GregoriCuando me enteré de que Vanessa, la empelada que se debe hacerse cargo de Margoth, no le ofreció siquiera de comer me enfierecí, me llamaron para informarme de su desmayo, enfurecí. Le di instrucciones precisas de todo, ¿qué más quería? ¿Qué se lo dibujara? Voy a reprenderla fuertemente, aunque a ella le importa muy poco. Vanessa, es una mujer de confianza, a pesar de ser tan joven es servicial y, sobre todo, leal. Tiene veinticinco años, y su madre fue empleada de mi familia, cuando heredé la mansión, ella ya venía incluida, pero pronto saldrá de ahí, está por graduarse y trabajará en una de las sucursales que tenemos en Londres. Desde que mi padre me comentó la situación de Margoth y lo que se le pidió hacer con ella, tengo la cabeza revuelta. ¡Solo a él se le ocurriría tal cosa!, ¡un contrato!, ¡un contrato de compromiso de pago! Por supuesto que Cornelio, estaría de acuerdo, encantado de recibir el dinero para seguir con su maldito vicio. No es que me agradara la idea
GregoriMe despierto por unos gritos, poco a poco abro los ojos sintiendo que no he descansado nada en toda la noche, teniendo sueños extraños.Al fin abro los ojos desperezándome,¡vaya que necesito más horas de descanso!.Sin lugar a dudas la voz de esos gritos es de Margoth, quien está al otro extremo de la cama notablemente espantada. Viéndome como si hubiese cometido un homicidio.—¿Qué demonios haces en mi cama? —cierro los ojos y doy un bostezo, estirando los músculos, he de señalar que duermo en bóxer, sin nada más encima.Ahora veo la razón por la cual me mira con espanto, estoy muy seguro que nunca en su vida, ha visto un hombre desnudo.—Yo, yo, es usted quien está en la cama de la habitación que me han dado—responde con la voz temblorosa.Veo alrededor, asegurándome de que efectivamente, estoy en su habitación. ¡maldición!Me levanto como un bólido y me cubro con una almohada, cuando la puerta se abre…—Buenos días Mar.. —Vanessa, deja la oración a medio dar, me mira con so
GregoriLas puertas del ascensor se abren, los empleados de mi piso, me reciben con sus “buenos días señor”. Les regreso el saludo de la misma forma.Mi secretaria, corre a mi lado con su agenda electrónica en mano lista como siempre para recibir instrucciones.—Viviana—me dirijo a mi secretaria—si a Tamara, se le ocurre irrumpir aquí, llama a seguridad—De acuerdo, señor.—¿Alguna reunión importante hoy?—Con el Señor Talavera, un almuerzo.—Está bien, vendrá Vanessa—se detiene en seco al escuchar el nombre de mi empleada de confianza.—¿Al, algo en especial? —pregunta con voz temblorosa—Nada, traerá a la chica que vino ayer, así que necesito que metan en mi oficina un escritorio, una silla y una laptop, dile al de informática que quiero todo eso antes de las tres de la tarde.—¿Esa chica, trabajará aquí? —Interroga, no solo sorprendida, sino un tanto molesta. Viviana, ha trabajado para mí, durante tres años es una persona de confianza laboral, como es la secretaria de presidencia,
GregoriNo es de extrañar que algunos hombres miren a nuestra dirección mientras entramos, y no es por mí, obviamente es por Margoth.Camina tímida al lado de Vane, quien lleva puesto su uniforme negro impecable, erguida como si el mundo le perteneciera, segura de sí misma, empoderada, toda una perra.Justo así es como deseo que sea Margoth y es el objetivo, según mi padre, el deseo de Lucia, es que su hija se defienda sola y logre todos sus sueños.Nos sentamos, y el mesero con amabilidad nos extiende el menú.—¿Que deseas comer? —interrogo sin verla, detallado el menú para saber si se me antoja algo, por lo general no me gusta la comida italiana, pero dado que ella lo pidió, hago ese sacrificio para tener su completa confianza y no me ve como su dueño, aunque lo soy.Señala algo en el menú mostrándolo a Vane, ella asiente sonriendo y le indica al mesero—Per la signora, Fettuccine Alfredo —habla perfectamente italiano, lo que no me sorprende Vane, habla muchos más idiomas que yo. Se
