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Quiero que mi papi sea feliz

—Lo siento Laura, debo contestar, puede tratarse de Ximena, está sola en casa con la niñera y pudo surgir una emergencia.

—Sí claro, tienes razón— dijo fingiendo una sonrisa comprensiva, pero en el fondo le molestaba de sobremanera tener que posponer sus planes por culpa de esa chiquilla caprichosa.

Tuvo que contener su rabieta cuando escuchó que Gabriel se preocupaba y comenzaba a abotonar su camisa nuevamente. Por lo que pudo escuchar Ximena tenía fiebre y la niñera había llamado a Gabriel para que fuera de inmediato.

—Ve, ve con ella, no te preocupes por mí, sabes que entiendo que siempre serás padre antes que hombre y por favor, mantenme informada sobre el estado de salud de Ximena, sabes cuánto la quiero.

Gabriel le dio un beso en la frente y prometió que en cuanto pudiera le compensaría por esa noche y festejarían su compromiso como era debido y salió corriendo a su casa para atender a su hija.

Era difícil para un hombre solo y joven criar a una niña, esos cinco años él se había dedicado por completo a ella e incluso se había olvidado de vivir. Aun cuando Ximena siempre mostró ser una niña madura y comprensiva, él no podía dejar de sobreprotegerla y mimarla todo el tiempo.

Cuando llegó a su casa la niñera ya tenía todo listo para salir rumbo al hospital, menos mal Paty era muy eficiente y comprometida con su trabajo, pero sobre todo quería mucho a Ximena y la niña a ella.

Cuando el pediatra la revisó se dio cuenta de que la fiebre se la había producido un ataque e estrés, no tenía ninguna infección que hubiera sido la causa principal, era como si estado de ánimo influyera para que su cuerpo reaccionara de esa manera.

—Se la puede llevar a casa le dijo el médico, no hay de qué preocuparse — le hizo señas para que la niña y la niñera salieran del consultorio para hablar con el padre a solas.

—Señor Herrera, le recomiendo que busque ayuda psicológica para la niña, es obvio que está pasando por una situación que le está generando ansiedad. No es normal que se le dispare la fiebre sin ningún motivo aparente.

—Gracias doctor, tomaré en cuenta su recomendación, creo saber qué es lo que está pasando con mi hija.

Salieron del hospital y Ximena estaba radiante, como si nada hubiera pasado, incluso le pidió a su papá que pasaran a comprar un helado e vuelta a casa.

Al salir el hospital Gabriel pudo ver a una mujer cargando una urna funeraria, era una mujer muy guapa, rubia y sobre todo muy joven, le pareció muy triste que estuviera sola en ese momento en que se vive el dolor de un ser amado. No pudo evitar recordar el día que recibió las cenizas de Maciel, si no hubiera tenido a Ximena con él, se habría quitado la vida para irse con ella.

Subieron al auto y Ximena comenzó a cantar sus canciones favoritas, Paty por supuesto, se sabía cada una de las coreografías y cantaba con ella como si fuera igual de pequeña. En ese momento Gabriel se dio cuenta de que tal vez había cometido un grave error al pedirle a Laura que fuera su esposa. Ella nunca había mostrado ese interés de divertirse así con la niña y por supuesto, eso era quizá lo que tenía a su hija en ese estado de ansiedad.

Después de contarle un cuento la arropó y le dio un beso en la frente, pero Ximena no tenía intenciones de dormir, tenía curiosidad por saber qué había pasado en esa cena y si al fin su padre le había hecho la propuesta a Laura.

—Papi, ¿Cuándo vas a casarte con Laura? — preguntó al fin cuando su padre se disponía a apagar la luz.

—Todavía no lo sé, esta noche le hice la propuesta y le di el anillo, pero no tuvimos tiempo de hablar de eso.

—Cuando Laura venga a vivir a esta casa, ¿yo tendré que llamarla mamá? —cuestionó volteando la mirada esperando la respuesta.

—No princesa, no tienes que hacerlo si tu no quieres.

—Yo quiero saber lo que se siente tener una mamá, pero…tengo miedo de que se convierta en una bruja malvada como la madrastra de Blanca Nieves.

—Ximena, no deberías pensar eso de Laura, ella siempre ha sido buena contigo, ¿o alguna vez ha hecho algo que te molestara? ¿Sabes que puedes confiar en mí y yo siempre voy a creer lo que me digas verdad?

—No papi, ella nunca me ha molestado, es solo que… a mí me gustaría tener una mamá como la mamá de mi amiga Valentina, ella juega con nosotros a la comidita o a la escuelita y también a la pelota en la piscina y creo que a Laura no le gusta jugar conmigo.

Gabriel suspiró al escuchar las palabras de su pequeña, él solo había pensado en una imagen materna, en alguien que le diera un consejo de mujer a mujer, pero había pasado por alto que su hija todavía era una niña y que no solo necesitaba consejos, también necesitaba ternura y amor.

—Bueno, quizá porque ella no ha tenido hijos y no sabe cómo comportarse contigo, quizá si la próxima vez la invitas a jugar contigo lo haga.

Trató de suavizar la situación, sin embargo, su instinto paternal ya le había activado esa duda existencial en la que debía definir que era lo que en verdad quería con Laura. Si en realidad estaba buscando una pareja para aliviar su soledad, o una imagen materna para su hija, porque en realidad no estaba consiguiendo ninguna de las dos cosas.

—Qué es lo que debo hacer — Le preguntó a la fotografía de Maciel suplicando por una señal, lo que menos quería en el mundo era herir a su hija, pero Laura tampoco se merecía sus indecisiones.

Cerró los ojos y se quedó dormido esperando una respuesta de su difunta esposa, sabía que ella no podía contestarle, pero de alguna manera el pensar que desde el cielo cuidaba de él y de Ximena le hacían más llevadero el dolor de haberla perdido.

De pronto se vio e nuevo en el aire, su paracaídas funcionaba correctamente y se abrió en el momento indicado, pero el de Maciel seguía sin abrir. El terror se apoderó de nuevo de él, pensó que ya había superado esa pesadilla, pero había vuelto de nuevo con más intensidad.

Despertó y no pudo volver a conciliar el sueño, bajó a la cocina por un vaso con agua porque la pesadilla le había dejado la garganta seca. Subió las escaleras de regreso a su habitación y se percató de que debajo de la puerta de la habitación de Ximena había luz, lo que significaba que estaba despierta.

—Por favor mamita — Se quedó paralizado a escuchar la voz de la niña que parecía hablar con alguien — Yo sé que tú ahora eres un ángel en el cielo y que puedes hablar con Dios.

Gabriel estuvo a punto de abrir la puerta, pero algo le impidió interrumpir la oración de su hija.

» Si tú puedes hablar con Dios mamita, pídele que mi papito vuelva a ser feliz. Yo sé que Laura no lo quiere y a mí tampoco, esa mujer no es buena, algo me lo dice en mi corazón. Pídele a Diosito que mi papito conozca a alguien que lo haga sonreír, que vuelva a ser como cuando tú estabas viva. Que no les tenga miedo a los aviones y que pueda subirse de nuevo en un paracaídas como en esas fotografías donde tú y él se veían felices y sonrientes.

Gabriel no pudo contener las lágrimas al escuchar las súplicas de su hija, se había dedicado a ella, pero no había logrado ocultar su dolor, sin que él se diera cuenta la niña pudo percibir la pena que su padre llevaba en el alma.

Definitivamente no podía casarse con Laura, le iba a doler romperle el corazón, pero no iba a imponerle a su hija una madrastra, y quizá, solo quizá un día podría conocer a la mujer indicada.

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