Los recién casados fueron al lugar del banquete, que quedaba en ese mismo salón, pero cruzando por una puerta. Era una habitación mucho más amplia con mesas decoradas con un mantel blanco y liso. Las flores estaban por doquier. Las sillas eran de madera, con una tela acolchada que daba un resultado cómodo. Los invitados ya estaban en su respectivo lugar, mientras los novios acudieron a la pista de baile. Dejaron a Victoria junto a Elsa. —Este lugar es precioso —comentó la rubia, dejándose llevar—. Me siento en un cuento de hadas. Rafael tomó su cintura, la música empezó, era una melodía delicada, digna de un vals lento. —Tu padre tiene buen gusto. —Es verdad, él fue el que te ayudó a organizar todo esto, ¿verdad? —Así es. —Por cierto, ¿cómo haremos con la luna de miel? —preguntó, intrigada. —Dejaremos a Victoria con su niñera, ella entenderá que sus padres deben irse de viaje juntos —sonrió, bailando lento. —No hace falta salir del país. Estaré bien con pasar unas noches en
Mónica se había puesto su mejor traje de baño para sorprender a Rafael con sus curvas, aunque tuviera los pechos un poquito caídos después de haber amamantado a Victoria. Salió de la habitación del hotel, y no estaba de acuerdo en que hayan ido justamente a “El Alba” uno de los tantos hoteles que tenía David, en dónde casi nadie se hospedaba. —¡Mónica! ¡Por aquí! —Rafael le hizo señas. Él la estaba esperando en la puerta trasera que dirigía a la playa, un lugar bastante tranquilo y sin olas. Literalmente, estaba tan vacío, que tendrían mucho tiempo de calidad solo ellos dos. —¿Por qué se te ocurrió venir aquí? —bufó.—Primero; era el más cercano a la playa. Segundo; últimamente David está pendiente de cada persona que se hospeda en sus hoteles, porque son pocas —explicó, quitándose los lentes de sol—. Él leerá nuestros nombres. Supongo que quiero molestarlo un poco. Le dedicó una sonrisa burlona a su mujer, y ella rodó los ojos. Ya quería olvidarse de todo lo que tuviera que ver
—¿Me veo bien? —preguntó Elsa. —Espera —Mónica la detuvo y le quitó una pestaña que tenía en la mejilla—. Mucho mejor. —Lamento no poder cuidar de Victoria hoy. —No te preocupes. Hoy saldrá con mi padre de paseo, está emocionada por eso —sonrió la mujer. Elsa estaba más que lista para irse con Camilo a la salida que le prometió, bueno, ella misma se lo pidió. Los nervios los tenía a flor de piel. —¿Estaré haciendo bien? —Se mordió una uña—. Todavía no olvido por completo a Oliver. —Por favor, Elsa —le reprochó—. Oliver está preso y te trató del culo. Además, te recuerdo que Camilo y tú solo buscan ser amigos, ¿no es lo que me has dicho? En realidad, Oliver estaba muerto, no iba a decirle la verdad para no crear confusiones. Elsa suspiró, derrotada ante su propia timidez. —Lo siento, ya me voy —Se despidió con un beso en la mejilla—. Te quiero. —Suerte. Era bastante temprano por la mañana, ya Mónica se había arreglado para ir al trabajo junto a Rafael como era de costumbre.
