Alessandro no tenía idea de lo que le estaba por venir. Creía que todo estaba bajo su control. Nada se le había escapado y prácticamente, hasta la última piedra en Sicilia, vería la muerte del hombre que había abusado de Emma.Él no se comía el cuento de qué solo había observado. La familia del hombre ya había llegado y no tenían permitido llorar o hacer algún gesto de dolor. Alessandro los había amenazado. Si ellos mostraban pena por el sujeto colgado de cabeza, su muerte sería más dolorosa.¿Estaba cegado? Por supuesto que lo estaba. Fabrizio le haría pagar el precio más alto por su desobediencia. El líder de la mafia le pidió que estuviera tranquilo y solo hizo un desastre en el proceso. Dereck tuvo que callar muchas cosas y Fabrizio sacó mucho dinero para sobornar a los policías.No había problema en que él limpiara sus rebeldías, claro que no. El problema era que la Interpol estaba en Italia en busca de la Cosa Nostra. Un paso más y cae la mitad la organización.Alessandra no est
—Llamen a Alessandra y díganle que se venga a despedir de su hermano —repitió Fabrizio.Ambos se miraban como si fueran los peores enemigos en ese instante. Ninguno se iba a lastimar hasta que el otro lo hiciera primero. Era muy común entre ellos ese tipo de discusión. Alessandro tenía a su gente y Fabrizio a la suya, pero nadie más que ellos sabría que un paso en falso de sus guardaespaldas, les cobraría la vida a la mitad de la organización.Alessandro no traicionaría a Fabrizio. Jamás. Pero tampoco se arrodillaría frente a él para pedir la dirección de Emma. El tipo era alguien orgulloso y no llegó a ser Sottocapo, humillándose a nadie y mucho menos, lamiendo zapatos para seguir con vida.Si él moría, lo haría con orgullo. Alessandro De Santis no era un cobarde y si moría en manos de Fabrizio, por lo menos sabría que fue por orgulloso y no por traidor.Por otro lado, Fabrizio miraba a Alessandro como un padre orgulloso y dolido. Él estaba acostumbrado a doblegar a las personas, per
Era una dulce sensación lo que ambos sentían. Alessandro se sentía en el cielo y Emma ardía por dentro. Ella jamás había experimentado algo tan placentero en su vida. Borró esa amarga experiencia de su mente y decidió que su primer hombre sería el mafioso que tenía frente a ella. La besaba como si ella fuera la comida más apetecible que él hubiese probado y ella tenía miedo de estar besándolo mal. No era una experta y solo se manejaba de acuerdo a sus emociones. Emma había sido absorbida completamente hacia el pecado y no le importaba. Era una sensación exquisita para cualquier persona y no iba a dar marcha atrás.—Eres mía... —dijo ronco, dejando un camino de besos por su cuello, mientras la tomaba de sus nalgas para alzarla.—Soy pesada... —se sintió cohibida por un momento.—En tus sueños —y calló su boca en un beso desesperado. Él no conocía el lugar, pero vió perfectamente la cama al final del pasillo. Caminó hacia la habitación con Emma entre sus brazos, sin dejarla de besar.
