Un toque en la puerta llamó la atención de Vanessa y desvió su atención de los documentos que estaban revisando.
—Adelante —indicó y su secretaria abrió la puerta antes de hacerse a un lado para dejar pasar a Bianca, quién entró empujando el coche de su bebé.
Se puso de pie y caminó hasta ella.
—Gracias, Fiorella —dijo mientras le recibía el bolso de Bianca. Por su diseño infantil, seguro contenía las cosas del pequeño Giovanni.
—Hay algo que pueda traerles.
—Un té, estará bien —indicó y su secretaria salió dejándolas a solas.
—Bueno, mira esta oficina, ha cambiado desde que le pertenecía al anterior jefe. Me gusta más así.
—¿Verdad que sí? —se acercó y la abrazó—Gracias por venir.
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Adriano estaba agotado, solo quería llegar a casa y ver a Vanessa. Miró su reloj y vio que era las ocho de la noche. Odiaba días como esos, en los que el trabajo le hacía pasar más tiempo del debido separado de su esposa.Las personas fueron abandonando la sala de juntas y él aprovechó para sacar su celular. Se acercó al gran ventanal y marcó al número de Vanessa. En lugar de sonar, su celular lo mandó directo al buzón de voz. Intentó una vez más y obtuvo el mismo resultado.Lo primero que pensó fue que quizás ella se había quedado sin batería y no lo había puesto a cargar, se dijo que podía esperar a verla en casa, pero algo lo instó a tratar de ponerse en contacto, así que llamó a Elaide.—Hola, Adriano —la saludó ella del otro lado del teléfono.—Hola, Elaide. ¿Está tu hermana contigo?—No, me envió un mensaje diciendo que iría a verte al trabajo.—¿Eso hace cuánto fue?—No lo sé, alrededor de dos horas atrás. —Elaide pareció notar
Adriano dio un ligero golpe en la puerta de la habitación de Elaide antes de entrar. Ella y Ezio estaban recostados en la cama. En otras circunstancias, habría sacado a Ezio del lugar con solo una mirada, pero en ese momento solo podía sentirse agradecido por estar allí para Elaide.—El cansancio la venció hace apenas un rato —informó Ezio mirándolo sobre su hombro—. ¿Alguna novedad?Sacudió la cabeza como respuesta. No había ninguna información nueva desde hace seis horas. Todos estaban trabajando sin parar, tratando de encontrar el paradero de Vanessa, pero era como un callejón sin salida.Adriano nunca se había sentido tan inútil en su vida, al menos los hombres de Giovanni estaban revisando las imágenes de las cámaras y manteniendo vigilado al padre de Vanessa; en cambio él solo los miraba trabajar sin poder hacer nada.
—Ughh —se quejó Vanessa cerrando los ojos apenas los abrió.Tenía fuerte dolor de cabeza y el mínimo movimiento hacía que empeorara. Mantuvo los ojos cerrados hasta que el dolor se hiciera un poco más tolerable. Estaba confundida y sus recuerdos eran confusos. Trató de volver a su memoria más nítida y de allí avanzó en adelante.—¡Maldito hijo de… —murmuró cuando recordó la voz de Lorenzo pidiéndole disculpas.Él le había colocado un pañuelo en la nariz y luego todo era negro, hasta un tiempo después cuando despertó. Había estado recostada sobre el asiento de un auto entonces; Lorenzo, al darse cuenta que estaba despierta, la había inyectado algo en el brazo y había vuelto a caer en la inconsciencia.Se preocupó al pensar en su bebé y estuvo a punt
Todo había sucedido demasiado rápido. Un segundo habían recibido la información de que Filippo estaba llegando a la casa de Enrico y al siguiente Giovanni se había encargado de ponerles chalecos, darles armas y hacerlos entrar en la casa sin mucho problema. Él y sus hombres eran muy buenos en lo que hacían, se habían encargado de abrirles el camino con bastante facilidad.Adriano había tomado la delantera después de averiguar en qué habitación estaba su esposa. Enrico había hablado apenas después de un golpe, no había duda de que era un cobarde, lo cual agradecía en ese momento porque había llegado rápido a su esposa.No encontró a nadie en la puerta, era probable que todos los hombres hubieran salido a enfrentarlos dejando a Filippo solo. Propinó una patada a la puerta y está se abrió.Se encontró frente a frente con Filippo. Mantuvo la pistola apuntando en su dirección mientras recorría con la mirada la habitación. Vio a Vanessa tendida sobre una cama.
