Felipe disfruta de una buen cariño por parte de su secretaria, necesita descargar de alguna manera el estrés que ha tenido en toda la mañana en su empresa, que poco a poco ha ido creciendo y expandiéndose a muchos más países, hace unos meses apareció en las revistas como uno de los nuevos CEO solteros y más codiciados de Boston. Tiene un nuevo proyecto y espera que dentro de año o menos, su empresa automotriz Luxes sea la mejor dentro y fuera del país.
Cierra sus ojos para disfrutar del momento y, enreda su puño en el oscuro cabello de Ana, su secretaria, para marcar el mismo su ritmo, la pobre tiene sus ojos llenos de lágrimas y su mandíbula le duele, pero no se detendrá para ella lo más importante es dejar a su jefe satisfecho, él nunca ha intimado con ella de manera completa, le paga por su trabajo y por ordeñarlo.
—¡Mierda! — gruñe cuando está por soltar todo.
En sus treinta y cuatro años muchas han ido y venido, sin embargo, ninguna ha pisado su cama y no con todas, tiene más de dos veces intimidad. No le gustan las relaciones, y el romance de telenovelas, él está a gusto con su vida, aunque su mejor amigo lo tenga a látigo que es momento que se busque una pareja y formar una familia.
La secretaria se ahoga con la potencia que expulsa su esencia y él ríe al verla disimular que está bien, se levanta y se asea, acomoda su ropa y su secretaria llega a su lado debatiéndose si lo intenta una vez más.
—Jefe, quería saber sí… bueno, usted…
—Ana, habla de una vez, pero antes déjame decirte si es lo mismo de salir por un café o la m****a que sea, que vayas a pedir, es un no. No te confundas con lo que hacemos en mi oficina.
Ana, asiente con el escozor detrás de sus ojos y sale de la oficina. Él da un largo suspiro y revisa su celular que estaba en silencio y tiene varias llamadas de la esposa de Sergio, recoge su saco y devuelve la llamada.
—Camila.
—Felipe, por fin, atiendes. Sergio me pidió que te llamara, Dios, estamos muy ocupados con la reunión de la niña, bueno, yo.
Felipe niega y sube a su coche, su amigo, ni por el cumpleaños de su hija deja de trabajar.
—No es necesario que me lo digas, Camila. ¿Qué necesitas? Voy saliendo de la empresa.
—Puedes buscar en el aeropuerto a mi cuñada, dentro de una hora, por favor,
Felipe, maldice, no le gusta tratar con crías malcriadas y por lo que ha escuchado de sus hermanos, es la más caprichosa.
—Bueno, y, ¿cómo sabré quién es? Nada más recuerdo una foto de una niña rubia en pañales en tu sala de estar.
Camila, ríe. Felipe le está diciéndola verdad, tienes años siendo amigo de su esposo, pero su hermana más ha vivido en los reformatorios de señoritas que con ellos, los años que vivió junto a Sergio, él no estaba en el país, así que, en sí, no tiene ni idea cómo será la tal Samantha.
—La reconocerás apenas la veas. Gracias, eres un sol. Recuerda llegar temprano a la reunión.
Termina la llamada Camila, y Felipe pasa por su departamento para darse una ducha, busca en su closet su traje de color azul marino, se alista y pasa por la juguetería, antes de ir por la hermanita de su mejor amigo, muchas veces, sintió curiosidad de saber más de ella, por la manera que sus amigos la adulaban, según ellos no tiene filtros es directa y muy lanzada, sin embargo, para él, es una niña que le dieron mucha libertad, su crianza en diferente a la de sus amigos, su padre fue ministro y su madre una gran reportera, hoy en día no están a su lado, pero lo educaron a él y su hermano de muy diferentes maneras, las mujeres callan y guardan silencio, respetan al hombre de la casa y esa chica no respeta ni a su hermano mayor. Ni siquiera a su madre, que se fue de viaje justo cuando ella estaba por llegar al país.
Llega al aeropuerto y sus ojos se pierden por completo en la joven que enseña su tanga de encaje de color rosa, su largo cabello castaño, casi rubio, revolotea con la brisa, sus largas y bronceadas piernas brillan bajo los pequeños rayos de sol, queda hipnotizado y algo extraño se forma en su ser, baja de su coche al notar como todos los hombres se detienen para babosear mirándola, en eso cae en cuenta en las palabras de Camila, con sus manos baja su vestido con firmeza y una sonrisa se forman en los rosados labios de ella.
