Bennett —Deja las tonterías para otro día y dedícate a lo que tienes que hacer. —Escupo disminuyendo la velocidad cuando llego al comando. —¿Es que nunca te has preguntado eso? Digo es curioso.—No, Adam. No me interesa que las moras sean rojas cuando están verdes. —digo tomando el celular. —Ahora continúa en tu vigilancia que en unas semanas debemos hacer la entrada. —Eres un...No dejo que termine la oración, cortando la comunicación para salir del auto, viendo las camionetas que están llegando a la empresa donde la impertinente finge trabajar. La veo bajar de una de ellas con la mano en el abdomen, una marca blanca en la frente y una gabardina oscura cubriendo su cuerpo. “La lastimaron” la sangre se me vuelve lava. El sabor en la garganta me hace apretar cada músculo al verla hacer un gesto de dolor que me detiene los latidos, deseando hacer uso de mis balas.Aprieto los puños al verla en ese estado. Me mira por un segundo y el puto orgullo es suficiente para que baje su brazo
BrianaCuando conocí a mi padre me puse feliz. Recuerdo ese día y ahora me parece irónico, las ilusiones de tener un hogar, una familia, una hermana y un hombre al cual admirar.Eso es lo primero que se viene a la cabeza de una niña, tener a alguien a quien subirse en su regazo para escuchar cuentos de su propia voz. Al menos así lo pintan en los cuentos e historias que solía escuchar y ver en la televisión.Todo eso se cayó de golpe cuando vi llegar un chófer en lugar de mi progenitor a la fundación, aún así no lo tomé a mal porque las ansias de conocer a la familia podían más. Fui recibida por absolutamente nadie.Solo chicas caminando de aquí para allá apuradas con sus quehaceres. Pero ahí estaba la Briana de 8 años, con una bolsa con ropa, una sonrisa de mejilla a mejilla y emocionada por ver algo más que las paredes donde crecí. Cuando vi a la niña rubia bajando de manos de su madre igual a ella me limpié las manos que escurrían sudor por los nervios, pero ni siquiera estaban ent
Briana. Trago en seco. Me pongo en pie con un frío recorriendo mi espina dorsal. Con disimulo cierro la carpeta mostrando mi mejor sonrisa. —Coronel Thompson ¿Qué hace aquí? —se acerca sonriente. —Si busca a mi padre, no se encuentra en este momento. —Lo sé, me avisó que viniera por unos documentos que dejó olvidados aquí. —deslizo lo que tengo en las manos hasta que quede como estaba. Al menos espero que así lo deje porque al hacerlo de espaldas es difícil saberlo. —Le traigo un café, un jugo, té o un trago. —ofrezco, amable. Trato de respirar lo más normal posible para no quedar al descubierto. —La cafeína no es mi acompañante favorito, el licor no es posible porque estoy en servicio. —señala su uniforme perfectamente planchado. —Un té no me apetece, pero sí acepto un jugo de naranja. —Iré por ello. —me alejo escuchando como rebusca entre los papeles. —Briana. —detengo mis pasos tragando en seco. —Tu celular. Giro viendo el móvil a un lado de las carpetas que él apila en ot
Narrador omnisciente La mañana es fría, con diversidad de emociones rondando en el aire de aquellos presos de lo que quieren soltar o destruir. Zarya se mantiene expectante ante el entrenamiento de los voiny ada que tratan de no desfallecer frente a la máxima líder de la organización que no aparta los ojos de todos ellos, estudiando el aguante de cada uno, pues no se puede permitir elementos débiles que la dejen en una desventaja contra nadie.Supervisa por sí misma los sujetos que serán incluidos en sus propios ejércitos. Los pocos que caen del andamio con cadenas se levantan de inmediato, dando a entender que lo intentarán aún sin las estadísticas a su favor. —¡Otra, otra y otra vez! —demanda uno de los entrenadores. —¡Si caen se levantan y siguen, que del suelo nadie los va a levantar!El sudor los cubre por completo y el temblor de sus cuerpos no les permite decir palabras.—¡Mirada al frente! ¡El dolor será más con el pasar de los minutos! —dirige Markov. —¡Mi abuela cargó a u