—¿Cuánto tiempo más va estar dormida? —escuchó preguntar a Adriano, su voz se sentía como un sonido lejano. —Esperemos que despierte dentro de la próxima hora —respondió la voz de una mujer. Trató de moverse, pero su cuerpo se sentía pesado y no parecía interesado en recibir las órdenes que su cerebro enviaba. Intentó al menos abrir los ojos y, después de un rato de mucho esfuerzo, lo logró. La luz de lugar era muy intensa y fue como cuchillas clavándose a sus ojos, así que tuvo que cerrar los ojos un par de veces antes de acostumbrarse. Recorrió el lugar con la mirada y no le fue difícil identificar donde estaba. Conforme se hacía más consciente de su entorno, los sonidos llegaron con más claridad a ella. La conversación entre Adriano y la enfermera ya no se escuchaba como si estuvieran a metros de distancia. Sonrió al ver que Adriano tenía su mano entrelazada con la suya. —A… Adri… —fue lo único que logró salir de su boc
Adriano pensó en las horas de tortura, el dolor en su pecho, la desesperación, la incapacidad para hacer algo. Estar separado de Vanessa, sabiendo que ella corría peligro, había sido por mucho la experiencia más dolorosa que había tenido que atravesar en toda su vida. Ahora, viéndola con los ojos abiertos y esa sonrisa confiada en el rostro, sentía como iba recuperando su cordura. En general ella parecía estar bien, pero le costaría un poco de tiempo estar seguro de eso. —Deja de pensarlo demasiado —dijo Vanessa como si leyera sus pensamientos. El sonido de alguien entrando a la habitación los hizo mirar en dirección a la puerta. —Siento interrumpir —dijo la doctora con una sonrisa de disculpa. —No se preocupe. —Se levantó de la cama, pero mantuvo la mano de Vanessa aferrada a la suya. La doctora y una enfermera colocaron una máquina al otro lado de la cama y la instalaron. Adriano no sabía nada sobre aparatos médicos, pero podía intui
Elaide llegó temprano, tal y como había prometido. Tenía el ceño fruncido y los ojos llenos de preocupación cuando entró a su habitación, era como si no creyera que Vanessa en realidad se sentía bien. —Hola, Vanessa —lo saludó Ezio con una sonrisa. Él venía empujando la silla de ruedas de su hermana. —Es un gusto verte, Ezio. Me alegra que hayas decidido acompañar a mi hermana —miró a Elaide antes de continuar—. ¿Y tú, no me piensas saludar? —bromeó. —¿Cómo estás? —preguntó ella sin seguirle el juego. —Mejor que ayer —respondió con honestidad. —Les daremos un momento a solas —dijo Adriano poniéndose de pie. Él estaba usando una ropa diferente a la de ayer y había tomado una ducha en el baño de su habitación hace como media hora atrás. —Gracias —dijo sonriéndole, él asintió y caminó hacia la puerta. Ezio no dudó en seguirlo. Elaide la abrazó por la cintura, lo más que le permitió su silla y Vanessa se acercó a ella para envolver
Adriano besó a Vanessa en la mejilla, ella se movió pero no despertó. Lucía como una niña pequeña que se negaba a despertar, lástima que él no se iba a rendir tan fácil. La besó por todo el rostro una y otra vez y ella frunció el ceño.—¿Qué hora es? —preguntó con la voz ronca aun sin abrir los ojos.—Las ocho de la mañana.—Eso es muy temprano para levantarse un fin de semana. Tengo sueño.—Lo sé, alborotadora, pero tenemos que ir a un lugar.—No quiero —dijo ella haciendo un puchero que le sacó una sonrisa—. ¿Qué huele tan rico?—El desayuno.—Esta mañana comienza a mejorar —dijo ella sonriendo.Adriano se había dado cuenta, en el último par de días, que Vanessa estaba experimentando cambios de humor drásticos. Un rato podía estar al borde las lágrimas y al siguiente riendo sin parar. No era el único síntoma que tenía, la pobre parecía andar de sueño todo el día sin importar cuanto tiempo dormía. Adriano comenzaba a preocupar