Las puertas se abren y los ojos de todos se posan sobre nosotros, si malditos bastardos, llegaron sus putos dueños. Sonrío como un loco y camino hasta la mitad del salón donde los japoneses no pueden creer lo que ven, sé que creían que ella me había traicionado, pero hoy van a saber la verdad, me detengo en frente del líder de la Yakuza que aprieta la quijada con fuerza cuando nos ve.—Mi querido amigo, ¿Te sorprende vernos? —El viejo bufa sin quitar la mirada de nuestras manos. —Lo que en realidad me sorprende es saber que la gran patrona es una Zorra que anda de cama en cama, no sabía que perdonabas traiciones, Capo —Sonrío reprimiendo las ganas que tengo de pegarle un tiro. —Deberías investigar mejor Shun, no todo lo que te dicen es verdad —Él me observa con una ceja alzada. —¿De qué mierdas hablas? —Alejo la mano de mi mujer para ponerla en su cintura y acercarla a mi cuerpo. —Isla jamás me traicionó, el bastardo de mi padre junto con Artem y otro traidor la secuestraron, la
Isla Observó a Reece desde lejos y puedo ver que lo que el mexicano le está diciendo no es de su agrado, su cuerpo se está tensando demasiado y no deja de apretar la quijada cada vez que él le dice algo, sabía que lo que vendría sería grande, Reece y todos estábamos cansados de tener que esperar a que la cucaracha de Artem diera una señal de vida.—Cuando escuche de ti, no imagine que fueras así —Alejó la mirada de ellos para ponerla en la mujer a mi lado.—¿Así cómo? —Sonrío con un poco de pena.—Lo siento, no quise ofenderte, es solo que se ha hablado tanto de ti, que pensé que eras menos femenina, pero tienes una cara de ángel que no produce miedo —Las apariencias engañan, ¿No escuchaste eso? —Asiente.—Sí —Nos quedamos en silencio unos segundos hasta que ella vuelve a hablar —. ¿Crees que puedan hacer algo? —¿Sobre qué?, aún no sé lo que está pasando.—Marcus me contó que Artem ya tiene la droga preparada, parece que por esa razón los Japoneses no lo quieren entregar, la verdad
Cuando llegue lo primero que hice fue darme una ducha y pedirle a Reece que me dejara ver a mi hija, desde que llegamos a la casa de mis padres no la había visto y me urgía hacerlo, mi hija era lo más sagrado que tenía y el solo recordar que por mi demencia podría haberla perdido me carcome el alma. Salgo de la habitación para caminar hasta la de ella que no queda muy lejos, cuando llego abro la puerta encontrándome con Luciana y Ariel que juegan con mi hija. Con paso lento me acerco a ella haciendo que voltee por sentir mi presencia, jadeo llevando las manos a mi boca cuando veo uno de sus bracitos quemados. —¡Por Dios, mi niña! —Corro para tomarla en brazos y llevarla a mi pecho mientras sollozó con fuerza —. Perdóname mi amor, perdóname, mamá, no quiso hacerte daño —digo sintiendo como el dolor me consume. —Tranquilízate nena, no fue tu culpa, ella está bien —Niego despegando mi rostro de su pequeño cuerpo.—No, esto no está bien Luciana, ella pudo haber muerto por mi culpa, yo
Reece Tomó la mano de Isla y la llevó a la salida de la mansión, si ella quiere terminar con ese bastardo, pues eso es lo que le daré, tendrá su merecido y espero que siga sufriendo mucho más de lo que ya lo ha hecho. Conducimos hasta la cabaña donde tenía a ese bastardo, hoy sería su fin y esperaba que sufriera mucho, porque si no lo era así, yo sí terminaría con su miserable vida, pero gritando como una rata asquerosa. Llegamos a la cabaña y tomados de la mano bajamos las escaleras del sótano donde lo tengo, el olor a putrefacción es asqueroso, el maldito está en la silla con la cabeza agachada, está desnudo y de su trasero sale mucha sangre, sí, el maldito fue sodomizado, lo merecería, creo que fue poco para todo lo que tendría que recibir. —¿Lo violaste? —gruñó apretando su mano. —Creo que te he demostrado muchas veces que me gusta tu coño, no voy a meter mi polla en un puto trasero y menos en el de ese bastardo. Lo sodomicé, pero yo no lo hice, existen otros métodos de hacer