Samantha, queda sin aliento al ver al gran monumento que está frente a ella, de traje azul marino perfectamente hecho a su medida, de unos treinta y algo, corbata, cabello corto de piel canela, su parte baja se tensa y más cuando su perfume inunda sus sentidos, huele a hombre, poder y seducción, sus rasgos son duros y de mandíbula tallada, siente como se moja y, trata de callar un gemido mordiendo su labio inferior, algo que no consiguió hace unas horas con el chico del avión.
—Samantha, ¿cierto? Deje de dar espectáculo, ya todo el jodido aeropuerto, debe saber hasta la talla de su tanga— gruñe y se aleja un poco de ella, sus ojos son de un verde muy brillante que lo dejan unos segundos perdidos en ellos.
“Es una niña muy hermosa”—piensa.
—Mejor porque me hace falta un cambio, las que traigo puestas están empapadas y, me diría, ¿quién es usted, querido señor? que se toma en atrevimiento de reprenderme y de tocarme.
Felipe frunce su ceño y agarra su maleta dándole la espalda, acomoda su saco y calma a su amigo, no puede estar duro con solo escuchar esas palabras tan guarras, es una cría y hermana de su mejor amigo.
—Eso no te interesa, solo basta con que sepas que soy el encargado en llevarte completa a casa de tu hermano—aclaro y dejó la maleta en el maletero y sube al coche, Samantha, trata de subir también en el asiento del copiloto y Felipe, no quita el seguro.
Lo fulmina con la mirada y se cruza de brazos, él trata de reprimir una sonrisa que disimula muy bien. Samantha, no se mueve de su sitio, Felipe enciende el coche creyendo que se asustará y subirá, acelera un poco y está, rueda los ojos y se sube de prisa a un taxi que se estaciona.
Felipe, maldice viendo lo que acaba de hacer, arranca a toda velocidad detrás del coche, el conductor se pone nervioso, es su primer día de trabajo.
—¡Señor, no se detenga, ese hombre es mi novio y está muy molesto, lléveme a esa dirección lo más rápido posible! — musita fingiendo que está asustada y le entrega la dirección en un papel.
El conductor asiente y acelera mucho más. Felipe sostiene su volante con fuerza, no dejará que lo deje en mal, llegando sola a la casa de Sergio.
Llama a su oficina y activa el bluetooth en los altavoces de su coche.
—Comunícame con Joseph—ordena a su asistente.
Joseph es quien maneja y creó el mejor algoritmo de la ciudad, que puede ser controlado con una sola tecla, incluye, carteles de anuncios o señal en vivo, semáforos, estaciones de metro, todo lo electrónico de la ciudad. Es un ex Hacker, aunque no deja de hacer favores extras curriculares, Felipe noto su gran potencial y le ayudó a conseguir un puesto dentro de ese mundillo, con el poder que le dejó su padre, dicho poder que no le da mucho uso, solo si es necesario, se está labrando su camino desde que tiene conocimiento. Su padre no resultó ser un ejemplo a seguir, al salir a la luz sus negocios turbios al morir.
—Señor, listo, está en línea.
—Joseph. Detén los dos putos semáforos de la autopista I-84 y I-90.
—¿En qué andas amigo? —le pregunta entre risas y comienza a teclear en su ordenador.
—Hazlo y punto, no estoy de buen humor, después te hablo, joder—gruñe al ver la rubia como le saca un dedo por la ventanilla—, ¡rápido!
—Okey, no me grites, amargado. Dame un segundo.
Felipe logra ver el semáforo cerca y acelera, al pasar por el lado del vehículo, la mira arrogante y se detiene en medio semáforo. Los demás vehículos están en caos, no dejan de darle a la bocina y el semáforo quedó en rojo.
El conductor se detiene y Samantha le golpea el asiento.
—¡¿Qué hace? ¡No se detenga, señor! — le grita y nota a Felipe como se acerca, acomodando su corbata—, ¡arranque, por favor!
—No puedo, señorita, perdería mi trabajo. Está en rojo — señala el semáforo.
—¡Grr! — berrea y se cruza de brazos.
La puerta se abre y el moreno, de casi dos metros, la mira con severidad.
—Baja, no soy tus hermanos, ni tus padres, no tengo paciencia para tus altanerías — bramó y Samantha, se mantiene imposible, no baja su mirada ante él.
Lentamente, se desliza por los asientos del coche, provocando que su vestido se suba, Felipe gira su rostro, para no ver su pequeña tanga, y camina hacia la ventanilla del conductor y le entrega unos billetes.
Le abre la puerta de su coche para que suba y ella se niega a subir en la parte de atrás, solo lo hace por capricho, no es que le moleste ir en ese lugar, Felipe pierde la paciencia y la toma de los brazos y la sube al asiento.
—¡Hey!, a mí nadie me toca sin mi consentimiento, ¡orangután!
