Limpio la mesa que hace pocos minutos han desocupado unos clientes, el bar-café por las noches en fines de semana se llena un poco a eso de las nueve.
He recibido muchas propinas esta semana, cada una va a parar a la cajita de ahorros que tengo bien escondida debajo de un ladrillo en la habitación de la casa.
Estoy segura que con eso, ya puedo pagar el primer mes de renta para un piso de dos habitaciones y un baño. No es muy espaciosa, mas, estaremos tranquilas.
—Margoth— me llama el jefe detrás de la barra— Café negro bien cargado para mesa cuatro y una cerveza—coloca el pedido sobre la bandeja, enseguida la tomo y me dirijo hacía donde están esperando dos hombres.
—Buenas noches—saludo cortes y les sirvo su pedido y antes dar la vuelta para irme me llaman
—Margoth, ¿cierto? —pregunta uno de los tipos, asiento con la cabeza—tu padre es Cornelio Richmond—doy dos pasos hacia atrás tímida—somos amigos suyos—sonríe con suficiencia al ver mi reacción.
—Con permiso—respondo con sonrisa nerviosa, y me dirijo de nuevo hacia donde está el jefe.
—¿Sucede algo? —pregunta mientras limpia la barra, niego nerviosa aprieto la bandeja contra el pecho—¿te molestaron? —señala con la cabeza en dirección a los hombres que conversan animados.
—No, dicen ser amigos de mi padre.
—Entonces no deberías preocuparte—sonríe despreocupado
—Mi padre, no tiene amigos—susurro más para mí que para él.
El turno nocturno termina a las doce de la media noche. Preparo mis cosas para salir y dormir unas cuantas horas.
La parada del autobús queda al cruzar la calle, así que el jefe se queda en la puerta del bar-café y se asegura de que suba sin percances al medio de transporte.
Como siempre, el aparato va con unas cuantas almas, me siento para inclinarme un poco y sobar los tobillos, hoy estuvo ajetreado, a penas y pude ir al baño.
Recuesto la cabeza sobre la ventana, cierro los ojos y de manera fugas el recuerdo de aquel niño ruso observándome a la distancia llega a mi cabeza, los abro con rapidez, de vez en vez esa imagen invade mi cerebro.
Aunque, aún recuerdo su nombre Gregori Novikov.
Para ser sincera, no tengo motivo para que eso suceda, no éramos amigos cercanos, nunca se acercó a mi o a mi familia, su padre y el mío eran buenos amigos y nuestras familias nunca se mesclaron, él, conservaba la distancia y nunca lo escuché hablar, hasta que su madre, falleció hace un par de años.
A él, no lo volví a ver desde que cumplí los quince años, madre celebro en familia mi cumpleaños, recuerdo estar en el patio trasero donde solo estábamos nosotros y ellos dos
Siempre me pregunté ¿Qué habrá sido de su vida? Siendo una familia tan rica debe estar casado con alguien de su mismo estatus social.
El vestido que llevaba puesto era de color lila, madre lo había comprado en una tienda de segunda, estaba en buenas condiciones y el único arreglo que le hizo fue ponerle una cinta a juego tipo corsé, para que me pudiese quedar.
Fue un lindo día, un cumpleaños único, hasta que los hombres a los que padre les debía dinero decidieron irrumpir y acabar con todo.
La mesa volcada, junto a lo que tenia sobre ella, los bocadillos y un pequeño pastel. Madre enloqueció del enojo, pero no podía hacer nada mas que agachar la cabeza y tragarse la frustración.
Nunca he comprendido la razón por que cual ha soportado tanto al lado de padre.
Cornelio Richmond, hombre conocido por ser un apostador empedernido, metiéndose en problemas y llevando la desgracia a su familia.
Me esfuerzo en vano por no dormirme, siento como si cargara el mundo sobre mis hombros.
Cierro los ojos de nuevo y esos bonitos ojos vuelven a aparecer, su boca se mueve y dice mi nombre, Margot, Margot.
Abro los ojos para encontrarme con que el conductor me llama.
—Señorita, creo que ya paso su parada
Me exalto al ver donde estoy y con mucha vergüenza reflejada en mis mejillas sonrojadas, me bajo del aparato y camino de regreso, me he pasado un par de paradas.
Acomodo el suéter que llevo puesto, miro hacia todos lados y camino apresurada para poder llegar a casa, me pongo nerviosa, no es recomendable andar por las calles sola a esta hora de la madrugada.
