Allí estaba Rosa acostada en el sofá, fingiendo dormir, cuando en realidad seguía luchando contra ese maldito control infernal sobre su cuerpo, Arthax y Renata dormían abrazados en la cama, lo supo cuando movió su cabeza levemente, luchando por su libertad, luchando por no vomitar sobre el sofá, verlos juntos le revolvía el estómago, y cada vez que luchaba, la sortija se calentaba, odia, ama, sufre, enloquece, odia, ama, sufre, enloquece, esas eran las palabras que se repetía una y otra vez para luchar contra aquella maldición. Unos ojos rojos iluminaron la cornisa del balcón en la oscuridad, Rosa miró con horror aquellos ojos, entornó la mirada y lo vio, azul-plata, vio a Darién, un relámpago partió el cielo, y cuando su luz iluminó aquel rostro, su espada en mano goteaba sangre mezclada con la lluvia, y en la otra una cabeza gritando de mudo horror, pero lo que más le aterró fue ver que el Nefilim, sus rasgos, no eran nada humanos, mostrando sus dientes apretados, sus colmillos
Adara preparaba a Steffany para su gran día, para Steffany, encontrarse con Melisandre para su evaluación le mantenía los nervios bullendo en su estómago, no eran maripositas, era terror puro, la mujer la ponía de los nervios, tratando de consolar sus ideas y su desbocado corazón contempló a su amiga Adara, ella también iba ser evaluada, si consideraba a Steffany apta, su siguiente paso sería enseñarle a Elaine a ser más humana, ayudarla a recuperar sus emociones era su tarea más difícil, aunque Steffany no había logrado dominar la danza de la armonía iba por buen camino o por lo menos así lo pensó, Adara le explicó que así lo llamó Lenaya el día que le enseñó aquel baile, Elaine le explicó que su nivel como aprendiz estaba en buenos estándares, aun faltaban cuatro días y algo parecía estar mal. Un día-noche, Adara llegó a su casa y le sorprendió ver a su mejor amiga renuente en querer salir de su habitación a recibirla, su madre, Grace, no hallaba como hacer para que salie
Aracne se levanta, camina hacia la puerta, se detuvo un par de segundos. ─ Estarás segura aquí, mientras llega Darién puedes ponerte cómoda, si necesitas algo házmelo saber, (segundos pensativa), por cierto, tenemos que hablar ─. Aracne sale de la habitación, Rosa suspira de alivio, la presencia de Aracne la ponía de los nervios, cuantas preguntas tenía en su cabeza, todas arremolinándose, por fin luchando para salir, sobre todo el querer saber cómo diantres Darién terminó trabajando para Arthax, averiguar cómo sacar a su hermana de todo éste atolladero. Renata despierta descubriéndose en una pradera, un hermoso campo verde extendiéndose hasta perderse en el horizonte, un verde tan suave como el cielo mismo en plena luz del día, pero era de noche, la brisa fría de la noche hondeaba con la humedad de una próxima lluvia su cabello casi seco, cuya misma brisa le hizo estremecer dándose cuenta con la ropa tan ligera y húmeda que cargaba, volutas de aliento salían de su pesada re
Un par de guardias mantenían un pie cerca de ambas, sin embargo, Lenaya ya había tomado sus precauciones, le obsequió a Mónica unos brazaletes de oro con inscripciones de anulación, desde luego a Mónica, sin reconocer nada de aquel significado o lo que eran, le parecieron una belleza, sobre todo el ornamentado, y las aceptó de buena gana con una gran sonrisa, los guardias ponían a Mónica de los nervios, por tal razón siempre se mantuvieron en silencio, quería hablar, quería preguntar, pero…. ─ ¿Algo te inquieta? ─ Hm… bueno…─ Pregunta ─. Mónica echó un vistazo a los guardias, Lenaya ríe a cambio. ─ NNo te preocupes por ellos, solo nos están escoltando ─ Ellos son… ─ Mi guardia personal ─ ¿Tu guardia? ─ Si ─ ¿Eres esposa de un gran señor? ─. Lenaya caviló un segundo antes de responder. ─ Algo así ─ No te entiendo ─. Dijo con una mueca. ─ ¿Quieres ver mi casa? ─. El rostro de Mónica se ilumina. Salieron a la superficie, Mónica queda maravillada por una vasta extensión de tierr
