DamiánY aquí me encuentro en plena cocina, oyendo las instrucciones de mi cocinera favorita. Ella hace que olvide todo lo que sucede fuera con sus ocurrencias anormales. Por un momento pareciera que el peligro no nos rodea, o que las críticas por la noticia del mi supuesto hijo no existieran. Antonella, con su sonrisa, me ayuda a despejar mi mente de lo que ocurre y se lo agradezco muchísimo. Ya deseo poder tener una vida normal con ella, donde llegue del trabajo y la encuentre esperándome, donde salgamos un sábado en la mañana y regresemos en la noche exhaustos de la diversión. Donde pasemos un domingo juntos encerrados en nuestra habitación viendo películas o, mejor aún, donde pasemos un fin de semana ella y yo junto a nuestros futuros hijos. Mi tesoro más preciado es ella, esa pequeña mujer con rostro de ángel, pero con alma de diablo, esa pequeña morena delgada de cuerpo y amplio de corazón.Esa pequeña es mi luz y mi mundo entero.—¡Oh, infierno! —Su grito me saca de mis pensa
Damián—Necesito hablar con él.El detective se rehúsa. —No puedes aún, Damián, debes esperar.¿Cómo puede decirme que debo esperar cuando ya he esperado demasiado?—Voy a entrar, y no me importa su opinión. No vine hasta aquí, solo para ver que está ahí metido. Supongo que Franco y usted llegaron a un acuerdo, así que déjeme entrar.Franco le lanza una mirada y el señor asiente.—No puede tardar mucho. —Me indica la puerta.Sin pensarlo, entro. El muy desgraciado solo se ríe con esa expresión sádica que me causan náuseas.—¡Al fin has llegado!Tomo asiento frente a él.—¿Quién te pagó para intentar hacerle daño a mi mujer?Soy directo con mi pregunta, y de aquí no me iré sin respuesta.—No sé de qué hablas.Tomo aire, conteniendo las ganas de matarlo.—¿Quién te está pagando? —vuelvo a preguntar.—No sé de qué hablas. —Cierro mis ojos. Ya su rostro se ha tornado serio—. El que esté aquí no quiere decir que ella esté a salvo. Puedo volver a escaparme o alguien podría ayudarme a
AntonellaDespierto cuando escucho la puerta de la habitación, ser abierta, miro en esa dirección y sonrío contenta de saber que se trata de mi encantador infierno quien ha llegado.Verlo aquí me tranquiliza, estaba tan preocupada por él que me quede dormida para estar tranquila. Si continuaba despierta los nervios me iban a terminar matando.—Al fin has llegado. —Damián se sienta a mi lado.—Cielo, necesito mantenerte a salvo. —Su tono de voz es diferente, como cuando quieres llorar, pero te niegas a hacerlo porque consideras que no vale la pena—. No puedo dejar que nadie te hiera. —Sus ojos se cristalizan, intenta ser fuerte para no llorar, pero aquel cruel sentimiento lo vence y se desploma—. Aun cuando me cueste, tengo que detenerlo, por tu bien, por el nuestro. Sin importar cuanto me duela debo hacerlo.Ver como se encuentra mi infierno me parte el alma, y también me da un indicio de que sabe quién es.—¿Ya sabes quién es?Asiente cabizbajo.—Ya me estoy encargando. Debo asegurar
Damián—¡Trino, no! —grito cuando noto con claridad sus intenciones.Mi corazón late sin ningún tipo de control. Él baja su arma y ríe fuerte, haciendo que mi precioso cielo se desplome en lágrimas.Pensar que me la puede arrebatar de mi lado me desequilibra. Por un momento pensé que iba a disparar. ¿Vivir sin ella? No podría. ¿Continuar solo sin ella? Eso es imposible. ¿Volver a amar a otra persona? Jamás lo haría. Todo mi amor es para ella. Siempre así lo será.Intento llegar a su lado, pero Trino está pendiente de cada movimiento que hago. Estoy lejos de él, así no puedo arrebatarle el arma. Debo pensar en algo ya mismo.—¿Te causó pánico ver cómo pude matarla?Juro que si llego a su lugar lo mato con mis propias manos.—¿Cómo entraste aquí? —Aún no me explico cómo llegó aquí antes que nosotros. Nadie sabía de este lugar, excepto Xandro y Franco. Aparte, ellos revisaron todo el pent-house.—Bueno, tengo mis trucos —me encuentro confundido—. Tomen asiento, les contaré todo desde
