Connie miró a través de la ventanilla del autobús, sintió una pequeña opresión en el pecho al tener que dejar Acapulco, la ciudad en la que había decidido construir una vida llena de lujos al casarse con un hombre millonario.
La belleza y majestuosidad del océano pacífico que podían maravillar a cualquier turista nacional o extranjero, para ella solo significaban dejar atrás uno de los episodios más bochornosos de su vida.
Tuvo el impulso de cerrar la cortina para evitar que el sol le diera directo en el rostro, pero solo cerró los ojos y dejó que los rayos acariciaran sus mejillas por última vez.
No pudo evitar recordar el día de su boda fallida. Cuando pensó que estaba a punto de cumplir su sueño de convertirse en la esposa de un hotelero millonario. Todo se vino abajo cuando éste descubrió que ella había estado jugando una doble vida y la despreció de la manera más humillante delante de todos los invitados de la boda al negándose a casarse con ella en el último momento.
Eso fue lo que la llevó a tomar la decisión de huir de Acapulco. Muchos de los hombres de negocios que pagaban por sus servicios de Sugar Baby se habían enterado del escándalo que fue su boda, puesto que salió la noticia en todos los diarios y revistas de sociales físicas y electrónicas de la ciudad.
Tenía una cantidad de dinero ahorrada, lo suficiente para instalarse en cualquier ciudad y comenzar de nuevo. Quería iniciar una nueva vida lejos de todo y de todas las personas que la conocían, sobre todo de su madre. Abrió la ventanilla y arrojó el móvil que se hizo añicos al estrellarse contra el pavimento de la carretera. De esa manera su madre no podría volver a contactarla ni a exigirle dinero.
Desde que era muy niña supo que su destino era convertirse en prostituta igual que su madre; sin embargo, en Acapulco gracias a una mujer que la ayudó a salir del bar donde trabajaba, se había convertido en la Sugar Baby más cotizada del puerto. Esa mujer le enseñó modales, a vestirse y comportarse como una mujer refinada y hasta un poco de cultura general para no avergonzar a sus clientes. Al final una Sugar Baby no dejaba de ser una vendedora de compañía a cambio de dinero, por mucho que se intentara disfrazar con palabras elegantes, seguía siendo una variante de la prostitución.
Connie sabía que su juventud y belleza no le iban a durar para siempre, por eso anhelaba convertirse en la esposa de un millonario. No quería terminar como su madre, prostituyéndose con borrachos asquerosos a cambio de unos cuantos pesos.
La mirada insistente de una chica sentada en el asiento al otro extremo del suyo la distrajo de sus pensamientos, era una joven blanca, con el cabello rubio y casi de su edad, pero vestida con ropa demasiado conservadora.
No pudo evitar mirarla porque pensó que se parecía a ella solo que, con una falda larga hasta el tobillo, una blusa de mangas largas y abotonada hasta el cuello y con un cordón negro del que pendía un crucifijo.
“Debe ser monja” pensó y le dirigió una leve sonrisa. Instintivamente acomodó su top que dejaba ver el nacimiento de sus senos y volvió la mirada hacia la ventanilla.
Tras ocho horas de viaje y sintiendo las piernas y el trasero entumecidos, el autobús ingresó a la terminal en Huatulco, Oaxaca. Si había algo a lo que Connie no quería renunciar, era a vivir cerca del mar. Era el único sueño que había tenido de niña, conocer el mar y una vez que lo vio por primera vez, se prometió que siempre haría lo posible por tenerlo cerca.
Estaba esperando que bajaran sus maletas del portaequipaje del autobús cuando la joven religiosa se acercó a ella.
—Si en algún momento necesitas acercarte a Dios, búscalo, nunca es tarde para enderezar el camino — Connie recibió el folleto y se quedó sin palabras, por un momento sintió como si llevara la palabra prostituta grabada en la frente.
Quiso decir que no era necesario, incluso reclamar porque se sintió ofendida con las palabras de la chica, pero por alguna razón solo recibió el folleto y contestó con un —Gracias.
Salió de la terminal de autobuses arrastrando sus dos maletas y no sabía hacia dónde ir, pensó que lo mejor era buscar un hotel modesto o alguna pensión para no malgastar el dinero en lo que se instalaba y encontraba un empleo. Ni siquiera había pensado en lo que quería hacer, si buscaría la manera de seguir haciendo lo único que sabía o buscar trabajo como camarera, puesto que solo había estudiado la escuela secundaria y con eso no conseguiría otro tipo de empleo.
