdes brillaban.Ella supo que mostraba la boca ligeramente abierta por sorpresa, pero no dijo nada.
—Hola, Eliza —saludó Carl, como si no le importara la escena que el resto de los comensales anticipaban.—No me digas «hola, Eliza». —Su voz sonaba tan suave y baja que Angeline estaba segura de que solo ellos tres podían escucharla. Entonces se elevó considerablemente—. ¿Qué demonios crees que estás haciendo?—Señorita Prentice. —Angeline comenzó a darse cuenta de que Eliza debía ser la formidable prometida—. Espero que no se esté imaginando...—¿Por qué me habla? —dijo Eliza, aunque solo miraba a Carl—. Le estoy preguntando a él.—Eliza, no te pongas nerviosa. Siéntate, si quieres. Solo estamos comiendo.—No debes sentarte a comer con otra mujer. ¿Te das cuenta de lo que parece? ¿Lo que murmura la gente? ¿Te das cuenta de cómo me hace sentir eso?Angeline vio que el rostro de Carl cambiaba ante las palabras de su prometida, expresando una emoción que parecía arrepentimiento.
—Siéntate con nosotros Eliza —repitió, con infinita paciencia—. De ese modo, no parecerá nada. No estoy tratando de hacerte sentir mal.Miró a Angeline con una disculpa rápida y Eliza golpeó el suelo con el pie. Por suerte, como no se volcó ninguna silla ni se movió la mesa, los otros clientes regresaron a su comida y a sus conversaciones.—Solo hay sitio para una mujer en esta mesa —insistió Eliza.Angeline no quería ser la causa de un ultimátum que dañara el compromiso de Carl o una humillación, para ella misma, cuando se viera obligada a pedirle que se fuera. —Señorita Prentice, ya me iba. —Empujó su silla hacia atrás y Eliza dio un paso apresurado hacia un lado. Carl también se puso de pie—. Gracias por hacerme compañía —le dijo muy seria. Se giró hacia Eliza y añadió—: Gracias por su amabilidad al prestarme a su prometido.Eliza tomó aire, como si estuviera a punto de responder con una palabrota, como imaginó Angeline .—Ahí estás. —Selena Keller se acercó a ellos y se hizo cargo de la tensa situación con astucia—. Siento haber tardado tanto. John Worthen trajo a su hijo y por suerte Doc acababa de regresar, pero ese joven no dejaba de llorar, aunque solo fuera una inflamación en el pie. —Se agarró al codo de Angeline —. Imagino que ya has comido, pero quédate y hazme compañía—. Miró a Carl—. Gracias, por acompañar a Angeline a almorzar. —A Eliza le dijo—: Buenos días, Eliza.La joven frunció los labios en respuesta.—Señora. —Carl saludó con la cabeza a Selena. Luego sus ojos se fijaron en los de Angeline por un momento y asintió, también—. Angeline , disfruté de la conversación.Tiró algunos billetes sobre la mesa y se volvió hacia su prometida. —Ya he terminado aquí, Eliza. Si tienes la intención de comer, tal vez puedas unirte a estas damas. —Y se fue, despacio, deliberadamente.—Bueno, yo nunca…—Su prometida no terminó la frase y sin decir una palabra a ninguna de las dos, salió tras su hombre. Empujó una silla vacía junto a la puerta de una patada y la lanzó a unos metros de distancia, antes de salir del restaurante.Selena aún tenía el brazo de Angeline , que liberó con rapidez.
—Lo siento. Espero que no haya sido demasiado desagradable.Se sentaron en la misma mesa que todavía estaba llena de platos. en medio de los platos. Angeline se encogió de hombros. —He visto cosas peores. —Pensó en la antigua amante de su hermano, Helen Belgrave. La viuda podía hacer temblar a las mujeres y hacer llorar a los hombres adultos. Eliza no le llegaba a la suela de los zapatos.—La verdad es que he disfrutado de la compañía. Carl me contó todo sobre San Francisco. —Se quedó en silencio, mientras Selena hacía su pedido y charlaba con Jessie.
Cayó en la cuenta de que Carl, con su aparente buen carácter y su sonrisa fácil, había sido tan temerario como para pedirle a una mujer como Eliza Prentice que se casara con él. Tomó un sorbo de la taza de café que tenía delante y pensó en ese hecho desconcertante.Aquel hombre debía de quererla mucho más de lo que Philip la había amado a ella.
