—Mamá, ¿cuándo regresaste? —le después de entrar en la habitación y cerrar la puerta.

—No hace nada —dijo Eloise con calma mientras caminaba hacia el gabinete de vinos y tomaba una botella.

Tomó dos copas, luego se sentó y le pidió a Arianna que se sentara frente a ella. Después abrió la botella y llenó ambas copas con vino.

Arianna se sentó, cogió uno de los vasos. Bebió despacio, sino que agitó suavemente el vaso, observando cómo fluía el líquido rojo.

—Mamá, lamento que tengas que pasar por esto —dijo.

—Asimismo. —Al contrario de ella, Eloise bebió el vino de una sola vez, luego miró la copa aturdida—. Todo es culpa. Lo siento.

—¡Mamá, no digas cosas así! —Palmeó el dorso de la mano de su madre, desaprobando—. Las cosas no están en su peor momento. ¿Por qué dirías tal cosa?

—Es porque no soy bastante bueno. ¡Es por eso que papá trajo al niño a casa! —Sosteniendo el vaso con fuerza, sus nudillos se pusieron blancos. Apretó los dientes y continuó—: ¡Me temo que no pasará