Mia RedfordÁtico RedfordTocaron a la puerta de la habitación mientras estaba sentada en medio del armario doblando parte de la ropa de mi maleta que me traje de Napa Valley.— ¡Adelante! —anuncié, sabía que era Akira. —Estoy en el…—la figura alta y fornida de Michael apareció bajo el marco de la entrada al armario. — ¡Michael! —él sonrió y yo me levanté a toda prisa y me colgué de su cuello, atrapé su boca y lo devoré en un beso, nos llevó a la cama mientras lo rodeé con mis piernas a su cintura, sus manos en mi trasero, me separé para poder respirar, Michael apenas abrió sus ojos. —Bienvenido a casa. —pude notar aquel brillo en sus ojos oscuros y dilatados.—Ya quería verte—susurró buscando mi cuello para dejar pequeños besos, eso me estremecía por completo. Al separarse me miró. —Me gustaría seguir con esta bienvenida, pero ha llegado alguien de manera inesperada a cenar. —mi corazón latió aun a toda prisa, ahí estaba yo, colgada a él deduciendo quién podría llegar.— ¿Quién? —él
Abigail KingLos Ángeles, California, Estados UnidosMansión de los KingMiré la invitación de la boda de los Redford que llegó esta mañana, acaricié con la yema de mi dedo índice las letras que formaban el nombre de Mia, desde que me había encontrado con ella en los viñedos de los Redford aquella noche, sabía que no estaría totalmente del todo tranquila, necesitaba desechar dudas. — ¿Madre?—escuché la voz de mi hijo y alejé todo pensamiento de mi pasado, miré a Riley que entró emocionado a la habitación que solía usar para refugiarme en soledad.—Dime, cariño. —sonreí cuando se acercó y se sentó a mi lado, se acurrucó a mi costado y cuando tuve la intención de esconder o alejar la invitación de mi regazo, él la tomó. — ¿Qué es esto?—preguntó mirando la invitación. — ¿No todos los Redford estaban casados ya?—Sí, pero falta una boda que se celebrará al otro lado del país...—él me entregó la invitación. — ¿Ahora sí me dejarás ir con ustedes?—preguntó y yo me tensé.—Tú tienes que co
Michael RedfordÁtico RedfordSe había marchado la abuela después de la cena y nos quedamos mirando el elevador por un momento, sin decir nada, solo repasé las palabras que me había dicho antes de marcharse. — ¿Estás bien?—preguntó Mia a mi lado, tomó mi mano y entrelazó sus dedos con los míos, asentí lentamente inclinándome para dejar un beso contra su frente. —Vamos a la terraza—dije para tener un poco de aire y privacidad, quería hablar con Mia de su padre. Lo que pasaría ahora en adelante. Y era algo que me temía, por qué el contrato no sería ya mi ancla, estaría a la deriva con Mia. ¿Y si le propongo no terminar el contrato? Necesitaba asegurarme de no arruinarlo. Abrí las puertas y le cedí el paso, Akira se acercó y me entregó una frazada, le agradecí con la mirada y un movimiento de barbilla. Al salir, Mia ya estaba sentándose en uno de los sillones, estaba haciendo un poco de frío, así que encendí uno de los aparatos que mantendrían el área caliente. Le entregué la frazada y
Mia RedfordÁtico RedfordMi espalda estaba contra el frío vidrio de la puerta que daba a la terraza de la habitación que compartía con él. Mis piernas estaban rodeando la cintura, mis brazos alrededor de su cuello, sus manos en mi trasero desnudo y sus dedos incrustados contra mi piel. Michael devoraba mi boca en un beso posesivo mientras embistió en mi interior como una fiera salvaje. De un movimiento nos llevó a la cama, me cambió de posición y siguió arrancándome jadeos, gemidos y gruñidos de placer. —Dios—jadeé mientras me movió—Ya...ya...—comencé a decir cuando el tercer orgasmo comenzó a arremolinarse en mi vientre bajo. —Espera—dijo embistiendo, pero yo no podía esperar más, mi cuerpo comenzó a convulsionarse al mismo tiempo que escuché el gruñido de Michael a mi espalda, sentí el líquido tibio derramarse contra mi piel. Luego de unos minutos, estaba tirado a mi lado jadeando como si hubiéramos corrido un maratón de miles de kilómetros, no podía pensar, reaccionar, ni nada,