Siento como si alguien me siguiera, vuelvo la mirada hacia atrás para darme cuenta de que quizás sea producto de los nervios y me estoy imaginando cosas.
Sigo el camino con premura, cuando l fin llego para doblar la esquina de la calle en donde esta mi casa, un par de hombres detienen mi paso.
Saco un chillido del susto y doy pasos hacia atrás dispuesta a echar a correr, cuando ambos me toman de la cintura y me cargan hacia un callejón, tapando mi boca.
Los identifico como los hombres que me saludaron en el bar diciendo ser amigos de padre. Me estremezco del miedo, otra vez está pasando esto.
Me retuerzo cual gusano tratando de soltarme de su agarre, pero es inútil, soy tan débil, desearía gritar por ayuda, pero, ¿Quién acudiría?
—Ya deja de moverte tanto, niña—reclama uno de los hombres que tengo enfrente mientras el otro me sujeta por detrás.
Lloro sin poder esconder el terror que estoy sintiendo, mis gritos ahogados por la mano que cubre mi boca. Niego con la cabeza antes de que el tipo, me de un abofeteada para callarme.
Mi mejilla arde, siento el picor correr por mi rostro, pero logra su cometido. Solo dejo las lágrimas salir sin hacer más ruido.
—Deja de ser tan bruto, yo la estoy controlando, no veo la necesidad de ese tipo de violencia—le reclama el otro.
El tipo que me ha pegado, da vueltas como fiera enjaulada—No te haremos daño, por el momento—me señala ofuscado— solo necesitamos que le lleves un mensaje a tu padre, ese maldito nos debe dinero y sino lleva los documentos de la casa en cuarenta y ocho horas acabaremos contigo y tu madre.
Sin decir más, me tiran al suelo y se largan dejándome en estado de shock. Antes de que se arrepintieran de no hacerme mas daño, con las piernas temblorosas, recojo mi bolso que ha parado por algún lado del callejón, y como mucha dificultad, corro hacia mi casa.
Mis manos tiemblan mientras busco las llaves, vuelvo la mirada hacia todos lados posibles temiendo otro ataque, y para mi desgracia no es la primera vez que me pasa algo así.
Es por ese motivo que debo salir de aquí y alejarme por completo de padre, pero temo dejar a madre sola y que sea a ella a quien amenacen por culpa de él.
Con suma dificultad abro la puerta y entro cerrándola con llave, mi cuerpo tiembla por completo, recuesto mi espalda contra la puerta y deslizo mi cuerpo hacía el piso, me abrazo a mi misma y lloro, lloro tanto, que madre se despierta y me mira con pesar, de inmediato se une a mi propio abrazo para consolarme pues sabe bien la razón de por que estoy en estas condiciones.
Padre, por su parte, duerme sobre el sillón, en estado de ebriedad, como es su costumbre.
Mientas pasa el tiempo, los nervios van pasando poco a poco, y es ahí cuando noto que la casa está hecha un desastre.
—¿Qué ha pasado madre? —interrogo asustada de nuevo
Mira hacia la dirección donde duerme su esposo y me luego me mira—vamos a tu habitación—ayuda a levantarme, aun siento las piernas como gelatinas y con esfuerzo llegamos a mi cuarto.
Mi habitación también esta echa un verdadero caos, me suelto del agarre de madre y corro hacia la esquina de mi cama, la muevo para encontrarme que, el ladrillo donde guardo mis ahorros ha sido movido.
Respiro con agitación, el corazón palpita cual caballo en pleno galope, no puede estar pasando, no de nuevo.
La caja que dejé oculta por meses, ha desaparecido, en ella estaban los ahorros con los cuales, pensaba largarme con madre, si es que ella aceptaba dejar a padre y vivir solas, tranquilas y comenzar de nuevo.
Me siento sobre la cama, derrotada y abatida, lo único que me queda ahora, es sufrir en silencio.
Nuevamente amenazadas y sin un solo centavo en la bolsa, siento que ya no puedo más, que, si tan solo cerrar los ojos y no despertara más, seria para mí la única cosa que deseo en estos momentos.
Aunque la furia carcome mi interior no puedo mas que tragarme lo que padre nos hace. No solo me roba, sino que ha puedo varias veces mi vida y la de madre en peligro.
Y con todo esto que ha pasado, desea que alguno de esos hombres, simplemente me matase para jamás volver a vivir este infierno.
—Tu padre buscaba las escrituras de la casa—comenta con mucho temor, y no sé cómo encontró tu escondite hija.
