—¿Qué rechazó Mateo? —preguntó Victoria, inclinando ambas cejas. Lisa supo que había hecho mal, creyó que Mateo ya le había contado lo que hizo cuando se graduaron. —Y-yo… —balbuceó—. Mateo, debiste decírselo desde que regresaste. Ese regaño le dolió, porque Lisa tenía toda la razón. —Victoria, ella es Lisa, fue mi compañera durante años en la universidad —Cambió de tema, nervioso. Su mejor amiga no quería ninguna presentación después de escuchar que Mateo le ocultó algo importante durante tanto tiempo. —Tenemos que hablar sobre esto, no me cambies de tema ahora… —murmuró, molesta. —Lamento haber causado problemas. Mis pinturas están en la sala vip, por si gustan pasarse —Lisa les entregó dos pases gratis—. Nos vemos… La había cagado, ella misma lo sabía. Esperaba que el amor entre ellos fuera más fuerte que cualquier discusión. —Vayamos a un lugar más tranquilo —sugirió Mateo. —¿Cómo cuál? —La sala vip. Por algo Lisa nos dio estos pases. Suelen estar vacías y tienen espaci
Por otro lado, Michael estaba con Sara planeando el próximo paso que darían antes de irse a la mansión Bridget. —Estoy lista, no tienes que recordarme —masculló. —Lo único que debes hacer es amenazarlo, usa tu cara más diabólica y funcionará —susurró. —¿Te estás burlando de mí, Michael? —Frunció el ceño, ofendida. Ambos se encontraban en el departamento dónde vivía Samuel. Iban a cobrar venganza, o bueno, Michael necesitaba darle su merecido por lo que le hizo a Victoria. Tenían trajes negros y guantes que ocultarían sus huellas. Michael se aseguró de que nadie estuviera viendo, y forzó la puerta con una ganzúa.Entraron sin hacer ruido. —Te esconderás en el armario y serás la primera en sorprenderlo, ¿de acuerdo? Quisiera saber cómo te manejas en esto… —murmuró Michael, agarrando los hombros de Sara. —L-literalmente me has enseñado durante estas casi tres semanas… —balbuceó, nerviosa, sabiendo que se iría al día siguiente a su nuevo hogar. Sara quería demostrar su valor, que
—P-por favor, no me hagas daño —Samuel suplicó. Por alguna razón, sintió que ese hombre iba a matarlo sí o sí. El aura oscura que rodeaba a Michael, era digna de temer, hasta Sara se quedó en shock, estando tirada en el suelo. Le costaba procesar todo lo que ocurría. —¿La tocaste? —preguntó, con sed de sangre. —¡N-no! ¡Lo juro! Michael no planeaba matar a Samuel, solo quería darle un susto y una advertencia de que no se acercara a su familia. Sus planes cambiaron cuando lo vio a punto de abusar de Sara. —No te creo nada. Los labios de Sara temblaron, vio a su mejor amigo descontrolado y motivado por la ira, pero no supo cómo controlarlo. En el fondo, ella quería ver de lo que ese hombre era capaz… ¿Por qué sintió tanta rabia si no eran pareja? —¡S-Sara! ¡Dile algo! —rogó, Samuel empezó a llorar. Estaba sin camisa y con la nariz rota, la sangre no dejaba de chorrear. Se veía vulnerable. Sara se levantó, estuvo a punto de agarrar el brazo de Michael, pero él sacó su arma y le
—Cariño, hay que intentarlo. ¿No eres el que más quiere tener un hijo? —Agarró el brazo de su esposo, David Lambert. Este se soltó del agarre de forma brusca, dejó a Mónica con los ojos abiertos y el ceño fruncido. Se preguntaba: ¿por qué su esposo no la amaba? ¿Por qué la evadía tanto? ¿Qué fue lo que cambió? —Me aturdes, Mónica. Vete a limpiar o a lavar, no lo sé —masculló, estresado—. No puedes tener hijos, esa es la verdad. Deja de esforzarte por algo que jamás se hará realidad. El corazón de Mónica se apretujó dentro de su pecho. Llevó ambas manos al mismo, buscando el consuelo. Ella siempre había anhelado tener un bebé. Fue comprometida por obligación, la decisión la tomaron sus padres. Era la única manera de salvar a su familia de la ruina, si los Bustamante unían a su hija en matrimonio con el hijo de los Lambert. David era conocido como un poderoso empresario, dueño de una cadena de hoteles que le heredó su padre después de haberse jubilado. Famoso y millonario. —S-sé
