Los días pasaron y Samantha decide ir para la empresa de Felipe, no regresó más a la casa de su hermano, está aburrida, encerrada en ese lugar. Desea verlo, no hay una noche que no lo imaginé tocando su cuerpo, es el hombre que ha buscado por años, es todo en uno solo, y lo mejor, un reto para ella.
Felipe, por su parte, se mantenía cargado de trabajo para no pensar en Samantha, ninguna mujer se le había colado de tal manera en su cabeza, se le ha vuelto imposible estar con otra mujer, en su empresa ninguno de sus empleados soporta su genio y ni la pobre Ana logra satisfacerlo, se conforma con verlo desde su lugar de trabajo la pocas veces que deja las persianas arriba.
Samantha llega a la empresa Luxes y quede sorprendida por lo grande y elegante que es, pensó que encontraría un lugar lleno de grasa y herramientas, lleva una falda colegiala para sacarlo de quicio y una ramera más cubierta de color blanco, más sus botas deportivas, se está cocinando del color que siente, pero es la excusa perfecta que tiene para quedar solamente con su pequeño top que trae debajo.
Sube al ascensor y le sonríe a la mujer pelirroja que entra en el ascensor también, viste muy elegante con un hermoso vestido de color negro hasta sus rodillas, la pelirroja, no disimula en escudriñarla de pies a cabeza, las dos bajan al mismo piso donde está la oficina de Felipe y también se dirigen juntas a la secretaria, que las mira a cada una esperando que digan algo, Samantha da un paso atrás, es una joven educada a pesar de todo y la pelirroja finge una sonrisa de agradecimiento.
—Le informa a Felipe que llegue.
Samantha la mira levantando una ceja—lo tutea— piensa.
—¿El Sr. Ribeiro la espera?, no tengo orden de dejar pasar a nadie—pregunta Ana.
—Si solo dígale que su novia está aquí—musita con superioridad y, tuerce sus labios levantando su barbilla.
—¿¡Novia!? — dicen al unísono, Samantha y Ana.
—Perdón, es que me entero de que Felipe tiene novia, pensé que era Gay— añade Samantha y ríe con malicia y la pelirroja rueda los ojos, la inocente Ana muerde sus labios para no romper a reír también.
Felipe reconoce su risa y se levanta para ver por las persianas, la devora con la mirada al verla con esa minifalda y se maldice por excitarse solo con su presencia.
—No lo es, y lo confirmo— murmuro bajito Ana, con una sonrisa cómplice en sus labios, algo que no pasa desapercibido por Samantha, que se muerde la lengua de los celos que la consumen—, ¿y usted tiene cita con él? Sin previa cita no atiende a nadie.
—Dígale que la cría, está aquí—masculla y busca un asiento, se cruza de piernas, dejando ver su tanga de encaje por un costado.
Ana se siente un poco mejor viendo que no solo ella, babea y está enamorada hasta las metras de su jefe, la que le intriga es la pelirroja, su jefe nunca ha mencionado que tiene novia o esposa. Sin embargo, todo se confirma y traga el nudo en su garganta cuando su jefe le ordena que deje pasar a la pelirroja que tiene por nombre Rain Rossini.
—Señorita, Gerber— ella se levanta y camina a la oficina de Felipe, sin mirar a ninguna de las dos.
—¡Espere!, el Señor ha dicho que se retire, no puede atenderla.
—¿Qué? — chilla y aprieta sus puños a cada lado de su cuerpo, es la vergüenza pura lo que siente en ese momento.
—No puede atenderl…
—Lo sé, escuche, no estoy sorda. ¿Y de ella qué dijo? — señala a la pelirroja.
—A ella sí, adelante, Sr. Rossini.
Se va tirando la puerta y, con su corazón revuelto, se siente ingenua, es un hombre recorrido y ella solo una cría, como le dice él, tiene mujer y amante, qué más puede pedir, un nudo se forma en su garganta y lo traga con dolor.
Felipe observaba su rabieta y en eso entra la pelirroja, mujer que ha intentado quitarse de encima por años, sin embargo, le es imposible, su padre le jodió la vida con una m*****a cláusula, ni él, ni la mujer de perfectas curvas de ojos azules pueden contraer matrimonio a menos, que sea entre ellos, y así poder soltar todos los bienes que están retenidos, dichos bienes y dinero incluido que él, no desea.
—¿Qué haces aquí, Rain? No entiendes que es un no.
—Cariño, claro que lo entiendo, pero necesito dinero, y bueno, si deseas algo más, sabes que estoy a la orden para ti.
