Capítulo 5

4 DE SEPTIEMBRE – 7:45 AM

Estoy corriendo. ¿De qué? No lo sé. Pero sé que debo correr y rápido, sé que están detrás de mí y que si me detengo me van a atrapar, pero... ¿quiénes?

A mis alrededores puedo ver unas puertas, las veía casi a diario así que puedo reconocerlas de inmediato, son las puertas de las aulas de mi escuela. Dentro, todo está oscuro, los focos de todas las aulas están apagados y solo los que iluminan el pasillo frente a mí quedan encendidos. Aunque no puedo ver a nadie dentro de los salones al pasar corriendo a un lado de ellos, sé que hay gente dentro, observándome, pero además presiento un gran peligro por todas partes.

Con cada segundo que corro, siento mis pulmones cada vez más pesados. Me es más difícil el respirar, supongo que el ejercicio diario no me sirvió de mucho ¿eh? pero algo me mantiene motivado; puedo ver la puerta de salida frente a mí, a unos cuantos metros, lograré escapar.

Justo antes de llegar, cuando solo me faltan unos cuantos pasos, tropiezo con algo y caigo al suelo. A pesar de que aterricé con el rostro no siento dolor alguno, raro, pero no le tomo importancia. Con esfuerzo logro levantar parte de mi cuerpo del suelo, pero no puedo moverme mucho, el cansancio me ha vencido.

Siento el sudor frío recorriendo mi frente, pasar a mis mejillas y finalmente veo las gotas caer al suelo, un suelo igual de frío, sucio, con manchas de tierra y ¿de sangre?

Recuerdo que estoy siendo perseguido y me giro para poder ver quiénes son, pero, no veo a nadie, me tranquilizo, pero ese alivio solo dura un segundo, a la distancia unas extrañas figuras comienzan a aparecer, unas siluetas oscuras que van a paso lento pero decidido hacia mí. Conforme avanzan los focos se van apagando, amenazando con dejarme en la oscuridad. Mi respiración y mis latidos son cada vez más agitados, tengo miedo, y este solo aumenta conforme esas figuras se acercan. Intento examinarlas, tienen apariencia humana, pero puedo presentir que hay algo malo con ellos. No puedo ver bien sus rostros, pero sí sus ojos, rojos brillantes como el color de la sangre. En ellos puedo ver una ira incontrolable, con cada paso que dan su deseo de hacerme daño se hace más y más palpable.

No puedo moverme y esas ''cosas'' ya están a tan solo unos centímetros de mí. Los focos que iluminaban el largo pasillo por el cual corría se redujeron a tan solo el que tengo encima de mí. Cuando esas criaturas están justo en frente, se detienen, se quedan quietas observándome, como si estuvieran disfrutando ver a su presa indefensa antes de acabar con ella.

Ojos rojos comienzan a aparecer por todas partes. Aunque pudiera correr, ya estoy rodeado, es inútil.

Esas cosas se acercan más y más hasta que finalmente los tengo justo frente a mí. Bajo la tenue luz del único foco encendido que queda en toda la habitación puedo ver un poco mejor las facciones de sus caras e inmediatamente reconozco a todos, son compañeros míos, son el vecino de Ricky, son incluso su hermano. Tienen la cara desfigurada, pálida, con el rostro lleno de sangre y con una gran cantidad de saliva saliendo de sus bocas que abren para enseñarme sus podridos y gastados dientes.

Me horrorizo al verlos. ¿Por qué están así? ¿Por qué están atacándome?

Siento sus respiraciones en el rostro, calientes y profundas, lo único que me queda por hacer es esperar lo inevitable. Cierro los ojos y, después de un gruñido, siento una gran punzada en todo el cuerpo, me están mordiendo.

Despierto, exaltado, con sudor en la frente y unas cuantas lágrimas en los ojos. Siento un gran alivio al saber que todo fue un sueño. Llevo mis manos a mi rostro, me limpio las lágrimas e intento asimilar el sueño y conectarme de nuevo con la realidad. Que vergüenza, espero Ricardo no me escuchara llorar durante mi pesadilla.

Me asomo por la ventana, el sol está brillando, aunque hay una cantidad considerable de nubes que lo están cubriendo, recuerdo que en el pronóstico decía algo sobre un frente frío que llegaría a la región. Aunque las nubes grises no son todo lo que llaman mi atención, hay mucho ruido afuera, demasiado. Lamentablemente desde esta ventana no puedo ver demasiado. Las paredes de las casas vecinas tapan mucho la vista, pero puedo divisar cómo a lo lejos hay gente corriendo, todas hacia una misma dirección junto con ellas patrullas. ¿Qué está pasando?

Me giro para despertar a Ricardo, quizá él sabe algo. Pero no está. La puerta de su cuarto está abierta, por lo que puedo ver la pequeña sala que hay en su segundo piso, iluminado solo por el sol que entra a través de las ventanas. Al fondo está la habitación de sus padres, igual, con la puerta abierta. ¿Estará ahí?

Me levanto de la cama y salgo de la habitación. Voy hacia el cuarto de sus padres, decidido a buscar a mi mejor amigo, aunque, claro, no voy a entrar como si nada a el cuarto de sus papás, por lo que me quedo a mediación de la sala.

