Capítulo 6
Andrés llegó justo antes de la cena. Al ver a su nieto, Magdalena se iluminó de alegría, sosteniendo la mano de Andrés mientras le preguntaba por su bienestar con cariño.

—Mira nada más, has adelgazado —comentó Magdalena con descontento—. ¿Qué clase de vida llevas que estás más delgado que antes de casarte? ¿Así es como tu esposa te cuida?

El comentario iba claramente dirigido a Sonia.

Antes de que Sonia pudiera responder, Ana intervino: —Abuela, no malinterprete a Sonia, ella está muy ocupada. Me han dicho que va a publicar otro cómic. ¿No ha notado que ella también ha adelgazado mucho? Ayer me dio tanta pena verla así.

Aunque parecía que Ana defendía a Sonia, había algo inquietante en sus palabras.

Por supuesto, solo Sonia captó la malicia oculta en ellas.

Después de escuchar a Ana, Magdalena se mostró aún más disgustada: —¿Qué cómics? Otra vez con esas cosas sin valor, tú...

Magdalena estaba a punto de sermonear cuando Andrés la interrumpió: —¿Podemos cenar ya?

—Andrés, tú...

Fabiola intervino oportunamente: —Madre, Andrés ya es adulto, puede cuidarse solo.

Ante estas palabras, Magdalena tuvo que contenerse.

Luego, volteó hacia Ana: —Nuestra Ana sí que es buena, tan considerada y atenta. Si no hubiera sido por...

Percatándose de algo impropio, Magdalena dejó la frase sin terminar.

Fabiola aprovechó para cambiar el tema: —Sonia, ¿tus padres aún no han regresado?

—No.

—No es conveniente que Ana se quede en tu casa por mucho tiempo. Creo que debería quedarse aquí durante este período. Además, ¿no dijiste que querías pasar más tiempo con la abuela?

Ante estas palabras de Fabiola, Ana palideció: —Yo...

Pero Fabiola no le dio oportunidad de negarse: —Además, he encontrado algunos jóvenes prometedores. Podrías conocerlos durante tu estancia.

—No hay prisa —cuando Ana estaba al borde de las lágrimas sin poder hablar, Magdalena intervino repentinamente—. Ana todavía es joven, y sus padres ni siquiera están preocupados por esto.

—No sabe usted, pero su madre me pidió que le buscara pretendientes. Justamente estos días conocí a...

—¡No quiero! —exclamó Ana de repente. Su voz aguda sorprendió a todos los presentes. Ana se dio cuenta de su exabrupto.

Mordiéndose el labio, continuó: —Yo... ¡no quiero pensar en eso ahora!

Fabiola guardó silencio, observándola con ojos entrecerrados.

Ana, incapaz de sostenerle la mirada, se volvió hacia Andrés: —Andrés, yo... no quiero hablar de matrimonio ahora, ayúdame...

"Ayúdame..."

Sonia, al escuchar esta súplica, sintió ganas de reír. Pero antes de que pudiera esbozar una sonrisa, escuchó la respuesta de Andrés: —Si Ana no está de acuerdo, dejémoslo así. Madre, este asunto... hablémoslo después.

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