Mónica ignoró las advertencias de su esposo y fue al día siguiente a ver al doctor que seguía su caso. Estaba sentada frente a él, mientras el especialista revisaba los resultados de varios exámenes que le había hecho a Mónica con anterioridad. —Doctor, ¿habrá salvación para mí? —preguntó, afligida. Ella deseaba con toda su alma ser madre, ver a ese pequeño retoño nacido de su amor… —Mmh —El pelinegro acomodó sus lentes y dejó los papeles de lado—. Mónica Lambert, usted ya no tiene necesidad de continuar con los tratamientos que hemos implementado hasta ahora. La expresión de Mónica se horrorizó. Arrugó la frente y llevó ambas manos a su boca, sus ojos se cristalizaron porque las palabras del doctor le dieron a entender que ya no había cura para su infertilidad. —¿Así de grave estoy? —Su voz salió rasposa, debilitada por el dolor interno. El hombre le dedicó una sonrisa a Mónica, lo que la dejó confundida. —Usted está embarazada —informó—. Felicidades, señora. Nuestro esfuerzo
El corazón de Mónica se apretujó dentro de su pecho. Ella sabía que ese tipo de sonidos no eran normales. ¿Estaban teniendo sexo? —Yo la acompaño... —Se ofreció Delia—. No vaya a colapsar, por favor. Piense en el bebé. La castaña asintió, más calmada. Sabía que si se dejaba llevar por sus emociones, podía perder a su bebé, y tanto que le costó conseguirlo. Ella no iba a permitir que David arruinara su felicidad. Se levantó de la silla para caminar a pasos lentos por la sala de la mansión. Los gemidos se escuchaban cada vez más cerca, a medida que se acercaba al despacho. Delia no le soltó la mano en ningún momento como símbolo de apoyo. —Estaré bien... —Se dijo a sí misma—. Todo es parte de mi imaginación. El ceño de Delia se frunció porque le dolía ver a su amiga así. Quedaría destrozada, muy destrozada. —No deje de pensar en el bebé, ¿de acuerdo? Póngalo por encima de todo lo malo —Le aconsejó. La puerta del despacho estaba abierta, con un pequeño espacio disponible para ver
Había pasado un día después de haberlo visto revolcándose con otra mujer, y ella estaba decidida en hablar con él respecto a eso. No planeaba mencionar lo del embarazo todavía. Estaba guardando esa carta para la reunión con sus suegros. Buscó a David y lo encontró en su despacho. Él solía trabajar desde allí y pocas veces tenía que ir a la empresa. No estaba solo. Se quedó detrás de la puerta para escuchar la conversación. —R-Rafael… Esta vez prometo pagarte, solo necesito un tiempo más —titubeó—. Ten, esto puede apaciguar las cosas. Mónica no podía ver, ya que la puerta estaba cerrada, pero David le había entregado una pequeña cantidad de dinero en efectivo a su enemigo. Rafael tenía un semblante serio y despreocupado. Agarró los billetes de mala gana. —No me agrada esto de estar recibiendo tu pago en pequeñas cantidades, Lambert —resopló—. Si sigues así, pronto tendré que cobrarme con otras cosas… Tu dedo, por ejemplo. El rubio se horrorizó ante tal amenaza, sabía que Rafae
Se vio una última vez en el gran espejo de su habitación. Mónica estaba radiante, se arregló mejor que nunca con la ayuda de Delia. Llevaba puesto un vestido rojo intenso que combinaba con su labial. La pedrería fina en la parte del torso la hacía ver jovial. Dio una media vuelta, su cuerpo cobró firmeza. —Se ve preciosa —soltó la sirvienta, dando los últimos retoques—. Está lista para sorprender a todos. Usted no se deje humillar por nadie. —Quedarán con la boca abierta al saber que estoy embarazada. Guardó la ecografía en su cartera. Delia le dio un leve empujón para que se fuera, ya que había sido avisada de la llegada de la familia Lambert. —Que Dios la acompañe. Mónica sonrió. Salió llena de valor de su habitación y caminó por los pasillos hasta bajar las amplias escaleras. Escuchó los murmullos en el comedor, las voces de sus suegros. Atravesó el umbral de la puerta, sintiéndose radiante por haberse arreglado para callarle la boca a David. Cuando Rowena y Damián la viero