—La mala suerte esta de mi lado siempre, madre—acuesto mi cuerpo sobre la cama mientras ella hace lo mismo para acunarme, y consolarnos—tendré que esforzarme por recuperar la casa, de nuevo—declaro con pesar, siento que ya no puedo más y sigo llorando en silencio por la impotencia, e inutilidad.
Madre llora conmigo, ella a aguantado mas que yo. Y eso me rompe más, es la razón por la cual sigo soportando esta pesadilla.
Muy pocos días de mi vida han sido tan funestos como el de ayer. Comencé a ganar dinero desde los trece años, ayudando a los vecinos, y ese poco dinero ganado siempre me lo rebató el hombre que ayudo a mi procreación.No me di cuenta de la hora en la que por fin me quedé dormida, ya madre no esta conmigo, siento el cuerpo adolorido, tengo raspones por la caída gracias a los tipos que mandaron a amenazar a padre, de la conmoción, no me fijé siquiera en los daños a mi cuerpo.Aun llevo las manos sucias, me sorprendo al ver el reflejo en el espejo del baño, es como si me hubiera despertado de alguna noche de juerga, llena de anfetaminas y licor barato, cuando no se no lo que es despertarse con resaca.Cierro los ojos y las lagrimas no tardan en caer, cubro mi rostro con las manos, sollozando en lo bajo, preguntándome ¿Qué voy a hacer ahora?— Margot—escucho la voz de mi madre detrás de la puerta del baño—Hija ¿estás bien? —interroga con voz inquieta, mientras yo sigo llorando viendo con
¿Como se le llama a esa sensación de anticipación? Tengo esos pensamientos que creemos que van a pasar y que esperamos que vayan a ir mal. Eso es exactamente lo que siento, he roto dos tazas, quemando a un cliente con café y estropeado mi uniforme.Mi jefe no ha tenido más remedio que adelantar la hora de descanso. Así que, debido a eso limpio el uniforme manchado sin ningún buen resultado.Paso las manos por el delantal para secarla del sudor por los nervioso que tengo de hablar con el ruso.Me paro frente a la mesa, y me mira esperando que diga algo—Estoy en mi hora libre, podemos hablar—vea hacia aun lado para evitar su miradaMe siento frente a el y no se que esperar. Después de tantos años llega y no creo que sean buenas noticias.Sus ojos, se detiene en mis manos, con chimones, frunce el señor y su rostro se torna serio—¿Qué te ha sucedido? —intenta tomar mis manos, aparto de inmediato antes de que apenas las toque—responde Margot—Una caída, ahora dígame que quiere decirme, n
Como era de esperase, no pegué el ojo en toda la noche. Di vueltas por la habitación, me quedé sentada en la ventana y luego me acosté para seguir viendo el techo sin poder entender todo lo que me está pasando.Me pregunto por qué Dios se empeña en ponerme en situaciones difíciles, cada día todo se me complica, no recuerdo un solo día de mi vida que sea lindo, que sea feliz, sin tanto caos.Pasaron miles de cosas por mi mente de lo que me podría pasar. Desde ser su sirvienta hasta que mis fuerzas me abandonen, hasta incluso una esclava sexualLas nauseas se apoderan de mi al pensarlo, no he tenido siquiera un novio, desde que recuerdo he trabajado y no sé qué es divertirse.Me levanto para ducharme, después de estar casi una hora en el baño, salgo para ponerme unos jeans y una camisa con mariposas. Esta ha sido un regalo de Trudie, dice que deseara que yo desplegara mis alas y volara hacia la felicidad.Y yo también deseo eso, que, al cerrar y abrir los ojos, todo esto no existieran.
