El sol se extendió por la cara de Angeline , despertándola al día siguiente. Al sentarse en la cama, se dio cuenta de que era tarde. Muy tarde para ella. De vuelta a casa, los ruidos de la ciudad siempre la hacían levantarse temprano. Aquí no había ruidos y cada día madrugaba menos. Hoy, tenía una excusa. Se podía culpar al trabajo de la noche anterior por quedarse acostada hasta que el sol estuviera alto en el cielo.Después de asearse y vestirse, comió algo y trabajó al piano en una canción que estaba escribiendo a trozos en los últimos días. No se había dado cuenta de ello hasta que notó que fluía con facilidad de su cabeza a los dedos.Perdida en la música, no lo escuchó hasta que habló.—Maldición. Eso ha sido precioso.Saltó y se levantó del taburete del piano.—Carl, ¿cómo...?Trató de recuperar el aliento al encontrarlo parado en la puerta del salón. Se acercó a él con el corazón acelerado y al ver que no iba cubierto de mugre, pensó que estaba muy atractivo. Era como si se hu
Carl salió de la casa de Angeline Benui y subió a su caballo de un salto. ¡Maldito sea por ser un tonto! ¿Por qué se había aventurado allí, conociendo la tentación, sabiendo lo irracional que se comportaba en su presencia? ¡Y ahora había ido y la había besado!Espoleó al animal y salió al galope, esperando que la brisa se llevara los pensamientos lascivos de su cabeza, pensamientos que enviaban calor directo a su ingle. Deberían colgarlo por habérselos permitido.El estruendo de los cascos contra el suelo se fusionaba con el recuerdo de Angeline tocando el piano. Respiró hondo, infló las mejillas y soltó el aire. La música que había escuchado al acercarse a la casa de los Sanborn se había metido dentro de él, se había clavado en su corazón. Era tan triste y tan hermosa al mismo tiempo. Como Angeline .Y entonces ella había tocado solo para él, una música compleja que parecía crearse, crecer y expandirse en la habitación. Era como si ella le diera un regalo con cada nota, cada acorde.
Angeline se esmeró en arreglar su aspecto y se vistió con el mejor vestido que había traído, uno de satén en violeta, su color favorito, que contrastaba con su cabello oscuro. Tenía un corpiño que le confería una silueta delgada y el ruedo de la falda se movía a cada paso que daba, con un suave susurro de la delicada tela.Se recogió el pelo en la parte superior y dejó que el resto cayera en cascada sobre sus delgados hombros. No era la moda parisina o londinense, pensó, al mirarse en el único pequeño espejo que descansaba en el tocador, pero definitivamente serviría para Spring City.Oyó el carro y no pudo evitar desear que fuera Carl el que la recogiera.—Basta ya —regañó a su imagen, antes de bajar.Dan llamó una vez y cuando abrió se topó con su analítica mirada.
