Kalil.
No podré con esto, no cuando ella me presenta este escenario y me mira con esos ojos.
Juro que voy a enloquecer. No podré.
Definitivamente mi Saravi no ha dejado de ser esa mujer intrépida, rebelde y desbocada como lo era. La que dice lo que siente sin importar qué. Parece que ella no entiende los estragos que está causando con sus gestos, ella ignora todo lo que está sucediendo en mi corazón y lo débil que hace mi cuerpo.
Ella, ella es lo más hermoso que verán todas las miradas en cualquiera de sus facetas, contenta o enojada, nerviosa o dudosa, con ropa o sin nada. Su esencia sin lugar a duda deja sin palabras a los incrédulos, sus ojos te envuelven y su boca te hace explotar en miles de partículas, ella pone en calma todos los sonidos, entonces de repente se abre un espacio que es imposible de llenar.
Mi hermana
Saravi. El tiempo es relativo, por algunos momentos puedes aceptar su paso, y lo notas en cada situación, sin embargo, hay instantes como esteque no sabes si se ha detenido por completo o ha desaparecido. Segundos habían pasado desde que Kalil decidió arrastrar con su aroma lejos de mí, exactamente el lugar donde me he quedado plantada, como si mis pies estuviesen congelados inamovibles. No sé cuánto tiempo he estado en pie observando el pasillo vacío por donde desapareció el hombre que acaba de besar mi nariz. Pero si de algo estoy segura, es que ha destruido toda mi cordura y ha desestabilizado la poca tranquilidad que me quedaba. Estoy temblando completamente, mi cuerpo titila ante el miedo, la emoción y el éxtasis que el rey, de forma intencional, ha dejado en mi cuerpo. De ante mano nunca debí ir a los jardines con él, desde primera instancia jamás debí aceptar ese paseo. Justo hace unos momentos
Saravi (Nahid). Después de un tiempo, sentada en la bañera de la nueva habitación, solo recuesto mi cabeza en las rodillas unidas y me abrazo. La dama aromatiza el agua mientras añade aceites y algunas infusiones que se incrustan en mis fosas nasales. Un rato antes había sido llamada para la cena, pero definitivamente no me encontraba en condiciones de lidiar de nuevo con nadie. Omer había insistido en hablar conmigo, pero yo solo había pedido espacio, quería estar sola. Aunque tenía hambre prefería quedarme aquí, no estaba dispuesta en ver la cara de esa mujer, que a ciencia cierta no tenía culpa de nada, ella estaba defendiendo su lugar, y yo solo era una aparecida que pretendía sentir cosas por su prometido. ¡Y que digo prometido!, él era el rey de Angkor, ¡por Dios santo!, tenía relaciones políticas con Omer y mis pensamientos y sentimientos estaban completamente fuera de lugar. Si alguien aquí debía
Kalil. «La paciencia es un regalo», de hecho, al tiempo trae buenos resultados, creería que los mejores si de verdad se piensa con cabeza fría y no se deja llevar por las emociones, a la final estoy convencido de que sería mucho mejor sus frutos. Pero momentos como este, no me resulta apetecible esperar, momentos como este, el éxtasis te vuelve tan loco y te hace sentir tan bien, que todo se olvida, inclusive ni siquiera piensas que luego obtendrás otra cosa más, que este mismo instante. Yo estaba luchando, eso era cierto, pero después de mi arrebato por la tarde la sensación en mis labios había sido devastadora hasta el punto de no concentrarme en sí quiera una palabra en la reunión. Todas las miradas eras de incógnitas en mi dirección, incluso sonreí al ver la cara del imbécil de Omer, porque él sabía que algo estaba pasando, y debía prepararse para ello. Pero no verla en la cena hizo inestable mi existencia de nue