—¡Rafael! —Mónica casi azotó la puerta al entrar—. Las noticias… Mira las noticias. Se apoyó sobre sus rodillas porque había corrido escaleras arriba para llegar más rápido. Su esposo la vio alterada, por lo que acudió a ella. —¿Qué sucede, cariño? Primero cálmate —La llevó a una de las sillas. Ella se sentó, tenía la respiración agitada. Después de lo que había visto, su corazón se puso a millón porque la primera parte de su plan recién empezaba. —Mira las noticias… —¿Las noticias? —¡Ya Víctor compartió la verdad! Rafael acarició sus hombros para darle uno de sus típicos masajes que logran relajar a su mujer. Él ya estaba al tanto de que actuaría ese día, pues lo habían acordado juntos. —Lo sé, mi amor. —Es que… —balbuceó—. Es hora, ¿no? Él sabrá la verdad, y temo que venga por Victoria. Se mordió una uña. Rafael estaba consciente de que sin un heredero, David lo perdería todo. Mónica se lo había explicado, pues ese era el acuerdo que los señores Lambert habían hecho con su
—Amor, puedo explicarlo —Usó sus manos para defenderse. Catherine se sentía acorralada contra la espada y la pared. Sus cejas estaban hundidas, y David no dejaba de verla con una decepción enorme. El amor de su vida le había fallado, aunque él todavía tenía una pizca de esperanza en ella. —Dime que están inventando ese rumor… —suplicó, el rubio apretó su pecho, devastado—. Catherine, yo te amo, mujer. No serías capaz de hacerme esto, ¿cierto? La pelirroja sintió cómo una roca le caía encima, se dejó caer de rodillas al suelo. No sabía cómo defender su posición, porque le falló a su marido de la peor manera, el pasado no podía borrarse. —F-fue Mónica —Se le ocurrió inventar una historia—. Estoy segura de que ella planeó todo esto. La última vez que la vi, me amenazó con dañar nuestro matrimonio. Juntó sus manos en súplica. —¿Otra vez la mencionas? —David sobó su sien. El shock no lo dejaba pensar bien—. Escúchame, esto se resolverá fácilmente. Llevaré a Mateo ya mismo para hacer
La prueba de paternidad dejó a David con las manos temblorosas. Fue a buscar el resultado junto al pequeño Mateo, no le avisó a su esposa. —¿Papi? El niño se dio cuenta del horror en su padre, se preguntaba qué había visto para terminar así. —¿Te acuerdas de Víctor? —preguntó, echando su cabello hacia atrás. Le costaba aceptar que en ese simple papel decía que Mateo no era su hijo. Estuvo criando todo ese tiempo a un niño que le pertenecía a otro hombre. Luego se quejaba de Rafael por criar semen ajeno, pero… ¿por qué su pecho punzaba? Le dolía saber la verdad, no quería estar cerca de Mateo, sabiendo que Víctor quería recuperarlo. Tal vez Rafael no le permitía ver a su propia hija, pero David no sería igual de egoísta que su enemigo, por lo que le entregaría sin dudar el niño a su verdadero padre. —Sí —respondió. —Mateo, escúchame bien —Lo tomó de los hombros—. Tu madre nos ha engañado a los dos. Jugó con nosotros. Es una mujer malvada… Las lágrimas salieron. Creyó que era
Un día después, Rafael colgó el celular, recién había llamado a Víctor, y quedaron en reunirse con David en un restaurante cercano a la empresa Rowling. —¿Vas a ir? —preguntó Mónica, afligida—. Me preocupa lo que pueda pensar ese hombre. —¿No eres tú la que dice que David es un estúpido? —bromeó, acercándose a ella para calmarla—. Porque no pienso dejar que nos pisotee. Además, seguro quiere entregarle el niño a Víctor, y saber qué piensa hacer con Catherine. —Creí que él era el enemigo… —Arrugó la boca, infantil. Él acarició su mejilla, porque sabía cuando Mónica deseaba su cariño. Ya la conocía. —A veces hay que hacer tratos con el enemigo, se llama estrategia, y puede hacernos ganar —proclamó, alejándose para ponerse el saco—. No te preocupes, volveré lo más pronto posible. Te encargo el papeleo. La mujer hundió las cejas, vio la pila de papeles que había encima del escritorio de su jefe, y pensar que debía leerlos todos… —Vaya trabajo me toca hoy —suspiró, encogida de hombr
—Cariño, hay que intentarlo. ¿No eres el que más quiere tener un hijo? —Agarró el brazo de su esposo, David Lambert. Este se soltó del agarre de forma brusca, dejó a Mónica con los ojos abiertos y el ceño fruncido. Se preguntaba: ¿por qué su esposo no la amaba? ¿Por qué la evadía tanto? ¿Qué fue lo que cambió? —Me aturdes, Mónica. Vete a limpiar o a lavar, no lo sé —masculló, estresado—. No puedes tener hijos, esa es la verdad. Deja de esforzarte por algo que jamás se hará realidad. El corazón de Mónica se apretujó dentro de su pecho. Llevó ambas manos al mismo, buscando el consuelo. Ella siempre había anhelado tener un bebé. Fue comprometida por obligación, la decisión la tomaron sus padres. Era la única manera de salvar a su familia de la ruina, si los Bustamante unían a su hija en matrimonio con el hijo de los Lambert. David era conocido como un poderoso empresario, dueño de una cadena de hoteles que le heredó su padre después de haberse jubilado. Famoso y millonario. —S-sé