Justo un año después, Alessandro y Emma se estaban casando en Sicilia. Habían vivido los mejores momentos durante esos doce meses. Emma se había adaptado a la organización y todos la amaban. Nunca estaba sola. Ahora era parte de la famiglia y se había ganado dos sobrinos y muchos hermanos.Emma se llevaba increíble con Alessandra y aunque Fabrizio era un amargado, se había ganado un hermano también. El trío celestial se convirtió en un dúo y jamás se volvió a escuchar una mala palabra de Emma, cuando visitaba el convento. Por supuesto, ella hacía obras benéficas y ahora pertenecía a la alta sociedad de Italia.Ella seguía siendo una mujer de fe, solo que su nuevo esposo era la mano derecha del Capo de la mafia.La boda fue algo grande, exagerado y excesivo. Así como era Alessandro. Él quería demostrar, realmente, que estaba enamorado. La policía dejó de instigar a todos a su alrededor, cuando vieron que él estaba limpio y su atención estaba puesta en la boda.—¿Todo en orden? —le preg
Fabrizio Martinelli era un hombre amargado que llevaba en su memoria la muerte de su hermana menor. Había perdido el rumbo al verla morir frente a él. Tenía una carga tan pesada, que para evitar sentir dolor, apagó sus emociones. Era un hombre silencioso y despiadado. Hacer sufrir a las personas, lo llenaba de satisfacción. No era delicado y le gustaba doblegar al enemigo. Si te encontrabas a Fabrizio al final del camino, quería decir que habías hecho algo muy malo. Era el ángel de la muerte y la última persona de la Cosa Nostra, que te querrías encontrar. Aysel Çelik, era una hermosa turca que trabajaba para la organización como su médico de cabecera. Odiaba profundamente las injusticias y trataba de defender a los inocentes dentro de la mafia, llevando siempre las de perder.La mayoría de los problemas que Fabrizio y ella tenían, era por la falta de sentido común que tenía el mafioso a la hora de decidir quién moría y quién no. Él se creía un Dios y ella era la única mujer que lo
Un año y medio atrás.Días antes de la fiesta de navidad en la casa de Alessandro.Fabrizio estaba camino a la oficina de Aysel. Quería invitarla a salir porque necesitaba matar esa estúpida idea de querer estar con ella. Odiaba tenerla lejos y aborrecía a cualquiera que se le acercara. Ella era una mujer demasiado amistosa. Todos sus soldatos la querían por ser muy buena. Si Fabrizio los descubría sonriéndole, cuando ella los dejaría bajo su cuidado, y él les daría una lección que jamás olvidarían. Aysel era la única que no se daba cuenta de las intenciones de Fabrizio, ella lo odiaba de la misma manera que odiaba a la mafia. Se lamentaba todos los días por tener que seguir en la organización, pero la estabilidad de su madre y la situación difícil que las hizo salir de Turquía, no le permitían regresar.—Alessandro es más sencillo, Dereck. Con él no me siento tan cohibida —suspiró, mientras arreglaba unas gasas en el estante—. Casi no tengo trabajo aquí, pero es agradable cuando us
En la actualidad.Aysel había estado viviendo por un tiempo en Boston. Se sintió sola los primeros meses y extrañó a su madre todos los días. No se le permitió tener contacto con nadie en Sicilia y por más que intentó comunicarse con su hermano mayor, tampoco le respondió. Había dejado de teñir y cortar su cabello, ahora era negro y le llegaba por la espalda. Sus facciones árabes la hacían una mujer hermosa. Tenía unos ojos grandes con heterocromía. Azul en su ojo izquierdo y marrón en el derecho. Solo que nadie lo sabía. Siempre uso lentes de contacto para evitar las burlas. En Turquía, eso estaba mal visto. Así que, simplemente, cubrió todo lo que pudiera ser criticado al llegar a Sicilia. —Te ves mejor siendo tú misma —le habló Luke, ella le sonrió y terminó de revisar una herida en su hombro.—Estás sanando muy bien. ¿En serio no me dirás cómo te lo hiciste? No te diré nada, igual ya la tienes —bromeó, poniendo una gasa en el hombro.—Vas a regañarme y luego le dirás a Ada lo q
Fabrizio no paraba de ver a Aysel y su tranquilidad. Ella, unas horas antes, no paraba de llorar por ver al guardaespaldas muerto. Estaba herido gravemente, pero no tan muerto como para llamar a su familia. Le había declarado la guerra a los americanos y acabaría con ellos cuando tuviera la oportunidad. Debía borrar el rostro de la turca de cualquiera que la vió. —Nunca me dejaste llamar a mi madre. ¿Puedes decirme mínimo como está ella? —le preguntó, con voz ronca. Ya el acento turco no se le escuchaba tan fuerte como antes. Ella no tenía una voz fina, pero sí demandante. Miró su mejilla inflamada y el labio roto.—Eres médico. ¿Por qué no te tratas el golpe en tu cara? Sanas a todo el mundo, pero te olvidas de ti misma —ignoró las preguntas de Aysel.Ella suspiró y miró hacia la ventana del jet privado. —¿Qué más puedo hacer? Mi labio partido ya lo traté y mi mejilla, bueno, también estoy en el proceso de evitar el dolor —le enseñó una bolsa de hielo, pero no lo miró.—¿Por qué n