A pesar de que su abuelo le pidió que no se metiera en problemas con sus aliados en la organización, Michael ignoró todas las reglas. Agarró a Ulises del cuello, lo apretó con fuerza. No iba a permitir que le hicieran bullying a su chica. Ulises estaba cagado, lo menos que quería era morir a manos de su nuevo jefe. —P-por favor… —suplicó, sin respirar con normalidad. Empezó a ponerse morado. Sara, al ver que su amigo estaba descontrolado como la última vez, lo abrazó por detrás para calmarlo con su calor. Por arte de magia, funcionó. —¡No lo hagas! —exclamó, asustada. Su cuello tenía una pequeña herida que no era grave, por lo menos no fue en una vena. Michael volvió en sí, sus ojos brillaron al escuchar la tranquilizadora voz de Sara. Ella se convirtió en su ángel. —¡Perdónanos la vida, por favor! —rogó Emma, cuando pudo levantarse. Ambos se arrodillaron con dificultad y lágrimas, no creyeron que Michael sería tan aterrador y despiadado, ya que Alejandro los trataba como si
Los días pasaban bastante rápido, ya Victoria había ordenado todo en la empresa. Se acostumbró más rápido de lo que pensaba. Estaba cenando con sus padres, planeaba contarle la gran noticia de que empezó a salir con Mateo, así que tocó la copa de vidrio con un tenedor. —Familia, tengo algo importante que decirles —sonrió. —¿Por fin aceptaste a Mateo? —cuestionó Mónica, con una risita. —¡Mamá! ¿Por qué no esperas a que yo lo diga? —Rodó los ojos, sentándose de nuevo. Removió el arroz en su plato, aburrida porque le habían arruinado la gran noticia. —Cariño, ya lo suponíamos, últimamente te arreglas más cada vez que sales con Mateo —la calmó Rafael—. Además, siempre le estás sonriendo al celular. —Qué bueno que a él sí lo aceptan —Forzó una sonrisa. —A propósito, ¿te enteraste de lo que le pasó a Samuel? —preguntó el castaño, tragando un bocado. Bebió un sorbo de vino. Victoria frunció el ceño, llevaba días sin ver las noticias y Samuel ya no le importaba. Lo sacó de s
Mateo estaba de camino a la empresa Rowling, iba a tener otra cita con Victoria. El corazón le seguía palpitando como si fuera la primera. Victoria, por otro lado, estaba terminando un informe que la tenía estresada, se le notaba por las cejas arrugadas.—No puedes irte hasta que termines eso —recordó Alex, serio. —¿Nunca sales a divertirte? —Si no es necesario, no. —Supongo que nadie te soporta —Rodó los ojos. Alex se sintió ofendido, pero optó por ignorar las palabras de su jefa para no seguirle el juego. Él ya había terminado su trabajo, estaba guardando sus cosas. —Créeme, yo te soporto a ti por la paga —bufó, calmado. —Me alegra saberlo —Forzó una sonrisa y concluyó el informe—. ¡Listo! —Suerte en tu cita. —Oye, oye, ¿te vas a ir sin saludar a Mateo? —Abrió la boca con ofensa. —Mi jornada laboral ha terminado. Además, ¿por qué querría saludarlo? —Frunció el ceño, colgó el bolso sobre su hombro. —Porque si se va a casar conmigo, será mi apoyo en esta empresa —sonrió, co
—¿Michael? —Sara se sorprendió. Llevaba días evitándola, de alguna forma, sintió que él ya había hablado con Victoria. Entró en su habitación como si nada, ella se sentó en la cama. —Necesitamos hablar… —Sí, claro —Tragó saliva. ¿Iba a pedirle que se fuera? ¿Lo de la última vez fue un error? Porque fue su primera vez, no quería que su amistad acabara así. —Es sobre lo que pasó entre nosotros —Caminó hacia ella. Se sentó a su lado en la cama, ella trató de calmar su acelerada respiración, y eso que no la había tocado. Michael estaba decidido a confesar sus sentimientos. —E-escucha, si quieres olvidarlo, por mí está bien —tartamudeó—. Si piensas que fue un error… No la dejó terminar. Le puso el dedo en la boca para callarla, ella abrió los ojos con asombro. Michael le mostró una sonrisa que alivió su corazón. —Me gustas. Y así, le dio un suave beso que la dejó en shock. Michael no era de palabras, sino de acciones. Con esa simple confesión, a Sara le bastó y disfrutó del beso