Eliza era muy guapa, pero no podía imaginarla cerca de Carl cuando estaba cubierto de los pies a la cabeza de polvo. No tenía sentido, así que debía ser un amor verdadero para los dos. O eso o había sido fácilmente atrapado por un meneo de caderas y unos rizos dorados. En cuanto a Eliza, podía comprender que la mujer aguantara la suciedad y la separación por la oportunidad de estar en los musculosos brazos de Carl y besar su sensual boca. Sacudió la cabeza para aclarar aquellas ideas descabelladas y se esforzó por centrar la atención en lo que decía Selena.Un día después, llegó un telegrama de Katy preguntando a Angeline cómo le iba. Selena lo llevó a la casa y ella usó la excusa para contestar y preguntarle a Katy qué podía descubrir sobre las oportunidades de la música en San Francisco. Recordaba que había un teatro de ópera y, si era así, podrían necesitar una pianista. O, tal vez, había un conservatorio de música que necesitara una profesora. Era útil tener una cuñada que conociera a los editores de todo el país y contara con los medios para investigar casi todo.
Enviando el telegrama al día siguiente, solo tenía que esperar una respuesta y no tenía prisa por abandonar Spring City. Allí, todo era tranquilo, excepto por el incidente en el restaurante de Fuller. Mientras evitara a Carl y se mantuviera alejada de cualquier interacción con Eliza Prentice, disfrutaría de la paz de la pequeña ciudad antes de seguir adelante.Sin embargo, dos días después, mientras Angeline estaba sentada charlando con Selena en la oficina del doctor, vieron por la ventana a Eliza que caminaba con aspecto estridente.
—¿Cuál es el problema de esa mujer? —preguntó—. Parece muy... herida.Selena sonrió.—Es una forma amable de decirlo. —Suspiró—. Veamos si puedo arrojar un poco de luz sobre ella. Una niña infeliz, sin madre desde que era muy pequeña y un padre poderoso, pero distante. Eliza creció para ser una joven consentida. —Tamborileó con los dedos en el escritorio—. Esa es la historia de nuestra señorita Prentice. No te preocupes por ella, querida. Es una fuerza a tener en cuenta o a evitar. Katy siempre elige lo segundo.—Katy es mejor persona que yo, entonces. Siento que quiero golpear a Eliza con un palo, solo para ver qué hace.
—¿Igual que con una serpiente de cascabel? —Sugirió Selena.—¿Cómo la soporta Carl? —Angeline quería saber más, al ver a Selena hacer una pausa. Ya conocía bastante de su intimidad, pero parecía tan alejada de su propia vida real que tenía la sensación de estar viendo una obra de teatro, por eso quería saber más sobre los actores—. Me disculpo —dijo inmediatamente—. No es asunto mío.—Está bien. Entre Carl y Eliza lo han convertido en un asunto de todos.—¿Qué quieres decir?—Las exhibiciones públicas como la del otro día en el restaurante de Fuller, no son nada nuevo. Todos hemos sufrido un berrinche de Eliza de un tipo u otro. Es mejor cuando Carl no está, por supuesto. Aunque esta vez, cuando se vaya, creo que planea llevársela con él.Ese pensamiento hizo que Angeline se estremeciera por dentro. —Entonces, ¿su boda está planeada?—Sí, pero Eliza la ha pospuesto. Dos veces, creo.—¿Y qué piensa su padre de estos retrasos?—Ah, Elías Prentice es un tipo raro. Arisco, controlador, excepto en lo que se refiere a Eliza. Es dueño de la mayoría de estos edificios y nos hace pagar el alquiler a tiempo, pero nunca sale de su casa.—Qué raro.—Puede que sea un inválido. Solo Eliza, su ama de llaves y Carl, por supuesto, lo ven.Angeline empezó a sentir lástima por la joven. Tal vez estaba afligida por una vida familiar infeliz y, por lo tanto, atormentaba a todos a su alrededor.
