En los días anteriores, Steffany practicaba sus habilidades tal cual como le había enseñado Adara, en el primer día le había explicado que el cuerpo humano era una batería andante, entre otros detalles para adaptar la materia al entorno y el cuerpo mismo al universo, desde luego Steffany no entendió ni media palabra, así que le mostró en su explicación que el universo poseía energía en todos sus sentidos, y que el ser humano malgastaba todo ese poder, le mostró algo sencillo, mover un lápiz con su dedo sin tocarlo, lo hizo girar, rodar, levantarse sobre su punta. El asombro de Steffany no tenía precio, ella lo haría, lo practicaría, y así lo hizo, practicó y practicó hasta que su cabeza dolió y sus dedos dolieron, pero lo consiguió a la semana, cuando llegó a casa de Adara para contarle su logro, desde luego ella estaba en una extraña danza, moviendo en círculos sus brazos y su cuerpo, marcando en círculos sus pasos, moviendo cada elemento en el aire, un hilo de fuego, uno d
Cortaron el beso una vez más, sus respiraciones aceleradas los delataban, su ansiedad, su deseo de estar juntos, sus labios llamando a otro demandante beso, en medio de la sala, abrazados, sus frentes apoyándose entre sí, sintiendo cada latido del otro y sus alientos, en un instante de silencio se dijeron tantas cosas que con las palabras no alcanzaban a ser suficientes, José la cargó entre sus brazos, Caroline se aferró a él en un jadeo sorpresivo, ella quería reír, gritar, besarlo y nunca dejarlo ir, quería tantas cosas, pero sobre todo quería estar con él, entraron a la habitación, Caroline queda sin habla al ver el decorado, luz suave de velas aromatizantes en algunos rincones de la habitación, flores en la cama, las paredes color crema, sábanas blancas en una cama matrimonial. José coloca a Caroline en la cama dulcemente, casi reverencial, ella era su mundo sumergiéndose en un beso suave, sus labios rozándose a cuenta gotas, Caroline suspiró entre besos, buscando de atr
Caroline sintió como el cuerpo de José se tensaba ante aquella petición, sintiendo como su garganta se contraía tragando con dificultad, Caroline sintió su pecho hacerse pequeño, ella no quería ni lastimar, ni mucho menos hacer algo que le afectara de manera negativa, Lenaya prosiguió. ─ Creo que no deberías…─. José la interrumpió, tomando un fuerte respiro, inclinándose hacia delante apoyando sus codos sobre sus rodillas, masajeando sus dedos mientras consideraba la solicitud de Lenaya, Caroline lo miró en asombro. ─ Acepto tu decisión ─ ¿Qué? ─. Preguntó Lenaya frunciendo ligeramente el ceño con asombro. ─ Aceptaré tu decisión de dejar de ser tu embajador si es por el porvenir de Caroline, me conoces demasiado bien, (carraspeo), hasta no me importaría en trabajar de lo que hacía antes, tu sabes─. con los ojos abiertos como platos, Caroline le implora en no hacer tal cosa, abandonar su cargo para protegerla, pero la expresión de José se mantuvo firme, sosteniendo la mirada de Le
Darién miró al horizonte, en dirección donde se había ido Renata cuando se la quitaron de sus brazos, suspiró y siguió andando, no supo cuánto tiempo caminaron, siempre en silencio, con la lluvia sobre sus cabezas, se detuvo nuevamente y sin mirar a Youlin… ─ Dame el celular ─ ¿Qué? ─ Lo que oíste, come libros, dame el celular ─. Se había tardado tanto, siempre sería la come libros, jamás Youlin, se sintió tan bien escuchar su nombre en su boca. Farfullando resignada se lo entrega, repara intrigada viendo al Nefilim marcar un número. ─ ¿Qué piensas hacer? ─ Una llamada ─. Que novedad, la arqueóloga rodó la mirada, en realidad hizo su llamada, pero lo mejor del caso, no llamó a la reina, llamó a su hermana, quiso ocultar su derrota con su típica arrogancia, pensó Youlin, sin embargo, el tiempo que siempre compartió con él, le hizo entender que cada sonrisa y cada palabra dejaba un mensaje oculto, no para los demás, sino para todo aquel que prestara bien atención, tenía un pla
