—¿Cuánto tiempo más va estar dormida? —escuchó preguntar a Adriano, su voz se sentía como un sonido lejano.
—Esperemos que despierte dentro de la próxima hora —respondió la voz de una mujer.
Trató de moverse, pero su cuerpo se sentía pesado y no parecía interesado en recibir las órdenes que su cerebro enviaba. Intentó al menos abrir los ojos y, después de un rato de mucho esfuerzo, lo logró. La luz de lugar era muy intensa y fue como cuchillas clavándose a sus ojos, así que tuvo que cerrar los ojos un par de veces antes de acostumbrarse.
Recorrió el lugar con la mirada y no le fue difícil identificar donde estaba.
Conforme se hacía más consciente de su entorno, los sonidos llegaron con más claridad a ella. La conversación entre Adriano y la enfermera ya no se escuchaba como si estuvieran a metros de distancia.
Sonrió al ver que Adriano tenía su mano entrelazada con la suya.
—A… Adri… —fue lo único que logró salir de su boc
Adriano pensó en las horas de tortura, el dolor en su pecho, la desesperación, la incapacidad para hacer algo. Estar separado de Vanessa, sabiendo que ella corría peligro, había sido por mucho la experiencia más dolorosa que había tenido que atravesar en toda su vida. Ahora, viéndola con los ojos abiertos y esa sonrisa confiada en el rostro, sentía como iba recuperando su cordura. En general ella parecía estar bien, pero le costaría un poco de tiempo estar seguro de eso. —Deja de pensarlo demasiado —dijo Vanessa como si leyera sus pensamientos. El sonido de alguien entrando a la habitación los hizo mirar en dirección a la puerta. —Siento interrumpir —dijo la doctora con una sonrisa de disculpa. —No se preocupe. —Se levantó de la cama, pero mantuvo la mano de Vanessa aferrada a la suya. La doctora y una enfermera colocaron una máquina al otro lado de la cama y la instalaron. Adriano no sabía nada sobre aparatos médicos, pero podía intui
Elaide llegó temprano, tal y como había prometido. Tenía el ceño fruncido y los ojos llenos de preocupación cuando entró a su habitación, era como si no creyera que Vanessa en realidad se sentía bien. —Hola, Vanessa —lo saludó Ezio con una sonrisa. Él venía empujando la silla de ruedas de su hermana. —Es un gusto verte, Ezio. Me alegra que hayas decidido acompañar a mi hermana —miró a Elaide antes de continuar—. ¿Y tú, no me piensas saludar? —bromeó. —¿Cómo estás? —preguntó ella sin seguirle el juego. —Mejor que ayer —respondió con honestidad. —Les daremos un momento a solas —dijo Adriano poniéndose de pie. Él estaba usando una ropa diferente a la de ayer y había tomado una ducha en el baño de su habitación hace como media hora atrás. —Gracias —dijo sonriéndole, él asintió y caminó hacia la puerta. Ezio no dudó en seguirlo. Elaide la abrazó por la cintura, lo más que le permitió su silla y Vanessa se acercó a ella para envolver
Adriano besó a Vanessa en la mejilla, ella se movió pero no despertó. Lucía como una niña pequeña que se negaba a despertar, lástima que él no se iba a rendir tan fácil. La besó por todo el rostro una y otra vez y ella frunció el ceño.—¿Qué hora es? —preguntó con la voz ronca aun sin abrir los ojos.—Las ocho de la mañana.—Eso es muy temprano para levantarse un fin de semana. Tengo sueño.—Lo sé, alborotadora, pero tenemos que ir a un lugar.—No quiero —dijo ella haciendo un puchero que le sacó una sonrisa—. ¿Qué huele tan rico?—El desayuno.—Esta mañana comienza a mejorar —dijo ella sonriendo.Adriano se había dado cuenta, en el último par de días, que Vanessa estaba experimentando cambios de humor drásticos. Un rato podía estar al borde las lágrimas y al siguiente riendo sin parar. No era el único síntoma que tenía, la pobre parecía andar de sueño todo el día sin importar cuanto tiempo dormía. Adriano comenzaba a preocupar