—Aléjate, eso fue un maldito error, hazme el favor y vete, no quiero llamar a seguridad.
—Eres un malnacido, un error de más de tres meses, bastante que te gusto lo que hacíamos, solo te pedí una m*****a firma para romper esa m*****a clausula y no quisiste, yo sí, necesito el dinero, y mi padre, me tiene atada de manos— le grita y se apoya en el escritorio, sin dejar de verlo caminar de un lado a otro.
—Lo sé, cállate, que me duele la cabeza — gruñó y camina quedando frente ella, le sostiene su barbilla entre sus dedos—, te caerá una buena suma y te pierdes por unos meses más, ya veremos qué hacer para que cada bien continúe con su vida.
Rain entreabre sus labios, deseosa que la bese, pero es algo más imposible de don inalcanzable, no besa a ninguna mujer que solamente usa para follar.
—Eso está mejor, Cariño— responde con picardía y pasa sus manos por su cuello, y se apega mucho más a él—, no tendrás ese genio por la niñata que se fue con una rabieta— ríe en su cara, con sus perfectos y alineados dientes, alejándose de él—, ¿ahora eres un asaltacunas? me sorprendes, Sr. Ribeiro.
Sus palabras lo enfurecen y la agarra de su muñeca, no quería estar con ella de nuevo, pero ver a esa castaña con mini falta, lo cambió todo y desea imaginar que es a ella que posee.
—No es tu problema, Rain—la atrae hacia su cuerpo de un solo tirón y apoya su cuerpo en el escritorio quedando de espalda él—, abre bien esas piernas— le ordena mientras suelta la hebilla de su correa.
Ella gira su rostro y sonríe lasciva, presa de la excitación que le causa ese hombre.
—Sí, señor…
••
Horas más tarde Samantha se encuentra en unos de los clubes más costosos de Blue Hills, lleva horas consumiendo todas las bebidas de la barra. Después de irse de la oficina de Felipe, se encerró en su habitación se comió un pote de helado, no lloro porque no es de las mujeres que llora, y menos está enamorada, estaba cabreada y ni con ese helado de vainilla calmaba la rabia que sentía, se dio una ducha y se vistió con una falda de cuero, una camisa de encaje de color rojo como la misma ira que la envolvía, dejando ver su sujetador que marca sus pequeños diamantes y sus hermosos botines negros hasta sus tobillos de tacón fino, tuvo que enseñarle al guardia del club mil veces su identificación; sin embargo, logro entrar por el que menos imagino toparse en ese lugar, al protegido de su hermano mayor Marc.
—Sam, mujer ya deja de beber, vamos a bailar— expresó Marc como excusa para poder alejarla de la barra, le quita la bebida y esta se lo come con la mirada.
—No, y no, joder, déjame en paz, quiero beber— le grita con sus ojos llenos de lágrimas, ningún hombre la desprecia. Está acostumbrada a tener todo y que todos caigan rendidos a ella, tiene un pequeño problema que en este momento no le presta mucha importancia, pero el sexo, la dominación y sumisión se han vuelto un papel muy importante en su vida.
—Te cae algo mal la bebida por lo que veo, llevas horas alejando a todos los que se acercan— menciona Marc y se apoya en la barra, el lugar tiene una luz tenue, sin embargo, nota los ojos de Samantha a punto de derramar la primera lágrima.
—No es el que quiero— susurra y se toma resto de licor que quedaba en su copa.
—Feli…
—¡Maldita sea, cállate! —Lo empuja de su pecho y este se tambalea, crujiendo sus dientes, maldiciendo por ayudarla a ingresar al club, quiere sacarla por los pelos de ese lugar.
—¡No superas que no te presten atención y no caigan en tus putadas, caprichosa de m****a! — escupe, la empuja y ella está por tirársele encima—, no perderé más tiempo contigo, Samantha. Llamaré a Sergio.
Pide tres rondas más y se las toma de golpe, acomoda su ropa y mira a Marc con guiñándole un ojo.
—Celos que no seas de mi tipo, parásito. Llama a quien se te dé jodida gana, ya verás que todavía tengo mis encantos— se tambalea un poco por tanto alcohol en su sistema y le deja un pico, en sus labios—, eres tan ñoño, que, nunca serás lo suficiente para ninguna mujer y menos, si sigues de mantenido por mi hermano.
Las palabras de Samantha no lo hieren, se han dicho cosas peores y para colmo, no está en sus cinco sentidos.