Cuando llegamos la deje ir a la habitación de nuestra hija, Isla seguía aún afectada por todo lo que había pasado con su tratamiento, las pesadillas seguían atormentándola y estaba seguro de que tener a uno de sus verdugos de frente la lastimo, aunque ella diga que no. Camino hasta el despacho de Damion, necesitaba hablar con él, abro y me encuentro con mi madre, Melisa y Damion. —¿Terminaste con esa escoria? —dice Melisa en las piernas de Damion.—Yo no, eso era trabajo de tu hija, pero sí, está pudriéndose en el infierno. Pero tenemos un problema y es grande.—¿Hablas de la droga de Artem? —Asiento a las palabras de mi madre. —Sí, parece que el bastardo de mi padre no deja de jodernos después de muerto, siempre pensamos que el cabecilla de todo era Artem, pero estábamos equivocados, él solo es un peón del juego de alguien que mi padre dejó, Azgar habló antes de morir, parece que él sabía que iba a morir y por eso planeo todo lo de Isla y demás, le dio a Artem lo que siempre quiso
Isla Recce es un imbécil, no entiendo por qué se enoja tanto, acabamos de salvarle la vida, ese pecho peludo me da jaqueca, es un cretino. Ahora no solo tenemos que aguantarlo, sino que también buscar la manera de sacar a la hija de la hermana de Melisa, es una mierda, no tenemos un minuto de paz, si tan solo esa cucaracha de Shin nos entregará a Artem, todo esto sería más fácil. Llegamos a la mansión y bajo de la camioneta sin esperarlo. —¿Ahora qué rayos te pasa? —bufo dándome la vuelta para mirarlo a la cara. —Me enferma tu maldito ego de hombre macho, no has dejado de joder porque fuimos nosotras las que te salvamos, ¿Qué, ¿es que solo los hombres pueden hacerlo?—Soy el maldito capo de la mafia más poderosa y peligrosa del mundo, quedaré en ridículo, permití que tú hicieras esta banda de no sé qué para ti, pero que sea la primera y última vez que interfieren en una misión que no es de ustedes, ¿Estamos claros?—Sí, lo estamos —digo dándome la vuelta y dejándolo con sus pendej
Asiento alejándome de su cuerpo para entrar al baño, seguida de él, siento como poco a poco empieza a quitarme la ropa y luego él hace lo mismo, entre ambos preparamos la tina, entró primero yo y luego lo hace él detrás de mí, haciendo que mi espalda se pegue a su pecho. No sé qué hacer o como comportarme, desde mi tratamiento él y yo no hemos tenido intimidad, recordar todo lo que pase no me lo ha permitido, pero quiero hacerlo, lo extraño mucho, extraño sentirlo.—Relájate nena, no pienso hacer nada que no quieras, ¿Confías en mí? —Asiento. —Sí, claro que sí, es solo que no puedo evitarlo.—¿Quieres que intentemos algo? —Suspiro dudosa, pero si no lo intento no sabré qué pasará —. Si estoy yendo muy lejos, solo házmelo saber, ¿De acuerdo? —Asiento. Poco a poco siento como su mano baja tocando mis senos haciendo que me sobresalte un poco por su acción, esto no es fácil, pero quiero intentarlo.—Tranquila, nena, soy yo, solo yo —Asiento recostando mi cabeza en su hombro. Su mano
Reece Salimos de la ducha e intenté que descansara, lo que había pasado aún seguía rondando por mi cabeza, odiaba la forma en cómo la vi cuando se perdió, veía tanto miedo y terror en sus ojos, fue aterrador y doloroso para mí y ahora mismo quería volver a revivir al bastardo de Azgar y matarlo, también a Francisco, bastardos de mierda que merecen sufrir aún más por lo que le hicieron a mi familia. No se si pueda volver a tocar a mi mujer y eso me enoja mucho, me arrebataron el poder disfrutar de su cuerpo, de nuestro momento juntos. Salgo de la habitación dejándola en la cama profundamente dormida, necesito tomar aire o voy a cometer una puta locura, siento como mi cuerpo se calienta por la rabia que me recorre. Camino hasta la parte de atrás de la mansión para llegar a la piscina y sentarme en una tumbona y encender un cigarro.—Si estás fumando, es porque estás enojado, ¿Qué sucede? —Boto el humo de mi boca para ver a mi madre en la puerta del lado izquierdo.—Nada, no sucede na