Capítulo 2

CAPÍTULO 2

28 DE AGOSTO – 10:00 am

Han pasado varios días desde que las primeras ausencias en el auditorio de clases se hicieron notorias y ahora cada vez son menos los alumnos que asisten a clase. Ya no es algo aislado, no es algo que solo les suceda a unos cuantos de mi generación de clases, sino que es algo que sucede en toda la escuela, en todos los años. Desde los de recién ingreso hasta los que están a punto de graduarse, en todas las generaciones el ausentismo ha aumentado debido a la extraña enfermedad que ha afectado a todos y no solo a los alumnos de la escuela sino también a la ciudad. Incluso el día de hoy, la sociedad de alumnos de la institución ha interrumpido mi clase para pedirnos que nos cuidemos, que como futuros médicos tenemos que poner el ejemplo y utilizar las barreras de protección personal recomendadas por la OMS. Aunque aún no hay ninguna alerta oficial epidemiológica por parte de la Secretaría de Salud del Estado, ya querían que comenzáramos a adoptar estas medidas para prevenir nuevos casos en lo que se investigaba qué era lo que realmente sucedía pues hasta la fecha, aún no tenían ni idea con lo que lidiaban.

     Durante la tarde invito a Ricky a mi casa. Tengo un proyecto qué terminar para la escuela y él también tiene trabajos qué hacer para la suya, es común que nos juntemos a hacer tareas, y cuando terminamos o avanzamos lo suficiente siempre nos ponemos a jugar videojuegos. Normalmente no soy de estudiar junto a otras personas; prefiero hacerlo solo pues me distraigo fácilmente, pero con mi mejor amigo me era muy sencillo hacerlo, ya que al no estar en la misma carrera y no tener idea de qué trata lo que él hace y él, al no tener idea lo que yo hago, evita que hablemos demasiado mientras terminamos nuestros trabajos. Además, Ricky no es el más dedicado para hacer sus tareas, por lo que el estar conmigo le sirve pues tiendo a presionarlo para que haga las cosas.

     —Te veo en diez minutos —me responde, contestando mi invitación.

     La tarde llega pronto y con ella Ricky a mi casa y, después de saludarnos y ponernos al tanto de nuestra semana, nos quedamos en mi sala haciendo los trabajos. Pasamos toda la tarde terminando nuestros pendientes y, cuando finalmente terminamos, decidimos jugar en el Xbox.

La noche nos toma por sorpresa y fue hasta entonces que me di cuenta de algo, a pesar de que en todo momento estuvimos ocupados, ya sea con la escuela o intentando ganar una partida de rey de colina en nuestro shooter favorito, el tema de conversación siempre terminaba siendo el mismo. ''Imagínate que sea una epidemia''. A los dos nos preocupa la situación; en la escuela de él también están comenzando a faltar personas por la extraña enfermedad. Ninguno de los dos queremos enfermarnos, obviamente, pero como aún no hemos sido afectados directamente por la situación, ya que, hasta dónde ambos sabíamos, ninguno de nuestros familiares o alguna persona cercana estaba enfermo, no asimilábamos del todo lo que sucedía.

Ya es algo tarde, nos sucede siempre que jugamos videojuegos juntos. Escuchamos el grito de mi madre desde la cocina indicando que la cena estaba lista, invito a Ricky a cenar con nosotros, lo hace muy seguido así que siempre tenemos un lugar, y comida, para él, pero por esta ocasión dice que no puede quedarse, tiene otros planes. No tiene que decir nada, conozco su forma de hablar lo suficiente para saber que va a casa de alguna de sus ligues. Ricky es muy mujeriego, sabe tratar a las mujeres, pero, en el momento en el que las cosas se van a poner serias, siempre huye, se despide de mí y yo me quedo estudiando.