No sé qué expresión tengo en el rostro, de regreso, todos los que trabajan en ese piso, me miran pasar con asombro.Al bajar en el ascensor hasta el estacionamiento, el chofer me espera para guiarme hacia el vehículoEn mi mente pasa el deseo de salir corriendo, mas, me detengo porque no tengo hacia donde ir. No conozco a nadie en esta enorme ciudadAsí que, cabizbaja, subo al coche, no pregunto donde me llevará, me dejo llevar por que al fin de cuentas y según lo que parece, ya no soy libre.La era moderna en la que las mujeres tienen voz y voto, es un asco totalY ¿si voy con las autoridades? —susurro—No creo que sea buena idea niña—responde el chofer, no me había percatado de que estaba pendiente, me remuevo incomoda evitando mirarle. Veo el folder amarillo donde están metidos los documentos de mi sentencia y suspiro cansada. —El señor quiere hablar con usted—me indica—por favor toque el botón rojo frente a usted—lo hago y una pequeña pantalla se enciende, y el rostro del ruso pre
GregoriCuando me enteré de que Vanessa, la empelada que se debe hacerse cargo de Margoth, no le ofreció siquiera de comer me enfierecí, me llamaron para informarme de su desmayo, enfurecí. Le di instrucciones precisas de todo, ¿qué más quería? ¿Qué se lo dibujara? Voy a reprenderla fuertemente, aunque a ella le importa muy poco. Vanessa, es una mujer de confianza, a pesar de ser tan joven es servicial y, sobre todo, leal. Tiene veinticinco años, y su madre fue empleada de mi familia, cuando heredé la mansión, ella ya venía incluida, pero pronto saldrá de ahí, está por graduarse y trabajará en una de las sucursales que tenemos en Londres. Desde que mi padre me comentó la situación de Margoth y lo que se le pidió hacer con ella, tengo la cabeza revuelta. ¡Solo a él se le ocurriría tal cosa!, ¡un contrato!, ¡un contrato de compromiso de pago! Por supuesto que Cornelio, estaría de acuerdo, encantado de recibir el dinero para seguir con su maldito vicio. No es que me agradara la idea
GregoriMe despierto por unos gritos, poco a poco abro los ojos sintiendo que no he descansado nada en toda la noche, teniendo sueños extraños.Al fin abro los ojos desperezándome,¡vaya que necesito más horas de descanso!.Sin lugar a dudas la voz de esos gritos es de Margoth, quien está al otro extremo de la cama notablemente espantada. Viéndome como si hubiese cometido un homicidio.—¿Qué demonios haces en mi cama? —cierro los ojos y doy un bostezo, estirando los músculos, he de señalar que duermo en bóxer, sin nada más encima.Ahora veo la razón por la cual me mira con espanto, estoy muy seguro que nunca en su vida, ha visto un hombre desnudo.—Yo, yo, es usted quien está en la cama de la habitación que me han dado—responde con la voz temblorosa.Veo alrededor, asegurándome de que efectivamente, estoy en su habitación. ¡maldición!Me levanto como un bólido y me cubro con una almohada, cuando la puerta se abre…—Buenos días Mar.. —Vanessa, deja la oración a medio dar, me mira con so
GregoriLas puertas del ascensor se abren, los empleados de mi piso, me reciben con sus “buenos días señor”. Les regreso el saludo de la misma forma.Mi secretaria, corre a mi lado con su agenda electrónica en mano lista como siempre para recibir instrucciones.—Viviana—me dirijo a mi secretaria—si a Tamara, se le ocurre irrumpir aquí, llama a seguridad—De acuerdo, señor.—¿Alguna reunión importante hoy?—Con el Señor Talavera, un almuerzo.—Está bien, vendrá Vanessa—se detiene en seco al escuchar el nombre de mi empleada de confianza.—¿Al, algo en especial? —pregunta con voz temblorosa—Nada, traerá a la chica que vino ayer, así que necesito que metan en mi oficina un escritorio, una silla y una laptop, dile al de informática que quiero todo eso antes de las tres de la tarde.—¿Esa chica, trabajará aquí? —Interroga, no solo sorprendida, sino un tanto molesta. Viviana, ha trabajado para mí, durante tres años es una persona de confianza laboral, como es la secretaria de presidencia,
GregoriNo es de extrañar que algunos hombres miren a nuestra dirección mientras entramos, y no es por mí, obviamente es por Margoth.Camina tímida al lado de Vane, quien lleva puesto su uniforme negro impecable, erguida como si el mundo le perteneciera, segura de sí misma, empoderada, toda una perra.Justo así es como deseo que sea Margoth y es el objetivo, según mi padre, el deseo de Lucia, es que su hija se defienda sola y logre todos sus sueños.Nos sentamos, y el mesero con amabilidad nos extiende el menú.—¿Que deseas comer? —interrogo sin verla, detallado el menú para saber si se me antoja algo, por lo general no me gusta la comida italiana, pero dado que ella lo pidió, hago ese sacrificio para tener su completa confianza y no me ve como su dueño, aunque lo soy.Señala algo en el menú mostrándolo a Vane, ella asiente sonriendo y le indica al mesero—Per la signora, Fettuccine Alfredo —habla perfectamente italiano, lo que no me sorprende Vane, habla muchos más idiomas que yo. Se