Michael Redford Ático Redford Eran las seis de la mañana cuando empecé a alistarme, había terminado de hacer ejercicio y de inmediato a la ducha, Mia se había quedado dormida esperándome, casi sentada recargada en el respaldo de la cama, la acomodé sin que se diera cuenta. En estos momentos, estaba ajustando los gemelos de una de las muñecas, viendo desde mi lugar frente a la cama, a una hermosa mujer desnuda, cubriendo parte de la almohada su larga cabellera pelirroja, el solo verla, ya estaba duro. “¿Qué es este tipo de reacción que provoca en mí?” Necesitaba concentrarme, encontrar a Nora. Seguir manteniendo a raya a Caroline Salvatore y a su hermano, Erick, uno que aún no encontraban. Deduje que debía de andar de mujeriego en algún lugar de Europa, que es lo único que sabe hacer. —Ya te vas—escuché una voz ronca y adormilada, Mia se sentó sin darse cuenta que la sábana cayó a su regazo, dejando a la vista sus pechos, mi mirada se quedó en ellos, las aureolas rosas, y las protube
Mia RedfordÁtico Redford—¿Va a salir, señora?—preguntó Akira cuando estaba terminando mi desayuno, Michael se había marchado momentos después de la charla de los regalos, me había sentido extraña cuando dijo que seguiría cortejándome, eso quería decir que habría más regalos. —Sí, iré a entregar unos documentos a la universidad y regresaré, ¿Quieres que te ayude con algo en la casa? Soy buena con las actividades del hogar. —ella sonrió. —No, señora. Pero....—hizo una pausa llamando mi atención—...me gustaría que me ayudara a elegir los colores de la nueva habitación que el señor Redford le ha asignado. —arrugué mi ceño. — ¿Nueva habitación? No me dijo nada de una nueva habitación. —estaba confundida, ¿O si lo hizo? —Me acaba de dar indicaciones, quiere que usted elija los colores a su gusto y lo que necesita para la habitación. — ¿Y de qué es la habitación? ¿Es la del bebé o algo así?—bromeé con lo último pero parece ser que para Akira no era algo de cual reírse. Me aclaré la ga
Mia Redford— ¿Señorita Davis?—miré hacia la voz de la mujer que me llamaba por mis cafés. — ¿Davis? ¿No eres Redford?—preguntó Erick extrañado. —La costumbre. —lo esquivé para acercarme al mostrador y tomar los dos cafés, Erick se detuvo a mi lado. —Aquí tiene señor Salvatore su pedido—anunció la mujer, él le sonrió y dejó una propina bastante decente en el frasco. —Gracias, espero volver a verlo pronto. —le dijo sonriéndole, Erick asintió. —Eso espero, gracias, eres muy amable. —las mejillas de la mujer se pusieron rojizas pero no dejó de sonreírle. Estuve a punto de poner los ojos en blanco, pagué y dejé también propina, me volví para marcharme pero él disimuladamente bloqueó mi paso al dar un sorbo a su café. —Oh, lo siento. —estiró las comisuras de sus labios. —Buen día—lo esquivé de nuevo y salí del local, entre más rápido me fuese, mejor. Quité la alarma del auto, me detuve a lado de él para subir, entonces escuché voces y mi nombre, y cuando miré por encima de mi hombro,
Michael Redford Casa Club — ¿Lista?—pregunté a Mia cuando ella veía por la ventanilla, giró su rostro hacia a mí y sonrió, pero no era la sonrisa sincera que me daba, eso me hizo arrugar mi entrecejo, intrigado. — ¿Qué pasa?—pregunté, ella de inmediato negó. —Algo pasa, conozco cada detalle de tu cuerpo, tu forma de hacer gestos, estuviste callada todo el camino, pensé que venir al spa te emocionaba. —ella presionó sus labios. —Lo sé, me emociona, es solo que me quedé con lo que pasó hace rato atrás, Erick dijo algo que no deja de darme vueltas en mi cabeza. —me tensé, Erick era bueno para sembrar dudas, sabía su manera de actuar con las mujeres, entonces entendí sus intenciones: él quería quitarme a Mia. Apreté mi mandíbula con fuerza y sentí la mano de Mia contra mi mano que había formado un puño. —Tranquilo, es más, eso lo hablamos cuando regresemos, bajemos. —No. Dime que es lo que te ha dicho que te tiene pensando. —necesitaba saber pero me sospechaba que podría ser. —Bien