—Deberían casarse y terminar con esto —advirtió Dan tan pronto como estuvieron en su carro. Eso era justo lo que Angeline había estado pensando durante el postre y el brandy. Le había resultado cada vez más difícil continuar en el salón de Eliza, mirando las manos de Carl mientras sostenía un vaso y su boca cuando hablaba, mientras se avergonzaba de su comportamiento anterior. —Tal vez la señorita Prentice está esperando que su padre fallezca —resolvió Angeline —. Ella no querría mudarse y formar un hogar mientras él está tan enfermo. —Siempre he creído que ella está esperando a que Carl sea un médico de verdad, antes de contraer matrimonio. —Tal vez las dos cosas. —No disfrutaba de los chismes, igual que Dan, pero no sabía cómo detener la conversación—. ¿Carl y usted son amigos desde hace mucho tiempo? —Hemos crecido juntos. —Pareció alegrarse al hablar de ellos—. Él siempre se ha preocupado por todos, ya sea un perro herido o un pájaro con un ala rota, o cualquiera de sus amig
—¿Le gusta Dan? —Se le escapó de golpe. Ella soltó una suave carcajada. Le sorprendió la pregunta, pero no quiso faltarle el respeto a Dan, que había sido tan útil. —Parece un buen hombre, amable y divertido. —No hay nadie mejor. —Carl estuvo de acuerdo—. Es mi amigo. —Revisó su cara por si veía algún gesto que le indicara algo—. Pero me daban ganas de darle un puñetazo, cada vez que la miraba. Ella tragó saliva, con la sensación de que se le cerraba la garganta, ante la emoción que podía verse en sus ojos. —No tengo nada que decir al respecto.—No quiero casarme con Eliza.O tal vez había algo que decir. Angeline se sentó de golpe en el banco de la cocina. Y en un instante, estaba de rodillas en el suelo delante de ella.—Oh, no… —Lo miró, apoyado en su regazo—. No, no, no, no. Le tomó las manos otra vez. —Angeline , por favor, escuche. Ella quiso taparse los oídos como un niño pequeño y cantar en voz alta para no escucharlo.—No, Carl. No le haga esto. No por mi culpa.—An
«Querida Katy y querido hermano, porque sé que compartes todo, incluyendo mis cartas: Escribiré por separado a mamá. He encontrado un empleo como pianista en un buen establecimiento. Aunque no es una orquesta profesional o una casa de ópera, como esperaba, es una institución venerada, con clientes bien educados y honrados. También son generosos con las propinas».Tachó la última línea porque sonaba grosera, aunque estaba particularmente contenta al final de su primera noche al descubrir que el frasco que Freddie le había preparado estaba lleno de billetes. La paga era pobre, pero con los días y las semanas comprendió que podía pagar su habitación y todas sus necesidades mensuales con el sueldo más las propinas, si tenía cuidado. De todas formas, no vio razón para que su hermano, un distinguido abogado de Boston, supiera que su hermana trabajaba en un bar. Suspiró y cogió otra cuartilla de papel para empezar de nuevo, pero su mente se perdió en pensamientos relacionados con Carl,
Impidiendo que Angeline lo viera, Eliza se interpuso entre ellos en mitad de la entrada. Lo que sea que Carl le hubiera dicho, Eliza se giró para responder, sin dejarlo entrar, exploró la habitación y se topó con la mirada horrorizada de Angeline . ¿Por qué no había bajado la cabeza? Después, la rubia menuda miró a través de ella, fingió no verla, murmuró algo a Carl y se fueron del bar. Angeline se dio cuenta de que había dejado de tocar solo cuando de repente pudo oír el estruendo de las voces y el tintineo de la cristalería donde, normalmente, no oía nada más que la música. No tenía ni idea de cómo había oído a Carl entre la multitud. Su corazón se aceleró. ¿Acababa de ver al señor y señora Lenoi? —¿Algo va mal, muchacha? —Escuchó a Percy decir detrás de ella. Sacudió la cabeza y empezó a tocar de nuevo, sin importarle lo que fuera, mientras sus dedos siguieran moviéndose. Finalmente, fue su descanso para cenar. Como parte de su acuerdo, Freddie le permitía tomar una comida en
—¡Oh, Dios mío! ¡Y me lo perdí! ¡Estúpido Egbert! Si hubiera enviado a alguien más a la sala de tapices, habría visto a tu Carl. Ha sido la primera vez que he salido del piso en todo el día.Angeline se sentó en la cocina de Carling. Su amiga se deleitaba demasiado con el drama de la situación, quizás olvidando que el corazón de Angeline estaba involucrado, sin mencionar el de Eliza.—No entiendo a la mujer —dijo Angeline , deteniéndose a beber su segunda copa en la última media hora—. Ella tiene ojos, ¿no es así? Carl Lenoi es tan atractivo que encandilaría a cualquier mujer, lo juro. Y Eliza le da cuerda como si los hombres le pidieran matrimonio todos los días.Carling resopló. Estaban bebiendo algo más fuerte que el café y comenzaba a pasar factura.—Tal vez lo hagan.