—Es mejor que te mantengas al margen —advirtió Selena, viendo la mirada pensativa en su rostro.—No hay duda —aceptó ella—. Aunque tal vez...El sonido de una explosión y el temblor del suelo la detuvo a mitad de la frase. Las dos mujeres se miraron con los ojos bien abiertos. Doc salió corriendo de la habitación de atrás.—¿Qué ocurre? ¡En el nombre de Dios todopoderoso! Al verlo salir a toda prisa por la puerta, ambas se levantaron el vuelo de la falda y lo siguieron.Los gemidos de los heridos llegaban a través de las nubes negras de humo. La máquina del tren estaba de costado, igual que el primer vagón, y el segundo estaba inclinado con el ultimo de forma que el furgón de cola había saltado las vías y permanecía erguido.Todo era un pandemonio. La mayoría de la gente del pueblo había llegado corriendo. Angeline vio a Doc desaparecer en el humo acre que quemaba la garganta con cada respiración. Regresó momentos después, dando órdenes para que se hicieran camillas y para que Selena agarrara su bolsa médica. Ella ya estaba de rodillas junto a una mujer que lloraba con su hijo en brazos.—Voy a buscar la bolsa —sugirió Angeline , sin hablar con nadie en particular.Echó a correr y, cuando regresó a la casa del doctor, vio el caballo de Carl atado fuera, jadeando tan fuerte como ella. La puerta estaba abierta y no le sorprendió encontrar a Carl que estaba reuniendo suministros en la sala de examen. —He venido a por el maletín del doctor, pero veo que
El sol se extendió por la cara de Angeline , despertándola al día siguiente. Al sentarse en la cama, se dio cuenta de que era tarde. Muy tarde para ella. De vuelta a casa, los ruidos de la ciudad siempre la hacían levantarse temprano. Aquí no había ruidos y cada día madrugaba menos. Hoy, tenía una excusa. Se podía culpar al trabajo de la noche anterior por quedarse acostada hasta que el sol estuviera alto en el cielo.Después de asearse y vestirse, comió algo y trabajó al piano en una canción que estaba escribiendo a trozos en los últimos días. No se había dado cuenta de ello hasta que notó que fluía con facilidad de su cabeza a los dedos.Perdida en la música, no lo escuchó hasta que habló.—Maldición. Eso ha sido precioso.Saltó y se levantó del taburete del piano.—Carl, ¿cómo...?Trató de recuperar el aliento al encontrarlo parado en la puerta del salón. Se acercó a él con el corazón acelerado y al ver que no iba cubierto de mugre, pensó que estaba muy atractivo. Era como si se hu
Carl salió de la casa de Angeline Benui y subió a su caballo de un salto. ¡Maldito sea por ser un tonto! ¿Por qué se había aventurado allí, conociendo la tentación, sabiendo lo irracional que se comportaba en su presencia? ¡Y ahora había ido y la había besado!Espoleó al animal y salió al galope, esperando que la brisa se llevara los pensamientos lascivos de su cabeza, pensamientos que enviaban calor directo a su ingle. Deberían colgarlo por habérselos permitido.El estruendo de los cascos contra el suelo se fusionaba con el recuerdo de Angeline tocando el piano. Respiró hondo, infló las mejillas y soltó el aire. La música que había escuchado al acercarse a la casa de los Sanborn se había metido dentro de él, se había clavado en su corazón. Era tan triste y tan hermosa al mismo tiempo. Como Angeline .Y entonces ella había tocado solo para él, una música compleja que parecía crearse, crecer y expandirse en la habitación. Era como si ella le diera un regalo con cada nota, cada acorde.
Angeline se esmeró en arreglar su aspecto y se vistió con el mejor vestido que había traído, uno de satén en violeta, su color favorito, que contrastaba con su cabello oscuro. Tenía un corpiño que le confería una silueta delgada y el ruedo de la falda se movía a cada paso que daba, con un suave susurro de la delicada tela.Se recogió el pelo en la parte superior y dejó que el resto cayera en cascada sobre sus delgados hombros. No era la moda parisina o londinense, pensó, al mirarse en el único pequeño espejo que descansaba en el tocador, pero definitivamente serviría para Spring City.Oyó el carro y no pudo evitar desear que fuera Carl el que la recogiera.—Basta ya —regañó a su imagen, antes de bajar.Dan llamó una vez y cuando abrió se topó con su analítica mirada.
