Capítulo 47: La nostalgia del viaje.

La limusina se detuvo en la marina exclusiva donde se ubicaba el Yate del señor Fiorentino, el sonido de las gaviotas se entrelazaba con el aroma del mar, el viento agitando el cabello rubio de esa mujer y sus hijas que bajaron del vehículo.

En ese instante, un lujoso auto se acercó, y de él emergió Antonio Rossi, con una elegancia casual en su atuendo de tonalidades claras.

El hombre italiano, con una sonrisa amplia y amistosa, se acercó a las niñas, saludando con entusiasmo.

—¡Pequeñas! —exclamó Antonio, acercándose—. ¿Listas para un día de playa?

—¡Sí! —dijeron las niñas al unísono.

Cassandra sintió un escalofrío. Cuando la mirada de ese hombre se clavó en ella por un instante.

Sabía que Angelo desconfiaba de ella, pero no que creyera incluso más en ese hombre, cuya aura escalofriante atemorizaría a cualquiera.

Mientras Antonio dirigía a las gemelas que avanzaron delante de ellos, Cassandra sintió un tirón en su brazo…

Era Antonio. Que se inclinó hacia esa mujer rubi
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