Sergio se traga lo que tiene adentro y mira a su hermana diciéndole todo con la mirada. Sale detrás de su hija, logra ver su vestido cuando cruza al final del pasillo y corre más rápido, todos los observan a la pequeña que llora mientras corre, cuando cruza en el pasillo un señor la tiene en brazos, lleva una túnica y un pequeño de ojos grises se mantiene a su lado.—Shh, pequeña Amira. Dime, ¿quién es el responsable de esas lágrimas y hoy mismo deja de respirar...? — susurra con su rostro endurecido mirando a Sergio.—Me entrega a mi hija, soy su padre. —Lo sé, quiero saber ¿quién la ha hecho llorar? — Sergio frunce sus cejas y le entregan a la pequeña y Alana se aferra al cuello de su padre partida en llanto—, Mi nombre es Akeem Rashid. Un coleccionista de muchas de sus pinturas.—Un placer, Sergio Gerber como ya debe saber. No quiero sonar descortés, pero no es el mejor momento para entablar una conversación. Sí me disculpa.El jeque supo de lo acontecido cuando llamó a la empre
Las semanas pasaban y cada una era una agonía para Samantha, al esperar su mensaje, solo podía releer el último que recibió. “Cosita, estoy orgulloso de ti. Los tengo presente a cada instante, por ti, por nuestros hijos, sigo luchando. Te amo, Sam” No pudo más que llorar y agradecer que seguía a su lado luchando, le contó que Izan había despertado y que poco a poco iba evolucionando positivamente, su pequeña Maia también crecía sanamente ganando dos kilos por semana.Izan se mantiene de espalda a su madre en una silla de ruedas, Samantha espera que llegue algún mensaje de parte de Felipe, casi es mediodía y no ha recibido nada, Joseph no responde sus mensajes tampoco.—Madre, podrías dejar de llorar. Mi padre está bien— le pide mientras sus ojos se pierden en el jardín de la clínica—, llévame a las terapias— con su dedo traza la cicatriz de su ceja que casi llega al párpado, su cabello crece rápidamente ocultando las marcas de la craneotomía—, si no camino antes que acabe el año, sá
Cada intervención era más agresiva. Sin embargo, su familia era su motivo de seguir y soportar cada dolor, cada descarga que activaban sus células sanas, lo mantenían firme, de diez pacientes solo quedan cuatro. Felipe fue uno de los últimos en ingresar a la lista, no era acto por su estado crítico, pero es quien ha dejado más asombrados a los especialistas, más de tres sesiones por semana y los otros no soportan ni dos. Joseph lo contempla mientras duerme; detalla al hombre que le dio una vida, que lo liberó del camino torcido, que estaba— sonríe solo al recordar que no es del todo, pero algo es algo—, no había momento que no deseara ser como Felipe; un hombre fuerte, imponente y sobre todo valiente. Muchas veces quiso largarse de su vida, pero una parte de él, sabía que ese gruñón amargado le tenía aprecio, Joseph tenía conocimientos de cosas que ni su mejor amigo estaba al tanto. Joseph era más que su amigo, era su hermano y estar en ese momento al lado de Felipe, lo demostraba. F
Los días pasaron y ese mensaje nunca llegó, días que se convertían en semanas, de semanas en un mes sin saber de su orangután, visitaba seguido a su hermano y lo veía tranquilo—“si pasara lo peor no estaría como si nada”—, pensaba Samantha, mantenía la fe y se aferraba a cualquier excusa que inventaba su afligida cabeza. Podía agarrar un avión e ir a buscar la respuesta a esa pregunta que le atormentaba y que temia—¿Sigue con vida? —pero no tenía valor, le faltaban fuerzas y permanecía esperando. Sin embargo, esa noche se derrumbó de rodillas sola en su casa, gritando al cielo, porque la vida era tan injusta, su amor, su orangután… ya no estaba en este mundo, se negaba a aceptarlo. Ese mensaje que esperaba cada semana era la muestra que seguía con vida, mensajes que no volvió a recibir, no podía llamar porque estaban fuera de servicio. En un último acto de desesperación busca en los documentos de Felipe y llama a la clínica, pregunta por Felipe y la respuesta fue: “No tenemos registr