—¡No me digas!, y, a mí, nadie se me burla en mis narices—dice en tono serio y autoritario, sin ninguna expresión en su rostro.
Se sube al coche y, le pasa seguro a las puertas, la llamada sigue en curso y la voz grave de Joseph inunda el lujoso espacio.
—Felipe, regresaré el semáforo al manejo automático. No quiero que detecten el fallo.
—Hazlo— responde fríamente y termina la llamada.
Samantha lo observa con su boca abierta sin poder creerlo, es Felipe, dueño de la voz que ha provocado miles de sueños húmedos. Su corazón se dispara a millón y sus mejillas se tiñen de rosa, nadie había detenido una autopista por ella y menos por un berrinche.
Él la observa por el retrovisor, detallando su cara de póker y, añade con su voz gruesa:
—Mi nombre es Felipe Ribeiro y conmigo lo piensas, Samantha. Antes de andar con tus jueguitos de niñata malcriada…
Samantha llega en casa de su hermano, no paso más palabras con Felipe en todo el viaje, sin embargo, no dejó comérselo con la mirada, detallo sus hombros anchos, con unos rasgos hermosos, estaba consiente que le llevaba una puñetera de años y eso la prendía mucho más. Felipe baja su maleta y espera que diga algo, pero ella no lo hace y se aleja a pasos rápidos arrastrando su maleta, también decide irse, no está de humor y su amigo pide atención, así que regresa a su empresa.La gran casa de su hermano está abarrotada de personas y, una voz seductora que conocería a kilómetros la hace chillar y corre hacia él.—¡Muñeca hermosa! — su hermano, Maximiliano, le abre sus brazos y ella no duda en saltar a ellos, su corazón late fuerte, lo extrañaba como nunca, él acaricia su rostro y pellizca el puente, sé su nariz—, ya no eres una chiquilla, joder, Sam te perdono porque eres mi hermanita.Ella suelta una carcajada única y lo besa en la mejilla bajando de sus brazos, sus ojos color plomo la
Los días pasaron y Samantha decide ir para la empresa de Felipe, no regresó más a la casa de su hermano, está aburrida, encerrada en ese lugar. Desea verlo, no hay una noche que no lo imaginé tocando su cuerpo, es el hombre que ha buscado por años, es todo en uno solo, y lo mejor, un reto para ella.Felipe, por su parte, se mantenía cargado de trabajo para no pensar en Samantha, ninguna mujer se le había colado de tal manera en su cabeza, se le ha vuelto imposible estar con otra mujer, en su empresa ninguno de sus empleados soporta su genio y ni la pobre Ana logra satisfacerlo, se conforma con verlo desde su lugar de trabajo la pocas veces que deja las persianas arriba.Samantha llega a la empresa Luxes y quede sorprendida por lo grande y elegante que es, pensó que encontraría un lugar lleno de grasa y herramientas, lleva una falda colegiala para sacarlo de quicio y una ramera más cubierta de color blanco, más sus botas deportivas, se está cocinando del color que siente, pero es la ex
—Felipe—La subo en la parte trasera y hace una mueca en sus labios, sus mejillas están rojas, una chica como ella no debe tener vergüenza alguna, será que no esperaba que le dijera tal cosa, subo al coche también y elevo la calefacción, no dejo de mirarla por el retrovisor y noto como se limpia las lágrimas que descienden.Aparte de malcriada, sentimental, el combo perfecto.—¿Por qué lloras? — le pregunto y mantengo mi posición fría.—No te incumbe— masculla y muerde sus labios.—Bien.Gira su rostro y cabello cae a un costado de su cuerpo, es un pecado que ande por las calles y más con esa ropa que trae, sus manos forman un puño, y cuento regresivamente hasta tres, sé que explotara por lo que sea que está atragantando y callando en sus gruesos labios. Llevo años lidiando con mujeres, pero como esta ninguna.Espero no diga nada de la estupidez que dije hace un momento, no puedo hacerlo, aunque me muera de ganas.—Te diré una cosa— levanta su dedo con sus largas uñas adornadas de no
—Samantha—Toda la noche en vela, rogando que abriera esa jodida puerta y, pues, no, el señor reglas, no cambió de opinión. Un hombre completo, maduro, hermoso y sexy, no me rendiré, quiero todo o nada, deseo sus labios y está más que claro que no le soy indiferente, su grueso amiguito sí que me reclamaba. Y, para mí, un no, no es repuesta, quiero un sí, por eso decido activar el plan dos; los celos es el detonante de todo, estamos a mitad de semana y una fiesta de bienvenida sería lo mejor.Me levanté muy temprano y dejé en su cama mi pequeña tanga, un detalle de agradecimiento, le envié un mensaje a mi hermano y me esperaba afuera, al salir trato de reprimir la risa por la cara de hijo de su madre que pone, muerde sus labios y niega.—Te juro por nuestra madre, que no folle— digo levantando una mano, él me abre la puerta del copiloto—, venga, Sam. Somos los mismos, y por mí, te uno hasta en una 0rgía, no me vengas con pendejas y ni metas a nuestra bella madre.Cierra la puerta y sub
