Muy pocos días de mi vida han sido tan funestos como el de ayer. Comencé a ganar dinero desde los trece años, ayudando a los vecinos, y ese poco dinero ganado siempre me lo rebató el hombre que ayudo a mi procreación.
No me di cuenta de la hora en la que por fin me quedé dormida, ya madre no esta conmigo, siento el cuerpo adolorido, tengo raspones por la caída gracias a los tipos que mandaron a amenazar a padre, de la conmoción, no me fijé siquiera en los daños a mi cuerpo.
Aun llevo las manos sucias, me sorprendo al ver el reflejo en el espejo del baño, es como si me hubiera despertado de alguna noche de juerga, llena de anfetaminas y licor barato, cuando no se no lo que es despertarse con resaca.
Cierro los ojos y las lagrimas no tardan en caer, cubro mi rostro con las manos, sollozando en lo bajo, preguntándome ¿Qué voy a hacer ahora?
— Margot—escucho la voz de mi madre detrás de la puerta del baño—Hija ¿estás bien? —interroga con voz inquieta, mientras yo sigo llorando viendo con asco el espejo frente a mí.
Ignoro el llamado de mi progenitora, y decido meterme en la ducha, con agua fría lavo mi cuerpo como si quisiera quitar cada una de las desgracias que he padecido desde que nací.
Estoy por mucho tiempo bajo el agua tallando mi cuerpo, estoy tan cansada que mis ánimos no solo están en el suelo, sino que de nuevo han sido pisoteados por alguien que debería protegernos y no causarnos más daño.
Mi madre se cansa de esperar y cuando saldo del baño ella, ya no está, pongo el pestillo para que nadie mas entre al desordenado cuarto. Curo mis raspones y decido llamar a mi jefe, Bernard, para solicitarle unas horas, y le comento que he tenido un inconveniente que necesito arreglar.
—Toma el tiempo que sea necesario Margot, le diré a Trudie, que me ayude mientras llegas—es lo que me dice tras la línea
—Gracias—agradezco con voz ronca por tanto llorar, siento la resequedad en mi garganta, es lo único que le digo y cuelgo.
No he abierto la puerta ni he querido bajar a comer nada, a pesar de las constantes llamadas de mi madre y la insistencia para que hablemos.
Lo único que he hecho, es arreglar el desastre que mi padre a causado, buscando los papeles de la casa y de dinero.
Lo cual ha sido un éxito por su parte. Veo el hueco que hice en el piso y la cajita donde guardaba la única esperanza de salir de este infierno por que considerarlo hogar es irrelevante.
Con los ánimos por el suelo salgo al fin para enfrentar la actitud sumisa de mi madre.
Bajo los escalones y como si nada ahí esta él, mi padre, en la cocina desayunando, sonríe mientras sorbe su café y lee el periódico. Como si nada hubiese pasado, como si la noche anterior no le robo a su única hija y la puso de nuevo en peligro.
—Buenos días Margot—saluda muy sonriente—ven a desayunar con nosotros—observo a mi madre y ella agacha su cabeza, en señal de que no le reprochara nada. Ni ella se atreve, ni yo.
Suspiro, cansada de todo esto, niego, salgo sin decir una sola palabra y con ganas de nunca regresar.
Y salgo de la casa escuchando los gritos de mi padre llamándome, está molesto por ignorarlo, porque al señor Cornelio Richmond, odia que no le presten atención.
Lo que me espera cuando regrese por hacer semejante osadía, pero no me importa en este momento, no dolerá mas de lo que me ha dolido todo lo de anoche.
Cuando voy a una cuadra, veo una camioneta negra aparcarse frente a la casa, mis alarmas se activan y sin pensarlo, regreso corriendo, me detengo en seco a una distancia en la que nadie me mira, y veo bajarse de vehículo, un hombre, cálculo de la edad de mi padre, con traje negro y con dos hombres grandes tras de él.
Camino lentamente para ver mejor el panorama y el hombre toca la puerta, es mi padre quien abre y sonriente lo abraza. Su rostro me parece muy conocido se que lo he visto en algún lado solo que no recuerdo donde.
Respiro con tranquilidad al darme cuenta que mi madre no esta en peligro. Camino de regreso y sin darme cuenta, tropiezo con alguien, trastabillo y estoy a punto de caer, cuando unos brazos grandes me toman de la cintura y evitan que el cuerpo de contra el pavimento de la calle.
