AntonellaMi vista no se aparta de mi infierno, que aún duerme. Es tranquilizador saber que ya está a salvo y que aún estará junto a mí por mucho tiempo más. Por otro lado, no puedo evitar sentir nostalgia al saber que Trino era aquella persona que nos hizo sufrir. Me cuesta creer que Damián le haya hecho eso a Trino, es entendible que él estuviera enojado, no es fácil que su mejor amigo se acueste con la mujer que deseaba conquistar. No sé porque Damián lo haría, sea por lo que sea, estuvo mal. Le rompió el corazón a Trino. —Señora Lancaster, creo que debería permitirme revisar su herida vieja, es para asegurarnos que esté bien. —El médico entra en la habitación donde nos encontramos Damián y yo.—Claro. ¿Podría hacerlo aquí?Niega y se cruza de brazos.—No. Además, ya ha pasado mucho tiempo aquí dentro. Recuerde que el señor Lancaster debe descansar muy bien.Miro a Damián. Aunque no quiera, debo irme por un momento. El médico tiene razón en que él debe descansar.—Está bien, vend
Antonella—Princesa, qué bueno que llegas. —Me abraza Daniela—. El príncipe obstinado acaba de despertar otra vez, pero no nos quieren dejar pasar hasta que los médicos den la orden. Están con él dentro haciendo su rutina. Por supuesto, despertó con una crisis existencial porque no estabas a su lado.Muerdo mi labio y pego mis manos al pecho tras saber que volvió a despertar.—Gracias a Dios, Dani —me aferro a ella.—No podía dejarnos, tonta. Lo amenacé con llevarme toda la fortuna y el muy condenado me dijo que eso jamás pasaría, y que si él muere se escaparía del infierno para que yo no lograra mi objetivo.Mi cuñada está loca. Hace un momento estaba como yo de preocupada y ahora es ella de nuevo.—Te entiendo. A mí casi me dijo lo mismo cuando también le dije que si me llegaba a dejar me iba a quedar con toda su fortuna. —Nos reímos después de haber estados las dos llorando por nuestro hombre amargado.El médico que lo atendió viene con nosotros.—Señora Lancaster. —se dirige a mí—
DamiánHoy es nuestro segundo aniversario. Mi cielo y yo llevamos dos años de casados y la muy condenada esa no me ha querido dar hijos. Supuestamente, ella y yo tenemos que esperar un poco más, lo peor de todo es que no sé por cuanto tiempo más hay que esperar. Yo quiero hijos, y ella se niega a darme esa magnífica felicidad.—Mmm, ¿a dónde vas?La miro por sobre mi hombro. Está sentada en la cama, con su cabello alborotado y sus ojos cerrados. Gracias a dios que en las madrugadas no me la he encontrado con el cabello así de alborotado, de lo contrario me mataría del susto.—Ven y abrázame.Oh, no, esa vocecita la conozco. Es de esas que usa con sensualidad para comprarme y llevarme de vuelta a cama.—Volveré rápido, mi cielo —se vuelve a acostar—, te lo prometo.Suspira.—Más te vale, diablo, y más ahora que ya ahora si estoy lista para buscar a nuestro primer bebé.Río fuerte. Mi hermoso cielo me tiene engañado. Me dice cada noche y cada mañana que debemos procrear, pero… ¡Aún no d
Damián Luego de unas cuantas horas de compras, ya he decidido ir a casa. Antonella no se encuentra allá y mi hermana está histérica porque yo no había llegado. Según Dani, ando paseando cuando es ella misma, es quien me ha mandado a comprar cantidades de cosas. Cuando llego a casa, me encuentro con ella fuera, de brazos cruzados y con cara de molestia. Bajo de la camioneta con las compras que hice y camino hasta donde se encuentra. —Mira la hora que es, Damián. ¡¿Dónde andabas metido?! Le muestro las bolsas. —Te recuerdo que me mandaste a comprar todas estas cosas. Las revisa. —¿Tantas horas por tres bolsitas vacías? Contemplo todo y luego a ella. —Ocho bolsas, Dani, y todas repletas de todo lo que pediste —corrijo. Agarra una. —Te ayudo. Entremos a casa. ¿Me ayuda? ¿Con una bolsa? ¡Grandísima ayuda me ha dado! —Cuidado se te cae un brazo por la ayuda, Daniela. Se burla de mí. Al entrar, ya todo permanece bien decorado. Mi madre y mi suegra se encuentran metidas en la c
