Por otro lado, Michael estaba con Sara planeando el próximo paso que darían antes de irse a la mansión Bridget. —Estoy lista, no tienes que recordarme —masculló. —Lo único que debes hacer es amenazarlo, usa tu cara más diabólica y funcionará —susurró. —¿Te estás burlando de mí, Michael? —Frunció el ceño, ofendida. Ambos se encontraban en el departamento dónde vivía Samuel. Iban a cobrar venganza, o bueno, Michael necesitaba darle su merecido por lo que le hizo a Victoria. Tenían trajes negros y guantes que ocultarían sus huellas. Michael se aseguró de que nadie estuviera viendo, y forzó la puerta con una ganzúa.Entraron sin hacer ruido. —Te esconderás en el armario y serás la primera en sorprenderlo, ¿de acuerdo? Quisiera saber cómo te manejas en esto… —murmuró Michael, agarrando los hombros de Sara. —L-literalmente me has enseñado durante estas casi tres semanas… —balbuceó, nerviosa, sabiendo que se iría al día siguiente a su nuevo hogar. Sara quería demostrar su valor, que
—P-por favor, no me hagas daño —Samuel suplicó. Por alguna razón, sintió que ese hombre iba a matarlo sí o sí. El aura oscura que rodeaba a Michael, era digna de temer, hasta Sara se quedó en shock, estando tirada en el suelo. Le costaba procesar todo lo que ocurría. —¿La tocaste? —preguntó, con sed de sangre. —¡N-no! ¡Lo juro! Michael no planeaba matar a Samuel, solo quería darle un susto y una advertencia de que no se acercara a su familia. Sus planes cambiaron cuando lo vio a punto de abusar de Sara. —No te creo nada. Los labios de Sara temblaron, vio a su mejor amigo descontrolado y motivado por la ira, pero no supo cómo controlarlo. En el fondo, ella quería ver de lo que ese hombre era capaz… ¿Por qué sintió tanta rabia si no eran pareja? —¡S-Sara! ¡Dile algo! —rogó, Samuel empezó a llorar. Estaba sin camisa y con la nariz rota, la sangre no dejaba de chorrear. Se veía vulnerable. Sara se levantó, estuvo a punto de agarrar el brazo de Michael, pero él sacó su arma y le
Michael y Sara se estaban despidiendo de todos, les tocaba irse a la mansión Bridget. Alejandro fue a buscarlos, y cuando vio a Victoria, ella corrió a sus brazos. —¡Abuelito! —exclamó, emocionada como cuando era niña. —Uff, ya no puedo cargarte. Los dolores de espalda me tienen agotado —se quejó, divertido—. ¿Cómo has estado? —Muy bien. Aunque extrañaré a Michael, siento que pasamos poco tiempo juntos esta vez —Ella arrugó la boca. —No te preocupes, vendré más seguido —respondió su hermano menor. —Sara, hija, cuídate mucho por favor —Elsa le tomó las manos a la joven—. Recuerda escribirnos todos los días. —Te llamaré dos veces al día, ¿de acuerdo? —avisó Camilo, con una mano en la cintura. Sus padres estaban muy preocupados porque su bebé dejaría el nido por primera vez. Pero si era lo que Sara quería, planeaban apoyarla. —Estaré bien, mamá, papá —sonrió, dándole un abrazo familiar. —Papá, avísanos cuando lleguen —pidió Mónica, despidiéndose—. En unos días Victoria será la n
Mateo llegó al edificio de la empresa y preguntó por Victoria en la recepción. Le dijeron que subiera el ascensor hasta el segundo piso y diera un cruce a la derecha. Él hizo caso, nervioso porque no veía a su amiga desde la confesión que le hizo. ¿Podía actuar con normalidad? Llevó una mano a su pecho, inhaló hondo para calmarse y terminó chocando con un hombre de cabello negro y mirada intimidante, aunque era más pequeño que él. —Discúlpame. —No recuerdo que trabajes aquí —Alex lo detalló de pies a cabeza—. ¿Tienes cita? Nadie puede entrar sin una cita… —Vengo a ver a Victoria Rowling, la nueva jefa. —¿Tienes cita? —repitió. Mateo tensó la mandíbula y apretó los puños. Nunca imaginó que habría un hombre tan terco. —Conozco a Victoria de toda la vida, no es la primera vez que vengo a visitarla, así que hazte a un lado —masculló, con ambas manos en los bolsillos. Alex estuvo a punto de protestar, pero Victoria casualmente salió al leer el último mensaje de Mateo diciendo que