—Deberías tener mas cuidado por donde caminas—me reprocha con voz ronca, levanto la vista hacia el tipo y me pierdo en el color de sus ojos, la seriedad y quizás un poco de molestia con la que me mira me hace agachar la cabeza avergonzada.
Aun me tiene entre sus brazos, con sumo cuidado, ayuda a que me estabilice y me suelta. Miro con vergüenza mis zapatos, y lo único que sale de mi boca es un —Gracias y lo siento mucho señor— mas un susurro que un verdadero agradecimiento.
—Mírame, Margot—ordena y como si fuese algo que quemara, me separo dando dos pasos hacia atrás temerosa. —acaso, ¿no me recuerdas? —interroga con sonrisa de lado—soy Gregori Novikov
Abro la boca de la sorpresa, ¡cómo ha crecido! No se parece nada el niño que de lejos me observaba ni siquiera tenía conocimiento de que sabía mi nombre.
—Debe irme—inquiero dispuesta a marcharme, mas, detiene mi paso sujetando la muñeca.
Nuestras miradas se encuentran, abro los ojos como platos, me paralizo por completo. Su agarre no es agresivo al contrario es suave.
—No voy a hacerte daño—declara con una media sonrisa—puedo acompañarte? Por favor, necesito que hablemos—que vos más elegante, asiento como boba, ¿y me suelta—hacia donde te diriges?
—Bueno, a mi trabajo—veo hacia otro lado mientras acomodo mi bolso—es por aquí
Camina a mi lado y es muy alto, me siento amedrentada no solo por su aspecto físico, y su elegante forma de vestir, sino todo en la grita dinero, lujos y educación de primera.
Y yo, metida en el uniforme de camarera con zapatillas cómodas y un bolso de segunda, todo en mi grita necesidad económica.
Las personas a las que nos encontramos, nos miran, o mas bien lo miran a él, que camina a paso erguido y con sus guarda espaldas detrás. Si antes me sentía poca cosa, en esta situación me he convertido en un cero a la izquierda.
—Dime algo—interrumpe mi desvarío mental—¿Estabas en tu casa cuando mi padre llegó?
—¿Tu padre? ¡Oh! —así que ese era el señor que me parecía familiar— ¿era tu padre? —interrogo sorprendida, asiente con una sonrisa que con rapidez desaparece—ya había salido cuando se presentó.
—Quería saludar a tu padre, supongo que recordando viejos tiempos. —cierra los ojos unos instantes y saca un suspiro negando.
—Es por aquí—indico al estar a unos pasos de la cafetería donde trabajo.
Se adelanta para abrir la puerta y dejar que, entre primero, es un hombre muy educado y me sonrojo entrar.
No es de negar que cuando entramos y lo miran, todos los clientes y los que trabajan conmigo, lo miran con sorpresa.
—Puede sentarse donde guste—le aviso, mientras camino para ponerme el delantal para comenzar mi labor.
Saco una taza y la lleno de café, y se lo llevo, con un postre.
—No si sus—señalo a los guardaespaldas—tomaran algo.
El hace una señal que al parecer ellos entienden perfectamente y se sienta en un lugar cerca de él.
—Ellos tomaran lo mismo que yo, gracias—agradece al dejarle lo que pensé que le agradaría ya que no se lo que le gusta a un hombre como él.
Me voy hacia la cocina y Trudie, me sigue para comenzar el interrogatorio
——Suéltalo todo! —me toma de los hombros y sacude un poco.
—No tengo nada que soltar—susurro avergonzada
—Llamaste porque llegarías tarde por un “asunto”—esa palabra la dice indicando con los dedos comidas—y resulta que el asunto es un papacito y de buen dinero
—Nada de eso—me defiendo horrorizada—es solo el hijo de un amigo de padre—tuerzo un poco la boca al recordar lo que me paso anoche y los ojos de me cristalizan.
—¡Oh cariño! Discúlpame, ¿qué sucedió? ¿Por qué estas así? —me lleva hacia los casilleros detrás de la cocina.
—Padre, me ha robado de nuevo
—¿Qué? Maldito viejo desgraciado—da vueltas como fiera enjaulada—lo mato—chilla enfurecida
—No, no, Trudie, es muy peligroso meterse con el
—Y por eso llegaste con raspones en las manos, de nuevo te ha pegado—bufa indignada
niego—ha sido otra cosa, los tipos a los que les debe…
—¡Mi vida! —se acerca a mi para abrazarme—¿hasta cuándo Margot, vas a seguir soportando todo esto?
