Actualidad: Mariela: Después de varias semanas en Rusia, recibiendo tratamiento en el hospital San Pietro, finalmente Augusto y yo somos capaces de regresar a España. En estas semanas él no ha querido hablar de mi participación en los eventos que causaron su captura, y aunque he pedido perdón, no ha querido escucharme. Y hay algo que me tiene muy nerviosa. Había dos bombas más. Ahora lo sé. Al parecer Yannek Volka no solo planeaba destruir la forja de armamentista de los Ivanov, sino que tenía como objetivo bombardear otros dos lugares. Y las otras dos armas biológicas se encontraban en Vigma. Aprieto los ojos fuertemente. Por eso Viktor y Augusto prácticamente se dejaron atrapar. Porque sabían que Yunior los llevaría a Bulgaria para torturarlos y porque Viktor descubrió por medio de un espía que las otras dos bombas estaban allí. En realidad la misión de rescate, también incluyó el robo de las otras bombas. **** El polvo espeso me hace toser cuando entro al túnel, las roc
Dos meses después: Mariela: Mantengo la postura, sentada y en silencio, con el bolso sobre mis muslos, mientras el hombre frente a mí teclea detrás de su escritorio. Se respira el ambiente típico de los bufetes de abogados. Este lugar está lleno de gente que viste colores neutros y parecen tener más trabajo que nadie. —Señorita Martin —habla el asesor legal de Augusto enfocando su atención en mí—¿Podría explicar un poco más sobre su proyecto? Me retuerzo en la silla, incómoda con la pregunta. —Por supuesto. El centro Diana permite a niños y jóvenes con discapacidades o enfermedades limitante, participar en actividades deportivas que de otro modo les sería imposible. Por el momento, contamos con las prácticas de natación, esgrima, equitación y ajedrez. Esperamos en el expandirnos y ... —Entiendo, ¿ Y cuál es su objetivo? —Aportar algo de felicidad a este mundo —digo segura— Mi hija sufrió de insuficiencia renal por muchos años. Y la práctica de ajedrez con contrincantes vir
Mariela: Dos meses antes: Mallorca: El resort y la playa están llenos de lujos, y se ve de lejos que aquí solo viene gente monstruosamente rica. Miro a través de la ventana de cristal, ya que no es una vista que aburra y me desconecto de la realidad por un momento hasta que tocan a la puerta y entran encargadas trayendo perchas rodantes llenas de prendas masculinas. La última trae también ropas de mujer, y me paralizo al notar que son todas Chanel, Dior y Lui Vuitton. —Escoge lo quieras, no puedo permitir que mi esposa ande mal vestida, eso me haría quedar mal —ordena Augusto, eligiendo lo que se va a poner. Las cosas están pesadas, si antes me sentía culpable por como se dieron las cosas, ahora más. Todo el mundo sabe que yo espiaba para Yunior y las miradas de odio me siguen dónde quiera que voy, e igualmente los comentarios malintencionado. Tomo los tres trajes de baño, no me importa si los usaré o no, ya que ele ha obligado a venir no tengo más remedio que cooperar. É
Mariela: Se mete el móvil en el bolsillo del pantalón, mirándome con mala cara. —¡Samuel! Su guardaespaldas entra. —Avísale a todos que en los próximos días no estaré disponible para nadie. No estoy aquí por diversión, vine a reunirme con socios de negocios. Vuelvo a preguntarme para qué me trajo entonces. Si va mantenerme encerrada aquí, bien podría haberme dejado en Madrid, realmente no le faltan los matones para ello. —Me llevaré a un grupo de hombres conmigo, tú encárgate de mantener custodiada a mi mujer. Y te lo advierto, reunión que me interrumpan lo pagarán con creces. Llámame solo si es una emergencia —se larga. El enojo hace que me arda la garganta. Samuel se queda con la mano en en el pomo de la puerta, mirándome con una clara expresión de lástima. —Venga conmigo, Señora. Iremos a por unas bebidas y luego la traeré de buelta. ¿Le parece?—intents sonreír, pero me sale una mueca de incomodidad —. Imagino que no querrá quedarse encerrada. Yo asiento. Siguiéndolo
