Caroline sintió como el cuerpo de José se tensaba ante aquella petición, sintiendo como su garganta se contraía tragando con dificultad, Caroline sintió su pecho hacerse pequeño, ella no quería ni lastimar, ni mucho menos hacer algo que le afectara de manera negativa, Lenaya prosiguió. ─ Creo que no deberías…─. José la interrumpió, tomando un fuerte respiro, inclinándose hacia delante apoyando sus codos sobre sus rodillas, masajeando sus dedos mientras consideraba la solicitud de Lenaya, Caroline lo miró en asombro. ─ Acepto tu decisión ─ ¿Qué? ─. Preguntó Lenaya frunciendo ligeramente el ceño con asombro. ─ Aceptaré tu decisión de dejar de ser tu embajador si es por el porvenir de Caroline, me conoces demasiado bien, (carraspeo), hasta no me importaría en trabajar de lo que hacía antes, tu sabes─. con los ojos abiertos como platos, Caroline le implora en no hacer tal cosa, abandonar su cargo para protegerla, pero la expresión de José se mantuvo firme, sosteniendo la mirada de Le
Darién miró al horizonte, en dirección donde se había ido Renata cuando se la quitaron de sus brazos, suspiró y siguió andando, no supo cuánto tiempo caminaron, siempre en silencio, con la lluvia sobre sus cabezas, se detuvo nuevamente y sin mirar a Youlin… ─ Dame el celular ─ ¿Qué? ─ Lo que oíste, come libros, dame el celular ─. Se había tardado tanto, siempre sería la come libros, jamás Youlin, se sintió tan bien escuchar su nombre en su boca. Farfullando resignada se lo entrega, repara intrigada viendo al Nefilim marcar un número. ─ ¿Qué piensas hacer? ─ Una llamada ─. Que novedad, la arqueóloga rodó la mirada, en realidad hizo su llamada, pero lo mejor del caso, no llamó a la reina, llamó a su hermana, quiso ocultar su derrota con su típica arrogancia, pensó Youlin, sin embargo, el tiempo que siempre compartió con él, le hizo entender que cada sonrisa y cada palabra dejaba un mensaje oculto, no para los demás, sino para todo aquel que prestara bien atención, tenía un pla
Una mujer se bañaba en su piscina, el atardecer se mostraba ligeramente estrellado, un paisaje de ensueños, con una nube más que otra, dando un matiz de paz, la enorme mansión estilo griego destacaba la enorme fortuna que amasaba, las luces del fondo de aquella piscina demostraban la artística silueta de aquella mujer nadando bajo el agua, nada de ruido, eso le gustaba, solo la música de la naturaleza y el viento haciendo susurrar los árboles de su enorme jardín, nadie alrededor para quebrantar su paz. Sale de la piscina, su sedoso cabello blanco pegado, ajustándose como vestido a su espalda, toma una toalla colocándola en el suelo, se sienta en la orilla para tomar una copa de vino, su hermoso cabello blanco brilló con las luces del jardín, miró las estrellas con nostalgia, cuántas vidas y él… él no la miraba como ella lo miraba a él, él era una de esas estrellas para ella, inalcanzable, ella lo amaba, pero… ─ Elenya ─. Canturreó una voz, la mujer se tensa, él nunca la habí
Una noche, ella suplicó desde lo más recóndito de su mente que no lo hiciera, pero aun así lo hizo, su cuerpo acepto la invitación, tuvo sexo con ambas al mismo tiempo, su cuerpo se dejó llevar mientras Rosa gritaba con todas sus fuerzas por dentro, insultando de miles de maneras, pero jamás le juraría lealtad para liberarse, primero muerta, no podía soportar que semejante ser tan asqueroso le hiciera eso, obligarlas a tener sexo con él y su hermana, los tres en una misma cama, pudo ver en el reflejo de los ojos de aquel demonio su expresión, el reflejo de ella misma sintiendo placer por como su hermana la manoseaba y la besaba y ella se dejaba, una noche se repitió y ella sintió tanto odio que clavó sus uñas en el pecho del demonio, Tristán o mejor dicho Arthax la devoró con la mirada con alta lujuria y una sonrisa traviesa. ─ No sabía que te gustaba rudo ─. Ronroneó el demonio, obligándolas a cortarse y compartir la sangre entre hermanas mientras sucumbían ante la lujuria