—Felipe… ¿están seguros que es él? — titubea y mira a sus amigos, Sergio ríe y la lleva a sus brazos—. Crees que te dejaría casar con otro que no sea mi mejor amigo, de los errores se aprende. —A prueba y error, ahora, vamos cuñada— Fabián le ofrece su brazo, Alana llega silenciosamente y toca con su dedo el hombro de Izan, detrás de ella está Joseph que lleva oculto una guitarra y dos micrófonos. Alma los observa con amor y junto a Sergio toman asiento, entrelazando sus manos al ver su pequeña que no se rinde, su corazón puede más que el mismo orgullo. Izan gira su rostro y luego su silla de ruedas y se pierde en sus lagunas azules. Nota que lleva de collar de la Ala de plata que le entrego. —Hola, Izan. Somos los pajecitos, ya estamos grandes para esto, pero mi papi dijo que debíamos hacerlo. Sabes puedes ir adelante y yo iré detrás de ti— musita con cautela y cruza sus piernitas con dulzura, Izan rueda los ojos, sabe que solo es teatro—, debó hacer algo más, no sé si me quieres
Luna de miel que se extendió por un año, cada día para Felipe y Samantha era un sueño, verla dormir su mejor regalo. Peina con sus dedos su rubio cabello para detallar sus finos rasgos, trazo con sus dedos, sus cejas bajando por su nariz y sonríe al ver las muecas de su amor. No podía creer que su corazón albergara tanto amor, un pequeño pie regordete se posa en su barbilla y Felipe, le da una suave mordida y se escuchan pequeñas risitas bajo el acolchado, lo levanta y una pequeña niña con sus cabellos castaños y rizados aparece. Maia es la luz de sus vidas, nunca habían sido tan protectores, Izan es todo un hermano mayor, el orgullo de su padre. —Papi— sonríe y gatea en la cama para subirse en el pecho de su padre, Felipe la ayuda y pasa sus brazos por su pequeño cuerpo, sintiendo como se entrelazan los latidos de su beba y los de él—, ¿qué hace mi chiquita aquí? Deja besos en su cabecita y la voz de Izan lo hace levantar la mirada. —Padre, no me deja dormir. Mi madre debería ser
La playa era todo un paraíso de arena, agua y sol. El mar brillaba con mil colores y las olas acariciaban la orilla con suavidad. El cielo estaba despejado, y el sol calentaba la piel con su luz y los más hermoso la felicidad de la familia Ribeiro y Gerber, era de admirar entre todos los que habitaban la playa. Sin embargo, había un pequeño detalle que ensombrecía el momento; Izan.Sergio y Felipe cargan a sus pequeños, Felipe en sus brazos a su pequeña Maia y Sergio lleva a su hijo Matías sobre sus hombros, mientras caminan se detienen a mirar a las mujeres de sus vidas.Alma juega con Alana voleibol mientras Samantha hace castillos de arena con Melissa, que más pueden pedir en ese momento, lo tienen todo. Felipe siente como su pecho se oprime al recordar todo lo que pasaron para llegar a esto y Sergio palmea su hombro.—Hermano, quiero guardar este momento para siempre en mi memoria, pero falta una persona muy importante para los dos.Felipe, niega y su hija, grita cada vez que u
La noche llego y Samantha entre lágrimas arregla las maletas de su hijo. Fabián, que permanecía apoyado en el marco de la puerta, contemplaba a la rubia que dejaba besos en cada prenda de su pequeño. —Sam, no debes de estar así, Izan se sentirá mal— le pide y ella limpia sus lágrimas que no se detienen—, estará bien conmigo, podrán saber de él, cada día. ¡No soy un mal hombre! — se queja y llaga a su lado, Samantha apoya su rostro en su hombro. —Es que, no pensé que me volvería alejar de mi hijo, aquella vez fue por mi salud mental, y ahora es él, quien se aleja de su madre. —Lo convenceré de volver, mientras, ustedes críen a Maia y yo criare a mi sobrino. —No confió en ti… Felipe está fuera de la habitación escuchando todo. —En mí, ¿pero por qué? —Eres igual que tu hermano y siento que volverán mi bebe un orangután más. —Ya lo es, es mi hijo. Es un Ribeiro y no habrá mujer que se le resista— la molesta Felipe al entrar con su pequeña en brazos. —Felipe, no me digas eso. Es mi