Punto de vista de Bella:

“Buenos días, señor Salonga”, saludé a Maximus cuando llegó.

“A mi oficina”, respondió, sin mirarme.

Habían pasado cinco días desde que visitamos el hospital, donde me hicieron pruebas de todo tipo.

Afirmó que yo solía trabajar allí como enfermera, por eso la enfermera que me asistía seguía mirándome con curiosidad.

Según Maximus, ella era amiga mía. Todavía estábamos esperando los resultados.

Me levanté y lo seguí.

¿Qué podría querer esta vez?

Tan pronto como entré a su oficina, cerró la puerta detrás de mí y de repente me levantó y me presionó contra ella, besándome.

Estaba tan sorprendida que no supe cómo reaccionar hasta que finalmente me derretí y le devolví el beso.

Era como si mi boca actuara por sí sola, sabiendo ya qué hacer.

Rápidamente, chupé el labio inferior de Maximus.

¡Maldición! Nunca me di cuenta de que podía ser tan lujuriosa.

Envolví mis brazos alrededor de su cuello y profundicé el beso, que solo terminó cuando ambos necesitábam