Una mujer se bañaba en su piscina, el atardecer se mostraba ligeramente estrellado, un paisaje de ensueños, con una nube más que otra, dando un matiz de paz, la enorme mansión estilo griego destacaba la enorme fortuna que amasaba, las luces del fondo de aquella piscina demostraban la artística silueta de aquella mujer nadando bajo el agua, nada de ruido, eso le gustaba, solo la música de la naturaleza y el viento haciendo susurrar los árboles de su enorme jardín, nadie alrededor para quebrantar su paz. Sale de la piscina, su sedoso cabello blanco pegado, ajustándose como vestido a su espalda, toma una toalla colocándola en el suelo, se sienta en la orilla para tomar una copa de vino, su hermoso cabello blanco brilló con las luces del jardín, miró las estrellas con nostalgia, cuántas vidas y él… él no la miraba como ella lo miraba a él, él era una de esas estrellas para ella, inalcanzable, ella lo amaba, pero… ─ Elenya ─. Canturreó una voz, la mujer se tensa, él nunca la habí
Una noche, ella suplicó desde lo más recóndito de su mente que no lo hiciera, pero aun así lo hizo, su cuerpo acepto la invitación, tuvo sexo con ambas al mismo tiempo, su cuerpo se dejó llevar mientras Rosa gritaba con todas sus fuerzas por dentro, insultando de miles de maneras, pero jamás le juraría lealtad para liberarse, primero muerta, no podía soportar que semejante ser tan asqueroso le hiciera eso, obligarlas a tener sexo con él y su hermana, los tres en una misma cama, pudo ver en el reflejo de los ojos de aquel demonio su expresión, el reflejo de ella misma sintiendo placer por como su hermana la manoseaba y la besaba y ella se dejaba, una noche se repitió y ella sintió tanto odio que clavó sus uñas en el pecho del demonio, Tristán o mejor dicho Arthax la devoró con la mirada con alta lujuria y una sonrisa traviesa. ─ No sabía que te gustaba rudo ─. Ronroneó el demonio, obligándolas a cortarse y compartir la sangre entre hermanas mientras sucumbían ante la lujuria
La lluvia no se hizo esperar, la noche tampoco, la lluvia caía a raudales, con relámpagos y truenos, al Nefilim no le importaba, solo el nombre de Arthax en su lista era lo único que tenía fijo en la mente, caminando por las calles, en una vitrina vio el reflejo de Aracne. ─ ¿Algo que decir? ─ El edificio está bien custodiado ─ No será problema ─ No lo entiendes, apenas hagas algo él se irá con ellas. ─ Aracne niega con la cabeza. ─ Has cambiado tus métodos ─ Solo quiero… (suspiro profundo), no importa ─. Aracne había respirado profundamente preparándose a escuchar el nombre que tanto la lastimaría, sin embargo nunca llegó. ─ ¿Qué sugieres? ─ Yo te despejo el camino y tu entras ─ No, es muy arriesgado ─ Es la única forma…─ No ─ Por favor… ─ ¡He dicho que no! ─. Aracne agachó la mirada y desapareció, Darién se quedó muy pensativo por un par de minutos, tal vez fue muy brusco con ella, el solo pensamiento le sacó una sonrisa, fue brusco con ella, que ironía, pero si, tal v
Allí estaba Rosa acostada en el sofá, fingiendo dormir, cuando en realidad seguía luchando contra ese maldito control infernal sobre su cuerpo, Arthax y Renata dormían abrazados en la cama, lo supo cuando movió su cabeza levemente, luchando por su libertad, luchando por no vomitar sobre el sofá, verlos juntos le revolvía el estómago, y cada vez que luchaba, la sortija se calentaba, odia, ama, sufre, enloquece, odia, ama, sufre, enloquece, esas eran las palabras que se repetía una y otra vez para luchar contra aquella maldición. Unos ojos rojos iluminaron la cornisa del balcón en la oscuridad, Rosa miró con horror aquellos ojos, entornó la mirada y lo vio, azul-plata, vio a Darién, un relámpago partió el cielo, y cuando su luz iluminó aquel rostro, su espada en mano goteaba sangre mezclada con la lluvia, y en la otra una cabeza gritando de mudo horror, pero lo que más le aterró fue ver que el Nefilim, sus rasgos, no eran nada humanos, mostrando sus dientes apretados, sus colmillos