Sentí mariposas en el estómago cuando tomé el pequeño sobre y lo abrí, mis manos temblaban, no sé si por miedo a lo que había escrito allí o porque mi cuerpo demandaba atención, listo para caer en cualquier momento.
Bienvenido a Noriah North, desclasificado. Espero que te hayas curado de tu forma de beber. ¿Podemos cenar juntos hoy? El anhelo me está matando.
Me senté en el cómodo sofá, ya que estaba completamente loco, a punto de desmayarme.
- Estás pálido. – dijo Daniel. - ¿Todo bien?
Asentí, incapaz de decir una palabra.
- ¿Tuvo una buena noche? – se refirió a María Lua.
Confirmé con un gesto, sin palabras. Se acercó al cristal y se quedó allí, mirándola.
Ben se sentó a mi lado:
- ¿Él lo envió?
Mi pecho se contrajo aún más por el dolor que jodía mi mente tanto como mi cuerpo. Volví al vaso de la maternidad, mirando esos dos kilos de carne con boca y nombre, retorciéndose, tan frágiles, tan hermosos, tan dependientes de mí. La pediatra me observó atentamente y me hizo señas con el dedo. La enfermera fue a la puerta y autorizó mi entrada.Me senté en un sillón, viendo a otro bebé entrar a la habitación, ya que la madre ya había regresado de la sala de partos. Me trajeron a Maria Lua, la pusieron sobre mi pecho. Miré esos ojos pálidos que se abrieron en mi dirección, luciendo desenfocados, la piel arrugada, descamada ligeramente.Sí, ella valía cualquier cosa. Era un amor que no podría explicar en mil años.Ah, Héctor, te abandono aceptando a tu hija como mía. Que irónico. Quiero odi
- Marihuana. Es natural y tú, más que nadie, conoces los efectos. - Sonrió burlonamente.- Los dos. - dije nerviosa, sacando el dinero de la bolsa con manos temblorosas.Tan pronto como pagué, fui a la puerta y él se paró frente a mí:- ¿Quién iba a pensar que aparecerías aquí, después de tantos años... y todo lo que pasó?- También me impresionó terminar aquí. Me confesé a mí mismo en voz alta.Él le dio una sonrisa temblorosa:- Ven cuando quieras. Recibo cosas nuevas antes que nadie en Noriah North.- OK.Intenté abrir la puerta, asustada. Estábamos solo nosotros dos allí y no era seguro en absoluto. Por suerte me dejó salir.- ¿Puedes llamar un taxi para mí? Yo pregunté.- Los taxis no están permitidos aquí. Pu
Miré a Ben:- Sabía que esto no funcionaría. - suspiré, resignado.Sebastián se acercó a mí y retiró la fina manta, que cubría parte del rostro de Maria Lua:- ¿Qué mierda estás haciendo?- Yo me ocuparé de ella. preguntó Salma. - dije, tratando de justificarme.- ¡Mierda!- No hables fuerte, la despertará. - Yo pregunté.Se pasó las manos por el pelo, su rostro enrojecido.- ¿Quién es el padre de este niño?- Héctor. - le confesé, mi voz casi inaudible, bajando la cabeza, avergonzada.- ¡No! - él gritó. - ¡No es verdad!- ¡No grites, carajo! – Caminé con María Lua, atónita, sacándola de la habitación.Sebastián me siguió:- ¿Qué tienes
Todos estábamos en silencio.- ¿Por qué tienes que ser tan sensato, carajo? – Ben no pudo contener las lágrimas – Te llamé porque eras la única persona que podía ayudarnos y no revelar nuestro secreto, porque amo a Babi. Ahora tú... Tira todas estas verdades sobre nosotros... Cuando lo único que hacíamos era querer quedarnos con el niño que hemos estado siguiendo durante todo el embarazo, que hemos llenado de amor desde siempre, que... - no tuvo más palabras, que estalló en lágrimas.- Entiendo que no quisieron hacer daño... Odio a Héctor y lo sabes. Pero yo en su lugar... Los mataría a ambos si supiera la verdad. Y ponerlos tras las rejas.- Usted tiene razón. Tomé aire y me sequé las lágrimas.Todavía había un grito encerrado en mi garganta, un dolor horrible que no me atrevía
La primera botella que Ben y yo preparamos fue algo de lo que hablar. No conseguimos la temperatura adecuada y con cada gota de leche que sorbía, teníamos miedo de que se ahogara.El pañal que cambió Ben goteó la primera vez, al ser puesto en el lado opuesto. ¿Ungüento para hornear? ¿Para que sirve eso? ¿Cuántas veces al día lo usamos? ¿Debería dormir de lado, boca abajo o boca arriba? ¿Es normal que duerma tanto? ¿A qué hora abre los ojos?- Dejemos el celular para despertar cada tres horas. Cada uno se levanta una vez para preparar la leche. - El sugirió.- OK. Pero ella duerme en mi habitación hasta que compremos una cuna.- Esto no es justo. ¿Por qué no el mío?- Salma me pidió a “mí” que la cuidara.- Pero “yo” compré toda la ropa que tiene. Y &ldquo
- ¿Quieres suicidarte? Yo pregunté.Volvió la cabeza hacia mí y no dijo nada.- ¿Me ignorarás? - Insistí.- Vete, inquietante.- ¿Perseguir? - Me reí. – ¿Te parezco angustiado?- Posee...- Um, apesto, ¿no? Recordé sus palabras. Pero creo que podría ser una droga mejor que su whisky, comandante desclasificado.- ¡Fuera de aquí! ¿Ni siquiera puedo soñar en paz?Lo tomé del brazo y lo obligué a girarse hacia mí.- Esto no es un sueño, descalificado. Vamos.- Te odio. - Dijo, en voz baja.- Lo sé... No lo dejaré morir aquí.Se rió irónicamente:- ¿Crees que me mataría... por ti? – casi se cae hacia mí cuando vino una ola más fuerte.Me agarré a su cuerpo y comenc&ea
- Vale, gracias por contestar en el nombre de Dios. Por cierto, creo que sigues siendo mi dios... Sólo griego. Cuando estoy a tu lado, es como si nada más existiera, solo tú y yo.Puso su dedo en un panel de la puerta, haciendo que se abriera automáticamente.- Vale, ¿debería cortarte el dedo cuando necesite entrar? ¿Es eso? - Empecé a reír.- ¡Yo soy Dios! Gritó, abriendo los brazos cuando entró y las luces se encendieron automáticamente.Me quedé justo cuando la puerta se cerró, observando todo lo que me rodeaba, tratando de no maravillarme con la vista. El lugar era simplemente gigantesco. Un salón con sofás en forma de L y moqueta blanca (sí, ¿quién, en su estado normal, pondría moquetas blancas en el salón, para que los demás las pisen con los zapatos?). Como el espacio era grande, la habitaci
- Líbrame de Heitor Casanova... Amén – se echó a reír – ¡Chúpame! – el tono era serio.- ¡Estúpido! – Lo empujé al baño – Solo cuando te lo mereces. Y te lo mereces... Ay, si te lo mereces. - dije en voz alta, observándolo caminar prácticamente desnudo, sin poder trazar una línea recta con sus pies.El baño era tan grande como el dormitorio.- Joder, ¿por qué un baño tan grande? – Fui a la ducha, abrí la ducha mientras él presionaba el botón de la bañera, que comenzó a llenarse – Dudo que haya vapor aquí si me ducho – risas – No tendrías una sauna gratis con yo, descalificado.Se metió en la bañera, ignorando la ducha helada que acababa de abrir.Nos miramos, cada uno en un rincón, como si no pudiéramos a