     Ya casi es media noche, es hora de ir a dormir. Apago mi laptop y guardo todos mis apuntes. Tengo que hacerlo para evitar la eterna pelea con mis padres acerca que siempre dejo todo lo que uso en la mesa, les molesta mucho ya que en las mañanas casi todos se levantan más temprano que yo para irse a sus respectivos trabajos y tienen que quitarlo todo para poderse sentar a desayunar. Una vez que tengo todo guardado subo a mi cuarto y me cambio a mi pijama que no es más que un short deportivo con una camisa de tirantes, es cómo me gusta dormir en las cálidas noches del verano de Sunsfield.

Mientras me estoy cambiando, mi celular comienza a sonar como loco. Alguien me está enviando mensajes muchos y muy rápidos. Sé que no es ninguno de mis grupos de la escuela, que son demasiados, pues los tengo silenciados prácticamente a todos. Termino de ponerme la camisa y tomo el celular que descansa sobre mi cama, enciendo la pantalla, es Ricky. Entro a su chat y leo los mensajes, conforme los voy leyendo mi corazón comienza a acelerarse un poco y una pequeña presión aparece sobre mi pecho, En los mensajes dice que su hermano no ha llegado a su casa, que desde hace horas les había avisado a sus padres que ya iba en camino, pues había salido con sus amigos a comer, pero que desde ya hace un tiempo dejó de responder los mensajes. De hecho, ni siquiera le entraban y su celular ya no les daba tono, como si lo hubieran apagado. Intento tranquilizarlo, le digo que lo más probable es que se le acabó la pila, se le perdió el celular o en el peor de los casos quizá lo asaltaron. Que no era muy buena respuesta, pero teníamos que ser algo realistas. Quería marcarle a Ricardo para hablar mejor con él y asegurarme que no se sintiera estresado, pero no quería que notara que hasta yo sabía, por algún motivo, que el que asaltaran a su hermano no era la peor situación que podría suceder.

29 DE AGOSTO – 6:30 PM

Mi madre y yo estamos corriendo en la pista olímpica del parque. Mi ritmo es algo lento para poder emparejarme con el de ella. Me pregunta que si en la escuela no han mencionado algo acerca de la enfermedad que ha aparecido últimamente y que ha estado llenando los hospitales, a lo que le respondo que no, que solo nos han dicho que nos laváramos las manos bien, que si nos sentíamos mal que fuéramos a consultar inmediatamente, entre otras cosas. Mi mamá se queda callada por un momento. Noto que algo la inquieta.

     —¿Por qué? — Me aventuro a preguntarle.

     Toma aire y comienza a contarme; al parecer una de sus amigas tenía enfermo a uno de sus hijos. Le pido que me describa los síntomas y, como no se acuerda, saca de su short el celular y me enseña la conversación con la señora. Los síntomas son los mismos: nauseas, vómito, palidez, etc., todo después de que se ''peleara'' con alguien en la calle. No especifica cómo fue la pelea, solo que regresó con una herida en su brazo y que horas después comenzó a inflamársele y a ponerse morado el sitio de la herida y que a partir de ahí la salud de su hijo se había ido deteriorando.

     —Definitivamente esto va a ser una epidemia —pensé de nuevo, pero algo dentro de mí me decía que esto solo estaba comenzando.

30 de AGOSTO – 6:00 AM

     Esta mañana fue particularmente difícil levantarme, sobre todo porque pasé gran parte de la noche en la aplicación de Tiktok, una aplicación que permite crear y compartir videos cortos de gente haciendo música, comedia, bailes o cualquier cosa que se les pueda ocurrir. Incluso me he topado con cosas realmente útiles como consejos para usar programas cómo Excel, es increíble cómo han evolucionado las redes sociales.

Si no fuera porque mi papá tenía que levantarse temprano para ir a una junta con unos clientes de su trabajo, yo creo que me hubiera levantado hasta medio día. Como sucede cuando estoy de vacaciones.

     Como pude salí de la cama, me bañé y arreglé. Acomodé mis libros y bajé a la cocina para almorzar algo antes de irme a la escuela. Mi papá tenía sintonizada las noticias locales; él no puede iniciar su día sin noticias.

