AntonellaYa es lunes y me encuentro en la universidad copiando unos deberes que nos dejó la profesora antes de irse. Tuvimos que regresar rápido, ya que a Damián lo solicitaban por aquí. Siempre vive en su trabajo. Odio cuando me dice que tiene una reunión o un almuerzo. Esperaba salir a disfrutar al menos un rato con él y estar a su lado. Desde hace días no dejo de pensar en lo diferente que me siento ahora que me he dado una oportunidad con el señor idiota. Mis sentimientos por ese hombre han cambiado y ya no tengo ese odio de hace tiempo. ¿Será que es posible que terminemos enamorados?—¿Te encuentras bien? —pregunta mi amiga Amelia.—Nada. ¿Dónde está Dalia? —Sigo con mi deber.—Ya viene, está en el baño. Algo le cayó mal. —Se deja caer en la silla que está a mi lado—. ¿Cómo te fue en Nueva York?Suspiro.—Bien, aunque ayer pasó algo extraño.—Me estremezco cuando recuerdo mi encuentro con Nicolás—. Vi a Nicolás allá. Hablaba de un modo diferente. Dijo que iba a quitar a Damián de
DamiánHaberle dicho eso creo que fue un error. No quiero que se vaya. No puedo dejarla ir cuando me costó mucho tenerla conmigo.«¡Carajo, carajo!».Nunca había experimentado este miedo de perder a alguien, excepto a mi madre y mi hermana, hasta ahora que mis manos tiemblan por la simple idea de que ella se aleje de mí en realidad.Si ella se va, mi mundo se viene abajo.«¡Ay, no! ¿Qué carajos estoy diciendo? ¿Desde cuándo me he vuelto tan débil y tan sentimental? En serio comienzo a preocuparme por mí. Bajemos la guardia, Damián. Respira hondo, pausado y sin miedo a nada. Si ella se va, es su asunto, será quien se lo pierda. Sino es así, excelente, continuamos y ya».No debe por qué afectarme tanto que una mujer se largue de mi vida. A fin de cuentas, hasta sería lo mejor, ¿o no?Dejo de mirar el rostro de Antonella, que aún continúa impactada por mi decisión, aunque me encuentro en las mismas circunstancias que ella.—¿De verdad me estás proponiendo eso?Respiro profundo y asiento.
DamiánSalgo de la empresa y les hago señas a Marcos y a Julián de que nos vamos. Ellos llaman a Xandro, Luis y Cesar, indicándoles que es hora de movernos. La seguridad para mí es importante cuando ya en cinco oportunidades he sufrido atentados de secuestro.—Llévame a la dirección que te pedí esta mañana que investigaras.Marcos asiente y salimos rumbo a la casa de Nicolás.Cuando llegamos, me anuncio en el portón. Aquel se abre y nos deja entrar en la amplia mansión de sus padres. Una vez que se estacionan, bajo del auto y miro en la puerta, al idiota aquel con esa sonrisa de burla que pronto borraré.—Voy a acabar con tu vida—susurro.—¡¿Qué haces aquí?!Muy valiente el hombrecito para gritarme. No sabe lo que ha hecho.Le doy un puño en su rostro, y él cae al suelo. Me agacho y lo sujeto de la camisa para alzarlo un poco y vuelvo a golpear su rostro una y otra vez, hasta que Xandro y los demás intervienen, incluyendo los que cuidan de la mansión.—¡No te quiero cerca de mi mujer!