DamiánLlego junto a ella y lo primero que hago es besarla, para después, como todo un tonto enamorado, saludarla.—Hola —digo mientras recupero el aire.—Hola —habla con voz tímida.—Estás… estás perfecta y hermosa. —No dejo de contemplarla y de halagarla—. Eres la mujer más preciosa que puede existir en el mundo. —Aclaro mi garganta.—Gracias, mi amor, gracias.Una lágrima se le escapa.—Muy bien —dice mi hermana por el micrófono—. Lamento interrumpir su… Momento de amor, pero Damián tiene una sorpresa para ti, mi hermosa cuñada. —«¿Sorpresa? ¿Qué que sorpresa, Daniela?»—. Por favor, hermanito, ven acá.Algo dudoso, camino hacia ella.—¿Qué sorpresa, Dani? —inquiero entre dientes y con el corazón acelerado por miedo a sus ocurrencias.—Le dedicarás una canción. —Musita para que solo yo logre escuchar.—¿Qué?Empiezo a sudar. ¿Cómo voy a cantar? Yo no sé cantar. Canto horrible —Daniela me hará pasar una vergüenza—. No voy a cantar —mascullo.—Claro que lo harás.Sonreímos ante todos,
Antonella—¿Me llevas cargada? —Alzo mis brazos.—¡Cielo, pesas por tres! ¿Estás loca?Hago un puchero.—¡Estoy gorda por tu culpa, infierno! Tengo una enorme panza y peso cien kilos.Se burla de mí.—Cielo, no seas exagerada, sabes muy bien que no pesas cien kilos. Además, recuerda que llevas tres bebés. —Acaricio mi panza.—No exagero, siento que peso eso. A veces me cuesta caminar. Mi barriga pesa y por las noches me asfixia —paso, por un lado, de Damián. ¿Me llevas a comer hamburguesas?Abre la boca cuando le pregunto si me lleva a comer hamburguesas.—Y luego te quejas de estar pesada.—Quiero hamburguesas.Damián niega. —Cielo, no, harás que vomite. Oh, nena, me revolviste el estómago de tan solo imaginarme una hamburguesa. —Hace un gesto de asco.Desde que cumplí el mes de embarazo, Damián es quien ha presenciado mis malestares de embarazo. A mí se me antoja, y él vomita.—Además, no puedes comer mucho. Te recuerdo que la semana que viene llegarán nuestros bebés.Sonrío emocio
“Daniela Lancaster”—¡No, Daniela, no lo puedo entender de ninguna manera! —No tengo nada que decir, le he roto el corazón a Alan y no sé cómo enmendarlo. Decirle que mi respuesta fue un acto de mi propio impulso, no cambiará nada; está completamente enojado y con justa razón. Lo rechacé en la propuesta de matrimonio.—Alan, lo siento, yo… déjame aclararte todo, explicarte por qué soy como soy. No eres tú, bebé, soy yo…—No me interesa escuchar ninguna aclaración de tu parte, Daniela. Ustedes los Lancaster son tan complicados en el amor y en todo. Hoy he comprendido que he amado a la mujer incorrecta por dos años. Cuánta perdida de tiempo y de sentimientos en ti. —Alan se va.Sus palabras me han quebrado; sin embargo, no sé comparan en nada con lo que yo le he hecho, y ahora me siento como la peor basura de este mundo.Lo rechacé como estúpida, y lo peor es que lo hice en frente de su familia y la mía.…Han pasado tres semanas desde aquel día y no he vuelto a ver a Alan. Lo último qu
Alan CasteloTiro contra el suelo la botella de agua al recordar como ella se negó a casarse conmigo cuando yo estaba muy ilusionado de que era la correcta para llevar al altar y con quién formar una familia.Es que no sé cómo pude tan siquiera pensar que, Daniela era la mujer indicada cuando ella desde el comienzo me dejó claro que lo de nosotros no era más que un juego de placer. Yo fui el único idiota que vio esperanzas de algo más bonito y real, y en ocasiones me dio a entender que si podíamos ser, pero luego… acabó con mi ilusión en cuestiones de segundos.Jamás me amó, de eso no queda duda. Me aferré a lo que sentía por ella que no me importó el hecho de que no me amara cuando yo si, debí ser yo quien pusiera un punto y final a la relación el día en que le dije que la amaba y ella me respondió con un gracias. Aquel día debió terminar todo, y aún así preferí pensar que ella era la correcta.Nadie me había pisoteado el corazón tan injustamente como lo hizo Daniela. Ella hizo c