El amor, así como todo en la vida, implicaba dar algunos saltos de fe. Vanessa había tenido que dar uno cuando lo que tenía con Adriano apenas estaba comenzando. Tuvo que creer que lo suyo podía funcionar incluso cuando se sentía tan insegura. Y esa había sido la mejor cosa que hizo porque de esa manera había llegado a conocer cada parte de él hombre que ahora estaba hincado en el suelo. El hombre que le estaba pidiendo que lo eligiera. Sabía que todavía había muchas cosas que tenían que descubrir el uno del otro y tal vez no todo sería felicidad en el futuro; pero confiaba en que superarían cada obstáculo. Amaba a Adriano y era seguro que quería pasar el resto de su vida junto a él.—Sí —dijo apenas en un murmullo, lágrimas de felicidad comenzaron a correr por su rostro—. Sí, quiero —repitió m
Tres días pasaron desde que regresaron de su fin de semana de relajación y Adriano deseaba tanto volver a esa habitación de hotel en aquel pueblo libre de preocupaciones; sin embargo, estaba allí, con trabajo hasta el cuello. Cada día había tenido que levantarse temprano y llevarse lo que no terminaba a casa. Tenía tanto que hacer si quería adelantar todos sus pendientes para el mes. Sus citas más importantes fueron reprogramadas para esa semana y las que no, fueron pasadas para su regreso.Adriano pensaba tomarse un mes libre para estar junto a Vanessa, apoyándola. Para ella no sería fácil asumir la responsabilidad de una compañía de la noche a la mañana, habría muchas cosas que hacer.Hasta ese momento Filippo todavía estaba a la cabeza de la empresa de su familia, pero lo había mantenido lo suficientemente incomunicado para que no la ll
Una secretaria los recibió cuando llegaron a la firma de abogados. Después de saludarlos, ella los dirigió hasta una sala de juntas.—El abogado estará con ustedes en unos minutos —dijo ella con una sonrisa—. ¿Hay algo que pueda ofrecerles?—Estamos bien, gracias —respondió mientras se acomodaba en una de las sillas.La mujer les dio una sonrisa antes de retirarse. Tan pronto ella desapareció, Adriano comenzó a hablarle sobre algunas cosas que había leído sobre el embarazo. Ella sabía que solo estaba tratando de distraerla y comenzó a funcionar cuando mencionó algunas cosas con las que discrepaba.—¿No crees que es muy pronto para hablar de cursos prenatales? —pregunto cuando Adriano sugirió la idea.La puerta se abrió interrumpiendo lo que sea que fuera a decir su esposo, primero entró Aur
Vanessa tragó el nudo de su garganta y sonrió con melancolía. Un retrato de su abuela colgaba en la pared. En la imagen ella sonreía feliz y tenía el brillo maternal en sus ojos que nunca la había abandonado. La imagen era demasiado real y mostraba de una manera extraordinaria la esencia de su abuela. Casi parecía que ella estuviera mirándola a través de una ventana y que pronto le llamaría para que se uniera a ella.—¿Cuándo tomaste mi foto?Vanessa cual había sido la foto que el artista había utilizado para recrear esa pintura. Su padre había desaparecido todo rastro que pudiera recordarle de su abuela, pero ella había logrado salvar algunas fotos, un cofre pequeño y las joyas que le había regalado a Elaide. Esos eran sus tesoros más preciados de ella.—Hace un mes.—No me di cuenta. —Aunque no era como si lo sacará del cofre con mucha frecuencia.Adriano la abrazó por detrás y colocó ambas manos en su vientre. —Escogí
—Ven aquí —dijo Adriano palmeando sobre la cama.—¿Qué estás tramando? —preguntó Vanessa con una sonrisa juguetona.Ella caminó hasta sentarse frente a él, en el lugar que le había señalado. Su esposa acomodó con las piernas cruzadas.Recogió el cabello de Vanessa en un moño y lo sujetó con la liga que había agarrado del baño minutos atrás. Luego deslizó las manos hasta sus hombros y comenzó a masajear sus tensionados hombros.—Eso se siente genial —dijo Vanessa inclinando la cabeza y soltando un gemido de satisfacción.—No me gusta verte tan agotada —dijo sin dejar de mover las manos—. Falta muy poco para terminar con todo esto y después podemos tomarnos una semana de vacaciones antes de volver al trabajo.Las últimas dos semanas desde que su