Capítulo 8
Sonia permanecía sentada en el asiento del copiloto. Aunque creía haberse vuelto lo suficientemente insensible, sintió una punzada de dolor en el corazón, como si algo la estuviera mordiendo por dentro.

De repente, recordó algo que había sucedido mucho tiempo atrás, poco después de su regreso a los Fuentes. Lo recordaba con claridad: estaba lloviendo aquel día cuando su madre fue a recogerlas a ella y a Ana de la escuela. Durante el trayecto, sufrieron un accidente. Aunque no fue grave, el conductor, al intentar esquivar un vehículo, se estrelló contra una jardinera. En ese momento, Sonia se golpeó la cabeza contra el cristal y quedó semiconsciente, pero incluso en ese estado, vio claramente cómo su madre la ignoró para abrazar a Ana entre lágrimas. Fue entonces cuando comprendió que si la habían buscado era únicamente por la sangre que corría por sus venas, pero Ana era realmente la hija que adoraban. Después de entender esto, Sonia se forzó a olvidar el incidente, pues cada vez que lo recordaba solo le causaba más dolor. Pero ahora volvía a su memoria, solo que esta vez quien abrazaba a Ana no era su madre, sino su esposo.

Después de un tiempo, Sonia finalmente bajó del auto. En ese preciso momento, un trueno retumbó en el cielo y la lluvia comenzó a caer torrencialmente. A pesar de que apresuró el paso, la distancia entre donde Andrés había estacionado y la entrada era considerable, por lo que terminó empapada.

Las luces del piso superior estaban encendidas: una en la habitación de Ana y otra en el estudio de Andrés. Evidentemente, ni siquiera había notado que ella aún no entraba a la casa. Después de quedarse un momento parada confirmando este hecho, Sonia comenzó a subir las escaleras con pasos pesados.

De repente, su teléfono se iluminó con una llamada de un número desconocido. Mientras miraba los dígitos parpadeantes en la pantalla, dudando si contestar, la llamada se cortó. Por alguna razón, cuando la pantalla se oscureció, Sonia sintió un extraño alivio. Sin embargo, casi inmediatamente, volvieron a llamar. Esta vez, conociendo quién era, no dudó en contestar.

—Soni —hacía mucho tiempo que no escuchaba ese apodo, tanto que se quedó momentáneamente desconcertada.

—Soy yo —dijo él—. Santiago.

—Sí —respondió Sonia suavemente—. ¿Has... vuelto al país?

—No —rio él—. Pero pronto. Tengo boleto para pasado mañana. ¿Tienes tiempo? ¿Podrías ir a recogerme?

Sonia guardó silencio.

—¿No es conveniente? —Santiago notó inmediatamente su incomodidad—. No te preocupes, puedo arreglármelas solo. Es solo que... después de tanto tiempo, ahora que por fin decidí volver, esperaba que fueras la primera persona en verme.

—Estoy casada —soltó Sonia de repente.

—Lo sé —respondió Santiago sin sorpresa—. Con el de los Campos, ¿verdad? CUMBRE es una empresa tan importante que incluso en el extranjero me enteré cuando su director general se casó.

Sonia volvió a quedarse callada.

Después de un momento de silencio, Santiago preguntó: —Soni, ¿eres feliz ahora?

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