─ ¿Qué recuerdas de Paola? ─. Preguntó. ─ No mucho, creo que… creo que se parecía mucho a ti, (entorna los ojos), hasta juraría que son gemelas, solo que tus ojos son… amarillos, ¿Por qué? ─ Son mis ojos naturales ─ Hm… y ya que… ─. Mónica carraspea para proseguir. ─ Ya que estamos en confianza ─. Mónica comienza a jugar con su pie sobre la verde grama. ─ ¿Te molestaría si te digo Lena? ─ Hm, no, para nada ─ ¡Genial! ─. Mónica aplaude emocionada, no lo podía creer, era amiga de una poderosa monarca, no era cualquier reina, y no era como los de Italia, aquellos eran unos estirados que siempre miraban a todos de soslayo o como si fueran simples apestados, ella amaba a su pueblo y era tan, tan sencilla, tan humilde que no parecía ser de la realeza. Por otra parte, ella esperaba algo, Mónica quería preguntarle algo. ─ ¿Eres pariente de Paola? ─. No era la pregunta, pero se asemejaba a lo que quería realmente, Lenaya enarca una delineada ceja. ─ No, no somos parientes, ¿Por
Elaine contemplaba como las muchachas celebraban, algo le causaba curiosidad, por un momento ella sintió un tirón, un impulso de compartir, pero se quedó donde estaba, el puesto de Eterna de Adara estaba cerca, y su titulo estaría aun más si lograba el objetivo con Elaine, después de eso, se sincronizarían con el resto para compartir el resto del conocimiento. ─ Esto hay que celebrarlo ─. Anunció Grace abrazando a las tres. ─ ¿Quién quiere comerse una gran y deliciosa pizza? ─. ¿Pizza?, se preguntó Elaine, ella sabía que era, en que consistía y todo lo demás, pero nunca la había probado, en sus doscientos años nunca la había probado, lo mismo que en sus largos años, muchas cosas no las había vivido porque no le conseguía sentido, todas levantan sus manos con energía, pero Elaine solo apenas levantó la de ella, como un saludo simple y apático. La mañana se mostraba encapotada en aquel páramo, el frío viento le hizo despertar tiritando, Renata se estruja un poco los ojos, miró
Youlin contemplaba la espada de Rosa pasando un dedo por la hoja negra, Cerbero la contempla con curioso interés, todos ocultos de camino a Perú en un desvencijado barco pesquero, el suave y inconstante balancear, los crujientes y rechinantes rincones resaltaban que estaban pasando por mares bravíos, por suerte no habían poseídos, ni nadie con posibles auras extrañas, ya que los mismos marineros aclararon que se sentían más seguros en el barco. El demonio se sienta a su lado. ─ Bonita espada ─. Youlin se tensa, pensó lo incómodo de tener a un pervertido a su lado, aun así contestó. ─ No es mía ─ ¿A quién se la robaste? ─ A nadie ─. ─ ¿Todos piensan en aprovecharse de los muertos? ─. Pensó sintiendo cierta molestia, el demonio se quedó en silencio contemplando la espada con Youlin, mientras que Caroline y Darlen discutían planes en el momento en que pisaran tierra, la arqueóloga se mantuvo en silencio, no quería hablar con nadie, el calor asfixiante tampoco le daba ánimo
Renata contempló toda aquella gran altura, solo una pregunta se formó en su mente. ─ ¿Me llevaras con Tristán? ─ No ─ Te curé, me lo debes ─ No ─. Repitió el Nefilim rotundamente. ─ ¿Por qué nadie quiere hacer lo que ordeno? ─ No lo sé, ni me interesa, vamos, busquemos algo de comer ─. Ella se levantó y lo siguió, por lo menos estaba de acuerdo en eso, pero cuando reparó en su camisola, no quiso dar un paso más, el Nefilim se detiene y se gira. ─ ¿Qué pasa? ─ No tengo ropa ─. Dijo en voz baja, ¿timidez?, ¿vergüenza al estar frente a él?, por favor, si ellos ya habían tenido sexo, se habían visto desnudos. El Nefilim rueda la mirada dejándola en blanco, consideró algunos pros y contras y una sonrisa traviesa se formó en su rostro. ─ Si caminamos nos tardaremos más ─ ¿Qué propones? ─ Que volemos ─. Renata se encoge de hombros. ─ ¿Con que avión? ─ ¿Se te olvida que tengo alas? ─. Sus alas volvieron aparecer como volutas de nubes negras, y con pasos solemnes, él se acercó a ella