Entra a la pista, apoderándose de ella, es una mujer de alto voltaje, la música resuena y se apodera de su cuerpo, todos dejan de hablar en el club para verla, solo un pendejo no caería rendido por sus curvas y belleza, dos hombres se acercan a ella y Marc llega a su lado, para llevársela. Samantha le grita que la deje en paz y uno de los hombres que se le acercan lo toma por la camisa.
—Niñato, vete, porque no vas a querer mis puños en tu delicado rostro— advirtió uno de los hombres de traje y con cara de matón, el otro le da más bebida a Samantha y Marc decide alejarse y llama Felipe, no piensa llamar a Sergio.
Felipe se encontraba durmiendo y su teléfono no para de sonar, maldice al ver que es Marc y no atiende, a la tercera llamada decide ver qué pasa.
—Joder, ¿qué hiciste ahora, Marc? Son las… — mira su despertador—, dos y media.
—Es Sam. Joder, ven rápido al club Blue Hills, unos tipos se la quieren tirársela y no está en sus cinco sentidos.
—¡Si algo le pasa, te juro por la memoria de mis padres que te eliminó de la m*****a tierra, haz algo! No dejes que… Joder, voy para allá— le grita, no quiere ni imaginar que alguien más la toque, su corazón se oprime y deshace ese sentimiento que lo deja pasmado.
“Lo hago por mi amigo, por eso voy por ella”— dice mentalmente, mientras se viste con un jeans y un suéter de algodón de color negro, se coloca su chaqueta de cuero y agarra sus llaves y sube a su coche, conduce a todo el kilometraje.
Marc se comienza a pelear con uno de los hombres y el otro la arrastra fuera del club, Samantha no logra mantenerse de pie, su cabeza le da vueltas, muchas personas ven lo que pasa y no intervienen, el hombre trata de subirla a su camioneta y ella no deja.
—No quiero, déjame… regresar con mi amigo. ¡Marc, imbécil! — grita y lo empuja sin tener éxito alguno, su cuerpo se siente como una pluma, no está bien.
El hombre empieza a besarla a la fuerza y su cuerpo comienza a temblar, quiere alejarlo y no puede.
—¡Ayuda! No, no… Te vas a hundir maldito, soy abogada— le suplica con lágrimas en los ojos, piensa que esa calaña de hombre se asustara con sus palabras, pero no es así.
Felipe llega al club y varias personas contemplan la escena sin ayudarla, baja y agarra al hombre de su camisa y lo golpea en el rostro, varias veces, no es el en ese momento.
—La señorita te ha dicho que la sueltes, maldito animal— le propina una patada en el abdomen y cae al suelo, no se detiene hasta verlo casi inconsciente.
Samantha se coloca en cuclillas y esconde su cara entre sus piernas, sollozando y muerta de vergüenza, se vio débil, como una niña indefensa, no puede defenderse ella sola.
Marc llega al lado de Felipe y lo toma de los hombros, cuando se le vuelve a ir encima, Marc tiene todo su rostro con magulladuras y su labio partido.
—No vale la pena, déjalo. Ella sí, llévatela de este lugar— señala a Samantha y sonríe, se sube en una moto que acaba de estacionar, y se coloca el casco—, al menos los intente, hermano, para la próxima si cuidare de ella.
Se va y Felipe, se inclina y la agarra de sus brazos para ayudarla a levantarse, su labio inferior tiembla y su angelical rostro está lleno de lágrimas.
—¿¡Para qué vienes, para restregarme en la cara que no soy suficiente para usted o, para decirme de frente que el señor correcto tiene novia y amante!? — hace una arcada y cubre su boca, Felipe la ayuda a mantenerse de pie y comienza a vomitar. Sostiene su cabello entre sus dedos y después de tres vómitos, limpia su boca, se tambalea y lo empuja—, Sr. Ribeiro. No necesitaba un jodido príncipe azul que me rescatara, regresaré al club.
—Eso jamás y no parecía hace un momento de esa manera— masculla y la agarra de sus muñecas cuando lo aparta con fuerza—, no soy un príncipe azul, soy quien te ha salvado el puto trasero de ser abusada por unos animales, así que, te vienes conmigo.
Samantha se resiste y él se inclina rápidamente y la agarra de sus piernas y la coloca en su hombro sin problemas y camina a su coche, todos lo miran y se detiene un momento, y gira hacia los hombres que cuidan la entrada y no intervinieron.