—Samantha—Me gusta ver sus fracciones suavizadas, no entiendo por qué siempre tiene esa cara de mil demonios, si supiera lo tierno que se ve cuando sonríe, y se forma ese hermoso hoyuelo en su mejilla izquierda, aunque sea por breves momentos vale la pena mirarlo un poco más…, siendo él.No conozco su pasado o lo que guarda en sí, al final no es que me importé mucho, solamente quería esto y lo tuve.Lo miro a la cara detallando sus ojos oscuros, esas cejas gruesas que lo hacen ver tan misterioso y sus largas pestañas, pensé que solo los Gerber tenían esa bendición, pero ya veo que no, su cabello lo mantiene cortado muy bajo, me lo imagino estando más largo, y me mojo por completo, que hombre. Sus labios recorren mi cuerpo dejando suaves mordidas, y me retuerzo en la cama, quiero sus labios, joder.La música sigue escuchándose fuerte y ruego que nadie entre, lleva mi pezón a sus labios y su mano se cuela entre mis piernas, una presión gigante se acumula en segundos, cuando su dedo ent
—Samantha— Las semanas se fueron volando y Felipe no salió de mi cabeza en ningún momento, mi parte privada lo extraña como nunca, me dejó de una manera que ni porque tuviera más ganas podría estar con él, ni con nadie. Hasta la pobre de mi cuñada se dio cuenta de mi molestia, quiero estar con él, otra vez, pero no atiende mis llamadas y poco viene para la casa de mi hermano, no pienso ir a su empresa, no pienso suplicar, al final ya tuve lo que quería, quedé picada, pero que se puede hacer. Como diría mi padre; así es la vida. Termino de alistarme y entra Sergio con un hermoso traje de tres piezas de color negro, se ve poderoso y hermoso, me sonríe y le da un abrazo por detrás mirándome a través del espejo. Llevo un vestido, hasta las rodillas ceñido a mi cuerpo y un escote respetable. —Estás hermosa Sam, hoy es un día muy importante, saldrá la colección en la que trabaje por meses, es muy importante para mí y más porque estás aquí y eres unas de las piezas que tanto me gusto pi
Al bajar del auto, me extiende su mano curvando sus labios, y no puedo evitar que mis mejillas se enciendan, parezco pendeja. Causa en mí algunas cositas que me asustan y puedo evitar empaparme cuando me consume con su oscura mirada.Nos toman algunas fotos, y mis ojos viajan un segundo a su brazo donde reposa mi mano, levanto la mirada y lo consigo mirándome también.—No te hagas películas, eres la hermanita de mi mejor amigo, solo soy tu acompañante como buen amigo del pintor— explica y da palmaditas en mi mano—, tengo que hablar algo importante contigo, así que hagamos esto rápido muero por estar dentro de ti.—Claro, como tú digas— ruedo los ojos y me suelto de firme brazo entrando sin él, no necesito a ningún hombre para llegar a ningún sitio. Me tengo a mí y es suficiente.El lugar es hermoso, más refinado, imposible, los cuadros de mi hermano cubren toda la galería, sonrió al ver mi retrato.Muchas personas bien vestidas me escudriñan de arriba para abajo, también estoy elegan
—Felipe—En ese momento quise maldecir mil veces, no quería girar a mirar a Max, no quería ver a nadie. Me dejaba por irse con ese malnacido, le iba a contar todo, explicarle la mierda que me ha pasado esta semana, no es una obligación y tampoco no sé, por qué carajo iba a hacerlo, no tenemos nada, quedamos que es sexo y ya, ella no conoce lo que cargo encima, el peso que es Rain para mí y ahora más, por lo que está pasando.Una mano se pasea por mi hombro y cierro los ojos con fuerza. Max sigue en el mismo sitio y le doy una mirada que deja más que claro que es lo que le pido.—¿Estás bien, amorcito? — pregunta con una sonrisa, Rain y asiento—, ¿esa joven no es la misma que estaba en tu oficina?—No empieces, por favor, solo es la hermana de Sergio— advierto, y trato de calmarme, y mantener una postura serena, sin embargo, me es imposible.Debo ir por Samantha.—Ah, sí. No la conocía, pensé que era más pequeña. ¿Qué edad tiene quince? — indaga con burla en su voz. Esta mujer, ¡joder