     Cuando se supone que debía salir el pronóstico del tiempo, pasan una sección diferente, es un comunicado especial: la Secretaría de Salud del Estado había, finalmente, declarado estado de emergencia sanitaria debido a una epidemia que había aparecido espontáneamente en la ciudad. Asimismo, mencionaron que se habían estado estudiando los casos y que hasta el momento lo que habían descubierto es que no era algo bacteriano y que todo apuntaba a que era algo viral. Prometen más información en la tarde, pues aún están estudiando sus métodos de transmisión y si algún tratamiento antiviral disponible en el mercado puede atacar a la enfermedad de manera efectiva.

     “Las clases en todos los niveles han sido canceladas por su seguridad” es una de las últimas cosas que dicen en el noticiero. Es algo que, aunque debería alegrarme, no lo hace. Todo lo contrario, hace que me preocupe aún más, pues significa que el riesgo es alto. La última vez que se han cancelado clases fue por la epidemia de la influenza AH1N1 hace casi once años.

     Terminando el comunicado de la Secretaría de Salud, el noticiero dio finalmente las recomendaciones generales durante una epidemia: lavarse las manos, usar cubre bocas, no salir si no es necesario, evitar lugares concurridos, etc.

     —Vaya. —Es lo único que dice mi papá, dándole un sorbo a su taza de café.

     —Cuídate mucho por favor, compra cubre bocas cuando vayas camino a tu trabajo. —Le ruego, sin despegar mis ojos del televisor, ya que, aunque las clases fueran canceladas, los adultos aún tenían que ir a laborar.

     —Sí, hijo. No te preocupes. – Me dice con una ligera sonrisa despreocupada.

Le doy un abrazo antes de que se vaya a trabajar, no lo hago seguido, no tengo ese tipo de cercanía con él, pero la situación lo ameritaba. Mi padre sale de la casa y veo como entra a su auto, lo enciende y emprende su viaje rutinario a la oficina. Cierro la puerta de la casa y subo a mi habitación, son las 7:00 de la mañana, es muy temprano, intento dormir, pero en lugar de eso me quedo navegando en mis redes sociales. Todas las páginas oficiales de las universidades, preparatorias y de la Secretaría de Educación Regional ya han publicado sus anuncios que por seguridad nuestra las clases se suspenderían hasta nuevo aviso.

No es hasta este momento en el que las personas comienzan a darle la importancia que amerita esta situación. En los últimos días solo bromeábamos sobre que fuera una epidemia o hacíamos teorías conspirativas, pues nos tranquilizaba el hecho de que las autoridades no dijeran nada. Nos daba una cierta sensación de que tenían las cosas bajo control, no obstante, ahora que lo hicieron, los comentarios tanto en Facebook como en Twitter de compañeros míos y de ciudadanos en general son de preocupación, aunque claro, no podían faltar aquellos que se alegraban por el hecho de no tener que ir a la escuela.

Después de la comida pude reconciliar el sueño, pero tan solo fue por unas cuantas horas. Mi celular me despierta, alguien me está llamando. Es Ricardo, no había hablado con él desde que me contó que su hermano no había regresado a su casa. Le contesto e inmediatamente le pregunto cómo está, pero se tarda en responder. Ya puedo presentir la razón de su llamada. Ricardo no es un tipo que particularmente le guste demostrar sus sentimientos y, aunque durante la llamada intenta contenerlos, puedo escuchar su preocupación detrás de sus respuestas. Me dice que su hermano sigue sin aparecer, que ya hicieron la denuncia a las autoridades, pero que no ha habido noticias hasta ahora. No sé qué decirle más que se mantenga fuerte tanto por él como por su familia, especialmente su mamá. Si bien él es una persona fría, su madre era todo lo contrario y estaba seguro que ella debía de estar pasando por un muy mal momento. Sus hijos lo son todo para ella.

—Solo quería platicar con alguien un momento —me dice antes de colgar la llamada.

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