Regreso al bar buscando con la mirada a la amiga de Isla, ella debe decirme qué pasó para poder saber dónde está mi hija, sé que está mal, pero su maldita terquedad de no dejarse ayudar está haciendo que más personas inocentes salgan lastimadas y eso no pienso permitirlo. Veo a la mujer al fondo del bar y caminó hasta ella para tomarla del brazo y voltearla, sus ojos se posan sobre los míos y levanta una ceja con confusión. —¿Necesita algo? —Sí, que me digas, ¿Que mierdas paso? —Asiente suspirando.—Después de decirle lo qué pasó, enloqueció, me dijo que sí estaba con ella, y luego de eso salió y tomó unas canecas de gasolina, intente detenerla, pero parecía estar fuera de sí, sus ojos estaban perdidos, me dio mucho miedo.—¿Y mi hija?, ¿Dónde está mi hija? —La escondí en una parte lejos de la mansión, no sé si Ariel pudo sacarla, si no es así deben ir por ella, está sola, si Artem la encuentra la usará para dañarlas —gruño apretando las manos con fuerza, maldita sea, esto es una
Isla Observo con furia e impotencia al maldito hombre que dice ser mi padre, es un maldito bastardo y ahora mismo lo único que quiero hacer es cortarle la garganta, siempre supo de la obsesión que su hermano tuvo por mí y jamás tuvo las pelotas para decirlo, es su culpa, todo lo que me paso es su maldita culpa. —Tranquilízate nena, es tu padre no puedes matarlo —dice mi hermana intentando hacer que suelte a Damion el cual tengo en el piso con un cuchillo en la garganta.—¿Alguna vez te importé? —digo observándolo a los ojos. —Eres mi hija, claro que me importas, no actúe bien, lo reconozco, pero jamás quise que todo esto pasará —río por las estupideces que están saliendo de su boca, es un maldito cretino. —¿Qué?, el que me secuestraran por su culpa, o el que el maldito me violara una y otra vez sin importarle que era su sobrina, o sin contar con que ya lo habían hecho antes, ¿Crees que yo merecía eso? —Aprieta las manos con fuerza.—¿Él te hizo eso? —Si, Damion, lo hizo, es un hi
Suspiro alejándome de ella y camino a la cama para ponerme mi ropa interior y una pijama que encuentro entre los cajones del closet, parece que Reece sabía que regresaría pronto y lo tenía todo listo, es un maldito del control, pero ahora mismo solo quiero estrangularlo. Media hora después escuchó el sonido de la puerta siendo abierta, alejó la mirada del libro que leía y encontré entre sus cosas. Una hermosa mujer de cabello negro entra por la puerta con una sonrisa en el rostro que me da náuseas. —Señora O’Sullivan, mucho gusto soy Claudia, su terapeuta —Asiento dejando el libro en la cama. —Me imagino que la envió el imbécil de mi marido.—Estoy aquí y puedo escuchar todo, Piccola Ragazza —Sonrío con cinismo cuando lo veo aparecer por la puerta al lado de la mujer.—Qué bueno, así no te lo dice nadie, sino que lo escuchas de mi propia boca.—Puedes insultarme todo lo que quieras, eso no cambiará que seguirás aquí hasta que regreses a tu estado normal y aceptes que no estás bien
Recce Odiaba verla de esa manera, desde que empezó su tratamiento sus noches eran un infierno, no podía dormir tranquila porque las pesadillas eran constantes, quería salir corriendo con ella en brazos y largarnos de todo esto, pero no podía hacerlo, lo qué pasó con nuestra hija era una señal de que ella no estaba bien y no me equivoque. Isla usaba drogas para reprimir el dolor y los recuerdos, por eso cuando no lo hacía sus ataques eran tan grandes como lo qué pasó en la casa de Artem, el cual había escapado. Acarició el pelo de mi mujer mientras duerme plácidamente o eso era lo que hacía hasta que empieza a moverse con fuerza.—¡No, no, suéltenme, no me toquen! —Intentó detener sus movimientos, pero es peor —. ¡Nooo, déjenme, no más! —Nena, mírame, soy yo —digo tomando sus manos para que deje de dañarme porque está enterrando sus uñas en ella —. Mírame, amor, soy yo, soy Reece. «Joder, odio verla de esa manera, lo detesto, quisiera hacer lo mismo que ella y hacer que arda el ma