—Vayan recogiendo sus pertenencias, que desde hoy no tiene más empleo en este jodido club, no digan que no se los advertí— escupe y los vigilantes se miran entre sí, apenas tenga a Samantha en un lugar que conoce muy bien, llamara al dueño del club, que es su comprador exclusivo de alta gama.
—¡Imbécil, bájame! — golpea su ancha espalda—, una cosa te diré… ¡Aaah! — grita cuando la mano de Felipe se estrella en sus nalgas.
—Cállate, Cosita, hoy se acabó tu pataleta, serás mía…
—Felipe—La subo en la parte trasera y hace una mueca en sus labios, sus mejillas están rojas, una chica como ella no debe tener vergüenza alguna, será que no esperaba que le dijera tal cosa, subo al coche también y elevo la calefacción, no dejo de mirarla por el retrovisor y noto como se limpia las lágrimas que descienden.Aparte de malcriada, sentimental, el combo perfecto.—¿Por qué lloras? — le pregunto y mantengo mi posición fría.—No te incumbe— masculla y muerde sus labios.—Bien.Gira su rostro y cabello cae a un costado de su cuerpo, es un pecado que ande por las calles y más con esa ropa que trae, sus manos forman un puño, y cuento regresivamente hasta tres, sé que explotara por lo que sea que está atragantando y callando en sus gruesos labios. Llevo años lidiando con mujeres, pero como esta ninguna.Espero no diga nada de la estupidez que dije hace un momento, no puedo hacerlo, aunque me muera de ganas.—Te diré una cosa— levanta su dedo con sus largas uñas adornadas de no
—Samantha—Toda la noche en vela, rogando que abriera esa jodida puerta y, pues, no, el señor reglas, no cambió de opinión. Un hombre completo, maduro, hermoso y sexy, no me rendiré, quiero todo o nada, deseo sus labios y está más que claro que no le soy indiferente, su grueso amiguito sí que me reclamaba. Y, para mí, un no, no es repuesta, quiero un sí, por eso decido activar el plan dos; los celos es el detonante de todo, estamos a mitad de semana y una fiesta de bienvenida sería lo mejor.Me levanté muy temprano y dejé en su cama mi pequeña tanga, un detalle de agradecimiento, le envié un mensaje a mi hermano y me esperaba afuera, al salir trato de reprimir la risa por la cara de hijo de su madre que pone, muerde sus labios y niega.—Te juro por nuestra madre, que no folle— digo levantando una mano, él me abre la puerta del copiloto—, venga, Sam. Somos los mismos, y por mí, te uno hasta en una 0rgía, no me vengas con pendejas y ni metas a nuestra bella madre.Cierra la puerta y sub
—Samantha—Me gusta ver sus fracciones suavizadas, no entiendo por qué siempre tiene esa cara de mil demonios, si supiera lo tierno que se ve cuando sonríe, y se forma ese hermoso hoyuelo en su mejilla izquierda, aunque sea por breves momentos vale la pena mirarlo un poco más…, siendo él.No conozco su pasado o lo que guarda en sí, al final no es que me importé mucho, solamente quería esto y lo tuve.Lo miro a la cara detallando sus ojos oscuros, esas cejas gruesas que lo hacen ver tan misterioso y sus largas pestañas, pensé que solo los Gerber tenían esa bendición, pero ya veo que no, su cabello lo mantiene cortado muy bajo, me lo imagino estando más largo, y me mojo por completo, que hombre. Sus labios recorren mi cuerpo dejando suaves mordidas, y me retuerzo en la cama, quiero sus labios, joder.La música sigue escuchándose fuerte y ruego que nadie entre, lleva mi pezón a sus labios y su mano se cuela entre mis piernas, una presión gigante se acumula en segundos, cuando su dedo ent
—Samantha— Las semanas se fueron volando y Felipe no salió de mi cabeza en ningún momento, mi parte privada lo extraña como nunca, me dejó de una manera que ni porque tuviera más ganas podría estar con él, ni con nadie. Hasta la pobre de mi cuñada se dio cuenta de mi molestia, quiero estar con él, otra vez, pero no atiende mis llamadas y poco viene para la casa de mi hermano, no pienso ir a su empresa, no pienso suplicar, al final ya tuve lo que quería, quedé picada, pero que se puede hacer. Como diría mi padre; así es la vida. Termino de alistarme y entra Sergio con un hermoso traje de tres piezas de color negro, se ve poderoso y hermoso, me sonríe y le da un abrazo por detrás mirándome a través del espejo. Llevo un vestido, hasta las rodillas ceñido a mi cuerpo y un escote respetable. —Estás hermosa Sam, hoy es un día muy importante, saldrá la colección en la que trabaje por meses, es muy importante para mí y más porque estás aquí y eres unas de las piezas que tanto me gusto pi