Kalil.Paso un trago forzado llenándome de paciencia.—Mi amor…—Kalil… —ella refuta de nuevo y quitando mis manos de su rostro—. No sabes nada de mí, ni yo misma sé. En este último tiempo he estado sola, y el rey de Yomal me ha tendido la mano de una forma que jamás podría agradecer.Me despego de su tacto rápidamente, mientras la ira comienza a circular por mis venas. Me quema y me duelen mucho sus palabras.—No sigas… —le pido áspero.Ella asiente espaciando más nuestra distancia.—Yo jamás podría hacer una cosa de estas —ella quiere explicarme su situación desconociendo lo que pasa en ella, odiándose por tener este tipo de sentimientos por una persona que piensa, no conoce—. Yo no podría vivir de esa manera.Paso mis manos por e
“Si no sabemos hacia dónde vamos, terminaremos en cualquier otro lugar.” YOGI BERRA Saravi. Me sentía enferma, tenía una debilidad en todo mi cuerpo y el ánimo por los pies. La noche había sido eterna para mí desde que el rey salió de mi habitación. No quería aceptar que, desde que su mirada enojada se deslizó por mi rostro y pronunció esas palabras, algo dentro de mí se había desgarrado de inmediato. Aparte de que no pude conciliar el sueño durante toda la noche, guardaba una culpa enorme sobre mis hombros. Tenía tres días aquí en Angkor, y parecía que un montón de años pasaron sobre mí durante este tiempo y en este lugar. «¿Cómo podía sentirme así con un hombre que apenas conocía? ¿Por qué el corazón era de esa manera? ¿Por qué no simplemente se alegraba con lo que había elegido?» Reprimía los ojos cada vez que un recuerdo volvía a mi cabeza, anoche fue el momento donde experimenté m
Saravi. —No me importa si usted está de acuerdo o no, nos iremos mañana. —¡Es mejor que se calmen ya! Los sonidos de las voces agudas comienzan a apacentarse en mi cabeza, reprimo los ojos varias veces, y lentamente los abro temiendo por un dolor de cabeza que aparecerá en cualquier momento. El médico, que desde que llegué parece estar cuidándome, esta frente a mí con un pañuelo cerca de mi nariz. El olor aunque no es desagradable, es muy fuerte. El hombre hace un ademán a los presentes y todos hacen silencio. No me desmayé, pero el mareo fue tan fuerte que por unos momentos todo lo vi negro, me había estrellado contra Omer, y este de inmediato fue un soporte para no irme al suelo ante mi debilidad. Ahora estaba sentada en un sillón en medio del pasillo. —Señorita Nahid, ¿me escucha bien? Asiento débilmente. Entonces él quita el pañuelo y me da una taza con una bebida caliente. —Tómela, le ayudará con
Kalil.Describir cómo me siento ahora sería imposible. Pero si debería utilizar una palabra diría que… desesperación es lo que siento.La rabia que me consume por los hechos de Alinna no son peores que mi inestabilidad ahora que Saravi piensa que le he mentido, su mirada me lo dejó muy claro, ella debe estar pensando que estoy jugando con ella y que por supuesto estoy loco.Sentí mucho miedo cuando ella posó su mirada en mí cuando volvió en sí después de su mareo, me había aterrado entender que no quería nada de mí después de escuchar Alinna mintiendo en mi cara. Pero definitivamente lo que terminó por matarme fue cuando dijo que iría con su prometido a preparar las cosas para el viaje.«¿Qué podía hacer?»Era imposible retenerla aquí
Saravi. Estaba muy nerviosa. Todo dentro de mí gritaba que buscara otra salida, todo dentro de mí hacia contrapeso para que no me levantara de este sillón donde me encontraba sentada. La princesa y su prometido tenían una tensión evidente mientras deslizaban la mirada hacia su rey. Kalil por otra parte parecía como un niño asustadizo, demostraba que algo iba a estallar dentro de él, y también en cualquier momento yo misma estallaría. —Es hora… —anunció Omer tomándome de la mano. Su condición parecía muy apresurada. Omer sentía amenaza en este país, sentía que de alguna forma si no salíamos de aquí, la situación se pondría peor. O quizás solo lo intuía por mí mismo comportamiento. Yo no era la misma para con él. Luego de nosotros, todos se colocan de pie mirándose extrañamente. El peso de mis hombros era demasiado para soportar. Y justo cuando Omer se escabullía un poco, una voz nos detuvo.