Briana.Sigo escuchando a los hipócritas hablar maravillas, en tanto estoy en un solo puesto. Siento a alguien sentarse a mi lado y me sorprende ver de quién se trata. —Si tienes algo que reclamar, hazlo. Estaría mejor agarrarte del pelo que escuchar a gente actuando como dolidos.Medio río por el deseo de Bonnie. —Por ahora no. Quizá más tarde. —digo como si fuera un tema común y corriente. Esperamos sentadas a que todos hagan lo que harán, mientras toman champagne como si fuera una celebración en lugar de una reunión por alguien fallecido. Ninguno hace algo porque en verdad les nazca y está más que comprobado cuando escucho carcajadas de las mujeres chismosas que eran quienes la discriminaron antes. Se callan de golpe cuando todas las miradas se dirigen a ellas.Comienzan a reunirse en un solo punto y nos hacen de señas que debemos hacerlo también. Escucho un resoplido cansado. —Amelia fue una excelente amiga. —empieza una mujer. —Una madre espectacular y una esposa intachable.
Damien Nunca creí que tomaría la mano de alguien, menos que deseara jamás soltarla y me sintiera orgulloso de hacerlo. Menos de querer ponerle una cadena para que alejarse de mí sea algo imposible de hacer. Siempre me pareció una estupidez. Idea que pisoteé, pues sostengo a Briana de ese modo, mientras camino a la entrada de la casa que me vio crecer. Se muestra sonriente y debo decir que es el único secuestro que quiero repetir.—¿Vives aquí? —pregunta riendo. —Es la casa de mis padres. —le hago saber y se detiene para hablar, pero es demasiado tarde cuando una mujer con vestido oscuro aparece por las escaleras con un florero en las manos.Nos repara a ambos y su sonrisa se ensancha. Los años parecen no surtir efecto en ella que, a pesar de tener los hijos y años con los que cuenta, sigue manteniendo la juventud de siempre. —¡Mi cielo! —se viene contra mí y me hace inclinarme un poco para besar mis mejillas. Es una de las mujeres más importante para mí y verla siempre será una de
Zarya Mi peor momento fue y siempre será ese día. Cuando ese hierro caliente hizo contacto con mi piel. Me redujo a nada más que lágrimas. Fue el golpe más duro que me dieron estando aferrada a mi ingenuidad. Nunca me ha gustado recordar tal cosa. Siempre fue un momento vetado de mi mente y así seguiría si quien estoy viendo no fuera una de las causantes de dicha cosa. Laurence con una sonrisa de oreja a oreja, un cuaderno de notas en la mano y su bolso en su brazo está esperándome en una de las grandes mesas del restaurante en el que la cité. Su blazer blanco perfecto tipo ejecutivo, su cabello perfectamente recogido sin una hebra suelta y maquillaje en cantidad exacta dándole un toque delicado, mientras sonríe hablando por teléfono y bebe del vino.Mi mente evoca los recuerdos de ese día y aún la rabia me recorre por completo. Siento el ardor, la impotencia y el odio que eso me generó. Desquitarse con un saco de arena o un arma contra un blanco fijo es poco. Camino como si no t
Zarya.Al llegar al departamento personal me voy directo a la cama. No quiero saber de papeleo justo ahora, todos estos días lo he hecho.Siento que no he descansado lo suficiente como he deseado, pero al cerrar los ojos no me gusta lo que veo. Por lo que los abro de nuevo y me concentro en lo que tengo en el computador. Imágenes sobre los ataques van pasando una tras otra, perdiéndome en las masacres que se han detenido. Pero entiendo que solo indica más problemas porque el día que salgan será peor. El cuello me quema y recuesto mi cabeza en el espaldar de la silla. Estoy agotada, tanto física como mentalmente, llevándome al delirio en donde veo un par de ojos llenos de oscuridad cubriéndolos casi en su totalidad. La piel se me eriza con la imagen que veo en mi mente, de ese rostro con ese gesto de dureza y odio mezclado con rabia descontrolada, que tantos problemas me ha traído.Paso saliva al recordar cómo se sienten sus manos en mis caderas y esa boca maldit@ contra la mía cuand
