28. El asecho de la muerte.

Elisa había llegado después del almuerzo al departamento, y había encontrado a un atareado Emanuel en la cocina, tratando de sostener el equilibrio mientras movía algo en el sartén.

—Llegas temprano —le dijo en cuanto la vio.

—Si, solo quería charlar un rato con mamá —le mintió, pero ¿qué otra opción tenía? —¿por qué no ordenarse algo? —él se encogió de hombros.

—Quería hacer el almuerzo, tú siempre has hecho la comida —Elisa miró la mesa de trabajo, el computador estaba cerrado y había papeles tirados por ahí. Prefirió no preguntar, estaba notando que Emanuel cada vez pasaba menos tiempo en el trabajo, tal vez estuviera con los nervios de punta por todo lo que había pasado igual que todos.

—Pues genial, voy a bañarme y vengo a probar tu

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