Derek Meyer
—Yo la asistente de Emiliano Alberti— explicó—ahora estoy trabajando por mi cuenta.
Eso explicaba que Emiliano estuviera con ella. Cada vez más impresionado sonreí como un niño y me obligué a apartar la vista de ella. No quería acosarla.
Tendría que hablar con mi hermano al volver a casa y pedirle consejos o regresar con Rocci, porque mis dotes como conquistador y amante de una noche me estaban comenzando a preocupar.
El taxi se detuvo frente a su hotel, que casualmente era el mío. Ni siquiera me había dando cuenta cuando ella le soltó el nombre al taxista de lo atontado que me sentía obse
Erika Camel Caminamos saliendo del bar tomados de la mano, sonriendo como dos niños, aunque nada más lejos de la realidad, no había inocencia en lo que haríamos. «Eso lo podía garantizar, de mi cuenta corría». Esas eran las ventajas de ser libre, la capacidad de poder tener sexo consensuado sin tener que darle explicaciones absolutamente a nadie. Solo la llama del deseo daba las órdenes esta noche, y de nosotros dependía únicamente si lo repetíamos, si nos buscábamos luego. Estaba deseosa de él, y mientras más sucios mis pensamientos , más sensacional se volvía la ocasión. La anticipación me tenia más excitada que en cualquiera otra noche de sexo anterior en los últimos seis años. Eso, unido a la euforia de haber logrado arrastrarlo conmigo a mi hotel, me tenían radiante. Ya nada se interponía entre su cuerpo y el mío desnudos, o bueno si, quizás un poco de ropa. Eso se arreglaría tan pronto la puerta se cerrará a mi espalda. En el ascensor fue imposible que ese hombre, casi un a
Derek Meyer¿Cómo diablos paré trayendo a mi cama a una hembra de fuego y volcán? Sería una buena interrogante, aunque la respuesta era sencilla. Esa diabla me había ganado la partida desde que la vi sentada en la primera fila del auditorio, aún dictaba la conferencia cuando ya había comenzado a fantasear con su cuerpo, con tenerla así dispuesta y solo para mi. No era solo su belleza salvaje, era esa forma de mirarme, la atención que me ponía. Su forma de hacerme sentir el centro de atención, y no es que fuera geocéntrico, es que nadie me ponía esa atención. Nadie me miraba así.
Erika CamelDesperté un poco adolorida, me ardía entre las piernas, y la pelvis la sentía como si hubiese corrido una maratón; de hecho eso era exactamente lo que había ocurrido, un maratón de sexo intenso. Recién me di cuenta que el cuerpo desnudo de Derek Meyer estaba junto al mío, y me volví a sentir radiante. Si antes quería tenerlo en mi cama, ahora lo necesito con desesperación en mi vida. Este hombre tienen que ser mi amante, mi folla amigo, mi amigo con derecho... lo que sea, pero lo necesito en mi vida.Sus brazos bronceados estaban sobre mi, ¿abrazándome?, ¿podría alguien ser tan violentamente vehemente y tierno a la vez?
Derek Meyer Quedé en la puerta de mi habitación hasta que aquella mujer ataviada con sensual vestido de fiesta siendo plenas dos de la tarde desapareció por el elegante corredor del piso de las exclusivas Suite Presidenciales del hotel Ritz, no sin antes voltearse a mirarme, lanzarme un beso y despedirse agitando su mano.Podría decir que se veía ridícula, cursi, incluso falsa por un gesto tan intimo a apenas unas pocas horas de conocernos; o que su pelo alborotado por la pasión de mis manos se veía desaliñado y mal, pero no, solo tenía ojos para su perfecto par me nalgas alejándose de mi. Me quede en el umbral hasta que la perdí de vista, me mantuve allí unos breves segundos fantaseando con el momento en que regresaba corriendo a mis brazos y ambos perdíamos los vuelos. «¡Mier
Erika Camel Cómo si nunca hubiera existido. De Derek solo quedaba el recuerdo de haberlo tenido una mágica noche. Es complicado extrañar a alguien que nunca has tenido, que nunca fue tuyo y que probablemente nunca lo será. Se siente como extrañar a alguien que es muy seguro que no te extrañe del mismo modo , y que no debe estar pensando en ti como lo haces tú, las 24 horas del día y 7 días a la semana. Y si, aquí estaba yo: absoluta y llanamente frustrada. Una semana completa había transcurrido desde mi regreso de la conferencia de Francfort. No mentiré, estaba desesperada por encontrarme de frente con Derek, mi cuerpo entero lo añoraba con una fuerza inusitada. «Nunca antes había sentido algo tan fuerte y real hacia un hombre». Aceptaría hasta la mísera limosna de verlo aunque fuera de lejos. Así de intensa era la sacudid
Erika Camel Colgué el teléfono después de estar tonteando con Derek durante una media hora. Julie se dio por vencida y cerró la agenda. Abandonó mi despacho dando por perdido su teléfono celular y las manos abiertas hacia el cielo. Sus ojos rodaron, en un divertido reproche, el mismo que tantas veces yo misma le había hecho a ella. Absolutamente convencida que después de escuchar esa voz ronca y sensual, no lograría concentrarme, apague mi ordenador decidida a aprovechar el día . Me puse de pie, caminé hacia el perchero donde colgaba mi abrigo marrón, me lo coloqué ajustándolo a mi cintura. Tome mi bolsa y guarde algunas cosas, entre ellas mi propio teléfono celular, y mantuve el de Juli
Derek Meyer Espero en el porche del restaurante la llegada de Julie Peterson, estoy ansioso y enojado conmigo mismo. El plan era impresionar a Julie, no salir corriendo como un fugitivo de este icónico restaurante. Tarde me di cuenta que la flor innata de la sociedad me vería acompañado de una hermosa mujer, ella era demasiado hermosa para pasar desapercibida. Y a mi… bueno, a las revistas económicas les encantaba mostrarme en primera plana últimamente. Incluso cualquier amiga de Rocci podría llamarla, y verme envuelto en un terrible chisme por una infidelidad atrasada a mi ex prometida. Pero lo que si no sospeche es que la mismisima Rocci estaría en el interior del r
Érika Camel. «¿Me volví tonta en algún momento de esta semana?» «¿Comi algo radiactivo que cambió mi forma de pensar sensata y coherente?» El estómago me dio un vuelco. No puedo evitar sonreírle, es algo que me supera. Aunque me resista al mar de emociones que me inundan, su rostro lo tengo grabado, y cada expresión me hace hervir la piel. Camino despacio sabiéndome sensual y admirada. «¿Estoy nerviosa?» Si, definitivamente lo estoy con seguridad. Hay electricidad en el ambiente, la puedo sentir. Mi piel completa se eriza y apenas me estoy acercando. Es como si un campo magnético se hubiera formado entre nosotros. «Cómo los polos opuestos que somos, no podemos evitar atraernos de esta manera tan brut