DamiánVuelvo a tomar sus labios. Meto mi lengua en su boca, con calma la saboreo y juego con la ella. El ritmo que ambas llevan es de una danza suave. Quiero complacerla en todo lo que pida. Jamás he sido suave a la hora de estar con una mujer, pero por Antonella soy capaz de todo. Por ella aprendo a hacer el amor, aunque para mí, sexo y hacer el amor es lo mismo.Salgo del baño con ella en brazos y aún pegado a sus labios.Tengo tanto miedo a lastimarla, a ser una bestia de la cual ella luego termine temiendo.Mi ropa está empapada de agua. La dejo en la cama y así mismo como estoy subo a ella. No quiero desprenderme de su cuerpo. Es tan cálido, suave, delicado, pequeño y frágil que me envicia.—Damián —se separa un poco de mis labios, pero yo no quiero—, espera.Me detengo y la observo.«Nena, no me digas que no, por favor».—¿Serás delicado?¡¿Cuántas veces debo decirle que sí?!Sus nervios harán que mis pelotas entren en un colapso y estallen.—Sí, no voy a lastimarte.Ella suelt
Antonella—An…—Dijiste que te cuidarías. ¡Oh, por Dios, me va a dar algo!Me va a dar un ataque al corazón. Sabía que no debía confiar en él, ahora mira lo que ha pasado.Salgo corriendo para el baño porque obvio debo asearme muy bien.—Lo siento, princesa. —Entra Damián conmigo en la ducha—. Ahora mismo mandaré a comprar las pastillas de emergencia por si acaso, aunque no creo que quedes embarazada, ya que no estás ovulando. —Posa un cálido beso en mis labios.—Lo sé, pero igual las tomaré. No quiero bebés, Damián —Lo señalo.—¿Por qué no? ¿Te imaginas un pequeño Lancaster aquí en casa?¿Desde cuándo le interesa un pequeño Lancaster en la casa? ¡Nunca le han gustado los niños!—No, no me imagino, así que borra esa idea de tu cerebro. —Entrecierro sus ojos.Ni piense él que voy a tener bebés. Aunque debe ser hermoso y algo divertido, verlo convertido en padre.«¿Qué te pasa, Antonella? Ya cállate».—Como tú digas. Mañana iremos al médico a ponerte en control. —Me toma de la cintura p
AntonellaSalimos de casa casi al mediodía. Ambos vamos en la parte trasera de la camioneta. Damián tiene por costumbre no salir de casa sin el ejército de hombres que cuidan su espalda. Es un hombre precavido, sin ellos no se mueve de un lugar.No sé a dónde me llevará, le he preguntado miles de veces y miles de veces se ha negado. Sujeta mi delicada mano para dejar un beso en ella. ¿Desde cuándo se ha vuelto tan meloso? Me agrada esa actitud que tiene, mejor dicho, me encanta. Quiero que lo nuestro funcione. Estar con él no se trata de un contrato, esto ya va más allá de eso. Me dio la oportunidad de irme, y no lo hice. No lo hice porque no quise.Sé que muchas personas piensan que él es malo, pero están muy equivocados, porque este hombre es magnífico, y me lo ha demostrado no solo con palabras, sino con hechos. Voy a mostrarle al mundo entero que no porque una persona sea fría y una cabrona en los negocios la hace mala.Tiene su bruteza en ciertas cosas, su lado salvaje, ordinario
AntonellaYa casi es la hora de salida. Termino de copiar unos deberes para salir. Mis amigas entran al salón con rostros de tragedia. Me alerto de inmediato y me levanto de mi lugar. Sus miradas me preocupan. Algo malo pasó y yo aún no me he enterado.—Chicas, ¿qué sucede?Ambas se miran. Parecen estar en un trance.Observo al otro grupo, que viene con los celulares en mano. Se detienen al verme.—No sé cómo puedes vivir con un hombre como ese tal Damián.Frunzo mi ceño y luego le lanzo una mirada asesina.—¿Disculpa? —Mi tono de voz refleja mi molestia.—Es un animal, un salvaje. Me das lástima.Vale, ya fue suficiente.—Vuelves a decir una sola palabra en contra de mi esposo y te arranco la cabeza.La chica ríe fuerte.—¿Cómo puedes defender a ese animal?Es la gota de agua que rebalsó el vaso.Me abalanzo encima de la chica y le doy un puñetazo en su cara para que no se meta con él. La única que tiene derecho a llamarlo animal, salvaje, ordinario y todo lo malo soy yo, no esa inút
DamiánAntonella, ayer me dejó sin palabras. Verla ahí, enfrentando a su familia por mí, fue hermoso. Se veía inocente, tierna, como una bebé que luchaba por su juguete para que nadie se lo arrebatara. En la universidad peleó con una chica porque hablaba cosas feas sobre lo que hice. Pero qué loca, después dice que yo soy el impulsivo, ¿y dónde queda ella? Creo que se le está pegando lo malo de mí.Necesito mejorar. Necesito cambiar no por mí, sino por ella. Mi cielo se merece todo lo bueno. Si ella está dispuesta a luchar, yo también. Nadie puede tocarla. Nadie puede hacerla sentir mal, ni siquiera yo mismo. Es mi princesa, la intocable. Fui tan idiota en caer en los juegos de Nicolás. Por su culpa pasó todo esto y mi cielo tuvo que opacarse por lo que la gente hablaba.Hoy me voy de viaje a Hawái. Allá tengo otro asunto que resolver, me he enterado de algunas cosas referentes a los hombres que intentaron lastimar a Antonella, eso me han mantenido preocupado desde hace días.Salgo de