MargothLa cabeza parece que me va a estallar en miles de pedazos. Trato de abrir los ojos, la luz de lugar quema mis pupilas, los ojos me arden, y al abrirlos confirmo que se sienten irritados como si hubiese llorado sin parar.Lo extraño es que no recuerdo haber llorado, no recuerdo nada, me despierto por completo sobresaltada, al darme por enterada de que no estoy en la habitación que se me asigno. Estoy en otra, mi vista se mueve hacia la ventada, igual a la que tengo en mi cuarto, Gregori, esta de pie viendo hacia afuera, con pantalón de chándal gris, sin camisa, siento mi rostro arder, vuelve su vista hacia mí, no puedo evitar ver su pecho y torso desnudo.Trago sintiendo los nervios quemar mi sistema, mientras sostiene su mirada y camina hacia la cama. En donde aprieto la sabana y me cubro hasta el pecho.Pone la botella de agua que tomaba y se sienta en el borde de la cama—¿Que tanto recuerdas de anoche? —baja su mirada libidinosa hacia mi pecho y toma la sabana que me cubre
MargothTeclear en una computadora, no parecía ser un problema para mí, hoy me doy cuenta de que esto no es nada fácil.A dos dedos, tecleo una tecla por una y equivocándome, no me doy cuenta de que muerdo el labio inferior concentrada.—Es de esa forma o no hay trato—el ogro ruso, habla por teléfono y sin despegar la vista de unos documentos, bufo frustrada.Viviana, entra a la oficina contoneándose como si ella fuese la dueña del edificio. Coloca tres carpetas sobre el escritorio del ruso, y le da una mirada coqueta a su jefe. Observo como se pone a su lado, y rosa su cadera sobre el brazo de él.Ruedo los ojos por lo obvio de su conqueteo descarado.—¿Qué tenemos para hoy? —pregunta él, hundido entre las carpetas y su laptop—Un almuerzo con los presidentes de Fontaine y ManyGira de inmediato la cabeza para verla y pone atención—¿Diana Gales? El almuerzo ¿es hoy? ¿Como es que no lo comunicaste antes? ¡Maldición! Viviana, ¿para esto es que te pago? —da vueltas desesperado, mira su
MargothNo creo que esto sea una buena idea—susurro sin que nadie logre escuchar.—Esto es una idea genial—el ogro ruso, lleva su celular en la mano, stalkeando a la señora Diana, imagino que es una señora. Lleva desde que subimos al vehículo hasta casi llegar al restaurante perdido entre la información que dan las noticias digitales sobre ambas compañías.—No ayuda nada el hecho de que no me digan que es lo que tengo que hacer—susurro esta vez un poco más alto y ambos me miran.—Camaleón—indica Vane, restando importancia—¡Eso no ayuda! —chillo y el ruso me mira con desaprobación.—Deja el berrinche—entrecierra los ojos y su ceño se frunce—no eres una niña, antes alardeabas de que los demás te tomaran como una ignorante, bueno, llegó el momento de demostrar tus capacidades.Aparto la mirada de la suya me remuevo incomoda por el regaño. Es verdad que me muchos me han tratado como si yo no tuviera ningún tiempo de conocimiento. Parpadeo varias veces, para evitar que las lagrimas salgan,
Gregory Admitir que esta pequeña demostración de Margoth, me llena de orgullo, es algo que no voy a decir en voz alta. La pequeña ave está aprendiendo con rapidez, y eso me sorprende, sé que ese brillo que miro en sus ojos al lograr algo, es prueba de que, si sigue así, podrá volar tan alto como lo ha deseado. —Hablemos en privado—indica Diana, después de comer y a la espera del postre, por que para ella no sería un buen almuerzo sin él, camino tras ella, sus primos y su mejor amigo, Valentino Fontaine. Al llegar al jardín trasero, se gira con los brazos en jaras, me acusa con esos bellos ojos marrones—No puedes hablar en serio. Mi silencio le afirma que si estoy hablando muy enserio. —Al parecer los rusos están siendo valientes arriesgándose a semejante conflicto—Valentino esta mas relajado sosteniendo una copa de vino, toma un sorbo y lo degusta—Una Richmond, aplaudo el valor que tienes. —Nosotros no permitimos siquiera que el padre de Cornelio asomara su nariz por nuestra com