La limusina avanzaba por las calles iluminadas de la ciudad, su interior impregnado de un ambiente tenso. Las gemelas, Cristal y Clara, dormían plácidamente en sus sillas de seguridad, ajenas al mundo que las rodeaba. Cassandra, cruzando los brazos sobre su vestido corto hasta sus rodillas, recatado, y de un opaco color vino, miraba por la ventana, sintiendo un torbellino de emociones contradictorias en su interior. Suspiró y, al final, apenas audible, murmuró: —No eres tan mal padre… Por el día que les diste hoy a ellas… Gracias. Angelo, que se había sentado a su lado, arqueó una ceja con desdén. Su mirada fría se posó en ella como si fuera un objeto más en la limusina. —Te equivocas, mujer. Yo no he hecho nada por ti, no agradezcas. Todo esto es entre mis hijas y yo. ¡Cassandra exhaló! "¿Espera que me crea eso?, claramente disfrutó la salida con las niñas" Pensó ella frunciendo ligeramente el ceño. —Yo solo decía. No tienes que reaccionar así, Angelo. —P
Cuando finalmente Cassandra regresó a su habitación esa noche, sintiéndose exhausta, se encontró con una… sorpresita. En su cama, había una sensual lencería color violeta, acompañada de una nota de Angelo que le ordenaba que la utilizara. Cassandra exhaló, sintiendo una mezcla de frustración, pero también… ¿Deseo? En su mente recordó el viaje en la limusina. Ella lo mordió, lo hizo sangrar, pero… Él no arremetió violentamente contra ella. —Maldito meticuloso —murmuró para sí misma, dándose cuenta de que el día entero había estado planeado con precisión, como un juego en el que ella era la pieza que él movía a su antojo. "Oh no, señor Fiorentino. No tendrás el control esta noche" Pensó ella, una sonrisita traviesa curvando sus sensuales labios color cereza. …………. Cassandra se encontraba frente a las puertas de la habitación. Cerró sus ojos, soltando un suspiro cargado de nerviosismo, a la vez que su mano se posaba sobre la manija y… Click~ Abrió la puerta. Ingresando a
El sol radiante del nuevo día se filtraba por las ramas del frondoso árbol, bajo el, una mesa de jardín, donde fue servido el desayuno de las gemelas. Sin embargo, Cassandra observó que las niñas no parecían muy contentas, desde que las despertó esa mañana y comenzó a prepararlas para iniciar su agenda. Había algo en ellas que la inquietaba. —¿No tienen apetito? —les preguntó Cassandra, sentándose en una silla frente a las gemelas. —No es eso… —hizo un puchero Cristal, mientras con el tenedor jugaba con la comida en su plato. —Cristal. Eso es de mala educación —le recordó Cassandra, con voz suave y delicada—. Saben que ahora soy… Soy su niñera, y si algo les sucede, les han dicho o hecho, pueden contarme, siempre querré ayudarlas. Clara hizo un puchero, después de tomar de la leche en su vaso. —Es que nadie dice nada de mamá aún… —dijo la niña menor, cabizbaja. ¡Nuevamente, un golpe directo al corazón de Cassandra! —Oh… Madeline… —susurró esa mujer, soltando un larg
Esa mañana de Miami se presentaba brillante y calurosa. Un automóvil negro de lujo se detuvo en las afueras de un edificio de departamentos. La puerta del vehículo se abrió y una mujer emergió. Su figura era elegante, cubierta con un sombrero de ala ancha que ocultaba parte de su rostro, y una gabardina que se mecía con cada paso decidido hacia la entrada de uno de los departamentos. Tras tocar el timbre. María, con rostro cansado, abrió la puerta al instante. —Señora Fiorentino, no esperé que viniera usted misma en persona —dijo la mujer que trabajaba de niñera para los Fiorentino, intentando esconder su sorpresa tras una sonrisa nerviosa. —Desearía no tener que hacerlo —respondió Madeline, observando con desdén el desorden que la rodeaba—. Es una pocilga en la que parece que vives. ¿Cómo puedes permitir que tus hijos crezcan en un lugar así? ¿Qué haces con el pago que te da mi marido? María tragó en seco, incómoda ante la manera que esa señora adinerada la juzgaba. —No t