—¿Ricky? ¿Estás ahí? —Nadie responde. Me quedo de pie, preguntándome si sería correcto acercarme un poco más.

     —¿Papá? —lo escucho finalmente decir. Bien, sí está ahí. —¡Papá, no! — Ricky grita y seguido un golpe seco. Fue como si algo muy pesado se hubiera caído dentro del cuarto.

Sin pensar mucho en las consecuencias, por instinto, entro corriendo a la habitación. La cama está echa un desorden, las sábanas están tiradas casi en el suelo y con un rastro de sangre sobre las almohadas. A un costado puedo ver solo los pies de una persona, no puede ser otra más que la señora Irma y frente a mí, forcejeando sobre la alfombra del cuarto, está el papá de mi mejor amigo encima de él, pero hay algo malo con él. ¡Está vuelto loco! Su rostro pálido y su piel grisácea contrastan con las venas moradas que resaltan en su cuerpo, parece decidido a ¿morder a su hijo?

—¡Sam, ayúdame! —grita mi amigo desde el suelo. Corro y sujeto a su padre de los brazos por la espalda y con trabajo logro quitárselo de encima y lanzarlo a un lado, haciendo que se golpee contra la pared de su closet y que caiga al suelo. Ricky se levanta inmediatamente, aunque su padre también se recupera aún decidido a atacarlo. Rápidamente, Ricky me empuja hacia afuera de la habitación y cierra la puerta. Fuertes golpes y gruñidos comienzan a escucharse desde dentro.

—¡Qué carajos fue eso! —le grito horrorizado, mis manos están temblando.

—No lo sé — Me responde, en su rostro veo confusión y a su manera, miedo. —

Pero tenemos que irnos de aquí, llamarle a alguien, no sé, ¡pero ya!

Ricky se va corriendo a su habitación y yo lo sigo de cerca. Al entrar toma ropa de su closet, toma la mía del suelo y me la lanza.

—Cámbiate —me dice.

Le hago caso y me comienzo a desvestir. Ricky es quien lo hace con más prisa, su pijama está cubierta de sangre, le pregunto si se encuentra bien — Esta sangre no es mía, si es lo que te refieres — contesta mientras se quita la playera temblorosamente. Aún así, mientras se pone ropa limpia me permito examinarlo un poco en busca de alguna herida, no tiene ninguna.

Al terminar de ponernos otra ropa, jeans y playeras principalmente, Ricky corre hacia las escaleras y baja al primer piso. Antes de ir tras él, me dirijo hacia el buró que está a un lado de su cama y tomo mi celular. Intento encenderlo, pero no funciona. — Carajo, la pila. — Pienso, enojado. No cargué el celular en toda la noche por lo que ahora no tengo batería y no tengo manera de comunicarme con mi familia. Soy un imbécil.

—¡Samuel! —Escucho a mi amigo desde el primer piso —¡Ven! ¡Tienes que ver esto! —

Maldigo el no tener pila en el celular una vez más y lo guardo en mi pantalón. Bajo las escaleras corriendo y busco a mi amigo. Está viendo por la ventana que da hacia el porche de su casa. Me acerco a él y le pregunto qué es lo que sucede.

—Mira esto —me responde.

Se hace a un lado para darme espacio y así yo poder ver hacia afuera. Al asomarme, me encuentro con la misma imagen que vi desde su recámara, aunque con mejor claridad de los acontecimientos: gente corriendo en una misma dirección, pero ahora puedo también escucharlos. Están gritando, pidiendo ayuda, algunos oficiales de policía ayudan a levantarse a algunas personas que caen al suelo pero a otras…

¡PUM! ¡PUM! Se escuchan disparos.

—¡Qué carajo! —grita Ricardo al tiempo que me estira la playera para que nos agachamos—.

¡PUM! ¡PUM!

Se escuchan más detonaciones y por la intensidad sabemos que están cerca.

—Quédate agachado —me susurra, mientras él levanta la cabeza poco a poco para ver qué es lo que está pasando.

—Están disparándole… ¡a las personas! —dice sorprendido.

—¿¡Cómo que le están disparando a las personas!? —

—¡No lo sé, Sam! —me grita, frustrado—

Nuestra discusión debió de llamar la atención de personas de afuera pues algunas se desvían de la calle y comienzan a acercarse más y más a la puerta de entrada de la casa. Me levanto e intento correr hacía la puerta para ayudarles de lo que sea que suceda afuera, pero Ricky me detiene del brazo.

—No, míralos bien. – Me dice, me detengo y entiendo el por qué no quería que los dejara pasar. La piel de aquellas personas es grisácea, con venas moradas y tortuosas en distintas partes de su cuerpo, estaban infectados.

Cuando llegan a la puerta comienzan a golpearla, fuerte, intentando entrar.

—¿Y ahora qué hacemos? – Pregunto, asustado, viendo hacía la puerta principal y rezando que logre mantener afuera a aquellas personas.

—No lo sé, pero tenemos que irnos de aquí. —

—¿Cómo? Es obvio que no podemos irnos por la puerta de enfrente. – Le digo señalando a las personas justo fuera de la ventana, con su rostro pegado en el vidrio dejando una mancha de color marrón en su paso.

Ricky se queda callado, por como mueve los ojos puedo darme cuenta de que está pensando en algo.

—Ya sé, sígueme. —

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