Victoria se había preparado mejor que nunca, estaba cumpliendo un mes de novios con Mateo, y él iría a buscarla a su casa. Se miró en el espejo, el vestido blanco le llegaba hasta las rodillas y la hacía ver como una princesa. Sonrió, dando una vuelta. —Mateo está abajo —Su padre tocó la puerta abierta—. Mi niña ya es toda una mujer. —Ay, papá —rio. —Quería decirte algo… —murmuró. —¿Malas noticias? —Más o menos. No dudes en avisarme si Mateo vuelve a ver a Catherine —pidió—. Ella puede ser un peligro. A Victoria se le borró la sonrisa. Supuso que ya Mateo le había dicho a sus padres, por eso Rafael se enteró. —No te preocupes. Creo que esa mujer debió quedarse en la cárcel por todo el daño que les hizo tanto a ustedes como a Mateo… —comentó. —Sí… —Bueno, bajemos —Se puso al lado de su padre, le agarró el brazo—. Así tendrás que llevarme cuando me case. —¿Será pronto? Espero que sea pronto —bromeó. —Apenas llevamos un mes —Rodó los ojos. Ambos salieron de la habitación y b
Victoria llegó a la casa de Mateo, fue recibida por él. Acordaron ese día ver una película, ella iba a quedarse a dormir, ya que al ser fin de semana, los padres de Mateo se fueron a la casa de sus abuelos.—Bienvenida —le sonrió, abrió más la puerta. Era de noche, estaba nerviosa. Abrazó la mochila con fuerza, cualquier cosa podía pasar esa noche, y ella estaba ansiosa por hacer de todo un poco, estando completamente solos y a oscuras. —Traje palomitas, ¿y el microondas? —Por allá —señaló la cocina. Victoria fue de inmediato, apretó los labios, su cuerpo estaba tembloroso y todavía no la habían tocado. Había pasado una semana desde que se comprometió con Mateo, lo compartió con sus padres y estos se alegraron. Michael y Sara también estaban al tanto, ellos irían en pocos días a la mansión Rowling para quedarse durante una semana. —¿Tu papá no te ha dicho nada sobre Catherine? —inquirió él, sacando las latas de refresco. —Pues no… ¿quieres que mande a mi asistente a investigar
Catherine, esa mujer que en el pasado trajo muchos problemas. Después de enterarse de que Samuel se suicidó, consiguió un nuevo amante que la ayudaría con su plan. —Ya está todo preparado —Llegó Albert, con dos trajes negros. —¿Conseguiste armas? —le preguntó la pelirroja, de brazos cruzados. Ella tenía la copia de los planos sobre la mansión Rowling, Samuel la convenció de robar el lugar, y ella gustosa aceptó, aunque lamentablemente él ya no estaba. —Por supuesto, bombón —sonrió de lado, sacando dos pistolas—. ¿Cómo lo haremos? Hay guardias en la entrada. —Pues los mataremos, ¿no es obvio? —Uh, saliste agresiva —bromeó el castaño, echándose el cabello hacia atrás. —Créeme, el dinero que debe de tener esa gente, vale la pena —Apretó los labios—. Además, tuve que apañármelas para sobrevivir en la cárcel por culpa de ellos…Albert se acercó, estaba con Catherine por puro pasatiempo. Cuando consiguiera el dinero, se iría del país para disfrutar de los placeres que tenía la vida.
Catherine y su pareja habían logrado entrar, mataron a los dos guardias sin problemas. Ella tenía el corazón a mil, había visto un auto estacionado afuera, así que supuso que Rafael estaba en casa. —Agarra todo lo que sea de valor —ordenó, metiendo varios jarrones en el bolso. —Entendido, capitana. Michael se detuvo detrás de un mueble junto a Sara, se agacharon rápidamente cuando vieron a dos ladrones. Él le hizo señas a su chica de que no hiciera ruido. —Ojalá que Mónica esté en casa, me alegrará meterle un tiro en la cabeza —bromeó la pelirroja. Quería volver a verla. Cuando Michael escuchó eso, las piezas del rompecabezas empezaron a conectar. Dedujo que esa mujer había sido la cómplice de Samuel, y ya sabía su historia. La madre de Mateo… —¿Es quién creo que es? —preguntó Sara, en voz baja. Su compañero asintió, una gota de sudor recorrió su frente. —Hay que darnos prisa, tengo un mal presentimiento de esto… —expresó Albert, tragando saliva. —Sígueme, según las notas d