—Necesito el hotel más económico que haya, no soy turista y no puedo pagar mucho —le dijo a un taxista para que no pretendiera cobrarle las tarifas que suelen aplicar al turismo y que los nacionales no se pueden dar el lujo de pagar.
—Puedes ir caminando, a dos calles a la izquierda hay un hostal, es lo más barato que vas a encontrar en esta zona —le dijo el hombre que no disimuló en recorrer su cuerpo de pies a cabeza.
Ella ignoró al hombre, tomó sus maletas y comenzó a caminar hacia el lugar que le indicó.
Apenas dio vuelta a la izquierda y pudo ver el letrero del hostal “Camas disponibles”. No le agradaba la idea de compartir habitación, pero solo estaría en ese lugar una o dos noches en lo que encontraba un pequeño apartamento en alquiler. Por fortuna había conseguido cartas de referencia y sabía que no le costaría trabajo encontrar un lugar decente para vivir. Por el momento no podría darse los lujos que quería, pero ya encontraría la manera de hacerlo.
Se instaló y se metió al baño con su maleta para tener un poco de privacidad. Abrió su maleta y sacó un sobre lleno de dinero. Sus ahorros equivalían tan solo a doscientos mil pesos, la mayoría del dinero ganado como Sugar Baby se lo había enviado a su madre y con eso no le alcanzaría más que para vivir unos meses en un lugar modesto.
Envolvió el sobre entre sus ropas y salió a conseguir un móvil nuevo y algo para cenar porque el hostal no contaba con servicio de alimentos.
Compró un teléfono móvil de baja gama, lo necesitaba para usar el internet y buscar apartamentos en renta y empleos que se adaptaran a su perfil. No conocía a nadie en la ciudad y tenía que moverse con rapidez porque no quería volver a la prostitución. Convivir con estudiantes en la pensión que vivía en Acapulco le sirvió para darse cuenta de que podía aspirar a un estilo de vida más decente y quizá así lograría alcanzar sus sueños, igual que las chicas de la pensión.
Vio un puesto de tacos y aunque hubiera preferido cenar en un restaurante, el aroma era tan delicioso que se detuvo a cenar algo sabroso y barato a la vez.
Todo pasó tan rápido que apenas pudo darse cuenta. El rechinido de las llantas de un auto, un grito de mujer y luego el alboroto de la gente la hicieron acercarse para ver lo que había ocurrido.
Un auto había atropellado a una chica, justo enfrente del puesto de tacos. La gente rodeó la escena y ella no lograba ver con claridad lo que estaba sucediendo. Dejó el plato y pagó los tacos de prisa para regresar al hostal. Lo sucedido la había dejado temblando por el susto.
La ambulancia no tardó en llegar, la gente comenzó a despejar el lugar para dejar que los paramédicos auxiliaran a la mujer, unos zapatos que habían quedado en medio de la calle junto a una pequeña maleta negra llamaron su atención. No sabía por qué lo hacía; pero, no dudó en acercarse y recoger las cosas para entregárselas a los paramédicos, ellos las entregarían a los familiares de la mujer.
Con la bolsa y los zapatos en las manos se acercó hasta donde unos hombres colocaban el cuerpo de la joven sobre una camilla.
Sus pupilas se dilataron al darse cuenta de que esa mujer no era una desconocida, se trataba de la joven religiosa con la que había cruzado un par de palabras en la terminal de autobuses.
—La conozco—dijo titubeante.
—¿Puede venir con nosotros en la ambulancia? — preguntó el camillero y prácticamente la empujó para que abordara el vehículo junto con ellos que ya subían a la chica en la camilla.
Durante todo el trayecto se preguntó qué estaba haciendo ahí y esperaba que eso no le acarreara problemas. Lo que menos quería era involucrarse en situaciones que la metieran en dificultades.
Casi sin darse cuenta se vio sentada en la sala de espera de un hospital esperando noticias de una mujer que solo había visto una vez en su vida y ni siquiera sabía su nombre.
—Señorita…— la mujer en la recepción del hospital la sacó de sus pensamientos —Necesitamos los datos de la víctima del accidente. ¿Usted es su familiar?