Al bajar del auto, me extiende su mano curvando sus labios, y no puedo evitar que mis mejillas se enciendan, parezco pendeja. Causa en mí algunas cositas que me asustan y puedo evitar empaparme cuando me consume con su oscura mirada.Nos toman algunas fotos, y mis ojos viajan un segundo a su brazo donde reposa mi mano, levanto la mirada y lo consigo mirándome también.—No te hagas películas, eres la hermanita de mi mejor amigo, solo soy tu acompañante como buen amigo del pintor— explica y da palmaditas en mi mano—, tengo que hablar algo importante contigo, así que hagamos esto rápido muero por estar dentro de ti.—Claro, como tú digas— ruedo los ojos y me suelto de firme brazo entrando sin él, no necesito a ningún hombre para llegar a ningún sitio. Me tengo a mí y es suficiente.El lugar es hermoso, más refinado, imposible, los cuadros de mi hermano cubren toda la galería, sonrió al ver mi retrato.Muchas personas bien vestidas me escudriñan de arriba para abajo, también estoy elegan
—Felipe—En ese momento quise maldecir mil veces, no quería girar a mirar a Max, no quería ver a nadie. Me dejaba por irse con ese malnacido, le iba a contar todo, explicarle la mierda que me ha pasado esta semana, no es una obligación y tampoco no sé, por qué carajo iba a hacerlo, no tenemos nada, quedamos que es sexo y ya, ella no conoce lo que cargo encima, el peso que es Rain para mí y ahora más, por lo que está pasando.Una mano se pasea por mi hombro y cierro los ojos con fuerza. Max sigue en el mismo sitio y le doy una mirada que deja más que claro que es lo que le pido.—¿Estás bien, amorcito? — pregunta con una sonrisa, Rain y asiento—, ¿esa joven no es la misma que estaba en tu oficina?—No empieces, por favor, solo es la hermana de Sergio— advierto, y trato de calmarme, y mantener una postura serena, sin embargo, me es imposible.Debo ir por Samantha.—Ah, sí. No la conocía, pensé que era más pequeña. ¿Qué edad tiene quince? — indaga con burla en su voz. Esta mujer, ¡joder
Trato de articular más palabras, pero no me sale, Max es quien se acerca y la desata de sus muñecas, está atada al respaldo de la cama nada más llevando encima su pequeño hilo de pedrería que adorna sus caderas.La ira creció por todo su cuerpo y se ensombreció su rostro y suelta ella misma los nudos que quedan en sus muñecas, trata de cubrirse con una almohada.—¿¡Qué mierda hacen aquí!? ¿¡Por qué lo golpearon!? ¡Fuera de aquí! Maximiliano, llévate a este orangután zoológico, por favor— grita señalando la puerta, me quito el saco y suelto los puños de mi camisa y vuelvo a fijar mis ojos en su cuerpo, curvando mis labios.—Este orangután, te ha dado los orgasmos de tu vida— aseguro y doy unos pasos hacia la cama cuando el animal grita:—¡Seguridad! — me giro y lo golpeó por segunda vez en la cara, quebrando más su nariz—¡Aahh!—¡Cállate y mejor te alejas de ella, es mía!Cae al suelo rodando del dolor y deteniendo la sangre que sale de su nariz. —¡¿Pero qué mierda dices?! ¡Si tienes
—Samantha—Mi corazón latía un millón por hora y la rabia corría por mis venas. Subí al coche del rubio y traté de ocultar lo que sentía, cosas que me dan pavor, nunca me había sentido de tal modo y, menos por alguien como Felipe, aunque nunca he estado con alguien como él, con ese poderío que destila, ese misterio que oculta su mirada, no sé ni cómo explicarlo, no es el hombre que muestra ante todos.Quería gritar todo lo que sentía en ese momento, no puedo creer que sienta celos, celos significan que… no, mejor ni lo repito en mi cabeza, no puedo sentir algo por él, es un orangután mentiroso, y bipolar, él, si puede tener prometida y follar, pues, yo también.Soy yo quien lo invita a un motel al rubio y él me pregunta mil veces si estoy segura. Según sus técnicas son diferentes y eso me causo curiosidad y sí, que eran diferentes. Al entrar en esa habitación, ya no era él, sus ojos azules se oscurecieron y adquirió un nuevo papel, que causó tensión en mí, mi cuerpo se estremecía por