Las puertas se abren y los ojos de todos se posan sobre nosotros, si malditos bastardos, llegaron sus putos dueños. Sonrío como un loco y camino hasta la mitad del salón donde los japoneses no pueden creer lo que ven, sé que creían que ella me había traicionado, pero hoy van a saber la verdad, me detengo en frente del líder de la Yakuza que aprieta la quijada con fuerza cuando nos ve.—Mi querido amigo, ¿Te sorprende vernos? —El viejo bufa sin quitar la mirada de nuestras manos. —Lo que en realidad me sorprende es saber que la gran patrona es una Zorra que anda de cama en cama, no sabía que perdonabas traiciones, Capo —Sonrío reprimiendo las ganas que tengo de pegarle un tiro. —Deberías investigar mejor Shun, no todo lo que te dicen es verdad —Él me observa con una ceja alzada. —¿De qué mierdas hablas? —Alejo la mano de mi mujer para ponerla en su cintura y acercarla a mi cuerpo. —Isla jamás me traicionó, el bastardo de mi padre junto con Artem y otro traidor la secuestraron, la
Isla Observó a Reece desde lejos y puedo ver que lo que el mexicano le está diciendo no es de su agrado, su cuerpo se está tensando demasiado y no deja de apretar la quijada cada vez que él le dice algo, sabía que lo que vendría sería grande, Reece y todos estábamos cansados de tener que esperar a que la cucaracha de Artem diera una señal de vida.—Cuando escuche de ti, no imagine que fueras así —Alejó la mirada de ellos para ponerla en la mujer a mi lado.—¿Así cómo? —Sonrío con un poco de pena.—Lo siento, no quise ofenderte, es solo que se ha hablado tanto de ti, que pensé que eras menos femenina, pero tienes una cara de ángel que no produce miedo —Las apariencias engañan, ¿No escuchaste eso? —Asiente.—Sí —Nos quedamos en silencio unos segundos hasta que ella vuelve a hablar —. ¿Crees que puedan hacer algo? —¿Sobre qué?, aún no sé lo que está pasando.—Marcus me contó que Artem ya tiene la droga preparada, parece que por esa razón los Japoneses no lo quieren entregar, la verdad
Cuando llegue lo primero que hice fue darme una ducha y pedirle a Reece que me dejara ver a mi hija, desde que llegamos a la casa de mis padres no la había visto y me urgía hacerlo, mi hija era lo más sagrado que tenía y el solo recordar que por mi demencia podría haberla perdido me carcome el alma. Salgo de la habitación para caminar hasta la de ella que no queda muy lejos, cuando llego abro la puerta encontrándome con Luciana y Ariel que juegan con mi hija. Con paso lento me acerco a ella haciendo que voltee por sentir mi presencia, jadeo llevando las manos a mi boca cuando veo uno de sus bracitos quemados. —¡Por Dios, mi niña! —Corro para tomarla en brazos y llevarla a mi pecho mientras sollozó con fuerza —. Perdóname mi amor, perdóname, mamá, no quiso hacerte daño —digo sintiendo como el dolor me consume. —Tranquilízate nena, no fue tu culpa, ella está bien —Niego despegando mi rostro de su pequeño cuerpo.—No, esto no está bien Luciana, ella pudo haber muerto por mi culpa, yo
Reece Tomó la mano de Isla y la llevó a la salida de la mansión, si ella quiere terminar con ese bastardo, pues eso es lo que le daré, tendrá su merecido y espero que siga sufriendo mucho más de lo que ya lo ha hecho. Conducimos hasta la cabaña donde tenía a ese bastardo, hoy sería su fin y esperaba que sufriera mucho, porque si no lo era así, yo sí terminaría con su miserable vida, pero gritando como una rata asquerosa. Llegamos a la cabaña y tomados de la mano bajamos las escaleras del sótano donde lo tengo, el olor a putrefacción es asqueroso, el maldito está en la silla con la cabeza agachada, está desnudo y de su trasero sale mucha sangre, sí, el maldito fue sodomizado, lo merecería, creo que fue poco para todo lo que tendría que recibir. —¿Lo violaste? —gruñó apretando su mano. —Creo que te he demostrado muchas veces que me gusta tu coño, no voy a meter mi polla en un puto trasero y menos en el de ese bastardo. Lo sodomicé, pero yo no lo hice, existen otros métodos de hacer