Sin contestar nada, comenzó a buscar en el bolso de la chica, los paramédicos le dieron su bolso y su ropa y ella se había quedado con la maleta y los zapatos.
Encontró una pequeña cartera con dos billetes de cien pesos, una identificación oficial y una estampa de la virgen de Guadalupe.
Algo en la identificación llamó su atención, la fotografía de la joven le pareció familiar. No era que fueran idénticas, sus facciones eran muy diferentes, pero su color de cabello y sus ojos eran iguales. “Constanza Ramírez”.
—Su nombre es Con…
—¿Ya localizaron a los familiares de la joven atropellada? —dijo un médico que salía del quirófano— Acaba de fallecer.
Gabriel Herrera se miró frente al espejo mientras colocaba loción en su barba recién afeitada.Se quedó mirando por un momento su rostro, a sus treinta y dos años parecía que había envejecido de manera prematura. Hacía ya cinco años de la tragedia que lo llevó a estar en ese estado. Parecía como si hubiera sido el día anterior.Por unos segundos que parecieron horas, las imágenes de lo sucedido con Maciel su difunta esposa pasaron por su mente.Era su quinto aniversario de bodas, su pequeña hija tenía apenas un año de nacida. Ambos acordaron dejar a la niña con sus abuelos para festejar su aniversario como a ellos les gustaba hacerlo, practicando deportes extremos y esta vez la idea era lanzarse en paracaídas desde una altura que nunca habían experimentado.Todavía podía escuchar los gritos de Maciel y volvía a sentir la impotencia de no poder hacer nada por ella al comprobar que su paracaídas no había funcionado y caía al vacío hacia una muerte segura.Fueron noches interminables con
A Connie se le hizo un hueco en el estómago. La pobre chica era de su misma edad, morir a los veinte años con toda una vida por delante era una tragedia. Se le erizó la piel solo de pensar que podría haber sido ella y que nadie tenía la vida asegurada, cualquiera podría morir sin importar la edad.En un segundo pasó por su mente todo lo que había vivido en su infancia, desde el día que supo que su destino era repetir la historia de su madre y que tarde o temprano ella también tendría que vender su cuerpo para sobrevivir.Cuando salió de Acapulco se juró a si misma que iba a cambiar de vida, que nunca volvería a ser la misma de antes y quizá haber conocido a esa chica e el autobús era lo que necesitaba en ese momento para cumplir su objetivo.Una idea descabellada pasó por su mente. Era una locura, pero quizá la vida le estaba presentando la oportunidad de iniciar de nuevo, sin un pasado con otro nombre.—Se llama Concepción Rivas y no, ella no tiene familia, es huérfana es mi amiga y
—Lo siento Laura, debo contestar, puede tratarse de Ximena, está sola en casa con la niñera y pudo surgir una emergencia.—Sí claro, tienes razón— dijo fingiendo una sonrisa comprensiva, pero en el fondo le molestaba de sobremanera tener que posponer sus planes por culpa de esa chiquilla caprichosa.Tuvo que contener su rabieta cuando escuchó que Gabriel se preocupaba y comenzaba a abotonar su camisa nuevamente. Por lo que pudo escuchar Ximena tenía fiebre y la niñera había llamado a Gabriel para que fuera de inmediato.—Ve, ve con ella, no te preocupes por mí, sabes que entiendo que siempre serás padre antes que hombre y por favor, mantenme informada sobre el estado de salud de Ximena, sabes cuánto la quiero.Gabriel le dio un beso en la frente y prometió que en cuanto pudiera le compensaría por esa noche y festejarían su compromiso como era debido y salió corriendo a su casa para atender a su hija.Era difícil para un hombre solo y joven criar a una niña, esos cinco años él se había
Connie salió de aquél bar asqueada por lo que representaba en su vida, sabía que si entraba podía conseguir que un hombre pagara por su comida, bebida, e incluso le pagara por su compañía, pero no era lo que quería, después de la vergüenza sufrida en Acapulco, se rehusaba a volver a esa situación.—Viniste aquí a cambiar de vida y eso es lo que tienes que hacer, al menos tienes que intentarlo — se dijo en voz alta y siguió su camino.Miraba por fuera los restaurantes y los bares, era común en un lugar como ese, la zona turística estaba plagada de centros de diversión y abundaba la comida, tenía hambre, pero debía hacer que el dinero que tenía le rindiera el mayor tiempo posible.Respiró profundo y se cruzó a la acera del frente, tenía que alejarse de la zona turística y buscar un lugar para cenar, pero en un lugar más apartado, en la zona en la que acostumbraba a comer la gente local y que tenía que ajustarse a un presupuesto más económico.Por fortuna encontró una fonda que anunciaba