Damián—Sabes, amigo, todo fue tan fácil. Todo lo que les ha pasado fue ocasionado por mí, incluso aquellas notas de Nicolas fueron enviadas por mí, lo usé para mantenerte centrado en él. La fuga de gas en tu casa fue mi idea, lo planeé todo ese mismo día de la explosión. Salió mejor de lo que esperaba, tus amantes acosándote, el atentado hacia Antonella en Hawái y aquí en florida, todo lo he causado yo. Incluyendo el robo en la compañía. —Ahora todo tiene sentido, siempre fue él usando a los demás.—¿Cómo entraste aquí? —inquiero de nuevo.—Micrófonos, Damián. Instalé micrófonos en el otro pent-house para así mantenerlos vigilados. El resto fue fácil, las llaves las obtuve sin problema, espere que Xandro y Franco hicieran su trabajo, y entre a esperarlos.Todo se me escapó de las manos y ahora mi mujer está bajo su poder. Fui tan imbécil en no prevenir esto. Era de esperarse que buscaría la manera de acercarse a nosotros.—Soy un genio, ¿verdad?—Estás enfermo —dice ella. Mi pobre á
AntonellaMi vista no se aparta de mi infierno, que aún duerme. Es tranquilizador saber que ya está a salvo y que aún estará junto a mí por mucho tiempo más. Por otro lado, no puedo evitar sentir nostalgia al saber que Trino era aquella persona que nos hizo sufrir. Me cuesta creer que Damián le haya hecho eso a Trino, es entendible que él estuviera enojado, no es fácil que su mejor amigo se acueste con la mujer que deseaba conquistar. No sé porque Damián lo haría, sea por lo que sea, estuvo mal. Le rompió el corazón a Trino. —Señora Lancaster, creo que debería permitirme revisar su herida vieja, es para asegurarnos que esté bien. —El médico entra en la habitación donde nos encontramos Damián y yo.—Claro. ¿Podría hacerlo aquí?Niega y se cruza de brazos.—No. Además, ya ha pasado mucho tiempo aquí dentro. Recuerde que el señor Lancaster debe descansar muy bien.Miro a Damián. Aunque no quiera, debo irme por un momento. El médico tiene razón en que él debe descansar.—Está bien, vend
Antonella—Princesa, qué bueno que llegas. —Me abraza Daniela—. El príncipe obstinado acaba de despertar otra vez, pero no nos quieren dejar pasar hasta que los médicos den la orden. Están con él dentro haciendo su rutina. Por supuesto, despertó con una crisis existencial porque no estabas a su lado.Muerdo mi labio y pego mis manos al pecho tras saber que volvió a despertar.—Gracias a Dios, Dani —me aferro a ella.—No podía dejarnos, tonta. Lo amenacé con llevarme toda la fortuna y el muy condenado me dijo que eso jamás pasaría, y que si él muere se escaparía del infierno para que yo no lograra mi objetivo.Mi cuñada está loca. Hace un momento estaba como yo de preocupada y ahora es ella de nuevo.—Te entiendo. A mí casi me dijo lo mismo cuando también le dije que si me llegaba a dejar me iba a quedar con toda su fortuna. —Nos reímos después de haber estados las dos llorando por nuestro hombre amargado.El médico que lo atendió viene con nosotros.—Señora Lancaster. —se dirige a mí—
DamiánHoy es nuestro segundo aniversario. Mi cielo y yo llevamos dos años de casados y la muy condenada esa no me ha querido dar hijos. Supuestamente, ella y yo tenemos que esperar un poco más, lo peor de todo es que no sé por cuanto tiempo más hay que esperar. Yo quiero hijos, y ella se niega a darme esa magnífica felicidad.—Mmm, ¿a dónde vas?La miro por sobre mi hombro. Está sentada en la cama, con su cabello alborotado y sus ojos cerrados. Gracias a dios que en las madrugadas no me la he encontrado con el cabello así de alborotado, de lo contrario me mataría del susto.—Ven y abrázame.Oh, no, esa vocecita la conozco. Es de esas que usa con sensualidad para comprarme y llevarme de vuelta a cama.—Volveré rápido, mi cielo —se vuelve a acostar—, te lo prometo.Suspira.—Más te vale, diablo, y más ahora que ya ahora si estoy lista para buscar a nuestro primer bebé.Río fuerte. Mi hermoso cielo me tiene engañado. Me dice cada noche y cada mañana que debemos procrear, pero… ¡Aún no d