—Oye, ¿no hablaremos sobre lo que pasó con Samuel? —Sara estaba en la oficina de Michael. Jugaba con sus dedos, sentada en un mueble. Su llegada a la mansión Bridget fue tranquila, no hubo muchas presentaciones, pues Michael decidió que no hacía falta y los conocería a todos poco a poco. Aunque ella sí sintió muchas miradas de desprecio, tal vez porque era nueva en ese mundo y la eligieron para un puesto importante que otros deseaban tener. Michael alzó la mirada. —¿Qué te gustaría saber? Ya el caso quedó cerrado. La policía lo hizo parecer un suicidio —murmuró—. Lo único que me preocupa es la mujer que estuvo con él… —¿Mujer? Yo no la escuché. —No pude verla, pero hablaban sobre robar a mi padre —resopló—. Ya te mencioné que destruí varios planos con toda la información de la mansión Rowling. —Sí, sí. —Creo que ahora que Samuel está muerto, ella no se atrevería a cometer un robo tan peligroso sola, ¿no? —Frunció el ceño. Por mucho que haya investigado con sus secuaces y su a
A pesar de que su abuelo le pidió que no se metiera en problemas con sus aliados en la organización, Michael ignoró todas las reglas. Agarró a Ulises del cuello, lo apretó con fuerza. No iba a permitir que le hicieran bullying a su chica. Ulises estaba cagado, lo menos que quería era morir a manos de su nuevo jefe. —P-por favor… —suplicó, sin respirar con normalidad. Empezó a ponerse morado. Sara, al ver que su amigo estaba descontrolado como la última vez, lo abrazó por detrás para calmarlo con su calor. Por arte de magia, funcionó. —¡No lo hagas! —exclamó, asustada. Su cuello tenía una pequeña herida que no era grave, por lo menos no fue en una vena. Michael volvió en sí, sus ojos brillaron al escuchar la tranquilizadora voz de Sara. Ella se convirtió en su ángel. —¡Perdónanos la vida, por favor! —rogó Emma, cuando pudo levantarse. Ambos se arrodillaron con dificultad y lágrimas, no creyeron que Michael sería tan aterrador y despiadado, ya que Alejandro los trataba como si
Los días pasaban bastante rápido, ya Victoria había ordenado todo en la empresa. Se acostumbró más rápido de lo que pensaba. Estaba cenando con sus padres, planeaba contarle la gran noticia de que empezó a salir con Mateo, así que tocó la copa de vidrio con un tenedor. —Familia, tengo algo importante que decirles —sonrió. —¿Por fin aceptaste a Mateo? —cuestionó Mónica, con una risita. —¡Mamá! ¿Por qué no esperas a que yo lo diga? —Rodó los ojos, sentándose de nuevo. Removió el arroz en su plato, aburrida porque le habían arruinado la gran noticia. —Cariño, ya lo suponíamos, últimamente te arreglas más cada vez que sales con Mateo —la calmó Rafael—. Además, siempre le estás sonriendo al celular. —Qué bueno que a él sí lo aceptan —Forzó una sonrisa. —A propósito, ¿te enteraste de lo que le pasó a Samuel? —preguntó el castaño, tragando un bocado. Bebió un sorbo de vino. Victoria frunció el ceño, llevaba días sin ver las noticias y Samuel ya no le importaba. Lo sacó de s
Mateo estaba de camino a la empresa Rowling, iba a tener otra cita con Victoria. El corazón le seguía palpitando como si fuera la primera. Victoria, por otro lado, estaba terminando un informe que la tenía estresada, se le notaba por las cejas arrugadas.—No puedes irte hasta que termines eso —recordó Alex, serio. —¿Nunca sales a divertirte? —Si no es necesario, no. —Supongo que nadie te soporta —Rodó los ojos. Alex se sintió ofendido, pero optó por ignorar las palabras de su jefa para no seguirle el juego. Él ya había terminado su trabajo, estaba guardando sus cosas. —Créeme, yo te soporto a ti por la paga —bufó, calmado. —Me alegra saberlo —Forzó una sonrisa y concluyó el informe—. ¡Listo! —Suerte en tu cita. —Oye, oye, ¿te vas a ir sin saludar a Mateo? —Abrió la boca con ofensa. —Mi jornada laboral ha terminado. Además, ¿por qué querría saludarlo? —Frunció el ceño, colgó el bolso sobre su hombro. —Porque si se va a casar conmigo, será mi apoyo en esta empresa —sonrió, co