—No lo sé— confieso entre lagrimas
—Tanto que te has esforzado por ahorrar y .. —deja la palabra en el aire—de nada nos sirve lamentarnos. Esto no terminara hasta que tú lo decidas.
No digo nada, me dejo consolar por esta señora que tanto quiero y me aprecia. Y así salgo para seguir trabajando con la sorpresa de que el ruso, Gregori Novikov, aun sigue en la cafetería esperando que sea mi hora de descanso para hablar. No tengo idea de que, pero solo espero no sean malas noticias.
¿Como se le llama a esa sensación de anticipación? Tengo esos pensamientos que creemos que van a pasar y que esperamos que vayan a ir mal. Eso es exactamente lo que siento, he roto dos tazas, quemando a un cliente con café y estropeado mi uniforme.Mi jefe no ha tenido más remedio que adelantar la hora de descanso. Así que, debido a eso limpio el uniforme manchado sin ningún buen resultado.Paso las manos por el delantal para secarla del sudor por los nervioso que tengo de hablar con el ruso.Me paro frente a la mesa, y me mira esperando que diga algo—Estoy en mi hora libre, podemos hablar—vea hacia aun lado para evitar su miradaMe siento frente a el y no se que esperar. Después de tantos años llega y no creo que sean buenas noticias.Sus ojos, se detiene en mis manos, con chimones, frunce el señor y su rostro se torna serio—¿Qué te ha sucedido? —intenta tomar mis manos, aparto de inmediato antes de que apenas las toque—responde Margot—Una caída, ahora dígame que quiere decirme, n
Como era de esperase, no pegué el ojo en toda la noche. Di vueltas por la habitación, me quedé sentada en la ventana y luego me acosté para seguir viendo el techo sin poder entender todo lo que me está pasando.Me pregunto por qué Dios se empeña en ponerme en situaciones difíciles, cada día todo se me complica, no recuerdo un solo día de mi vida que sea lindo, que sea feliz, sin tanto caos.Pasaron miles de cosas por mi mente de lo que me podría pasar. Desde ser su sirvienta hasta que mis fuerzas me abandonen, hasta incluso una esclava sexualLas nauseas se apoderan de mi al pensarlo, no he tenido siquiera un novio, desde que recuerdo he trabajado y no sé qué es divertirse.Me levanto para ducharme, después de estar casi una hora en el baño, salgo para ponerme unos jeans y una camisa con mariposas. Esta ha sido un regalo de Trudie, dice que deseara que yo desplegara mis alas y volara hacia la felicidad.Y yo también deseo eso, que, al cerrar y abrir los ojos, todo esto no existieran.
No sé qué expresión tengo en el rostro, de regreso, todos los que trabajan en ese piso, me miran pasar con asombro.Al bajar en el ascensor hasta el estacionamiento, el chofer me espera para guiarme hacia el vehículoEn mi mente pasa el deseo de salir corriendo, mas, me detengo porque no tengo hacia donde ir. No conozco a nadie en esta enorme ciudadAsí que, cabizbaja, subo al coche, no pregunto donde me llevará, me dejo llevar por que al fin de cuentas y según lo que parece, ya no soy libre.La era moderna en la que las mujeres tienen voz y voto, es un asco totalY ¿si voy con las autoridades? —susurro—No creo que sea buena idea niña—responde el chofer, no me había percatado de que estaba pendiente, me remuevo incomoda evitando mirarle. Veo el folder amarillo donde están metidos los documentos de mi sentencia y suspiro cansada. —El señor quiere hablar con usted—me indica—por favor toque el botón rojo frente a usted—lo hago y una pequeña pantalla se enciende, y el rostro del ruso pre
GregoriCuando me enteré de que Vanessa, la empelada que se debe hacerse cargo de Margoth, no le ofreció siquiera de comer me enfierecí, me llamaron para informarme de su desmayo, enfurecí. Le di instrucciones precisas de todo, ¿qué más quería? ¿Qué se lo dibujara? Voy a reprenderla fuertemente, aunque a ella le importa muy poco. Vanessa, es una mujer de confianza, a pesar de ser tan joven es servicial y, sobre todo, leal. Tiene veinticinco años, y su madre fue empleada de mi familia, cuando heredé la mansión, ella ya venía incluida, pero pronto saldrá de ahí, está por graduarse y trabajará en una de las sucursales que tenemos en Londres. Desde que mi padre me comentó la situación de Margoth y lo que se le pidió hacer con ella, tengo la cabeza revuelta. ¡Solo a él se le ocurriría tal cosa!, ¡un contrato!, ¡un contrato de compromiso de pago! Por supuesto que Cornelio, estaría de acuerdo, encantado de recibir el dinero para seguir con su maldito vicio. No es que me agradara la idea