Zarya.Dirijo mi vista al hombre con los ojos más negros que he conocido en mi vida viéndome mientras se relame. Aún con la máscara puedo reconocerlo en donde sea y por lo visto es lo mismo conmigo. El entorno desaparece. Solo quedamos él y yo en un cuarto tan oscuro como su mirada. Oigo mi propio corazón retumbar descontroladamente dentro de mi caja torácica, que parece se va romper con la intensidad a la que la estoy exponiendo. Vestido completamente de negro, con esa camisa que deja libre dos botones por la que puedo ver su piel. El perfume amaderado llena mi nariz, recordando lo bien que se siente oler de cerca, tiene el pelo recortado, pero la diferencia es tan poca que nadie que no lo haya tocado, como tantas veces lo hice lo notaría. Sus labios me invitan a acercarme. No voy a volver a caer en el mismo juego cuando aún estoy arreglando las piezas en mi tablero que dejó tiradas.—Comandante Bennett Evans. —saboreo el nombre al mismo tiempo que recuerdo el cargo que lo define c
Zarya. Regreso a donde tengo que entrar y está completamente vacío otra vez. Ni un alma se asoma y sé que es el momento Bajo mi mano a la pierna donde está la funda de mi arma junto a dos dagas y la tarjeta que le quité al imbécil con quien tropecé. Sonrío caminando hasta abrir la puerta que me da paso hacia adentro. Cierro guardando lo que me da acceso de nuevo, yendo por el pasillo que se abre en dos llevándome a una oficina con letras doradas que tienen una M y una T entrelazadas, o quizá sea una J, en lo que parece ser oro. No tengo tiempo de ponerme a investigar justo ahora por los que solo capturo la imagen. Entro a la oficina oscura en la que hay varias carpetas sobre una mesa de cristal con el mismo juego de letras plasmados en la portada. Rutas trazadas en mapas a los que le tomo fotografías. Nombres que no reconozco. Imágenes de lugares aledaños a Moscú, Italia, Francia, Austria y varios más.Cifras sobre cifras con un logo de la central de Londres, un cargo me llama la
Bennett Siempre dije que verían lo que tanto provocaron, se los advertí y al parecer a nadie le quedó claro. Debo mostrar en lugar de decir nuevamente. Así lo quisieron y los resultados los están comenzando a ver. Me contenía para no dejar ver que mi ética se va por el caño cuando las provocaciones surten efecto. Más cuando el zafiro se hace dueño de lo que tengo en el tórax. Es una maldit@ agonía tenerla presente en la cabeza y no entre mis manos. El aire fresco se cuela por la ventana. La luz del sol empieza a salir cuando apenas hace unos minutos llegué a mi departamento con la idea clara de dormir un par de horas, antes de regresar al comando donde tengo asuntos pendientes con mi equipo, que también está en las mismas. Todos merecemos un descanso. No hemos tenido uno desde hace meses.Hace cuatro días estaba en uno de los clubes donde mayor movimiento de trata de blancas se sabe que hay en Bulgaria. Sujetos con mierd@ en el cerebro se daban "regalos" a quienes les inyectaban a
Bennett.Salgo de regreso por el pasillo donde me aseguro que las fundas con las armas en mi pierna y cintura estén aseguradas, ignorando las miradas de algunas oficiales que me miran como si fuera un ser mitológico que regresó a la tierra. Avanzo sin mirar a nadie, hasta que encuentro de frente al sujeto que me mira con los brazos cruzados sobre el pecho, mirándome burlesco, con esa risa irónica que nunca deja.Su altura es casi igual a la mía, la placa en la cintura luciendo el cargo que ganamos juntos brilla con las letras de su comando grabadas en ella.—Comandante Bennett Evans. —exclama cuando el equipo se le junta detrás suyo. Como si no supiera lo que hace realmente. Es un malnacido que soporto por lo que hemos pasado juntos, pero si fuera alguien distinto, soy capaz de enviarlo al mismo infierno con mis propias manos. Veo a Kelly, Adam y George venir hacia mí, pues saben que si mis impulsos me ganan, la sangre va a correr y sin lugar a dudas sería la de ambos.Aunque al fin