La lluvia no se hizo esperar, la noche tampoco, la lluvia caía a raudales, con relámpagos y truenos, al Nefilim no le importaba, solo el nombre de Arthax en su lista era lo único que tenía fijo en la mente, caminando por las calles, en una vitrina vio el reflejo de Aracne. ─ ¿Algo que decir? ─ El edificio está bien custodiado ─ No será problema ─ No lo entiendes, apenas hagas algo él se irá con ellas. ─ Aracne niega con la cabeza. ─ Has cambiado tus métodos ─ Solo quiero… (suspiro profundo), no importa ─. Aracne había respirado profundamente preparándose a escuchar el nombre que tanto la lastimaría, sin embargo nunca llegó. ─ ¿Qué sugieres? ─ Yo te despejo el camino y tu entras ─ No, es muy arriesgado ─ Es la única forma…─ No ─ Por favor… ─ ¡He dicho que no! ─. Aracne agachó la mirada y desapareció, Darién se quedó muy pensativo por un par de minutos, tal vez fue muy brusco con ella, el solo pensamiento le sacó una sonrisa, fue brusco con ella, que ironía, pero si, tal v
Allí estaba Rosa acostada en el sofá, fingiendo dormir, cuando en realidad seguía luchando contra ese maldito control infernal sobre su cuerpo, Arthax y Renata dormían abrazados en la cama, lo supo cuando movió su cabeza levemente, luchando por su libertad, luchando por no vomitar sobre el sofá, verlos juntos le revolvía el estómago, y cada vez que luchaba, la sortija se calentaba, odia, ama, sufre, enloquece, odia, ama, sufre, enloquece, esas eran las palabras que se repetía una y otra vez para luchar contra aquella maldición. Unos ojos rojos iluminaron la cornisa del balcón en la oscuridad, Rosa miró con horror aquellos ojos, entornó la mirada y lo vio, azul-plata, vio a Darién, un relámpago partió el cielo, y cuando su luz iluminó aquel rostro, su espada en mano goteaba sangre mezclada con la lluvia, y en la otra una cabeza gritando de mudo horror, pero lo que más le aterró fue ver que el Nefilim, sus rasgos, no eran nada humanos, mostrando sus dientes apretados, sus colmillos
Adara preparaba a Steffany para su gran día, para Steffany, encontrarse con Melisandre para su evaluación le mantenía los nervios bullendo en su estómago, no eran maripositas, era terror puro, la mujer la ponía de los nervios, tratando de consolar sus ideas y su desbocado corazón contempló a su amiga Adara, ella también iba ser evaluada, si consideraba a Steffany apta, su siguiente paso sería enseñarle a Elaine a ser más humana, ayudarla a recuperar sus emociones era su tarea más difícil, aunque Steffany no había logrado dominar la danza de la armonía iba por buen camino o por lo menos así lo pensó, Adara le explicó que así lo llamó Lenaya el día que le enseñó aquel baile, Elaine le explicó que su nivel como aprendiz estaba en buenos estándares, aun faltaban cuatro días y algo parecía estar mal. Un día-noche, Adara llegó a su casa y le sorprendió ver a su mejor amiga renuente en querer salir de su habitación a recibirla, su madre, Grace, no hallaba como hacer para que salie
Aracne se levanta, camina hacia la puerta, se detuvo un par de segundos. ─ Estarás segura aquí, mientras llega Darién puedes ponerte cómoda, si necesitas algo házmelo saber, (segundos pensativa), por cierto, tenemos que hablar ─. Aracne sale de la habitación, Rosa suspira de alivio, la presencia de Aracne la ponía de los nervios, cuantas preguntas tenía en su cabeza, todas arremolinándose, por fin luchando para salir, sobre todo el querer saber cómo diantres Darién terminó trabajando para Arthax, averiguar cómo sacar a su hermana de todo éste atolladero. Renata despierta descubriéndose en una pradera, un hermoso campo verde extendiéndose hasta perderse en el horizonte, un verde tan suave como el cielo mismo en plena luz del día, pero era de noche, la brisa fría de la noche hondeaba con la humedad de una próxima lluvia su cabello casi seco, cuya misma brisa le hizo estremecer dándose cuenta con la ropa tan ligera y húmeda que cargaba, volutas de aliento salían de su pesada re