GregoriMe despierto por unos gritos, poco a poco abro los ojos sintiendo que no he descansado nada en toda la noche, teniendo sueños extraños.Al fin abro los ojos desperezándome,¡vaya que necesito más horas de descanso!.Sin lugar a dudas la voz de esos gritos es de Margoth, quien está al otro extremo de la cama notablemente espantada. Viéndome como si hubiese cometido un homicidio.—¿Qué demonios haces en mi cama? —cierro los ojos y doy un bostezo, estirando los músculos, he de señalar que duermo en bóxer, sin nada más encima.Ahora veo la razón por la cual me mira con espanto, estoy muy seguro que nunca en su vida, ha visto un hombre desnudo.—Yo, yo, es usted quien está en la cama de la habitación que me han dado—responde con la voz temblorosa.Veo alrededor, asegurándome de que efectivamente, estoy en su habitación. ¡maldición!Me levanto como un bólido y me cubro con una almohada, cuando la puerta se abre…—Buenos días Mar.. —Vanessa, deja la oración a medio dar, me mira con so
GregoriLas puertas del ascensor se abren, los empleados de mi piso, me reciben con sus “buenos días señor”. Les regreso el saludo de la misma forma.Mi secretaria, corre a mi lado con su agenda electrónica en mano lista como siempre para recibir instrucciones.—Viviana—me dirijo a mi secretaria—si a Tamara, se le ocurre irrumpir aquí, llama a seguridad—De acuerdo, señor.—¿Alguna reunión importante hoy?—Con el Señor Talavera, un almuerzo.—Está bien, vendrá Vanessa—se detiene en seco al escuchar el nombre de mi empleada de confianza.—¿Al, algo en especial? —pregunta con voz temblorosa—Nada, traerá a la chica que vino ayer, así que necesito que metan en mi oficina un escritorio, una silla y una laptop, dile al de informática que quiero todo eso antes de las tres de la tarde.—¿Esa chica, trabajará aquí? —Interroga, no solo sorprendida, sino un tanto molesta. Viviana, ha trabajado para mí, durante tres años es una persona de confianza laboral, como es la secretaria de presidencia,
GregoriNo es de extrañar que algunos hombres miren a nuestra dirección mientras entramos, y no es por mí, obviamente es por Margoth.Camina tímida al lado de Vane, quien lleva puesto su uniforme negro impecable, erguida como si el mundo le perteneciera, segura de sí misma, empoderada, toda una perra.Justo así es como deseo que sea Margoth y es el objetivo, según mi padre, el deseo de Lucia, es que su hija se defienda sola y logre todos sus sueños.Nos sentamos, y el mesero con amabilidad nos extiende el menú.—¿Que deseas comer? —interrogo sin verla, detallado el menú para saber si se me antoja algo, por lo general no me gusta la comida italiana, pero dado que ella lo pidió, hago ese sacrificio para tener su completa confianza y no me ve como su dueño, aunque lo soy.Señala algo en el menú mostrándolo a Vane, ella asiente sonriendo y le indica al mesero—Per la signora, Fettuccine Alfredo —habla perfectamente italiano, lo que no me sorprende Vane, habla muchos más idiomas que yo. Se
MargothLa cabeza parece que me va a estallar en miles de pedazos. Trato de abrir los ojos, la luz de lugar quema mis pupilas, los ojos me arden, y al abrirlos confirmo que se sienten irritados como si hubiese llorado sin parar.Lo extraño es que no recuerdo haber llorado, no recuerdo nada, me despierto por completo sobresaltada, al darme por enterada de que no estoy en la habitación que se me asigno. Estoy en otra, mi vista se mueve hacia la ventada, igual a la que tengo en mi cuarto, Gregori, esta de pie viendo hacia afuera, con pantalón de chándal gris, sin camisa, siento mi rostro arder, vuelve su vista hacia mí, no puedo evitar ver su pecho y torso desnudo.Trago sintiendo los nervios quemar mi sistema, mientras sostiene su mirada y camina hacia la cama. En donde aprieto la sabana y me cubro hasta el pecho.Pone la botella de agua que tomaba y se sienta en el borde de la cama—¿Que tanto recuerdas de anoche? —baja su mirada libidinosa hacia mi pecho y toma la sabana que me cubre