Augusto: Viktoria desliza su mano por mi pierna, y yo ruedo los ojos, molesto. — Ya dije que no.— mascullo. Ella hace un puchero y se retira, recuperando su asiento. — Es evidente que no es el tuyo, hermana.— comenta la rubia subida sobre las piernas del árabe. Ella y su esposo parecen incapaces de dejar de tocarse y besarse uno al otro. La expresión de Viktoria se torna aún más ácida, el mesero me llena el vaso de vodka otra vez. —Más—exijo, bebiendo todo de un trago, y le ordenó que lo deje hasta el borde, bebiendo de nuevo. Tengo que tragarme esto varias veces para ver si logro perder el sentido, no he parado de beber desde que llegué y ya he tratado botella tras botella como si eso fuera a apagar la rabia que me quema por dentro. Este club y este puto hotel son míos. Pertenecen a la organización. Aquí no se atrevería a entrar ningún enemigo, porque hasta la gente que baila como posesos son mis lacayos. El árabe y su mujer conversan por lo bajo, mientras que Viktoria
Augusto: Me suelta otro bofetón cuando me le acerco, y aprieto sus muñecas en mis manos, zarandeandola para ver si así se le baja un poco la borrachera. Con todo, intenta patearme, mientras yo me deleitó rozando mi la tela del pantalón que oculta mi adolorida verga, contra la tela de su tanga. —Un golpe más y te la encajo…zorra. Me da un cabezazo, y río por lo bajo. Porque no podrá decir después que no se lo advertí. Soy un torbellino de actividad, llevándomela contra la pared, rompiendo su sujetador y destrozando sus bragas. Metiendo mi mano entre sus piernas para encontrarla hecha un río de ganas, y caliente como el mismo infierno y ella se retuerce, pero entonces, en vez de luchar se lanza sobre mi a morderme la boca y a chuparme los labios, con desesperación. En lo que trato de abrir la cremallera de mi pantalón al menos, para poder... Su piel se enrojece con mis apretones , y chupetones y mordidas. Le abro las piernas deleitándome en la vista que me ofrece su precioso
Presente: Mariela: — Es un gusto tenerle por aquí señora Cuéllar. Que bueno que ha recapacitado y decidió conservar su embarazo. ¿Es este su marido?— interroga la doctora. — Augusto Cuéllar, el placer es todo mío.— murmura él, estrechando la mano de la doctora. Noto al momento como la mujer se sonroja, y comprime sus labios nerviosamente. Ruedo los ojos. Sí, sí, lo sé. El cabrón es hermosísimo, pero es una bomba de tiempo. — Pasemos a la consulta.— ofrece la doctora.— señor Cuéllar, quédese aquí. Esta primera parte debe ser privada, ya que es el examen físico de su mujer. — No hay nada de ella que halla visto ya.— anuncia él, tercamente. — De todos modos, le prohíbo pasar. Cuando hagamos el ultrasonido, entonces podrá unirse a nosotras.— farfulla ella, cerrandole la puerta en la cara. * * * * — Es usted realmente afortunada Mariela.— Susurra la doctora mientras yo me visto.— rara vez se interesa tanto unarido por el brazo de su mujer, al punt
Mariela:—Me acaban de contactar, al parecer hay una persona interesada en invertir en el centro.— murmura mi secretaria. —¿De verdad?—me apresuro a tomar nota—¿Cuándo te llamaron y qué te comentaron?—Solo tomé los datos. Esta es la tarjeta que dejaron con el número de teléfono. Me sugirieron que concertaras una cita por WhatsApp. —¿Por quién pregunto?— No lo sé. No me dijeron.Cuelga sin decir más. Desde la ordenador , Tecleo con rapidez , para hacer una búsqueda de la empresa en internet.¡Gracias a Dios!Es una multinacional, que se dedica a patrocinar deportistas. Leo en detalle las sedes con las que cuenta, y elevo las cejas. Tienen presencia en casi todos los países del mundo.Agrego el número de contacto a mi móvil ideando cómo enviar el primer mensaje a la vez que trato de no imaginarme que lidiaré con algún tipo con cara amargada y mal talante. Solo espero contactar realmente con el dueño, y no con alguna secretaria ácida.Este debe ser un hombre extremadamente impor