Zarya El clima frío lleva mi mente a Rusia, lugar donde quiero volver, me gusta evocar los recuerdos y más si estos son tan lindos. Desde mi niñez asistíamos a lugares de los que mi padre se hacía cargo que estuviesen con vigilancia a más no poder, al principio no lo entendía, hasta que tuvimos que ver con nuestros propios ojos lo que trataba de evitar el korol y tanto le atemorizaba a Dante Mikhailov.Nos prometió que iba a intentar que ocurriera lo menos posible, ya que decir que no sucedería de nuevo sería algo imposible de cumplir. Por esta razón, Damien se propuso ser entrenado aunque mi padre aceptó que fuera solo con él al principio, hasta que mi estupidez pudo más que mi instinto. Y volvió a pasar. Sobrepasé los límites. Me dejé llevar por el placer incomparable que causaba quien se encerraba entre mis piernas, mientras decía que me iba a destruir en cuanto conociera al Boss. El juego se volvió real y ahora siento que…Pasaba tan deseoso como yo de un cara cara y cuando
Zarya. Me veo en el espejo a gusto con la imagen que se refleja. El vestido azul me ciñe la cintura sin llegar a lo provocativo o exagerado, porque no es mi objetivo esta noche. Acomodo mi cabello a un lado, antes de colocar los pendientes oscuros que cuelgan dando el último toque. Miro la marca leve que tengo en el cuello y la maquillo rápido al recordar por quien la tengo. Aún no desaparecen del todo y por alguna razón no quiero que lo hagan. Me prende tener marcas que recuerden algo como eso. Puede ser un tanto masoquista, pero corroboré que lo soy cuando permití que llegáramos a lo que quisimos evitar.Escucho dos autos llegar y me incorporo sacando a relucir la máscara que utilizo cuando quiero que todos hagan lo que quiero. De mujer amable y delicada. Bajo las escaleras con lentitud y una calma que aprendí de mi madre. No hay mejor engaño que el que también nos creemos para que se vea real. Y ahora soy una empresaria joven, con ingenuidad incluida.Markov me alcanza. Damien s
Zarya. —Yo no juego a nada. No digo lo mismo de tí, Soberbievans. —suelto caminando para tomar el aire que siento muy espeso en donde estoy. —Creí que te habías largado ¿Qué quieres? —A tí… Te quiero tras las rejas, Boss. —corrige pasando saliva. Siento sed. El corazón se me quiere salir del pecho. —Sigue soñando, comandante. Tus ojos no verán tal cosa. —me burlo. . Aunque su respiración agitada me hace odiarlo. La sangre me hierve. —Mejor dile a la mujer que tienes ahí que gima más fuerte para que dejes de buscar excusas estúpidas para escuchar mi voz y poder correrte. Gruñe y la molestia que se instala en mi estómago la dejo de lado, porque no voy a andar con escenas ridículas. Pero esto puede más que yo. —No seas ilusa, niña. No es conmigo que está follando. — los sonidos se escuchan lejos. Como si se alejara. —Pero puedo ir por una si lo deseas. Tal vez así me quito estas maldit@s ganas de volver por tí. —oigo los gritos que la mujer da más lejanos y aprieto el aparato en mis
DamienDebo lidiar con saber que tengo que dejar a Briana sola en un sitio donde pueda estar el enemigo me encoleriza. Insisto en que debe abandonar la propiedad, pero Briana se rehúsa, alegando que puede ayudarme más estando aquí que en otro lugar. Me enerva no tener una cadena que la ate a mí todo el tiempo. Es una terca que me saca de quicio, pero que admiro con lo que hace a la vez. A pesar de lo que su padre puede ser no se echa para atrás y continúa con esa necesidad de saber la verdad.Me jode tener que hacerla pasar por esto, no me quiero alejar de ella porque al saber la verdad, tiene claro que pueden haber tres que estamos dispuestos a volarle la cabeza a su padre. Briana se metió hasta lo más profundo de mi ser. Me dio un golpe en la boca callando mis palabras de no dejar que alguien lo hiciera, pero fue su caótica forma de ser y atrabancada actitud lo que neutralizó mi juicio.¿Cómo se puede detener un tornado con las manos? Es imposible y no pude hacerlo con ella. Ahor