Ira
Érika Camel

Una semana entera había una pasado y yo seguía allí, en el mismo asqueroso calabozo de la comisaría. Me sentía sucia, humillada , y el embarazo no ayudaba con las nauseas y las fatigas.

No me habían transferido a la cárcel del condado solo porque las influencias de mi padre en esta ciudad eran demasiado grandes para pasar por encima del magnate Alejandro Camel, pero no dudaba que ese momento estaba por llegar y ni todo el poder de mi padre lo impediría.

Los abogados no habían podido hacer mucho, ya que las pruebas de mi supuesto delito de espionaje estaban por todas partes y eran absolutamente contundentes; eso aunado a los documentos falsificados que estaban en poder de las autoridades pertinentes. Cómo nunca creí que Derek me acusaría pues no me ocupe de tapar ni una sola de mis huellas. «Ingenua que fui». Si hubiera sabido lo que ahora sé ese hombre no me hubiera podido tocar con la mirada. De haber tenido una bola mágica jamás hubiera caído ante él.

El equipo d
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