El señor Fiorentino se encontraba en la última reunión del día, revisando los reportes de las ventas exitosas del último producto que sacaron. En ese momento, ingresó la secretaria apresurada, e inclinándose discretamente hacia el CEO Fiorentino, le susurró: —Señor, tiene una llamada urgente desde la mansión. Es referente a sus hijas. Angelo dejó de inmediato los documentos sobre la mesa, poniéndose de pie, y dando por terminada la reunión. —Terminamos aquí. Pueden irse —se marchó rápidamente ese hombre del salón. Mientras caminaba rápidamente hacia su ascensor personal, hizo una llamada telefónica al mayordomo. —¿Qué ocurrió con mis hijas, Robert? —¡Señor Fiorentino! ¡Las niñas están en el hospital del doctor Clark! —dijo Robert con voz urgente del otro lado de la línea telefónica. Ese CEO detuvo sus pasos en ese instante, frente al ascensor. —¿Qué tan serio es para que estén en el hospital e interrumpir mi trabajo? —Señor Fiorentino. Las niñas están gravemente i
"¿Él… Me creyó…?" Pensó Cassandra, sorprendida, sin poder creer la órden que dió ese hombre. Apenas Robert se marchó. Angelo volvió a ver fijamente a Cassandra. El corazón de ella latiendo aceleradamente, creyendo que su ex continuaría culpándola. —Vuelve a tu habitación. Aún eres la principal sospechosa. Cassandra aprovechó la oportunidad caminando rápidamente hacia la salida, sin embargo, justo cuando pasaba al lado de ese hombre, él la detuvo del antebrazo. Sintiendo un escalofríos recorrer todo su cuerpo, la mujer rubia levantó su mirada, viendo a su ex. —Si resulta que realmente fuiste tú y me estás engañando… —No fuí yo —interrumpió de inmediato Cassandra, sus palabras temblorosas y su mirada llena de sinceridad. Un silencio incómodo reinó entre ellos dos, segundos que parecieron eternos. Lentamente Angelo soltó su antebrazo. —Vete. Cassandra salió de inmediato, sin intentar provocar más a ese CEO, que evidentemente estaba FURIOSO. ……… Apenas María ingres
—¿María se fue? ¿Ya no será niñera nuestra, señorita? —le preguntó la gemela menor, Clara, a Cassandra. —Eso parece… —susurró Cassandra un poco confundida. "¿Por qué ya no volverá? ¿Sí era la culpable? ¿Significa que fue nuevamente Madeline quien lo planeó?" Pensó esa mujer rubia, llena de inquietud. —Voy a extrañar a María… —hizo un puchero, Clara. —Yo no —la interrumpió de inmediato, Cristal—. La señorita Brenaman me agrada, es más buena, es más divertida, me ayudó con mi pintura~ —Pero… —susurró decaída, Clara. —Además, recuerda. María nos obligaba con "reglas", la señorita Brenaman nos deja disfrutar más —sonreía la niña, animando a su hermanita menor. En ese momento, Cassandra se dirigió a la salida. —Vuelvo en un momento, niñas. Cassandra en el largo pasillo, apresuró sus pasos para encontrarse con ese italiano. —¡Angelo, espera! —exclamó, a la vez que corría hacia él. Al escuchar la voz familiar de esa mujer llamándolo, los pasos de ese hombre que vestí
La noche de ese día. Cassandra bajaba las escaleras rumbo al vestíbulo luego de haber dejado durmiendo en la habitación a las gemelas, fue en ese momento cuando vio a Angelo extremadamente bien vestido a punto de salir. —No sabía que saldrías hoy, ¿a dónde vas? —preguntó ella atrevidamente. Por supuesto, no era de su interés a dónde fuese ese hombre. Sin embargo, si algo sucedía con las niñas… Pensó que al menos ella debía saber dónde estaría el padre. —Eso no es de tu incumbencia. Cualquier emergencia, informa al guardaespaldas principal de las gemelas. Él me contactará. Robert no estará hasta más tarde, así que… —Oh, así que te verás con esa mujer —interrunpió Cassandra a Angelo, esto, al ella posar sus ojos dorados en la mano izquierda de ese CEO y ver el anillo matrimonial de él. Un anillo que Cassandra sabía, él solo utilizaba en eventos importantes. Angelo ignoró por completo el comentario de esa rubia, viéndolo irrelevante y se marchó. Cassandra suspiró al momen