—Deberían casarse y terminar con esto —advirtió Dan tan pronto como estuvieron en su carro. Eso era justo lo que Angeline había estado pensando durante el postre y el brandy. Le había resultado cada vez más difícil continuar en el salón de Eliza, mirando las manos de Carl mientras sostenía un vaso y su boca cuando hablaba, mientras se avergonzaba de su comportamiento anterior. —Tal vez la señorita Prentice está esperando que su padre fallezca —resolvió Angeline —. Ella no querría mudarse y formar un hogar mientras él está tan enfermo. —Siempre he creído que ella está esperando a que Carl sea un médico de verdad, antes de contraer matrimonio. —Tal vez las dos cosas. —No disfrutaba de los chismes, igual que Dan, pero no sabía cómo detener la conversación—. ¿Carl y usted son amigos desde hace mucho tiempo? —Hemos crecido juntos. —Pareció alegrarse al hablar de ellos—. Él siempre se ha preocupado por todos, ya sea un perro herido o un pájaro con un ala rota, o cualquiera de sus amig
—¿Le gusta Dan? —Se le escapó de golpe. Ella soltó una suave carcajada. Le sorprendió la pregunta, pero no quiso faltarle el respeto a Dan, que había sido tan útil. —Parece un buen hombre, amable y divertido. —No hay nadie mejor. —Carl estuvo de acuerdo—. Es mi amigo. —Revisó su cara por si veía algún gesto que le indicara algo—. Pero me daban ganas de darle un puñetazo, cada vez que la miraba. Ella tragó saliva, con la sensación de que se le cerraba la garganta, ante la emoción que podía verse en sus ojos. —No tengo nada que decir al respecto.—No quiero casarme con Eliza.O tal vez había algo que decir. Angeline se sentó de golpe en el banco de la cocina. Y en un instante, estaba de rodillas en el suelo delante de ella.—Oh, no… —Lo miró, apoyado en su regazo—. No, no, no, no. Le tomó las manos otra vez. —Angeline , por favor, escuche. Ella quiso taparse los oídos como un niño pequeño y cantar en voz alta para no escucharlo.—No, Carl. No le haga esto. No por mi culpa.—An
«Querida Katy y querido hermano, porque sé que compartes todo, incluyendo mis cartas: Escribiré por separado a mamá. He encontrado un empleo como pianista en un buen establecimiento. Aunque no es una orquesta profesional o una casa de ópera, como esperaba, es una institución venerada, con clientes bien educados y honrados. También son generosos con las propinas».Tachó la última línea porque sonaba grosera, aunque estaba particularmente contenta al final de su primera noche al descubrir que el frasco que Freddie le había preparado estaba lleno de billetes. La paga era pobre, pero con los días y las semanas comprendió que podía pagar su habitación y todas sus necesidades mensuales con el sueldo más las propinas, si tenía cuidado. De todas formas, no vio razón para que su hermano, un distinguido abogado de Boston, supiera que su hermana trabajaba en un bar. Suspiró y cogió otra cuartilla de papel para empezar de nuevo, pero su mente se perdió en pensamientos relacionados con Carl,
Impidiendo que Angeline lo viera, Eliza se interpuso entre ellos en mitad de la entrada. Lo que sea que Carl le hubiera dicho, Eliza se giró para responder, sin dejarlo entrar, exploró la habitación y se topó con la mirada horrorizada de Angeline . ¿Por qué no había bajado la cabeza? Después, la rubia menuda miró a través de ella, fingió no verla, murmuró algo a Carl y se fueron del bar. Angeline se dio cuenta de que había dejado de tocar solo cuando de repente pudo oír el estruendo de las voces y el tintineo de la cristalería donde, normalmente, no oía nada más que la música. No tenía ni idea de cómo había oído a Carl entre la multitud. Su corazón se aceleró. ¿Acababa de ver al señor y señora Lenoi? —¿Algo va mal, muchacha? —Escuchó a Percy decir detrás de ella. Sacudió la cabeza y empezó a tocar de nuevo, sin importarle lo que fuera, mientras sus dedos siguieran moviéndose. Finalmente, fue su descanso para cenar. Como parte de su acuerdo, Freddie le permitía tomar una comida en