Decidió no abrir la puerta y dejar a su hija sola con sus oraciones, él le había enseñado que de esa manera podía sentir a su madre cerca y sobre todo que debía creer en Dios y que alguna vez ella y su madre volverían a verse en el cielo.No pudo dormir en toda la noche, solo pensaba en lo que tenía que decirle a Laura para retractarse del compromiso, sabía que no iba a ser fácil, solo esperaba que lo entendiera y que esa decisión no terminara con su amistada de tantos años.Era fin de semana y no tenía que ir a la oficina, en sus días de descanso le gustaba pasar el mayor tiempo posible con Ximena y después de lo ocurrido el día anterior, quería compensarla llevándola a la playa.Antes de levantarse de la cama le envió un mensaje a Laura, le proponía que se vieran esa misma noche para cenar y así podría hablar con ella sobre olvidar esa tontería del compromiso.Estaba a punto de levantarse para ir a ducharse cuando la puerta de su habitación se abrió.—¡Papi! ¡Papi! — entró Ximena ca
La madre superiora le ordenó a la hermana Micaela que le mostrara su cuarto, para que descansara antes de bajar a cenarConnie dejó sus maletas en la habitación que le designaron, era apenas un pequeño cuarto lleno de humedad con un catre y una silla roída junto a una mesa de madera, metió las maletas debajo del catre porque no había donde colgar su ropa.Se asomó por la ventana y desde arriba pudo observar a las jóvenes que vivían ahí, la mayoría casi niñas y ya embarazadas o con bebés en brazos, la hermana Micaela le dijo que estaban ahí porque habían sufrido abusos y maltratos, tanto físicos como psicológicos y que la madre superiora se encargaba de ayudarlas a conseguir empleo y a valerse por ellas mismas y que había un médico y un psicólogo que prestaban sus servicios gratuitos a la comunidad.Cerró los ojos por u momento y recordó su niñez:Toda su infancia se la pasó sentada en un bote detrás de la cortina que su madre ponía junto a la cama para que no la viera, pero podía escu
Gabriel sintió como si le dejaran caer un balde de agua fría sobre la cabeza, no se esperaba que Laura tomara esa decisión sin consultarle y sobre todo, que se hubiera atrevido a organizar una fiesta en su casa para anunciar su compromiso.—Entra a ducharte princesa — le dijo a Ximena para hablar con Laura a solas y Paty entendió que debía llevarse a la niña para que no escuchara.—¿Pasa algo cariño? Yo pensé que estarías feliz igual que yo, si nos vamos a casar es lógico que quiera que todo el mundo lo sepa, solo invité a nuestros amigos más allegados, ya sabes treinta o cuarenta personas cuando mucho. —Laura, perdóname, pero esta noche ib a hablar contigo, tomé una decisión muy apresurada, no creo que casarnos sea una buena opción, de hecho, prefiero terinar con esta relación.Laura sintió que las piernas le temblaban y el calor en su rostro se hizo evidente, no podía creer que Gabriel se estuviera retractando de su propuesta, su único objetivo en los últimos año
Esa noche Connie no pudo dormir, no solo por la incomodidad del catre viejo que le habían asignado, sino por estar pensando en la forma de ayudar a esas mujeres y a la Madre Superiora que la había recibido con tanto amor.A su mente llegaron recuerdos de su vida en Acapulco, de la primera vez que vio el mar y la promesa que se hizo de que un día iba a vivir en una de las mansiones de Punta Diamante.Recordó el día en que el hombre con el que se iba a casar la rechazó y humilló frente al altar y todos los invitados a su boda y esa experiencia tan amarga fue la que marcó el rumbo de su vida y la hizo replantearse comenzar de nuevo.Ni siquiera ella se podía explicar qué era lo que le había pasado, pero en ese momento el sueño de llegar a ser la señora decente y respetada esposa de un hombre millonario había pasado a segundo plano.Lo único en lo que podía pensar era en esos bebés que no tenían leche, en esas mujeres que necesitaban ayuda, medicamentos y comida y en la Madre Superiora y